Capítulo 17, Corazón destrozado

1723 Words
En cuanto cruzaron la modesta poterna de tablas recicladas que servía como protección para la casa de los López, Mia cayó a los brazos de Agustín; finalmente volvía a ver al único amigo que tenía, su fiel Agus que siempre estaba ahí para escucharla y aconsejarla. -¿Pero qué te ha pasado?- preguntó indignado el amigo sin poder enfocarse en cada una de las heridas de su amiga. En primer lugar: lo que más sobresalía a la vista, era el enorme edema rojizo que se había formado en su cabeza, justo donde había caído la piedra. En segundo lugar: se podía observar los vestigios que quedaba de la magulladura de su labio roto, que pese a ya haberse curado aún era notorio el previo trompazo. En tercer lugar: descollaban a la vista las costras que tenía en las rodillas y brazos de la vez que su padre la lanzó con furia al enterarse de todo. Y para rematar por si fuera poco, tenía unos rasguños escarlata en su antebrazo; arañazo reciente que le había causado Flora, cuando intentó a toda costa mantenerla prisionera. Milagros rápidamente lo puso al tanto al menos de la contusión en la frente, pues ella lo había presenciado. De igual manera expresó su temor de lo que habría llegado a suceder si ella no hubiera estado allí, temiendo con toda seguridad que aquel terrible percance hubiese terminado en una lamentable tragedia. -Maldita gente enferma, actúan como si fueran perfectos y superiores a todo el mundo solo por andar de come hostias.- refunfuñó el chico molesto tratando de calmar a Mia. -Tienes toda la razón mijo, pero no hables así, no tiene caso, lo importante es que no pasó a mayores.- depositando las cosas que había comprado minutos antes de encontrarse a Mia en tan lamentable situación, le aconsejó su madre tranquilamente.- Pos bueno, Mia ya sabes te quedas en tu casa, yo los dejo un ratito pos tengo que salir por un momento, en cuanto regrese me dices si vas a querer que te acompañe, por ahora descansa un ratito.- y ofreciéndole un plátano maduro que había traído del mercado, la madre de Agustín salió de la casa cargando su viejo morral de ixtle. Mia por su parte que había dejado de llorar, estaba ahora como ausente; Agus que la conocía perfectamente, rápidamente intuyó que algo más le estaba cruzando por la cabeza. -¿Qué más ocurrió Mia?, porque tú no estás así solo por lo del ataque de esas fanáticas, algo más te está pasando. – quiso saber el amigo afligido -Hay Agus, soy tan desgraciada.- manifestó está en un chillido volviendo a soltarse en llanto. Agustín que quería a Mia como a una hermana, la procuraba y cuidaba con gran esmero, no obstante, había momentos como ese en particular que lo sacaban de quicio, pues ya había hablado con ella en muchas ocasiones para que empezara a volverse más fuerte; con esa debilidad le daba miedo pensar en lo que le pudiera llegar a pasar a su amiga en el futuro si un día se quedaba sola, con esa falta de carácter no podría enfrentarse a la vida y terminaría sucumbiendo ante cualquier desgracia que no pudiera enfrentar. -Ya cálmate, todo va a estar bien.- expresó el chico mientras le daba un vaso de agua para tranquilizarla.- después de darle un gran sorbo al vaso, Mia dejó de gimotear y una vez logró controlarse de nueva cuenta, Agustín volvió a formularle la misma pregunta. -Desde que mi familia se enteraron de lo que soy, me han tenido encerrada en el cuarto. -Lo sé, y no sabes cuánto lo lamento. Me enteré porque mi madre fue a verte, pero Doña Amelia le prohibió la entrada.- la interrumpió el amigo consternado ante el quiebre de la amistad entre ambas familias. -Ya se, y que pena contigo y tu mamá Agus, por mis tonterías los terminé llevando entre las patas. – se disculpó la amiga muy afligida. -No te preocupes, continúa. -Pues bien, al principio le rogué a Dios que no se fuera a presentar Danielle a la casa, pues con los ánimos que tenían todos, me daba pánico el solo pensar que le fueran hacer una grosería, pero conforme pasaron los días y no supe nada de ella, me extrañó mucho ver que nunca se presentó. -¿Crees que tu familia le negó verte de la misma forma que hicieron con mi madre y que te lo ocultaron?- preguntó Agus especulando sobre el asunto. -No, la verdad no lo creo, tú sabes bien lo pequeñas que son nuestras casas Agus, en ellas todo se escucha fácilmente. Por ejemplo: yo escuché cuando fue tu mamá a verme, pero en el tiempo que estuve recluida en mi recámara, nunca oí ni una sola vez la voz de Danielle. -¿Por eso te escapaste de tu casa y andabas en el pueblo? -No, no escapé, mi pobre tío que de seguro también se verá en problemas me ayudó a salir, me vio tan desesperada que de seguro le dí tanta lástima, que por eso me dejó ir a buscar a Danielle. -¿Y bueno, que averiguaste, cómo está, donde está, qué es lo que está ocurriendo? -Hay Agus.- respondió Mia quebrándosele la voz de nueva cuenta, pero está vez continúo hablando sin desmoronarse. – Cuando llegué a la hacienda me encontré con la sorpresa de que ya no había nadie. Ya no había empleados, el único que estaba ahí y que me abrió la puerta fue el nieto del finado Don Rómulo, que me dejó entrar y ahí me encontré con el antipático de Allen. -¿Te trató mal, te humilló acaso?- molesto se levantó Agustín de la cama inquieto. - Me destruyó el corazón en mil pedazos.- derramando un par de lágrimas por el recuerdo le comentó la amiga quebrantada.- Me aseguró que Danielle se fue con su ex, la tal Azucena de la que un día me platicó. Según Allen, un buen día llegó a la hacienda, hablaron, se arreglaron, y se marcharon a recorrer el mundo felices muy juntas las dos. ¿Puedes imaginar cómo me sentí? Como una estúpida. -Y quién te garantiza que lo que dijo ese tipo es la verdad.- le interrumpió bruscamente el amigo.- perdóname Mia, pero no puedes ser tan ingenua; acuérdate las veces que me platicaste lo mal que te trató ese tipo y su madre, no puede ser que a estas alturas les creas algo a ese par de alacranes. -Eso desearía pensar Agus, que todo es un cruel invento, lo prefiero antes de confirmar que Danielle solo se burló de mí, pero no lo creo, cuando llegué Allen estaba bebiendo sosteniendo la urna con la cenizas de su madre, pues Gisela murió. – sorprendido por la noticia, Agus volvió a tomar asiento en silencio. –Estaba muy mal, ¿en su situación que interés podría tener para decirme eso, y suponiendo que todo fuera una mentira, entonces en dónde está Danielle? Sabes, mi tío averiguó antes en su trabajo y Doña Sabina le aseguró que hacía días que Danielle simplemente se desapareció y nunca regresó a trabajar. ¿Eso que te dice?- preguntó la amiga destrozada. -¿Que me dice eso? Nada, la verdad es que no me lo creo, y sabes que, yo me encargaré de descubrir lo que está pasando en realidad, así se la tenga que sacar a punta de trancazos al idiota ese.- manifestó el amigo comenzando a ponerse sus tenis listo para salir. - Por Dios Agus no, lo menos que quiero ahora es que tú y Allen terminen a los golpes, no puedes esperar decirme eso y que me quede tan tranquila, no lo hagas por favor.- le imploró Mia aterrada. -No tenemos que llegar a los golpes siempre y cuándo me diga la verdad.- insistió el amigo decidido a llegar al fondo del asunto. -He dicho que no.- elevando el tono de su voz, la chica se lo prohibió. Agus, sorprendido de escucharla por primera vez en su vida tan decidida y segura de si misma, se quedó mudo de la sorpresa. – Si recurro a ti no es para que andes por la vida golpeando a mis enemigos y pretendas resolver mis problemas, no Agus, recurro a ti por tu apoyo moral, tu consejo y compañía como el hermano que nunca tuve y que considero que eres; así que dejemos las cosas así por favor, no quiero ahora cargar también con la culpa de que algo te pase a ti o a ese tipo. – Resignado al percibir que no la haría cambiar de parecer, Agustín dejó a un lado sus planes de resolver todo por su cuenta. Percibiendo una tención en el aire, para calmar las cosas de nuevo, el chico le preguntó si le apetecía comer algo cambiando así abruptamente de tema. -¿Tú me vas a cocinar? Gracias pero aún quiero vivir.- se mofó la amiga ocasionando que ambos se soltaran a las carcajadas. -No te burles, ya sé que la última vez que te preparé unos huevos quedaron tan quemados que ni los perros los quisieron comer, pero esta vez no tiene por qué ser así, quizás ahora me queden crudos o con restos del cascarón.- y ambos se soltaron a reír. -Deja ahí hombre, yo me encargo de preparar unos huevos a la mexicana bien picosos para que ahorita que llegue tu mamá ya no tenga que cocinar nada, y tú mientras mejor te vas preparando una agua de tamarindo.- le ordenó la chica alegremente poniéndose en marcha. Estar con su amigo en aquel cálido hogar la hacían sentir muy bien, no obstante, pese a que en esos momentos reían de felicidad por las ocurrencias de ambos, en su interior aun podía sentir cómo los pedazos de su corazón se seguían desprendiendo y cayendo a sus pies. En su alma se había clavado una daga de desilusión que le formó una herida en su corazón. Aquella lesión apenas comenzaba a dolerle, y estaba muy consiente que era solo el principio de la agonía que la aguardaba, pues vendrían días mucho peores; pues las heridas de un corazón lastimado, siempre son las que más duelen, con las que más se sufre, y son las que más tardan en sanar y cicatrizar.
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