Capítulo 12. Hora del empleo y hora de la felicidad

2743 Words
- Ahora entiendo porque el repentino interés de mi hermano por querer pasar tiempo con mi papá. - No se dé qué me hablas. - respondió Gisela mientras bajaba escalón por escalón, con un delicado pero firme andar. - No era necesario toda esta conspiración, lo que hablemos no se lo dire. No seré yo la que le dé más preocupaciones. - dijo Danielle tomando asiento en uno de los viejos sillones. - Cuanto cinismo de tu parte. Argumentas preocuparte por tu padre, cuando en la mínima oportunidad corres a degradar a esta familia con tus depravaciones. Ya estoy enterada de que trajiste a esa india a mi casa, sin importarte lo más mínimo lo que yo te había dicho al respecto. - Primero que nada, no tienes porque expresarte de una manera tan despectiva de Mia, y segundo tengo entendido que esta también es mi casa. Por eso es que me tomé la libertad de invitarla, sobre todo en un horario en el que sabía que estarías dormida. - suspirando de fastidio Danielle se levantó lista para marcharse. - Siéntate, aún no hemos terminado. - En tono autoritario le ordenó Gisela que volviera a sentarse. - Honestamente no creo que sea buena idea Gisela, esto no nos va a llevar a ningún lado, y yo no tengo ganas de discutir contigo y menos por tonterías como esta. - ¿Te parece una tontería que recién llegamos a este mugroso pueblo y tú ya quieres dar de que hablar aquí? Escúchame y muy bien, aquí no estamos en una gran ciudad como las que recorrías a tus anchas y eras libre de poder llevar a cabo tus más repulsivos instintos y a nadie le importaba, aquí toda esa gentuza te verá con asco y desprecio. Lo único que conseguirás con eso es volvernos el hazme reír de toda esa mugrienta gentuza. Cuando nosotros debemos trasmitir superioridad y respeto, pues pese a todo aún somos gente importante. La tensión en ambas era cada vez mas grande, la atmosfera se enrarecía por las malas vibras. Danielle le había hablado a su padre sobre su intención de crear lazos mas fuertes con su familia, no obstante, con Gisela era imposible, por mas que lo intentara ella no ponía nada de su parte. - En verdad que no te entiendo Gisela, hablas de la forma más desdeñosa de esas personas y a la vez te preocupa lo que piensen de ti. Si te sientes tan superior a ellos, bien podrías vivir sin estar pensando en lo que puedan llegar a decir de nosotros, ¿no crees? Y dirigiéndose a su cuarto dio por terminada la discusión, sin embargo, Gisela la sujetó del brazo con unas fuerzas impensables para su estado, la regresó de nuevo a su lugar, donde la aventó con fuerza. - Esta conversación aun no termina, y no te moverás de aquí hasta que yo te lo ordene. - Danielle que había caído sentada donde mismo, la observó molesta, estaba empezando a perder el estoicismo y sabía muy bien que si eso pasaba ya no habría vuelta atrás y la bomba estallaría. - ¿Qué quieres que te diga? ¿Que no la voy a volver a traer a la casa? Ok con tal de que me dejes tranquila, te prometo que no la volveré a traer aquí, ¿satisfecha? - No quiero que la vuelvas a ver, eso es lo que quiero. Es repulsivo y mientras vivamos bajo el mismo techo y aun me queden fuerzas, te juro que no voy a permitir que ensucies este lugar con tus depravaciones. ¿O de verdad crees que es bonito para tu padre y para mi verte con otra mujer? Es lo mas asqueroso y vergonzoso que puedes hacerle a esta familia, además de que es antinatural… Por Dios incluso los animales saben con quien hacerlo. - No hables por mi padre que el no piensa igual que tú. - furiosa le respondió Danielle - ¿Enserio lo crees?, no querida, para él también es algo denigrante, pero tiene que hacerse de la vista gorda porque siempre te a solapado en todo. Piensa que es lo que ha obtenido por nunca haberte puesto límites. Él tampoco lo acepta ni lo entiende, sé que muy en el fondo, aunque no lo diga abiertamente piensa que es repulsivo lo que haces. – Danielle furiosa se levantó para hacerle frente a sus palabras, no obstante, se contuvo de hacerlo. Bastó verle detenidamente el rostro y observar lo demacrada, flaca y lamentable de su semblante que decidió no tenía caso seguir peleando con una mujer moribunda. - Hace mucho que tus palabras dejaron de dolerme Gisela, así que me digas lo que me digas, no pienso caer en tus provocaciones. Como te lo dije antes, te aseguro que no volveré a traer a Mia aquí, pero lo hago por ella, para evitarle un mal rato contigo. Lo que si te dejo muy en claro es que la seguiré viendo, nada que digas me hará cambiar de parecer. Y en todo caso es mi vida, y lo que yo haga no es asunto tuyo. - Si eso es lo que quieres, que así sea. Pero eso sí, te doy mi palabra que mientras yo viva, no permitiré esas inmundicias en esta familia. Y are todo lo que este en mis manos para impedir semejante aberración. - Danielle cansada no pudo mas que verla con decepción, concluyendo que sería imposible tratar de llevarse bien con esa mujer. - Las cosas que haces conmigo, con Bri y con mi papá, no son por el bien de la familia como quieres hacernos creer, ¿sabes porque lo haces? - le preguntó Danielle cansada de su actitud mirándola fijamente. - Porque eres la persona más infeliz del planeta, y por consecuencia buscas que todos los que están a tu alrededor también lo sean, y eso es tan triste Gisela, que lo único que puedo sentir por ti es lástima. - aquellas palabras fueron como una estocada para Gisela, quien no estaba dispuesta a solo recibir golpes, también ella lanzaría la suya. - Mas lástima me das tú, - y mirándola de pies a cabeza con desprecio continuó. – no eres más que una pobre e insignificante lesbiana que fue abandonada. Ahora veo por qué tu madre nunca te quiso. Desde que naciste vio que algo en ti estaba podrido. Es justamente como con las perras con sus cachorros, por instinto, cuando la madre nota que hay algo malo con uno de la manada, lo devora y conserva solo a los normales. En tu caso tu madre debió de percibir lo que serías al crecer, y por eso se optó por la mejor decisión de su vida: se deshizo de ti. Y si no fuera porque me diste tanta lástima probablemente hubiera hecho lo mismo que ella. - Danielle, permaneció de pie en silencio, indignada, podía sentir que las lagrimas estaban por salir, pero no le daría la satisfacción a Gisela. Así que respiró hondo y se contuvo. Concluyendo que ya era tiempo de regresar a su recamara, Gisela dio la media vuelta y comenzó a remontar los escalones no sin antes darle una advertencia. - Si vuelves a ver a esa india, tú y ella se van arrepentir… Eso te lo juro. Y continuó con su lento asenso dejando a Danielle encrespada tratando de contener las lágrimas. Esa tarde tras regresar con Allen del poblado, Esteban había vuelto con un semblante ensombrecido, al parecer había realizado una llamada en las cabinas telefónicas del pueblo, donde se comunicó con su abogado. Todo parecía indicar por su expresión, que había recibido malas noticias. A la mañana siguiente, sin explicarles nada antes a toda su familia, Esteban partió con el alba, dejándoles únicamente una nota con una banal razón. Había surgido un imprevisto. Además de la hacienda aun conservaban un departamento que le habían comprado sus padres en su juventud en sus años de universitario. Después de casarse nunca lo volvió a ocupar y el inmueble quedo deshabitado. No le había comentado a su familia sobre dicho lugar, pues estaba convencido que la hacienda sería mejor para la salud de su esposa, en vez de un pequeño departamento en el corazón de una contaminada ciudad. No obstante, había comenzado con los trámites para su venta, pero su abogado con el que había hablado esa tarde, tristemente le dilucidó que dicho departamento también ya había sido embargado por los acreedores. Trataría de llegar a un acuerdo con ellos, pero para eso tenia que estar cuanto antes en la ciudad de México. Su situación cada día era peor, solo conservaban unos miles de pesos con los que realizaba sus viajes a la ciudad, dejándoles a su familia una cantidad miserable cada vez que salía. Ahora si perdía ese inmueble del que tenía esperanzas de vender, para así sobrevivir al menos un año decentemente, no sabía que es lo que harían. Tras levantarse y leer la nota de su padre (la cual solo hablaba de un problema sin especificar nada), Danielle volvió a sentir pena y preocupación, no obstante, era hora de empezar a ayudarle. Si Allen no estaba dispuesto a cooperar ella si lo haría. Decidida, tras desayunar solo un plato de cereal, Danielle se encaminó rumbo al pueblo a labrar su futuro. Durante el trayecto recordó las horribles palabras que le había dicho Gisela. Hacía un buen de tiempo, desde aquella borrachera que se había puesto la ex modelo, después del concurso infantil de belleza fallido, cuando furiosa le había revelado que ella no era su verdadera madre. Muchos años trascurrieron sin que volviera a tocar el tema, hasta ahora, que volvía a soltarlo sin más. No podía creer el odio tan grande que le poseía, cuando ella no era responsable de lo que había acontecido con Gisela, esa otra mujer y su padre. No tenia caso el llenar su mente con recuerdos tristes, lo mejor era enfocarse en su presente, el cual consistía en ayudar a su padre y en Mia. Ese nombre fue el detonante de que volviera a recuperar el ánimo. El solo recordar su hermoso rostro, sus enigmáticos ojos y la forma en como la miraba, eran suficientes para sentir que podía lograrlo todo. Ya más entusiasmada llegó finalmente al pueblo. No había muchas opciones al tratarse de un lugar tan chico, pero a su paso encontró algunos letreros que anunciaban la búsqueda de personal. En uno solicitaban una estilista, lo que era inútil pues ella no sabia nada sobre cortar cabello. En otra buscaban cargadores, pero solo hombres. Intentó hablar con el dependiente de todas formas, pero se negó rotundamente a contratarla. Al parecer no había sido del agrado del señor, que tras percibir su aspecto varonil que poseía Danielle, la rechazó al instante con desagrado, sin siquiera tomarse la molestia de disimular. Al principio, ingenuamente había premeditado que con el tiempo la dejarían de observar, pero al parecer estaba equivocada. Danielle llamaba demasiado la atención, no solo por su tez tan blanca y por lo rubio de su cabellera corta, si no también por su andar que no era para nada femenino como debía de ser en una jovencita de su edad. Además, siempre usaba jeans rotos, zapatillas converse de color n***o, blusas que parecían playeras viejas que usaría un chico, y encima de estas lucía unas oscuras sudaderas harajuku con algún extraño grabado de anime. En conjunto, toda su facha le daban un aspecto andrógino, imagen que no era bien vista por los pueblerinos de Ojo del Sol. Sin lograr éxito con el tiendero, continuó su camino. Divisó que una panadería solicitaba ayudante, pero el encargado exigía un mínimo de conocimiento sobre el arte de hornear pan. Así prosiguió sin rendirse en dos sitios más, donde igual la rechazaron. Hasta que definitivamente llegó a otra de las tres tiendas del pueblo. Esta se trataba de un minisúper que estaba en crecimiento. La entrevistó una robusta mujer, que a pesar de su aspecto que trasmitía poca cordialidad, resultó ser todo lo contrario, era una mujer cálida y muy amable, que tras hacerle un par de preguntas le ofreció un puesto de cajera. Según le relató ya tenían una, pero con la expansión del negocio había llegado la hora de tener dos. Danielle entusiasmada aceptó la propuesta e inmediatamente comenzó a trabajar ese mismo día. Doña Sabina, que era el nombre de su nueva jefa, pacientemente le instruyó a usar la caja registradora, enseñándole también el manejo del lector de código de barras. Bastó solo unas cuantas lecciones para que Danielle comprendiera bien su funcionamiento. Y así dio inicio a la jornada laboral en el minisúper Los Gutiérritoz. Se sentía muy contenta y entusiasmada de poder ayudarle a su papá. Estaba frente a una nueva era en su vida, y no resultaba para nada desagradable, todo lo contrario, por primera vez a lo largo de su existencia se sentía más útil, más valiosa y mucho mejor como persona. Al fin sentía que su vida tenía un propósito, y esa sensación le gustaba. Horas después el día llegó a su fin. Dieron las 8 de la noche cuando Danielle salió del recinto, adolorida de la espalda. Nunca antes había trabajado, y aunque era algo que la hacía sentir mejor como persona, también debía reconocer que era agotador. No obstante, según por comentarios de Jessica la otra cajera, una simpática y platicadora muchacha de unos 21 años, le aseguró que el malestar sería pasajero, y que con el pasar de los días su organismo se acostumbraría al trabajo y ya no le dolería tanto el cuerpo. Sin duda había sido un día largo y pesado, pero bastó ver a Mia salir de la panadería cargando una bolsa de papel llena de pan, para que el rostro se le iluminara y las dolencias desaparecieran de su cuerpo. - ¡Miaa! - le gritó la chica entusiasmada. – Mia que iba distraída se sorprendió al escuchar su nombre, y tras dirigir la mirada hacia varios puntos, al fin dio con la persona que le hablaba, y al igual que Danielle su rostro relució al instante. Rápidamente cargando su bolsa de pan se acercó a donde estaba su amiga. - ¿Qué haces en el pueblo a estas horas? - preguntó Mia dedicándole la mas cálidas de las sonrisas. -Vengo saliendo de mi trabajo, al fin ya pude conseguir uno. - ¿De verdad? Que maravillosa noticia, me da mucho gusto por ti, ¿y en donde estas trabajando? – Quiso saber Mia, y entonces ambas comenzaron a platicar de su día. Se sentaron en una de las bancas del parque, que iluminado por sus altas y redondas lámparas blancas, brindaban una belleza onírica al lugar. Mia le invitó una pieza de pan y ambas comieron muy a gusto, pues lo mejor era la compañía. Sin darse cuenta estuvieron en el parque una hora, hasta que Mia que no podía quitarle los ojos de encima a su amiga, reaccionó y tristemente tubo que despedirse de Danielle, pues su familia ya debía de estar desesperados por la tardanza. Pero antes de que se fuera, Danielle llena de nervios decidió que era el momento de actuar, pues si no comenzaba a hacerlo jamás lograría trasmitirle sus sentimientos a Mia. - ¿Aceptarías salir conmigo este domingo, ya sea a tomar un café, dar la vuelta, o a donde tú quieras ir? Me agradaría mucho que saliéramos juntas. - Mia que sentía estaba por lanzar de gritos y dar de brinquitos, logró con una fuerza sobrehumana mantener la calma. - ¡Me encantaría! - respondió Mia sin poder disimular la emoción que la envolvía. Y dándose un tierno y cálido beso en la mejilla que sintieron duró toda la vida, pasaron a despedirse, pero esta vez con la promesa de volverse a ver el fin de semana. Danielle estaba extasiada, varias cosas buenas le estaban ocurriendo. Tenía ya un trabajo, por lo que empezaría a ganar su propio dinero, y lo mejor de todo, Mia había aceptado su propuesta de salir, estaba emocionada. Cada vez se sentía más enamorada y algo en el fondo de su ser le decía que Mia también sentía lo mismo. Cantando alegremente sin importarle que la gente que circulaba a su alrededor la mirara como una loca, siguió caminando rumbo a su casa. Todo iba perfectamente y estaba segura que nada ni nadie podría arruinar su felicidad.
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