En cuanto llegó Milagros trayendo consigo un pedazo de caña que le había regalado la vecina, se sentaron a comer lo que Mia les había preparado. Los tres comieron muy a gusto, olvidando por completo el terrible incidente por el que había pasado la invitada. Una vez terminaron de almorzar, Mia les dio las gracias por todas sus atenciones y partió rumbo a su casa; pese a que tanto Milagros como Agustín se ofrecieron a acompañarla, esta se negó, pues no quería ocasionarles más problemas. Siendo la hora que era, su padre ya debía de estar en casa, por lo que ya estaría muy bien enterado de su salida, por lo que lo último que quería era que supiera además que había estado con Agustín y Milagros, pues esto solo les ocasionaría más problemas con su familia, y ya no estaba dispuesta a meterlos en