Capítulo 21. Ultima palabra

3252 Words
Esteban no pudo evitar observar la casa grande con tristeza. Era muy pequeño cuando su padre tomó la decisión de que se marcharan de la hacienda, con la idea impuesta por su madre de que estudiara y se preparara. Todos los Daurella únicamente se habían dedicado a los negocios familiares sin la necesidad de obtener un título, por lo que su madre no estaba dispuesta a que ocurriera lo mismo con Esteban. Así un día partieron y no volvieron. Él se graduó de una de las mejores universidades de estados unidos donde estudió negocios internacionales. Una vez concluyo sus estudios se hizo cargo de todas las actividades comerciales que poseían, pero centrándose más en la compañía inmobiliaria. Fueron buenos años, había sido un hombre exitoso y millonario, pero ahora la vida le volteaba las cosas, sumiéndoles en la más triste de las miserias. Lo perdieron todo de un día a otro, y ahora solo poseían esa vieja hacienda que la veía caerse en pedazos ante sus ojos, pues ni siquiera tenía para sacarla adelante, y menos ahora que su última esperanza se había perdido también. Estaba seguro de que lograría salvar el departamento que le habían comprado en su juventud, y el cual heredaría en un futuro a Allen. Ahora ya no quedaba ni rastro del inmueble. Sin poder hacer nada esos buitres se lo arrebataron también de las manos. Dejando su maleta sobre las sucias baldosas, cayó lastimero sobre uno de los viejos sillones de madera cubriéndose el rostro con pesar. Les había fallado a su familia y se sentía terriblemente mal, era un fracasado y ahora no sabía que haría de su vida y como sacaría adelante a todos los suyos. Estuvo sentado en la misma posición por un buen rato sin hacer el menor ruido posible, hasta qué bajando las escaleras, Briella lo miró sorprendida y feliz de verlo de regreso. Rápidamente corrió a los brazos de su padre, quien la recibió con ternura y dulzura. -A qué hora llegaste que no escuchamos el auto. - preguntó la hija feliz sin soltarlo. -Hace un rato. Y supongo que no lo escuchaste porque lo dejé afuera de la hacienda, no estaba con ánimos de abrir los portones ni de molestar a Rómulo con ello, pues tendré que despedirlo. - sorprendida ante tales palabras, observándolo con más detenimiento, pudo percatarse de la enorme tristeza que lo embargaba. - ¿Paso algo? - preguntó preocupada -Lamentablemente si hija, pero es necesario que hable con todos. ¿Podrías hacerme el gran favor de avisarles que ya llegué y que quiero hablarles? - en inflexión abatido suplicó el hombre acariciándole el rostro a su regordeta hija. -No te preocupes papá ahorita les hablo, bueno menos a Dany ella está trabajando. - y con aquellas palabras el padre no pudo evitar quebrarse en llanto delante de su hija. - ¡Dios, estamos pagando muy caro nuestros errores! - sollozó ocultándose el rostro entre sus manos. – Briella no dijo nada, entendía perfectamente el sufrimiento de su padre por lo que solo se limitó a abrazarlo tiernamente. Estuvieron un buen rato en la misma postura hasta que Esteban se tranquilizó y ya más calmado se disculpó con su hija, pidiéndole una vez más que le avisara a los demás de su presencia. En cuanto Briella subió por los escalones no pasó mucho tiempo para que comenzaran a descender los demás miembros de la familia. Allen que iba sin playera, mostraba su abdomen marcado y sus brazos musculosos, secándose el sudor con una vieja playera blanca, al parecer había estado haciendo ejercicio dentro de su alcoba. Gisela ataviada en un albornoz rosa, mal humorada bajo escalón por escalón. Estaba indignada de la interrupción de su baño vespertino, al cual estaba a punto de llevar a cabo cuando la gorda la interrumpió con la noticia. Iba con la cabeza sin un turbante, por lo que se podía apreciar su calva. Finalmente, Bri bajó después de ellos. Acto seguido se acercó a su padre pues no quería estar al lado de su madre ni de Allen, pues algo le decía que ante lo que tuviera Esteban que decirles no reaccionarían nada bien. -Hasta que llegas. - dijo fríamente Gisela dedicándole una mirada desdeñosa. - ¿Que fuiste a hacer?, porque te largaste sin decir nada, solo dejaste una insignificante nota diciendo que tenías algo urgente que resolver. Así que habla y di de una buena vez, que era eso tan urgente que necesitaba de tu presencia inmediata. -Me temo que les tengo malas noticias, me hubiera gustado que estuviera Danielle aquí para que recibiéramos el golpe todos en familia, pero se lo diré cuando salga de su trabajo. - ¿Hay Dios y ahora de que se trata? Mira que ya tengo suficientes problemas con la insensata de tu hija que se le ocurrió trabajar para esos indios, para que ahora me salgas con otra tragedia. – cayendo pesadamente sobre unos de los sillones, Gisela aguardó cansada la respuesta. -No les había querido decir, pero cuando nos confiscaron nuestros bienes al parecer un departamento no fue incluido dentro de la demanda, por lo que pensé que podría venderlo y de ahí lograr que viviéramos decorosamente por un tiempo en lo que veía que más podía hacer. No obstante, cuando me fui fue porque el abogado se comunicó conmigo para decirme que también tenían pensado incluirlo en el embargo. Lamentablemente cuando llegué ya no pude hacer nada. Por lo que también perdimos el inmueble. Ahora lo único que poseemos es esta hacienda, que no entro en la requisa por estar a nombre de mi padre. - dicho todo esto, con el mayor de los pesares se desmoronó en su asiento evitando la mirada de odio de su mujer e hijo. -Es simplemente maravilloso querido. – comenzó a aplaudir Gisela con saña. -Cuando pensé que no podías ser más inútil llegas y me sorprendes. Definitivamente ustedes quieren acabar con mi vida antes, están empeñados en ello y todo parece ser que lo van a conseguir. – Fúrica se marchó del recinto volviendo de nuevo a sus aposentos, pese a que Esteban le suplicó que se quedara pues aún debían hablar del asunto como familia, pues ahora más que nunca necesitaba del apoyo de todos ellos. -Y que vamos a hacer? - preguntó finalmente Allen preocupado, pues igual tenía la esperanza de que todo se solucionara. -Supongo que seguir con el ejemplo de tu hermana, tendremos que ponernos a trabajar todos si es que queremos salir adelante. Pálido, al igual que sus progenitores se hundió en uno de los polvosos asientos, y así los tres se quedaron en silencio, teniendo de fondo una vieja hacienda que se caía a pedazos frente a ellos. Al día siguiente a primera hora, Isidro se presentó en casa de la familia Flores. Tras la plática que habían tenido con su hija, en cuanto llegaron al pueblo, Don Vicente se comunicó con el muchacho a través de las cabinas telefónicas. Isidro poseía un celular, el cual tenía debido a su trabajo pues se dedicaba a las mudanzas y a transponer cualquier cosa que le pidieran. Justo en ese momento trasladaba una sala que unos recién casados habían comprado en una mueblería, cuando recibió la llamada del viejo, quien le dio la buena nueva. Por fin podía presentarse cuando quisiera para hablar con Erasmo y pedir su permiso de cortejar a Mia. No esperaría que pasara mucho tiempo, así que le aseguró al anciano que mañana sin falta a primera hora de la mañana con el salir del alba se presentaría ante ellos, pues estaba mas que entusiasmado con la noticia. Y así feliz finalizó con la llamada, sintiéndose dichoso y pleno, pero sobre todo ganador, pues siempre conseguía lo que se proponía, y este solo era el primer paso para hacer su esposa a Mia, ya lo demás seria pan comido. Nadie lo había rechazado nunca, de las tres novias que había tenido, ninguna se había resistido a él, pues les daba lo que querían. Para él las mujeres eran unas idiotas que eran fáciles de manipular, solo debía fingir que las escuchaba y entendía, regalarles algunos detallitos cursis y vualá, tenía a las ilusas comiendo de la palma de su mano. Sobre todo, si la tipeja era gorda o se sentía fea, esas eran más fáciles de convencer. Así se había llevado a la cama aun par con las que no formalizó nunca nada, pese que dentro de las sábanas les había jurado lo contrario. Solo las que estaban buenas merecían el título de novia. En este caso Mia, se merecía el de esposa, pues era una diosa para Isidro. Él le haría el honor de convertirse en su marido y ella tendría que agradecerle por ello pues la quería para algo serio. Por lo mismo, no sabía la suerte que tenía Mia, pues por ella sentaría cabeza, y tarde o temprano con el tiempo se lo tendría que agradecer. Desde el primer momento que la vio, cuando llevó a los viejos pellejudos, no podía dejar de pensar en ella, era una hembra en toda la extensión de la palabra y se había empecinado en obtenerla. Era deliciosa, y aunque la quería para que le calentara la cama, también era la ideal para ser la futura madre de sus hijos. A su edad ya debía de empezar a rumiar la idea de formar su propia familia. Era cierto que no estaba solo, tenía a su media hermana ciega y a su padre el borracho. No eran la gran cosa, pero en su momento le eran suficientes. Sin embargo, ahora tenía la necesidad de tener esposa e hijos, y que mejor que esa chulada para ser su futura mujer. Debido a su trabajo se la pasaba viajando todo el tiempo, por lo que rara vez llegaba a su casa, por ello una vez casado dejaría de viajar tanto y buscaría algo que lo mantuviera cerca de su mujer. Él vivía en un pueblo más alejado del de Ojo del sol, de nombre Los Cántaros. Conocía a Amelia y a Vicente, porque el pueblo de ellos estaba aún lado de el de él, donde normalmente solicitaban mucho sus servicios. No obstante, también poseían una casa abandonada en ciudad Juárez chihuahua, zona fronteriza pegada a Texas. Pero no había tenido la necesidad de regresar nunca ahí, pues solo era una vivienda que invadieron sus padres cuando era un niño y que con el tiempo nunca compraron, por lo que se regresaron al sur, donde siguieron con sus vidas. Una vez casado podía ver la manera de venderla, aunque no tuviera los papeles podía sacarle algo a la casa, nunca faltan los idiotas que se dejan estafar fácilmente, y con ello, podría comprar algo mejor para él y su futura esposa. Su madre, una pobre ramera que además fue una repugnante drogadicta adicta a la heroína había muerto ya hacía varios años, por lo que su padre se volvió a casar. Tuvo una hija y un par de meses de manera extraña, esta mujer igual se le murió, al parecer el parto le afectó y no sobrevivió. Todo parecía indicar que a su viejo no le duraban las mujeres pues siempre se le morían. Pero a él no le pasaría lo mismo, Mia se veía sana y fuerte, por lo que estaba seguro que le daría muchos hijos y la tendría por siempre. A Nicoletta (su media hermana ciega) estaba completamente seguro de que no le daría nada de gusto saber sobre sus intenciones de casarse. Era muy pesada la maldita ciega, y ya comenzaba a fastidiarlo, en cuanto estuviera felizmente casado, la mandaría a un albergue o algún lugar donde acepten gente como ella, pero al fin se libraría de ella y del borracho de su padre, al que igual sacaría como al perro inmundo que es de su vida, pues le esperaba una mejor a lado de tan hermosa hembra. En todo ello elucubraba mientras llegaba en su vieja camioneta a la casa de Mia, - ¡Todos tendrán que apechugar, pues llego mi hora! - Pensó riéndose para sus adentros, a la par de que se iba estacionando delante de la casa de la que sería la madre de sus hijos. Ese día por petición de Dolores, Erasmo pidió unas horas en su trabajo para poder recibir a Isidro. Como el joven les había asegurado que se presentaría sin falta al día siguiente, Amelia y Vicente decidieron pasar solo por esa noche en casa de su hija, para estar cuando llegara el pretendiente. Al parecer también estaban muy interesados en escuchar lo que este tuviera que decirles. La única que ignoraba todo ello era Mia, que muy temprano se levantó a llevar a cabo su rutina diaria, cuando por sorpresa encontró a su padre tomando café con sus suegros sentados en el viejo comedor de madera. Suponiendo que sus abuelos estarían aun dormidos sobre los catres que les había colocado en la salita de la casa, para no despertarles había decidido comenzar con las labores fuera del hogar, como recolectar los huevos y poner el fogón para preparar algo de café para cuando estos se levantaran. Pero para su sorpresa estos ya estaban despiertos y además platicando con su padre. Le sorprendió mucho verlo ahí a esas horas, pues ya debería de estar en el campo trabajando. -Buenos días. - saludó a todos acercándose a ellos para darles un beso en la mejilla. - ¿Apa que hace usted aun aquí, ocurrió algo? – le cuestionó la hija tras darle su beso. Sin embargo, antes de que pudiera contestarle alguien llamó a la puerta. Fueron tres golpes fuertes y precisos. Acto seguido Mia se dirigió a la entrada desconcertada aún más, pues era demasiado temprano para las visitas, pero supuso que tendría relación con la visita de sus abuelos y la presencia de su padre en la casa. Sin darle tiempo a seguir analizando la situación, en cuanto abrió la poterna la invadió la presencia de Isidro, que sin disimularlo le recorrió todo su cuerpo con una mirada lujuriosa. - ¿Buenas Mia, como te va? – saludó este cruzando la puerta al instante. -Buenas. - se limitó a responderle desconcertada. En cuanto estuvo en el interior del humilde hogar, dio los buenos días al resto de la familia que le esperaban ansiosos. -Pásale muchacho, te estábamos esperando. Mira este es mi yerno Erasmo, el padre de Mia. - invitando a que se sentara con ellos en el comedor, habló Don Vicente que con señas le pidió se sentara con ellos, al igual que a su nieta, que seguía aun sin saber que era lo que estaba ocurriendo allí. -Gracias y mucho gusto Don. – se presentó el invitado estrechando la mano de Erasmo, pasando a si a tomar asiento todos. -Mis suegros medio me contaron sobre lo que quieres hablar conmigo muchacho, así que desembucha de una vez, y hablemos claro y tendido. – Le pidió Erasmo impaciente pues quería terminar con el asunto de una buena vez. -Bueno si ya le contaron algo, pos solo me queda pedirle formalmente su permiso para tratar a su hija. Se que quizás piense que no me conoce, pero pos pa eso estoy aquí, pa que vea que mis intenciones son buenas con su hija y que quiero hacer las cosas de frente y derecho. Mia quedo horrorizada al entender por fin de que se trataba toda esa reunión, su familia aun seguían aferrados con la idea de buscarle marido, y lo peor era que ahora estaba ese tipo desagradable pidiendo permiso para cortejarla. Enajenada ante tan horrible situación, simplemente se quedó paralizada sin decir nada. -Mira muchacho a mí me gustan las cosas claritas y no me gusta andarme por las ramas. Así como tú me estás hablando de frente y como hombre, así mesmo yo lo voy a hacer contigo. El hecho de que termine aceptando que trates a mi hija, no quiere decir que podrás pasarte de listo en el primer descuido, ¿estamos? Porque mira que yo se usar muy bien mi machete, y a este le gusta mucho la carne de los sinvergüenzas, así que si vienes a verla siempre será con respeto, ¿estamos? -Sin problemas don, yo haré lo que usted me pida. - respondió Isidro sin inmutarse siquiera ante las amenazas de Erasmo. -Pues ya que estamos hablando con la verdad por delante, no es que tenga nada en contra tuyo Isidro, pero a mí no me gusta ser hipócrita, así que de antemano te digo que yo no estoy tan convencida de que tu seas un buen partido para mi nieta. No me lo tomes a mal muchacho, no es que te menosprecie ni nada de eso, pero pues una siempre busca lo mejor para los suyos. -No me tenga tan mala voluntad Doña, le aseguro que soy gente de bien, además soy re chambeador, y no tengo vicios. Les juro que si me dan la oportunidad no se van a arrepentir. - apeló el visitante, disimulando la cólera que le carcomía las entrañas. Estaba bien que la nieta de la vieja estuviera buena, pero tampoco era la reina de Inglaterra para que lo menospreciara de esa manera, pensó el chico mordiéndose la lengua para controlar la furia que lo embargaba. -Bueno ya estuvo bueno mujer, Isidro tiene razón, lo poco que conocemos de él son cosas buenas, tampoco hay que ser tan duros con el pobre, a leguas se le ve que es gente de bien. – manifestó el anciano en defensa del joven que era de su agrado. Para él era el indicado para su nieta, por lo que ya no tenían que buscar más. Si Dolores quería ver casada cuanto antes a Mia, Israel era el ideal. Y así mientras Mia continuaba muda de indignación, su familia comenzó a hacerle preguntas a Israel sobre su prole, sobre su trabajo y que era lo que hacía exactamente. También le cuestionaron sobre qué pasaría si más adelante se formalizaban las cosas a donde se irían a vivir, etc. Para ninguno de ellos parecía serle importante la opinión de la chica que se sentía atrapada y acorralada dentro de una espesa niebla que la segaba. Podía sentirse lejos de ahí como si esa no fuera su realidad, como si estuviera viendo un programa de televisión, donde ella era solo la espectadora. No obstante, mientras escuchaba el parloteo de su familia y de aquel extraño como el molesto zumbido de unos enjambres, algo dentro de ella se desgarró, y una rabia la irrumpió. Jamás se había sentido tan molesta en su vida como en aquel momento. Se sentía ultrajada, humillada y dolida. Estaba profundamente herida, no podía comprender como podían ser todos tan injustos con ella, al grado de estar decidiendo el rumbo de su vida sin importarles si ella estaba de acuerdo o no. Y así cuando la rabia llegó al límite de su ser, explotó en un imponente grito de furia. -NOOOOOOOOOO. - vociferó está dando un fuerte golpe a la mesa. Su familia estupefactos por semejante reacción, callaron al unisón volteando a ver desconcertados a Mia, que colérica se había levantado de la mesa y los miraba con el ceño fruncido y con lágrimas en el rostro. -No voy a casarme y es mi última palabra. – Todos sentados y sorprendidos, observaron a la imponente chica qué de pie por primera vez en su vida se haría escuchar.
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