Capítulo 26. ¿Dónde está Mia?

2395 Words
Todos esperaron el tiempo suficiente pero conforme fueron pasando las horas, y se dieron cuenta que los recién casados no regresaban, Erasmo decidió salir a buscarlos de inmediato. Estaba molesto de que no le hubieran hecho caso, este les había pedido que solo salieran por un rato, y a la vez un tanto temeroso de que algo malo les hubiese pasado. -Voy al pueblo a ver qué pasó con estos. - anunció tratando de disimular inútilmente su preocupación. -Sí, la verdad es que ya se tardaron un buen, así que yo te acompaño. - se ofreció su hermano y juntos salieron rumbo al pueblo en la camioneta prestada, dejando al resto de los invitados intranquilos. Amelia que había tenido un mal presentimiento al principio de la celebración, y que con el pasar de las horas se fue apartando de su mente, nuevamente volvía a retomarlo, pero ahora con más intensidad que antes. Sabía que algo no terminaba de agradarle de Israel, pero sus deseos de ver a Mia casada cuanto antes terminaron por superarle. Debido a esto, durante todo el día se obligó a apartar de su mente ese mal augurio que no la dejaba en paz y que le gritaba desde sus entrañas ser escuchado. Pero ahora, con esta repentina tardanza ya no pudo seguir ignorándolo más, y comenzó a pensar lo peor. -Ese tipo nunca me dio buena espina. Pos en qué cabeza cabe el querer llevarse a Mia en pleno convivio, dejándonos aquí a todos como un par de mulas idiotas, ¿pues que se ha creído? - bramó la anciana encolerizada -Su marido. - respondió contundente Flora con tono cansado pues sentía que exageraban. - desde el mismito momento en que firmaron el acta él pasó a ser su marido Amelia. En pocas palabras: ese tipo puede hacer prácticamente lo que le venga en gana con su mujercita. -Pues yo pienso igual que Doña Amelia, a mi hay algo que no me termina de gustar nada en ese tipo. - la secundó Milagros acercándose a su lado para calmarla. Pese a sus diferencias, Amelia aceptó amablemente el consuelo de Milagros. Juntas tomadas de la mano, tratando de controlar sus emociones, siguieron con la expectativa, esperando que en cualquier momento regresaran. Quizás solo estaba exagerando y en cualquier momento vería la camioneta de Israel entrar por la calzada, caviló Amelia en silencio esperanzada. Una hora después de una agónica espera, regresaron Ignacio y Erasmo con el rostro sumido por la angustia. -No están por ningún lado. - gruñó Ignacio al bajar de la camioneta, cerrando la puerta del vehículo con un fuerte portazo. - Pero ¿cómo? - preguntó la anciana aterrorizada. Sintiendo que se desvanecía, Don Vicente la sujetó justo a tiempo antes de que se callera al suelo. Erasmo e Ignacio corrieron a socorrerlo y entre los dos llevaron a la robusta mujer cargando hasta el interior de la casa. Milagros rápidamente detrás de ellos, fue en busca de alcohol y algodón. Gritándole a Flora que le dijera dónde podía encontrar lo que necesitaban, recorría la casa a ciegas sin saber dónde buscar. Flora que no tenía ninguna prisa, con todas las calmas del mundo se acercó a un estante de la cocina. Era uno de los que estaban colgados, de ahí sacó lo que la mujer le pedía a gritos. Milagros que se los arrebató con brusquedad fue corriendo a la sala donde habían colocado a la anciana para reanimarla. Momentos después Amelia ya estaba mejor. Ahora escuchaba horrorizada como su yerno e Ignacio le narraban que habían recorrido de cabo a cabo todo Ojo del sol sin encontrar rastro de ellos. Preguntaron a las personas con las que se cruzaron si de casualidad habían visto algo, pero nadie pudo ayudarles, por lo que se quedaron sin respuestas. Los tres pequeños que comenzaron a angustiarse al ver a los adultos tan asustados, fueron tranquilizados por Milagros que les suplicó amablemente los dejaran a solas y salieran a jugar al patio, pero asegurándoles que todo estaba bien. Flora que no se había ni enterado de la preocupación de sus hijos, salió de la cocina tan tranquila tomando una taza de café y una pieza de pan dulce, solo le interesaba comer algo y retirarse a su recámara a rezar un rato. -De verdad que son muy dramáticos. - dijo tan fríamente que todos voltearon a verla sorprendidos. - ¿Qué? No me vean así, no es que no me importe, pero pos es el marido de Mia, y si ha decidido llevársela a su pueblo sin esperarlos, pos está en su derecho, entiéndanlo. -Mejor cállate Flora y ve a ver que están haciendo los niños. - le ordenó su marido fúrico a punto de perder la paciencia. Sin nada más que decir abandonó el lugar indignada y ofendida. - ¿Dios mío y ahora que vamos a hacer? - angustiada se preocupó la abuela comenzando a sentir una oleada de remordimiento. Horas después aún con la esperanza de que regresaran en cualquier momento, al caer la noche, se dieron cuenta de que esto no ocurriría. Milagros prometiendo regresar al día siguiente se marchó rumbo a su casa, escoltada por Ignacio el cual le dio un aventón. Tras despedirse de él y entrar en la casa, encontró a Agus terminando de cenar. Al parecer se había preparado una torta de huevo con frijolitos, por lo que al ver entrar a su madre se ofreció a prepararle una, completamente ajeno a todo lo que estaba trascurriendo - Y bien, ¿cómo estuvo la farsa? - inquirió el chico en tono sarcástico aun molesto, pues seguía en completo desacuerdo con la ridícula decisión de su amiga. -Hay hijo, no sabes lo que paso. – anunció la mujer dedicándole una mirada de tristeza. - ¿Qué pasó?, por dios madre no me tengas así, pues que ocurrió. - quiso saber el joven presintiendo al momento que algo le había pasado a su amiga. -Israel se robó a Mia, y ahora no sabemos a dónde se la llevo. – sintiendo como un valde de agua helada le caía sobre la espalda, Israel se desmoronó en su asiento pálido como un fantasma. No podía dar crédito a lo que escuchaba, su mejor amiga casi su hermana, había sido raptada por ese infeliz. - ¡Yo lo mato! - sentenció el chico y salió de la casa en plena oscuridad. Justo en el momento en que sus ojos abrían lentamente, escuchó que alguien llamaba a la puerta. Conforme se iba levantando del suelo donde se encontraba, el dolor comenzó a atormentarla con fuertes punzadas. Le dolía cada parte de su cuerpo; tenía cardenales en toda su piel, un arañazo en su mejilla donde la hebilla la había golpeado. De la frente le escurría un hilo de sangre, pues el mismo corchete del cinto le había golpeado en una de sus cienes, debido a esto también sangraba del lado derecho de su rostro. Por si fuera poco, después de la brutal golpiza, el que era su reciente esposo, la llevó a rastras hasta la recámara. Allí como un saco de patatas tumbado, la bestia de su marido que no había tenido suficiente con golpearla hasta la inconciencia; se le antojó copular con ella aun botada sobre las baldosas frías. Mia que ya estaba algo consciente, tuvo que aguantar lo máximo posible que este se subiera encima de ella y la lastimara aun más de lo que ya estaba. Sin embargo, todo fue inútil, por lo que volvió a desmayarse con un grito, inmersa en su dolor físico. El intentar huir le había salido muy caro. Nuevamente volvió escuchar el repiqueteo sobre la puerta, pero se sentía tan débil que ni siquiera tuvo las fuerzas suficientes para pedir que la dejaran en paz. -Ahora que estaba despierta, por la iluminación que entraba por la ventana, pudo darse cuenta que ya era de día. Al observarse detalladamente y percatarse que estaba sin ropa interior, buscó rápidamente sus bragas, divisándolas en uno de los rincones del cuarto. Al parecer el animal se las había arrancado y lanzado hasta ese otro extremo. Con la falda subida hasta sus caderas comenzó a arrastrarse lenta y dolorosamente hasta el otro extremo del recinto, pues no soportaba verse desnuda. Se sentía sucia y humillada, por lo que mientras se acercaba por su ropa interior, derramó unas cuantas lágrimas que le escocieron en el acto su mal herida piel. Antes de que pudiera llegar a ellas, Vicky que había estado tocando sin recibir respuesta, entró en la recámara. Observó en el acto que Mia se cubría rápidamente la entrepierna toda abochornada. Dándose cuenta de su pudor y de lo que buscaba, sin volverse a verla, fue hasta donde estaban las bragas, las recogió y se las entregó regalándole una sonrisa amable. -Te traje un poco de sopa. Sé que no es mucho, pero pues la señorita Nicoletta ha dado orden de que no te demos nada de comer. Pero aprovechando que está tomando su siesta, yo te traje un poquito en este pequeño platito. Seguro que de esta manera no lo nota. – le explicó la joven colocando el plato sobre la cajonera blanca, dándole la espalda para que esta se pudiera vestir tranquilamente. Mientras Mia con mucha dificultad lo hacía, Vicky seguía hablando, al parecer le gustaba mucho platicar, y Mia se sentía más tranquila de escuchar su voz, pues podía ver percibir que era una persona amable. -¿Sabes?, yo también tuve un perrito chiquito, claro que el mío no era de r**a como el tuyo, se llamaba cujo y le gustaba mucho correr por las calles persiguiendo a los coches… Hablando de coches, mi padrastro tenía un viejo vocho que nunca llegó a pintar y que cuidaba mucho más que a mi madre y a mí…claro que de vez en cuándo si se preocupaba por nosotras, pero como le gustaba mucho la bebida eran pocas esas ocasiones… a mí no me gusta beber, huácala de perro, no sé porque a la gente le gusta tanto esas porquerías…sabes, una vez probe un poco de ron, casi vomito… -Gracias, ya me vestí. - La interrumpió Mia un poco aturdida de tanta información. La Vicky que tenía ahora frente a ella era muy diferente a la que había saludado con susurros cuando se conocieron. Esta Vicky hablaba mucho y muy rápido, por lo que no pudo evitar soltar una risita. -Perdona, ya sé que hablo demasiado. - se disculpó la joven dándose la media vuelta para verla a la cara. – pero creo que tenía mucho guardado pues a la señorita Nicoletta le molesta muchísimo que hable con ella, y pues al no a ver nadie más con quien platicar pues me aburro… como esa vez con una amiga que tenía cuando vivía en puebla, me dijo que la aburría con mi cháchara, claro que a ella si le gustaba contarme todas sus penas y que yo la escuchara sin pestañar...como cuando la engañó el Dandi, el cuál era su novio y era un infiel de lo peor, yo se lo había dicho no en una si no en varias ocasiones que era un perro infiel, pero pues nunca me hacía caso, como ella era mayor que yo, me decía que yo que podía saber de esos temas si no era más que una mocosa inexperta que no sabe nada de la vida.. esa vez me hizo enojar así que recuerdo que …- saliendo de su transe pues cuando hablaba solía mirar a todos lados menos a la persona con la que estaba platicando, al tener en la mira de nueva cuenta el rostro de Mia, se percató que nuevamente volvía a divagar. - otra vez perdón. – Y fue inevitable que Mia se soltara a reír a carcajadas, pues le agradaba la joven. No obstante, tuvo que detenerse al momento, pues comenzó a dolerle todo su cuerpo. - ¿Te duele mucho?, quieres que vea en los cajones de la alacena si encuentro algo para el dolor? - ofreció la chica conmovida. - No te preocupes, estoy bien. -Quizás no sea de mi incumbencia, pero... ¿Por qué te casaste con ese horrible hombre? -Por estúpida. - respondió Mia y sin poder contenerse se hechó a llorar. Vicky sin saber que decir ni hacer, se limitó a ayudarla a levantarse del suelo, y lentamente la llevó a la cama para que se recostara. - ¿Y en dónde está él? - quiso saber ya más calmada. -La verdad solo le dijo a la señorita Nicoletta que iría a dar una vuelta. Pero de eso ya hace un rato, así que quizás llega en cualquier momento. En la cama, Aimi se acercó a ambas. Vicky feliz de la vida, rápidamente comenzó a jugar con la perrita. Mia mientras observaba como con la mano la joven le hacía cosquillas a Aimi, comenzó a contarle lo que había sucedido. Necesitaba desahogarse con alguien para no volverse loca, y aquella adolescente parecía la más indicada para escucharla. De esta manera pasó a decirle las razones que la llevaron a casarse con Israel, omitiendo por ahora lo de sus preferencias sexuales. -El motivo quizás te lo diga más adelante, pero esa razón en particular llevó a toda mi familia a considerar que lo más importante y mejor para mí era cazarme. Y la mejor opción en ese momento resultó ser Israel. -Mala elección, ese tipo es un demonio. - la interrumpió Vicky sin dejar de jugar con la cachorra. -Ahora lo sé... Claro que no voy a quitarme responsabilidad por mi mala decisión, pues vi muchas veces algunos indicios desagradables en él desde que lo conocí. Pero jamás imaginé la magnitud del problema, y ahora estoy pagando muy caro mi error. - y nuevamente volvía a llorar lamentando su mala suerte. Vicky le tomó la mano e intentó consolarla. Entonces Mia limpiándose delicadamente las lágrimas de su magullado rostro le devolvió la sonrisa. -Mejor sígueme contando de tu vida. - la incitó a que siguiera hablando, pues la reconfortaba escucharla. Además, quería tener su mente en cualquier otra cosa, lejos de esa horrible realidad que ahora la sometía. A Vicky se le iluminó el rostro pues lo que más le gustaba era hablar y hablar. Por lo que así ni corta ni perezosa pasó a contarle todo sobre ella.
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