Capítulo 14, Desaparecida.

2746 Words
Ese día que Milagros se presentó al minisúper de Doña Sabina para cumplir con el recado que le había encargado su hijo, se encontró con la sorpresa de que la joven no se había presentado a trabajar. Según las palabras de la compañera de Danielle; la mal encarada de Jessica, le comentó que ni siquiera se había tomado la molestia de avisar que faltaría. Hastiada, le platicó de los privilegios que gozaba la infeliz por parte de la dueña, consideraciones que con nadie más tenía; preferencia, que según sus propias palabras, Danielle sacaba bastante ventaja, y como muestra un botón estaba: el faltar cada vez que le diera la gana. Con aquellas palabras la mujer regresó a contarle lo ocurrido a su hijo, quien le imploró que no desistiera y volviera al día siguiente, pues urgía que le diera su encomienda. Sin discutir, pese a que estaba muy ocupada, regresó a la mañana siguiente, pero el resultado fue exactamente el mismo: no encontró a la susodicha. Como último gran favor, el chico muy insistentemente le pidió que fuera hasta la mismísima hacienda Copaiba para buscarla. No obstante, el día que fue a la hacienda y como postremo favor a su hijo, se tropezó con Pedrito, quien era el nieto del finado Rómulo y que ahora era el actual portero que suplía a su abuelo. El adolescente le comentó para su mala sorpresa que Danielle no estaba en casa. Cansada de escuchar lo mismo una y otra vez, cuando le preguntó fastidiada qué día, hora, minuto y segundo del dia podría encontrarla, el muchacho se puso pálido, tieso y muy nervioso; y sin decir ni una sola palabra más al respecto, le aseguró no saber nada, y violentamente le cerró la puertecita prácticamente en las narices, evitando de esta manera le siguiera haciendo más preguntas sobre lo mismo. -Esto no me agrada.- comentó Agus recostado en su cama, analizando la situación.- primero: no ha ido a su trabajo cuando según la propia Mia, Danielle ha sido tan responsable en su puesto, que la pensaban asender a algo mejor. Y en segundo: resulta que en la hacienda tampoco está, y cuando le preguntaste al niño sobre el asunto se puso muy nervioso...casi como si algo ocultara... -No necesariamente mijo, quizás solo fue a la ciudad por unos días y luego se regresa... y nosotros aqui maquilando cosas que ni alcaso. -Pero tú misma me dijiste que te comentaron en el minisúper que no saben de ella; de haber sido así les habría avisado o pedido permiso, no madre aquí está ocurriendo algo muy extraño, y me fastidia no poder levantarme para investigarlo por mi parte. -Mas no podrías hacer mijo, suficiente hemos hecho, solo nos queda esperar y rogar de que todo esté bien. -Quizás sea así, pero hay algo que no me agrada, que no cuadra, y tengo una muy mala corazonada de que algo está pasando ama, y espero estar equivocado. – expresó inquieto el amigo, esperando realmente estar equivocado pues de verdad le preocupaba no saber nada de Mia ni de Danielle. Con el correr de los días, los Flores comenzaron a percibir la incomodidad de recorrer las calles del pueblo. Amelia cada que iba al mercado a buscar lo que requería, tenía que soportar las murmuraciones por lo bajo, a que la gente volteara el rostro cuando ella se acercara, e incluso que algunos más descarados la señalaran. Se habían convertido en ¨la familia de la machorra¨. Doña Lupe les había advertido de ello, y por lo mismo les había advertido sobre la urgencia de darle una pronta solución al problema. No obstante, el único motivo por el que no había casado a Mia cuanto antes, era debido a que Israel no aparecía. Desde el momento en que se habían comunicado con él, este les había asegurado que en cuanto se desocupara de sus asuntos se presentaría en Ojo del sol; y eso sería a más tardar en una semana. Apenas habían pasado 4 días, y ya no soportaban la mala popularidad que se había generado alrededor de todos ellos. Algunas personas que conocían desde hacía muchos años les retiraron el habla sin la menor de las consideraciones, algunos de esos que habían llegado a considerarse sus ¨amigos¨ inclusive se reían a sus espaldas, y otros más crueles y descarados soltaban a diestra y siniestra comentarios de lo más despectivos sobre lo ocurrido, sin importarles si esto les afectaba a la familia. Era una situación horrible la que debían de tragarse todos los Flores, pero sobre todo la anciana, pues cada vez que recorría las calles del pueblo, era blanco fácil pues era la única que más salía al pueblo. Le dolía y mucho, pero tenía el temple necesario para hacerle frente; además sabía que todo era cuestión de tiempo, solo le quedaba esperar a que la solución a sus problemas llegara, ya después todo volvería a la normalidad. Por mientras, seguiría caminando erguida y con la frente muy en alto. Estaba segura de que todo se solucionaría en cuanto Mia se casara; cuando todos en el pueblo lo supieran, dejarían de hablar mal de ellos, pues verían que su nieta es normal. Después de callar la boca de muchos se irían por un tiempo del pueblo, lo más seguro es que muy lejos, quizás al poblado donde había nacido su viejo; Rancho la palma, una muy pequeña comunidad, donde su nieta y su marido podrían iniciar su nueva vida. Ella y Vicente vivirían con ellos claro, solo al principio, ya después cuando estuviera segura de que Mia se ha adaptado a su nueva vida, se irían para dejarlos realizarse como un feliz matrimonio. Amelia ya lo había decidido y planificado todo, de igual manera se lo había comunicado a Erasmo quien estuvo de acuerdo en todo, pues de igual manera no quería que su hija sufriera las burlas y humillaciones que ellos estaban padeciendo en carne viva. Pese a ser la única responsable y culpable de toda su desgracia, a su manera, consideraban que lo que estaban haciendo era por su bien, y la única manera en como la podían proteger. Ya después, con la llegada del primer hijo, Mia podría regresar a Ojo del sol triunfante, como una ama de casa digna de admiración; así ya podría visitar a su padre, y entonces las murmuraciones y las burlas se habrían extinguido para siempre. O eso quería creer la anciana con toda su alma. Por su parte, Flora que daba por hecho que la solución que planteó Amelia el trágico día de la revelación la haría volver más rápido al círculo de sus hermanas, para su sorpresa resultó ser lo contrario. En cuanto se presentó ante ellas, todas la ignoraron; solo Doña Lupe se le acercó para decirle que aún era muy pronto para que volviera; trascurrido el tiempo necesario, ellas la buscarían. De esta manera, humillada y derrotada regresó a la casa a convertirse en la carcelera oficial de Mia. Estaba tan enojada que se desquitaba con la que consideraba la única responsable de su tribulación, por lo que no la dejaba ni respirar. La pobre prisionera solo salía al baño acompañada de su tía que no se despegaba de ella. En cuanto terminaba, la escoltaba de regreso a su habitación, donde la volvía a encerrar. Le llevaba la comida que Amelia le preparaba, y no recibía visitas de ningún m*****o de su familia. Sus primos que no entendían lo que estaba pasando con su prima, intentaron hablar con ella detrás de la puerta, pero fueron sacados a punta de escobazos por su madre que les prohibió determinantemente volver a hablar con Mia, asegurándoles que era un mal ejemplo para ellos. Mia recluida en la soledad de esas cuatro paredes, se la pasaba la mayor parte del tiempo llorando su pena. Le dolía ver a su familia destruida, recordar la manera tan horrible en que se habían enterado, y de cómo los habían humillado. Les reprochaba de la misma manera su forma tan intolerante de reaccionar, de no entenderla y aceptarla. Por parte estaba molesta de que la tuvieran encerrada como si fuera una criminal, y a la vez sentía pena y tristeza por ellos y por lo mal que la estaban pasando. Pero sobre todo, lo que más inquietud le causaba, era el no saber que estaba pasando con Danielle, pues hacía días que no tenía noticias de ella. Al principio había dado las gracias a Dios de que no se hubiera presentado en la casa, pues su familia estaba muy alterada con lo sucedido, y sabrá Dios como la abrían tratado. Pero conforme pasaron los días, le fue extrañando el no escuchar que la fuera a buscar; era consiente que tarde o temprano la buscaría, pero esta indiferencia la desconcertaba por completo. Siendo la casa tan pequeña todo se escuchaba con facilidad, por lo que estaba segura de que su familia no la habían corrido u ocultado su visita, simplemente Danielle no había puesto un pie en la casa. Debido a esto, comenzó a especular que quizás las damas católicas habían hecho algo para correrla del pueblo, pues ese día Doña Lupe comentó antes de irse que la irían a ver a ella también para pedirle que abandonara cuanto antes el pueblo; por lo que le horrorizaba la idea de imaginar a su querida Danielle huyendo lejos de ojo del sol sin ella. No, eso simplemente no podía ser así, no podía creerlo. No obstante, con el pasar de los días la angustia se fue intensificando aún más, y el temor de perderla para siempre se acrecentó. El no saber nada de nada le estaba carcomiendo la mente, y el estar encerrada sin poder hacer nada solo empeoraba las cosas. Si no hacía algo al respecto estaba segura de que se volvería loca dentro de esas cuatro paredes. Fue entonces que desesperada, al cuarto día, imploró hablar con su tío Ignacio. -Por favor tío se lo suplico, necesito saber que está ocurriendo, solo le pido eso. Esta duda que tengo me está matando, ya ni siquiera puedo dormir, ni comer en paz, por favor tenga piedad. -Me pones en un aprieto Mia. Puedo comprender que estés nerviosa por no saber nada, pero deberías de pensar que quizás sea lo mejor si ya no la vuelves a ver. Lo que me pides no está bien, mejor solo olvídate de ella y sigue con tu vida. -Sé que no lo entienden y quizás nunca me comprendan, pero ahorita lo único que le pido es que averigüe si está bien, solo eso tío y nada más, se lo imploro...Prometo que después de esto no volveré a pedirle nada nunca más... ande diga que sí. Y convenciendo de esta manera a su tío, Ignacio se presentó ese mismo día al minisúper para averiguar sobre el paradero de Danielle. Para su suerte se encontró con Doña Sabina, la cual vivía eternamente enamorada de Ignacio. Ambos se conocían desde muy jóvenes, nunca fueron amigos, solo llevaron un trato amable y cordial, pero desde entonces Sabina siempre lo quiso. Sin embargo, para su pena Ignacio nunca se fijó en ella. Con el tiempo el chamaco se fue del pueblo, y regresó casado con una mujer mocha, desagradable y mal encarada que no era digna de él, o eso siempre decía Sabina cada vez que veía a la escuálida e insignificante de Flora. Al pasar los años y saberlo casado y con hijos, perdió todas las esperanzas de conquistarlo, no obstante, todavía le gustaba y aún existía una familiaridad cordial y jovial entre ambos. Eso era lo que más le gustaba de él, que siempre era caballeroso con ella. -Que gusto verte Nacho, pese a que vivimos en un pueblo chico, puede pasar el tiempo sin que uno sepa de su vecino… ¿Lo que son las cosas verdad?- dijo la mujer regalándole una enorme sonrisa bobalicona. -Ya sé, así pasa, pero pos así cuando cae la visita la recibe uno con más gusto.- respondió el hombre devolviéndole la sonrisa, pues le simpatizaba mucho la regordeta mujer, aunque nunca la había visto de la forma que Sabina esperaba. -Y bueno a que se debe el milagro y el placer de tu visita. - Pues verás...- comenzó a hablar, notándose el tono apenado de su voz, percibiéndolo al instante la dueña del local. -Sin penas nacho, nos conocemos de años y creo que tenemos la confianza para hablar las cosas sin tapujos, ¿no crees?- lo alentó la regordeta mujer, estrechando su mano por inercia sin darse cuenta de lo que estaba haciendo. -Bueno sí, tienes razón. Lo que pasa es que me mandaron a preguntar por Danielle.- comprendiendo rápidamente la situación, Sabina hábilmente lo invitó a pasar a su pequeña oficinita que tenía al fondo del local, para que así pudieran hablar con mayor privacidad. En cuanto se dirigieron a la oficina, antes de entrar al lugar, Sabina le ordenó a una de sus empleadas que no la molestaran. Una vez cruzaron la entrada, le pidió a Ignacio que se sentara en una de las sillas giratorias que estaban frente a su pequeña mesa que le servía de escritorio. En total había tres, una detrás del improvisado escritorio donde ella se sentaba a revisar las notas de los proveedores y las cuentas, y las otras dos enfrente de la misma. En una de estas había colocado a Ignacio, por lo que ella se sentó junto a él, en vez de su silla principal, pues así podría estar más cerca de su visitante. -No voy a preguntarte nada, pues como bien sabes no soy una mujer chismosa, pero sí te puedo decir que estoy algo enterada de lo que está ocurriendo alrededor de tu sobrina y Danielle; pues aunque una esté tan ocupada en sus asuntos, noticias como esas tarde o temprano se escuchan Nacho. Pero te puedo asegurar que conmigo puedes hablar sin penas, y que lo que hablemos aquí no saldrá de estas cuatro paredes. – agradecido por la discreción de Sabina, le pidió le contara que sabía de Danielle. -La verdad estoy preocupada, de buenas a primeras no regresó a su trabajo, por lo que mandé a alguien para que preguntara por ella en la hacienda, pero lo único que le dijeron a la persona que envié es que Danielle salió fuera del pueblo; y hasta ahora han pasado los días y sigo sin saber nada sobre la muchacha. - Recostándose sobre su silla, la mujer soltó un suspiro.- Honestamente me preocupa que algo malo le hayan hecho esas come ostias, pues como bien sabes, se comentan cosas muy turbias detrás de los Patraca y de la gente que los rodea. -Esperemos y que no sea nada de eso, quizás simplemente la fueron a ver y le pidieron que se fuera del pueblo y esta solo se marchó.- especuló el invitado analizando la situación. -Me costaría creerlo, la chica no se ve que sea blanda ni mucho menos dejada, por lo que lo veo muy difícil. - Pues ni hablar, tendré que decirle a mi sobrina que solo se desapareció de la faz de la tierra, y ya está. - Yo espero y esté bien, porque la verdad es una muy buena muchacha, al igual que tu sobrina. Puede que no las entendamos, pero no por eso hay que despreciarlas como están haciendo todos en el pueblo, y también sé que los están tratando mal a ustedes… si en algo puedo ayudarte ya sabes dónde encontrarme. – y con un fuerte abrazo se despidieron. En cuanto Ignacio regresó a la casa, le dio la mala noticia a Mia. -Algo debió de haberle pasado tío, tengo que ir a la hacienda a preguntar, no puedo quedarme aquí cruzada de brazos sin hacer nada. -Sabes perfectamente bien que no puedes salir. -Tengo que ir tío, tengo qué… - y viendo cómo se quebraba en llanto de lo alterada que estaba, Ignacio la abrazó para calmarla. -Está bien, te ayudaré a que vayas a preguntar todo lo que quieras, siempre y cuando me prometas algo antes. -Lo que sea tío, haré lo que me pida con tal de que me ayude. -Promete que en cuanto resuelvas tus dudas regresarás aquí de nuevo, no escaparás, ni harás alguna locura como irte con ella lejos. ¿Lo prometes? – y prometiéndole a su tío que volvería, se alistó velozmente para ir en búsqueda de su amada.
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