Capítulo 22. Castigo

3093 Words
Tras observar que aun continuaban en mutismo sin decir un solo vocablo, pues seguían sorprendidos ante el imprevisto acto de desafío de la chica, Mia decidió fructificar las fuerzas que había adquirido del interior de su alma para hacerse escuchar de una buena vez. -Les dije que no quería casarme, pero no quisieron escuchar, en su lugar siguen planificando mi vida como si yo no tuviera importancia alguna. Están hablando de mi futuro, mi felicidad, y yo soy quien debe de elegirla, no ustedes. Se que son mi familia y los quiero mucho, pero no por eso voy a permitir que decidan por mí, lo siento. Después de unos breves segundos más de silencio, posteriormente la abuela fue la primera en recuperar el aliento. -Que egoísta eres Mia, jamás lo hubiera imaginado de ti. - indignada por su desafiada actitud, manifestó su descontento, apartando aun lado la taza medio vacía de café. - Sabes perfectamente que todo esto lo hacemos por tu madre, la pobre aun sigue mala y cada día que pasa se ve peor; está enferma y lo único que quiere es verte felizmente casada por si el señor la llama a su lado antes de tiempo. No te estamos pidiendo nada del otro mundo, tarde o temprano tendrás que casarte, y que mejor que tu familia te ayude a escoger al correcto para que sea un hombre bueno y trabajador, que cuide de ti y de los hijos que tengas. Al final de cuentas queremos evitarte el destino de muchas, que se casan con un sinvergüenza que las usan un rato y luego se largan sin decir nada, dejándolas preñadas. O peor se quedan, pero son unos mujeriegos con infinidad de amantes. ¿Eso es lo que quieres, ¿terminar escogiendo un pelado que se burle de ti? No mija tu aun no estas preparada para conocer la malicia de los hombres, pero yo sí y tu madre también, y es por eso que lo hacemos, para que no pases por eso, ¿Y así es como lo agradeces, insultándonos? -Les ruego que me comprendan un poco, mi idea no es insultarlos ni faltarles al respeto, solo les pido que entiendan que el hecho de que yo quiera llevar mi vida a mi manera, no es con el afán de desafiarlos o molestarlos, yo solo quiero tener la libertad de tomar mis propias decisiones abuela, sean buenas o malas, ya sea si me equivoco o no, yo quiero ser la que escoja mi futuro y nada más. – Apeló Mia a la sensatez, derramando lagrimas amargas. Odiaba estar discutiendo con su familia, pero no le habían dado otra opción. - ¿Abuelito tan difícil es comprenderme? Se que sus intenciones son buenas, pero lo único que pido es me dejen construir mi propio camino, que me dejen aprender de mis errores para saber enfrentarme por mí misma a la vida. - Don Vicente no dijo nada, se limitó a mirar a la mesa con las manos entrelazadas a su taza ya sin café. Por su parte Isidro se sentía humillado, no podía creer que esa puta lo estuviera rechazando, no obstante, se limitó a permanecer callado, esperando que alguien la pusiera en cintura de una buena vez. Y en el preciso momento cuando Amelia se preparaba a replicar en contra de los argumentos de su nieta, Erasmo que no había dicho nada, tieso como una tabla, se levantó de golpe de la silla y sin quitarle la mirada de encima a Mia les pidió a sus suegros se marcharan, pues quería hablar a solas con su hija. Por su parte Isidro, antes de que le solicitaran lo mismo y para evitar más humillaciones, se levantó sin que nadie le dijera nada, era hora de mejor irse para continuar con su trabajo. Furioso, maldiciendo entre dientes, se sentía vencido por primera vez en su vida, y todo por una insignificante mujer. Sin embargo, cuando ya se disponía a colocar la mano en el picaporte de la puerta, fue detenido por las contundentes palabras del padre. -Te aseguro que las cosas siguen igual, nada ha cambiado, si aun estas interesado puedes venir a visitar a mi hija cuando quieras. Pero por hoy ya estuvo bueno de visitas, ahora solo vete y déjanos a solas, que tengo que arreglar este asuntito con mi hija. - Feliz, el chico se marchó junto con los ancianos quienes estaban indignados por la actitud de su nieta. -Apa, le pido que me disculpe, sé que… - comenzó a pedirle perdón la hija, pero Erasmo elevando la voz por encima de la de ella tomó la palabra. - ¿Usted no ha entendido que en esta vida las mujeres están pa obedecer a los hombres sin chistar ni repelar nada? Si no lo sabía por que prefiere hacerse la tonta, pos se lo digo de una vez, usted no va a contradecir mis ordenes, usted hará lo que su padre le diga y punto, y una vez se case, hará lo que su marido le ordene, ¿estamos? porque por diosito santo que si usted vuelve a contradecirme como hizo ase mesmo delante de la gente, le aseguro que la muelo a palos hasta hacerla entender, ¿estamos? Se que jamás le he puesto una mano encima, y ya veo que eso me está saliendo re caro, pos se me ha puesto rebelde, pero eso si ya no lo voy a permitir, ninguna hija mía me va a andar repelando, desobedeciendo o contestándome como una pelada. Pero bueno, ahora escúcheme muy bien, y si no lávese las orejas para que le entre bien clarito lo que le voy a decir, porque no se lo pienso repetir: usted se casa porque se casa, y es así porque lo decidió su ama y yo. Sea con ese fulano o cualquier otro, abra boda y punto. - ¡Pero apaa! - - Ha y que sea la última vez que se atreve a gritonear y manotear en esta casa faltándome al respeto ¿me oyó?, Porque le juro por la virgencita santa que pa la otra le rompo todo el hocico hasta volverla a enderezar por el buen camino, ¿Estamos? - plantándose frente a su hija esperó una respuesta, por lo que Mia agachando la cabeza tuvo que asentir con la misma sin decir nada más. -Bien, y ahora póngase hacer su quehacer, y no me sale en una semana como castigo a su desobediencia. – sentenció con firmeza el padre, saliendo de la casa para irse a cumplir con su trabajo en el campo, dejando a su hija en un mar de llanto destrozada. Fuera, Erasmo encontró a sus suegros sentados en los asientos esparcidos que siempre suelen estar en la intemperie a todas horas. Don Vicente se quejaba de un dolor de rodillas, mientras su mujer de un enorme bolso sacaba un bordado pendiente, con el que se entretendría hasta que pudieran hablar con su yerno. Cuando lo vieron salir de la casa, dejaron de hacer sus cosas y se le quedaron viendo esperando una respuesta. -Ya todo está arreglado nada ha cambiado, si este muchacho quiere venir bienvenido será, se le recibirá para conocerlo y ya está. – manifestó el padre de familia muy malhumorado. -La verdad me dolió la actitud de Mia, no entiendo cómo pudo ponerse así cuando todo lo que hacemos lo hacemos por su bien. - refunfuñó la abuela comenzando a tejer habilidosamente el bordado. Cuando ya se preparaba a marcharse al campo, Erasmo se volvió para pedirle un favor a sus suegros. -Por cierto, como castigue a Mia no se si puedan hacerme el favor de ir al pueblo y decirle a Flora que Mia estará castigada por lo menos una semana, pa que este enterada de que ella mesma tendrá que llevar y recoger a sus chamacos a la escuela. -No te preocupes yerno, que yo me encargo de decírselo personalmente. - expresó la anciana sin disimular la enorme sonrisa que surgió en su rostro. Y así mientras Mia entraba a la recamara de su madre para hablar con ella, Erasmo se fue finalmente a su trabajo, y los ancianos partieron rumbo al pueblo para cumplir con el encargo que se les había solicitado. - ¿Ama puedo pasar? - Preguntó Mia con pesar -Pasa mija, entra y siéntate. - inmediatamente cruzó la entrada, se sentó en el borde de la cama. Rápidamente vio con tristeza el cansado y agotado semblante de su madre, era horrible verla tan desmejorada, por lo que decidió no decirle nada, pues lo último que quería era darle más problemas, por ende, se disculpó argumentando que no era nada y se levantó para marcharse, pero fue sujetada por Dolores que la tomó de la mano, para que no se marchase. -Se de que quieres hablar, escuché todo Mia, y me siento en parte culpable mija, pues tampoco quiero verte sufrir. Pero te pido que comprendas, aunque sea un poquito el porque hago lo que hago. Yo solo quiero verte felizmente casada a lado de un buen hombre. En esta vida para toda mujer lo mejor que le puede pasar en la vida es matrimoniarse, tener hijos y formar su propia familia, y eso es lo que quiero para ti. -Claro que la comprendo ama, pero no quiero casarme con alguien que no conozco. – sentándose de nueva cuenta a su lado, Mia esperanzada esperó lograr hacerla cambiar de parecer. -Eso solo será al principio, con el tiempo, con la llegada de los hijos, verás como lo vas a ir conociendo y le vas agarrando cariño a tu marido. No es tan difícil mija, muchas pasamos por eso. Antes eran otros tiempos, las cosas eran diferentes pero mejores. Gracias a ello los matrimonios eran más duraderos. Además, tú tienes la suerte de poder tratar a los pretendientes que te vallamos buscando, mira que tu abuela y yo ni a eso llegamos, simplemente se nos dijo con este se van a casar y ya está, y aun así funcionó. Por eso confía en tu familia, nosotros solo queremos lo mejor para ti, y sobre todo yo. Quiero irme sabiendo que te dejé en manos de un buen hombre, esa quiero que sea mi última voluntad. Mia deseaba con todas sus fuerzas poder revelarle el verdadero motivo del porqué no quería casarse con ningún hombre, pero la aterraba el rechazo, si le confesaba la verdad y esta la repudiaba, no podría vivir con ello, no tendría las fuerzas suficientes para tener una existencia sin su amada familia. Por lo que, con gran tristeza tuvo que dar por terminada la discusión, asegurándole a su madre de qué pensaría las cosas. Sin nada mas que decir, la arropó en su cama, le apagó la luz para que pudiera descansar, y salió del cuarto destrozada. Pese a lo lamentable de la situación ya había decidido dos cosas, una: no se casaría con ningún hombre por mucho que su familia se molestase con ella, y dos: no volvería a ver a Danielle. Nada la tranquilizaría mas que caer en sus brazos y sentir la calidez de su consuelo, pero aquello tampoco podía ser. Gisela la había amenazado, su tía y sus hermanas igual, todo parecía indicar que no debía seguir con Danielle. Lo último que deseaba era darle problemas a su familia y a Danielle, quien se merecía a alguien mejor, sin tantos líos ni impedimentos. Por lo que con todo el dolor de su corazón renunció a su amor. Y así poniéndose a lavar los trastos, lloró lagrimas amargas. Se sentía tan desdichada que no hallaba que hacer con ese dolor. Por primera vez en su vida, cuando por fin creía que las cosas comenzaban a resultar bien y a arreglarse, resultaba que no, que todo empeoraba. Sin poder quitarse de la cabeza a su amada, rogó a Dios para que la ayudara, pues solo un milagro la haría olvidarse de todo. En el pueblo se llevaba a cabo una inesperada reunión que habían organizado de improvisto el grupo de oración liderado por Doña Lupe. Esta les había pedido que se congregaran en su casa, pues le había surgido una idea que quería compartir con todas ellas. Tristemente, al padre Benito se le había descompuesto su camioneta que servía para trasladarlo por todo el pueblo y a las partes más recónditas del lugar. Y era indispensable encontrar la manera de ayudarle, pues aquellos desdichados lo requerían para que les diera misas, escuchara sus pecados, bautizara infantes, o le diera los santos óleos a los más necesitados que vivían tan apartados del resto de la civilización. Por ello, se le había ocurrido una forma de recaudar fondos para reparársela rápidamente. -Una gran kermes es la solución, hace años que no realizamos una en el pueblo, y creo que sería estupendo. Así matamos dos pájaros de un tiro. Una: logramos integrar a la comunidad en un pasatiempo sano y cristiano donde puedan divertirse en familia sanamente, y dos: ayudamos con lo recaudado a reparar la vieja camioneta. - propuso la líder muy emocionada, repartiendo galletitas recién horneadas por ella. - ¿Y qué tipo de actividades se realizarían? - preguntó una de las hermanas entusiasmada con la idea. -No lo sé, pienso que podríamos poner puestos de juego de destreza, juegos infantiles, puestos de comida y bebidas sin alcohol claro. Se podrían presentar números artísticos, como exponer las pinturas de la ahijada de Doña Fortunata, ya ven que esa muchacha es muy talentosa con las acuarelas. -O podría cantar don Ramón, ya ven que canta muy bien las baladas. - propuso otra de ellas también muy animada con el evento. No obstante, había alguien que no estaba tan entusiasmada con la idea. Al contrario, le parecía algo vulgar y poco cristiano llevar a cabo una fiesta, pues consideraba que eso solo alejaría más a las personas en vez de acercarlas a Dios. No era necesario ser partícipe de tan lujurioso evento. Solo debían de ir de casa en casa y hacerles ver y entender su responsabilidad ante dicho problema, quienes como miembros de la comunidad están en la obligación de ayudar a su tan amado párroco, pues el solo vive para salvar sus almas y predicar la palabra del señor. - Lo mínimo que pueden hacer es pagarle la compostura. – Analizaba Flora todo eso en silencio, mientras rechazaba amablemente una de las galletas de su lideresa. - ¿Y no cree hermana que seria mejor ser mas rigurosas con las limosnas?, muchos de los habitantes ni siquiera dan un solo peso a la hora de pedirles un poco de ayuda para nuestro párroco. – Expresó firmemente Flora, que pese que servía ciegamente a sus hermanas, había momentos como este en que no compartía las mismas ideas que ellas. -Entiendo tu postura Flora y hacemos lo que podemos por hacer entrar en razón al resto de nuestros hermanos, pero no lo emos conseguido del todo, y si logramos obtener un poco de ellos ofreciéndoles unas actividades sanas, habremos cumplido el objetivo, el cual es ayudar al padre Benito. – difirió Doña Lupe, convenciendo en apariencia a Flora, quien no le quedó más remedio que aceptar que tenia razón. Pese a que estaba en contra, al final eran sus hermanas y ella siempre les serviría en todo lo que estas decidieran. Y en ello continuaron hasta que sonó el timbre de la casa. Doña Lupe, colocando la charola vacía sobre la mesa se disculpó pues debía de ir a ver quién llamaba a su puerta. Dejando a las hermanas en la salita, ultimando los detalles del evento, corrió a ver de quien se trataba. Afuera una robusta y fuerte anciana esperaba pacientemente, cubriéndose del sol con un enorme paraguas rojo. -Melita, dichosos los ojos que te ven, pero valla sorpresa la de verte por aquí, pero pasa, pasa mujer, y cuéntame a que debemos el placer de tu visita. – le saludó la lideresa dándole un beso en la mejilla. -Gracias Lupe, nomas vine por la Florinda, lo que pasa es que me dijeron que le trajera un recado, y pos a eso vengo, no pienso dilatar mucho ni quitarles el tiempo. ¿Sera entonces que le puedas decir que aquí estoy? - ¿Claro mujer, pero seguro que no deseas pasar? -Te lo agradezco, aquí estoy bien no te apures. - y así dejando a la mujer en la calle fue en busca de Flora. En ese preciso momento iba pasando Agustín empujando su carrito de dulces, cuando divisó a la abuela de Mia de pie, frente a la casa de Doña Lupe. En el momento en que se preparaba a saludarla se detuvo de golpe y no lo hizo, pues vio salir a Flora echando lumbre. Molesta le exigió a la anciana le dijera cual era esa urgencia tan grande para que la interrumpiera de una manera tan imprudente. -No te preocupes mujer que no te voy a quitar mucho de tu taaan importantísimo tiempo. Me mandó Erasmo para que te dijera que a partir de hoy tienes que hacerte cargo de tus hijos pues Mia estará castigada por una semana y ya no podrá levantarte la flojera. - dijo la anciana regalándole una sonrisa triunfante. - Pero qué es lo que pretende ese hombre, ¿qué interrumpa mis obligaciones con mis hermanas?, no lo siento yo no puedo. - alegó Flora furiosa -Ese es tu problema chula. Si tú no vas por tus hijos busca quien lo haga porque mi nieta ya no estará disponible para ti. Por órdenes de su padre, el dueño de la casa donde te recuerdo estás de arrimada, no podrá salir mínimo un mes, (Mintió la abuela sin remordimiento alguno, pues estaba disfrutando del momento) y pues ni modo, te toca empezar a actuar por primera vez en tu vida como una madre de verdad. - Y dicho todo, partió de regreso al hotel con una enorme sonrisa en el rostro, dejando a Flora desquiciada del coraje. Por su parte Agus que no había podido evitar escuchar, se preocupó de que su amiga estuviera castigada. Nunca desde que tenía memoria la habían castigado. Eso quería decir que debía de ser algo muy fuerte lo que ocurrió, por ello preocupado pensando lo peor, tomó la decisión de irla a ver cuanto antes. Pese de que aún no había finalizado con su venta, resolvió regresar cuanto antes a su hogar, dejar el carrito con su madre, y partir a ver a su amiga, pues quizás necesitara de su ayuda.
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