Capítulo13, Encarcelada.

2394 Words
Enclaustrada en su cuarto, Mia observaba ambas camas vacías; la más grande donde solían dormir su padre y madre juntos estaba pulcramente arreglada y la suya donde dormía su perrita. Desde la partida de Dolores, Erasmo se había negado a pernoctar en aquel cuarto; no quería mostrar debilidad ante su familia, por ello evitaba entrar a la recámara, pues sabía que en el momento en que lo hiciera se quebraría. Sin embargo, agregando todo lo ocurrido recientemente, menos interés tenía en adentrarse en aquella habitación donde estaba su hija castigada. Por su parte, Don Vicente quien había estado durmiendo en la cama de Mia, tampoco se encontraba ahí, de igual manera que su yerno, no quería ver a su nieta por ahora. Amelia les había comentado sobre su intento de fuga, y que debido a esto había optado por dejarla encerrada; decisión que el padre de familia aplaudió y el resto aprobó. Estaba confinada para evitar que se escapara; todos estaban seguros que en la primera oportunidad que tuviera iría detrás de Danielle, y Mia tenía que reconocer que tenían algo de razón al pensar en ello, pues lo único que quería hacer en esos momentos era correr a los brazos de su amada; solo allí con ella, podría sentirse protegida y segura. Lamentablemente al menos por esa noche no sería posible; estaba encarcelada en su propia casa, y tenía de carceleros a los miembros de su familia. Le preocupaba que Danielle se presentara al rio y no la encontrara, pues habían quedado en ello; pero más temor le daba imaginar que se le ocurriera presentarse en la casa, eso sí terminaría siendo una tragedia, que solo complicaría a un más las cosas. Por lo que de rodillas frente a su cama, le suplicaba a Dios que no permitiera que al menos por ahora viniera a verla, ya después ella buscaría la manera de buscarla. No obstante, en mitad de su oración, fue interrumpida por el recuerdo de lo ocurrido a la hora de la comida; volviendo a su memoria, aquella terrible decisión a la que habían llegado su abuela, su padre y los miembros de su familia. Con lágrimas en los ojos, no podía dar crédito a lo que le estaba ocurriendo, ¿no era suficiente castigo que hubiese perdido a su madre que tanto amaba?, la vida se estaba ensañando con ella poniendo a su familia en su contra. Lamentó su terrible escenario, pues todo esto solo le dejaba una vía de escape, un camino que hubiera decidido jamás tener que tomar: Por primera vez en su vida tendría que hacerle frente a su familia, y si estos no la aceptaban, tendría que irse de su lado así fuera para siempre; subterfugio que le desgarraba el corazón en dos. -No puede hacer eso.- comentó Mia indignada, tras escuchar las horripilantes palabras de su abuela. ¿Cómo era posible que considerara tomar en serio lo de casarla, y sobre todo con aquel desgraciado? -Pero por supuesto que sí, ya lo verás; ¿o acaso crees que no voy a hacer nada y que solo me voy a quedar mirando como arruinas a esta familia?... Comienzo a pensar que realmente tienes la mollera sumida… que sí eres y muy tonta. ¿Acaso no entendiste las amenazas de esa mujer, y lo que pasaría si las cumpliera?... Amenazó con dejar sin trabajo a tu padre y a tu tío, cosa que puede hacer con la mano en la cintura…Esa mujer tiene el poder de hacer lo que se le venga en gana, hasta desaparecidos hay en su conciencia. -Eso es mentira, la hermana Lupe es de una moral intachable, jamás haría nada de lo que la gente mal intencionada habla a sus espaldas.- Alegó Flora molesta de escuchar a la anciana hablando mal de su líder. -Mira Florinda, ahorita sí que no, en estos momentos no estoy para aguantarte…tenemos asuntos mucho más importantes que resolver, no tengo tiempo para pelear contigo, hoy no. – respondió Amelia fastidiada, logrando que Flora volviera a guardar silencio. - Esa familia tienen mucho poder.- continuó la abuela agotada tocándose las sienes con las yemas de sus dedos.- si Lupe se lo propone puede hacer lo que quiera en contra de nosotros, ¿Eso es lo que quieres, que nos destruya, que nos corra del pueblo como si fuéramos unos perros sarnosos? -No abuelita, claro que no; pero no por eso voy a arruinar mi vida casándome con Israel; usted no lo sabe, pero él no es una buena persona. -Dudo mucho que sea peor que la machorra que te engatusó.-perdiendo la paciencia, levantó la voz. No daba crédito a tanta insensatez por parte de su nieta; y sobre todo, que a estas alturas del problema se negara a ver la magnitud de la situación. -Ella no me engatusó… no me engañó ni nada… entiéndalo de una buena vez... Enserio que me duele el alma verlos de esta manera y lo siento de todo corazón; pero no por eso voy a dejar que sigan pisoteando de esa manera a Danielle, cuando ella no tiene la culpa de nada… Nos enamoramos, ella me ama y yo la amo a ella.- E Inmediatamente fue abofeteada por segunda vez en el día, pero esta vez por la mano rígida de su abuela quien le dedicó una mirada de desaprobación. -Eres una perdida, una descarada, una vergüenza para esta familia... Doy gracias a Dios de que Dolores ya no está aquí, así no puede ver en lo que se ha convertido su hija; porque de seguir viva, estoy segura que la hubieras matado con todo esto que estás haciendo. – y mientras Mia se soltaba a llorar por las terribles palabras de su abuela, Ignacio intentó intervenir. -Doña Amelia cálmese, si lo que le preocupa es que esa serpiente nos deje sin trabajo le… -Cómo te atreves a expresarte así de Doña Lupe.- indignada le recriminó su mujer, interrumpiendo una vez más la acalorada discusión. -Porque eso es esa mujer, y si no te callas de una buena vez, te agarro a trancazos y te cierro la boca yo mismo. – le respondió el marido frenético, logrando que su mujer guardara silencio por segunda vez. -Como le decía.- prosiguió el hombre tratando de calmarse. –Usted no se preocupe por esas amenazas, mi hermano y yo sabemos trabajar y lo podemos hacer aquí o en cualquier otro lugar, eso es lo de menos. -Estoy segura de que así es Ignacio, y eso habla muy bien de ustedes, pero la boda la haremos más que nada por esta,- señalando a Mia, se podía sentir la desilusión en su voz.- Es pa que la gente ya no hable más de lo que ya deben de estar hablando a nuestras espaldas. -No voy a casarme.- respondió Mia contundente, desafiando aquella ridícula decisión. – abuelita, por favor comprenda, no pueden obligarme a eso. -Tú vas a hacer lo que te digamos y punto, no voy a dejar que sigas ridiculizándonos de esta manera. -Abuelito, por favor, usted tiene que apoyarme.- dirigiéndose al anciano, Mia se inclinó para ver a la cara a su abuelo, el cual seguía sentado, agotado y muy cansado con lo ocurrido. Tomándolo de las manos, desesperada y necesitada de apoyo y comprensión, esperó encontrar un poco de ayuda en su abuelo. Sin embargo, Don Vicente que estaba también muy desilusionado se limitó a negar con la cabeza, retirando las manos de su nieta. -Si de verdad te sientes tan mal por todo lo que has hecho, harás lo que tu abuela te dice, solo así remediarás todo esto. -Ignacio si me hace el favor, valla al pueblo y desde las cacetas márquele al tal Israel, dígale que necesitamos hablar con él que es urgente. - Y sacando de su enorme bolso una libretita con una pluma dentro de sus espirales, en una hoja escribió el número del chico. -Mia, comprendiendo que su familia no estaba dispuesta a ceder, exaltada tomó a Aimi que se había echado a un costado de ella entre sus brazos, lista para alejarse de allí. -Si piensan seguir adelante con esta locura sin siquiera escucharme, prefiero irme lejos, así no tendrán que seguir aguantando más humillaciones y vergüenzas de mi parte.- y rápidamente se dirigió a su casa. Aimi ladraba inquieta, podía sentir la tensión en el ambiente, razon por la que estaba muy nerviosa. Dentro, sus primos en cuanto la vieron cruzar el umbral le preguntaron que estaba ocurriendo, pero Mia se limitó a asegurarles que nada malo ocurría, para no preocuparlos. Acto seguido, entró en su habitación. Apresuradamente sacó una de las viejas maletas que tenía guardadas en la parte más alta del viejo ropero de pino dentro de una enorme bolsa de plástico negra. Colocó a su cachorrita sobre la cama, y sin preocuparse en doblar la ropa siquiera, comenzó a lanzarla hecha bola al fondo de la valija. Observando de vez en cuando el retrato de su madre mientras guardaba cosas sin parar, se podía apreciar a Dolores sentada en su mecedora; en el portarretrato su mamá la miraba muy sonriente acariciando su enorme pansa de embarazada, muy orgullosa de la nena que estaba a punto de nacer, pues cuando esa foto fue tomada, Dolores tenía 8 meses de gestación. Con el cabello trenzado de la misma forma como Mia se peinaba todos los días, le sonreía, o más bien a la cámara que la inmortalizó para siempre en esa imagen. Parecía como si la estuviera alentando a seguir adelante con sus planes. Ya había guardado la mayor parte de sus pertenencias, cuando Amelia junto con Flora, ingresaron a la recámara. -¿ha donde piensas ir?- le preguntó la abuela con los brazos en jarra. -Por mientras, a casa de Agus; ya después veré a donde me marcho... Sé que Agustín me recibirá sin problemas, pues él es mi mejor amigo y siempre me ha apoyado en todo. -Claro, debí suponerlo, tanto la Milagros como su hijo ese lo sabían, y desde entonces supongo se han dedicado a alcahuetearte a lo puro descarado. -No sé si doña Milagros lo sabía, pero Agustín sí; él ha sido un buen amigo, un apoyo y mi mejor consejero… en él sí encontré la comprensión que aquí veo nunca tendré. -¿Pero es que estás idiota?, cómo esperas que te demos apoyo y comprensión en algo así; Mia por dios abre los ojos, eso no es normal, en la naturaleza lo correcto es macho con hembra, y no lo que tú piensas; ¿Mujer con mujer? Esas son cochinadas, es inmoral, antinatural, enfermo.- Desesperada, Amelia quería hacerle ver lo mal que estaba a como diera lugar. -No es cochinada, es amor, y si no lo entienden está bien, no voy a obligarles a que cambien lo que piensan, pero tampoco me voy a quedar aquí y permitir que decidan qué hacer con mi vida; como si de una niña me tratara. Este bien o este mal, soy una adulta ya, y por tanto soy dueña de mis actos y sus consecuencias; solo yo decidiré que hacer con mi vida, nadie más. – Muy determinante a defender sus ideales, le respondió a su abuela cerrando contundentemente la maleta. - ¿Porque no pueden entender que sin importar lo que yo sea, yo sigo siendo la misma Mia de siempre? No me gustan los hombres, y aunque quisiera cambiarlo me es imposible dejar de ser quien soy, yo no elegí nacer así, quizás la vida, o Dios decidió que así debía de ser. -Dios no tiene nada que ver con tus perversiones, es uno mismo el que elige seguir el mal camino; y en tu caso, te aferras con uñas y dientes a seguir por el sendero del pecado.- le debatió Flora persignándose. - Y por lo que veo no estas nada arrepentida de lo que has hecho; quieres ser libre para sabrá Dios que más hacer; luego que sigue, ¿te vas a convertir en una ramera? – horrorizándose ante las palabras de Florinda, Amelia decidió en ese momento que mientras ella estuviera con vida y tuviera las fuerzas suficientes no permitiría dejar que su nieta cayera más bajo, por lo que haría lo que fuera para impedirlo. -Mi único pecado es estar enamorada de alguien que según sus normas religiosas no debo amar, pero estoy segura ya, que Dios no puede condenar el amor. - ¡No blasfemes en contra de nuestro señor! - Exaltada, casi se desmalla Flora al escuchar semejantes palabras desquiciadas salir de la boca de su sobrina, que a estas alturas podía estar segura que estaba siendo poseída por algunos de los demonios de luzbel. -Pero qué mal estás Mia.- levantando la voz para hacerse escuchar, Amelia dolida por la situación tan terrible en la que se encontraban, lamentó tener que llegar a estos extremos.- Quizás Ahorita por lo segada y embrutecida que estás por culpa de la infeliz esa, no te das cuenta del daño que te haces a ti y a todos los que te queremos, pero estoy segura que con el pasar de los años me agradecerás lo que voy a hacer por ti.- y diciendo esto, las dos mujeres salieron de la recámara; y en cuanto estuvieron en el marco de la entrada, Amelia cerró la puerta y rápidamente la aseguró con llave. Mia que reacciono con lentitud, cuando corrió a la puerta está ya estaba bien cerrada. - Te quedarás ahí, hasta que recapacites y entiendas todo el mal que has hecho; solo entonces te dejaremos salir. -Abuela no pueden dejarme aquí, abran.- gritó Mia golpeando la puerta, pero por más que suplicó la dejaran salir, las dos ya se habían retirado, por lo que se quedó ella pegada a la puerta llorando sobre la misma. Eso había ocurrido, y con ello había caído la noche; seguía ahí encarcelada junto con Aimi que dormía echa volita sobre su maleta. Agotada del día tan pesado y terrible que había tenido, se recostó en la cama resignada; esperaba que al día siguiente las cosas estuvieran más calmadas, y entonces la dejaran salir. No obstante, con el pasar de los días las cosas solo se complicarían aún más. Sobre todo porque por más que esperara y después buscara a Danielle, no volvería a saber de ella; pues algo había ocurrido con Danielle.
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