Capítulo 13. Los abuelos

2368 Words
Con el pasar de los días, Mia cada que iba a dejar a sus primos a la escuela, pasaba a comprar al minisúper con la única finalidad de ver a Danielle. Anteriormente, era muy raro que realizara sus compras allí, ya que sentía que Doña Sabina daba un poco mas caro que los demás tienderos. Ahora daba igual, no importaba si con ello tenía que apretar un poco más los gastos del mandado, bien valía la pena si con eso veía, aunque fuera por unos minutos a Danielle. Procuraba cada vez que la visitaba regalarle algo, un detalle, ya fuera una paleta o un chocolate; pero casi siempre que iba al negocio, le llevaba algo, esperando que así se le endulzara su día. Hubo ocasiones en que Sabina terminó por regañarlas, pues sin darse cuenta, en algunos momentos la plática se extendía más de lo debido, provocando que las filas se retrasaran. Jessica la compañera de Danielle que en un principio había sido muy platicadora y agradable, con el pasar de los días, comenzó a mirar a Danielle con desconfianza; al estar más cerca de su compañera, podía ver la manera en como ambas chicas se miraban, cosa que no vio con buenos ojos. Poco a poco, dio paso a disertar sus observaciones con algunas de sus amistades, y al mismo tiempo estas lo comentaron con otras, hasta que dichas especulaciones empezaron a recorrer en el pueblo. Un día mientras dos señoras platicaban de ello en la mercería, Doña Lupe escuchó lo que comentaban sin tomarse la molestia en disimular. -A mí me contó mi ahijada que en una ocasión mientras pagaba, vio que esta muchachita le tiraba unas miradas insanas a la pobre de Mia. -Que espanto… pues yo la verdad las pocas veces que la he visto caminar por el pueblo me ha dado en que pensar, esa muchacha se comporta como un varón, y eso no creo que sea nada normal. -Por supuesto que no lo es. - respondió Doña Lupe, ataviada con un velo azabache que le cubría parte de su cabello n***o, el cual ya comenzaba a mostrar algunas canas. -Bien lo dice Romanos 1:26-27, “Por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas; pues aún sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza. - continuó la mujer que tras recitar el versículo se persignó. – Primeramente Dios esperemos y que solo sean especulaciones, y que la muchachita esta solo sea rebelde con su imagen, y no lo que tanto ustedes como yo sospechamos; porque de ser así, seria aberrante y terrible que volviera a verse algo así en nuestro querido pueblo. – El par de mujeres asintieron pues estaban de acuerdo con Doña Lupe. -Sin embargo, les voy a rogar qué si llegan a saber algo más, me lo hagan saber cuanto antes. Porque si en dado caso llega a ser verdad lo que sospechamos, podamos alertar con tiempo a la familia de Mia, y así mismo ellos puedan protegerla de las garras del mal. - Ambas aseguraron que cualquier cosa se la harían saber y se marcharon. Lupe se quedó pensativa mientras el tiendero le surtía los hilos que requería para zurcir una falda. Volviendo a su memoria aquel desagradable incidente con la Huga; Un terrible y pecaminoso percance que afortunadamente ya había quedado atrás, y que esperaba esta vez no se volviera a repetir, pero ahora con esa gente que se había instalado en la vieja hacienda. Doña Lupe sabía muy bien que las personas de ciudad siempre albergan depravaciones que aprenden en la libertad de esas grandes metrópolis, bajo el pretexto de modernización; Allí la moral y el temor a Dios no existen. Se estremeció de solo imaginar que esa muchacha pudiera ser una de ellos. Y rogando a Dios para que no fuera este el caso, imploró también para que su pueblo siguiera manteniendo el rumbo de la rectitud y la decencia. - ¡Lo mejor será seguir investigando! - se dijo así misma, y una vez le entregaron los hilos, partió rumbo a la iglesia para confesarse con el padre. - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - Mia estaba sobreexcitada, al día siguiente seria por fin su cita con Danielle. Ahora la llamaba la cita. Había hablado con Agus sobre esto, y su amigo riéndose de ella solo pudo decirle que ya sospechaba que Danielle también sintiera cosas por ella. Sus palabras la ilusionaron aún más, pues si era tan y como Agustín aseguraba, seria la chica mas feliz del planeta. -Últimamente te noto muy contenta mija. – Le comentó Dolores mientras Mia la terminaba de bañar. Sentada en una silla de plástico, la enferma desnuda y llena de jabón, observaba detenidamente el rostro de su hija, mientras en ese baño sin techo, en el cielo las nubes sobre sus cabezas, les tapaban la luz del sol por unos instantes. -Lo estoy ama, hacía mucho tiempo que no me sentía tan contenta como ahora. - Respondió Mia, al mismo instante que con una jícara llena de agua pasaba a enjuagar el cuerpo de su madre. -Me alegra, pues ya empezaba a preocuparme de verte trizteando en los rincones como la muñeca fea. - y ambas se echaron a reír. Acto seguido con una toalla blanca, Mia comenzó a secar a su madre. Las cosas no podrían estar mejor cada día. Primero aparecía Danielle en su vida, mostrando según Agus indicios de interés hacia ella. Y segundo, su mamá parecía se estaba recuperando; pues en los últimos días se le veía un mejor semblante, incluso ya comía un poco más. Sin duda eran días de dicha. Una vez terminó de vestirla en la recámara, Dolores se recostó en su cama. Le había puesto un bonito vestido de manta decorado con flores rojas, que le daban un aspecto primoroso. Era un día agradable, así que Mia se apresuró a abrir una de las ventanas, dejando entrar una brisa cálida. -Qué tal si enciendes un ratito la radio, quiero escuchar algo de música. - Imploró la madre entusiasmada a su hija. En eso estaban cuando de repente escucharon la grave voz de una anciana. Inmediatamente, sabiendo de quien se trataba, con una sonrisa en el rostro Mia salió rápidamente del cuarto de su madre, la cual también sonrió entusiasmada de saber qué al fin, después de un par de años habían venido a visitarla sus padres. - ¿Bueno que nadie vive en esta casa o qué? - preguntó una anciana de 70 años que pese a su edad aún se mantenía fuerte y bien lúcida. Robusta mujer de brazos y piernas gruesas, Amelia Herrera poseía además la voz gruesa de un contralto, por lo que no necesitaba gritar para hacerse escuchar, su voz grabe destacaba por su sonoridad y gran amplitud del resto de las demás. - ¡Abuela, que gusto! - la saludó dándole un gran abrazo, el cual fue bien recibido. - ¿Cómo está mi niña hermosa? - preguntó la abuela mientras la llenaba de besos. - Pero que chula te has puesto mija. – - ¿Gracias Abuelita, y el abuelo no vino con usted? – cuestionó la nieta curiosa buscando a su abuelo. - ¿Claro que sí, no pensarás que viajé yo sola verdad? Esta afuera con Isidro, el muchacho que nos trajo en su camioneta. ¿Y tu madre como sigue? - Se le ve mejor, hoy en particular amaneció muy bien. Pero pásele está en su recamara, recién la bañé y recosté, pero aun estaba despierta cuando la escuchó llegar. - Y mientras Amelia se dirigía al cuarto de su hija, Mia salió para ayudar con las maletas a su abuelito. En el patio Don Vicente con ayuda de un joven alto, delgado, pero con fuerza en los brazos, pues se le marcaban todas las venas en sus músculos bien ejercitados, ayudaba al anciano a bajar su equipaje de la vieja y oxidada camioneta pickup de batea, con un alto establo igual de oxidado. - ¡Abuelitooo! – gritó Mia pasando a darle un beso y un abrazo al viejo, qué a diferencia de su mujer, este poseía un aspecto más cansado y desgarbado; teniendo 72 años aparentaba tener 80. - ¿Mijita chula, como está la princesa de esta casa? - Respondió el anciano feliz de volver a ver a su nieta. Hacia mas de dos años que por falta de tiempo y dinero no habían podido ir a visitarlos, solo de vez en cuando hablaban con Mia o con Erasmo, cuando estos le marcaban desde las cabinas telefónicas del pueblo para contarles como estaban todos. No obstante, mientras abuelo y nieta se saludaban con mucho cariño, en ese instante y tras percatarse de la presencia de la hermosa muchacha, Isidro no pudo quitarle la mirada de encima a Mia. Había quedado tan embelesado al verla, que por poco casi se le cayó de las manos una de las viejas petacas. La joven que tenía frente a él era una mujer muy bella. Era imposible no notar sus sensuales curvas que se marcaban perfectamente en ese bonito vestido verde que traía puesto. Viéndola de pies a cabeza notó sus pequeños, pero bien levantados senos, qué como una fruta exquisita y jugosa, le llamaban a probarlos, para así caer en tentación. Una vez la bella ninfa se colocó un instante de perfil, pudo apreciar también el hermoso trasero bien definido que poseía la chica. Inmediatamente sintió que una erección lo invadió y se apoderó de su cuerpo. Rápidamente tubo que quitarse el sombrero de paja con el que se tapaba del sol para ocultarse la entrepierna la cual revelaría su pasión. Don Vicente que se había olvidado de la presencia del chico, tras voltearlo a ver se disculpó con este y dio paso a presentarle a su nieta. - ¿Mira Isidro, esta es mi nietecita Mia, ¿verdad que está bien chula? - dijo el abuelo orgulloso abrazando a su querida nieta. -Por supuesto que si Don. - respondió el chico que rápidamente saltó de la batea de la camioneta y se acercó a la chica para estrecharle la mano. -Isidro Hernández para servirte. - se presentó hablando fuerte y vigorosamente sin quitarle los ojos de encima, admirando sus sensuales labios rojos que clamaban ser besados. -Mia Flores, encantada. - respondió Mia dedicándole una amable sonrisa. - Me dijo mi abuela que usted los ayudó a llegar hasta Ojo del sol, es muy amable de su parte y le agradezco por eso. - Háblame de tu, que tampoco estoy tan viejo para que nos andemos hablando de usted. ¿Tengo 23 años y tú? -Tengo 17, aunque ya estoy por cumplir los 18. - comentó Mia aceptando su petición. En ese instante, don Vicente se preparaba a cargar las maletas para llevarlas dentro de la casa, pero al ver que Mia se inclinaba para socorrer a su abuelo, Isidro sin pensarlo se ofreció ayudarles con eso, arrebatándoles bruscamente las maletas de las manos. En un principio su intención solo había sido transportar a los viejos hasta donde le habían pedido, ya una vez ahí ellos tendrían que bajar sus maletas como pudieran, pero ahora estando frente de esa preciosidad, debía lucirse y hacerse notar, por ello fingió fácilmente una falsa amabilidad que estaba lejos de poseer. Una vez dentro de la casa, Isidro continuó con el interrogatorio, preguntándole a Mia que hacía de su vida, que le gustaba, etc. Hasta que salió Amelia de la recámara de su hija. -Bueno, ya estuvo de tanta preguntadera, que hasta allá dentro pude escucharte Isidro. Ya tendrás tiempo después de platicar con mi nieta, por ahora mi viejo y yo queremos ponernos cómodos y descansar un rato, por tanto, es hora de decirle adiós a las visitas. -Claro, lo siento... Bueno si me dispensan los dejo. - y dedicándole una última mirada de deseo a Mia se marchó del hogar. Una vez estuvo dentro de su vehículo, observó por unos instantes aquella casa. Estaba completamente decidido. - Esa hembra va ser Mia, sea como sea, pero por Diosito que así va ser. – dijo, arrancando la camioneta siguiendo así con su camino. -Jesús, otro poco y ese tipo te come viva mija; que desagradable que no disimulara ni tantito. - Glosó doña Amelia, mientras se dirigía a la cocina para prepararse por sí misma un café, a pesar de que su nieta se había ofrecido a servírselo, Amelia no era mujer que se sentara a esperar que los demás la atendieran. -No exageres mujer, Isidro solo fue amable con la muchacha. Para ti nadie puede ser amable porque luego luego piensas mal. - objetó el abuelo, que ya se había acomodado en una mecedora -Piensa mal y acertarás. - Alegó la anciana, mientras terminaba de llenar una olla con agua. -Y aunque así fuera, Isidro parece ser buen muchacho, además es joven y trabajador, no tendría nada de malo si le interesara nuestra nieta. -Por favor, será un santo si quieres, pero yo quiero algo mejor para mi nieta. - y cerrando la corriente del agua, volteó a ver a su nieta, para hacerle saber sus intenciones. - Ya estás en edad de casarte mija, por lo que e decidido que ya es tiempo de que te vallamos buscando un buen marido. Y no te preocupes que no dejaré esa decisión en manos de tu abuelo que claramente no sabe lo que es mejor para ti. Tu querida abuela se encargará de conseguirte el partido ideal, ya lo verás. Y con la olla en las manos salió al patio para ponerla a calentar en el fogón, dejando a Mia horrorizada con el corazón hecho trizas.
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