Capítulo 21. Nicoletta

2239 Words
En el pueblo de Los Cántaros, en la casa de los Hernández, la joven de 22 años recorría su casa tocando las superficies con sus manos. Era ciega de nacimiento, pero eso no evitaba que estuviera al pendiente del polvo y la suciedad de su hogar; no había nada que le desagradara tanto, como percibir una capa de polvo en alguna superficie, justo como acababa de sentir en ese momento. Le había pasado su dedo índice a la pequeña mesita de centro que de adorno tenía una cabeza moái de cerámica, blanca y con unas flores doradas artificiales. El florero y la pequeña figurita de metal que era un alce dorado, habían sido limpiados pulcramente, pero la mesa no, la habían pasado por alto; por lo que con un potente grito de su estruendosa voz llamó a la responsable de semejante crimen. -¡VICTORIAAA!- vociferó impaciente, pues no había nada que le desagradara tanto en la vida como lo era el vivir en la suciedad; pese a que su casa siempre brillaba como un espejo de reluciente. A los pocos minutos del llamado, apareció frente a ella la figura escuálida de una asustadiza adolescente de 13 años angustiada, pues sabía bien que cuando la señorita la llamaba por su nombre completo es que había cometido un grave error, y tendría que pagar el precio. -Vic-to-ría, acércate.- le indicó está deletreando su nombre, cosa que solía hacer muy seguido con cualquiera. -Dígame señorita.- respondió la niña acercándose temerosa a su dueña. -Ven aquí, cerca de mí.- dictaminó la mujer pues requería tocarla; por lo que así lo hizo la joven. Finalmente la tuvo frente a ella, le tocó el hombro para asegurarse que la tenía donde quería, y ágilmente la sujetó con fuerza. -¿Limpiaste la mesita?- examinó Nicoletta Hernández con una voz dulce y melosa. Era una de sus especialidades, cuando estaba furiosa podía elevar el tono de su voz y al mismo tiempo hablar suavemente, pero normalmente hablaba en un tono muy agudo, pareciendo casi una pequeña indefensa… cosa que no era en absoluto. -Sí, claro que si señorita, vera yo estaba….- e inmediatamente sin darle tiempo a mas réplica la sujetó de su cabello comenzando a tirar de el con fuerza. Nicoletta que era más alta que la chica, con la mano aprisionando su cabello la levantaba del suelo con fuerza. Colocándose de puntillas, la pobre Victoria evitaba que de esta forma no le doliera tanto. -¿Porque mientes maldita escuincla, acaso crees que por ser ciega te puedes burlar de mí?- preguntó furiosa la mujer en un tono grabe, buscándole la cara con la mano derecha. En cuanto la tuvo bien sujetada de la quijada se la apretó con furia. - No me vuelvas a mentir en tu vida Vicky, o haré que Simoneo te castigue.- Comprendiendo la magnitud de lo que implicaba ser ¨castigada¨, calló de rodillas y en un tono quejumbroso comenzó a pedirle perdón y suplicarle que no la castigaran. Le rogó de rodillas, pues sabía que eso era lo que más le gustaba a su dueña; que se humillara ante ella y le rogara. -Le prometo que no volverá a pasar, por favor perdóneme señorita, se lo suplico.- viendo con tristeza la enorme sonrisa que se dibujaba en el rostro de la mujer, comprendió que al menos por ahora no recibiría castigo. -Más te vale Vicky, porque sabes que no siempre te tendré la misma paciencia que ahorita.- sentenció su dueña disminuyendo el tono de su voz. -Además que no se te olvide que sin mí tú no serias nada; ¿Qué sería de ti si no te hubiera recogido de las calles? Lo más probable es que a estas alturas ya serías una prostituta bien hecha, o quizás una pobre drogadicta, que tendría que pedir limosna para sacar su dosis diaria. Así que no se te olvide nunca… me debes la vida y por ello me debes de ser lea siempre y jamás mentirme.- le dijo apretando con furia la empuñadura de su bastón.- Ahora termina de limpiar esa puta mesa de una buena vez.- le ordenó la mujer volvió a elevar su voz, esta vez a gritos. Para suerte de Vicky en ese instante sonó el teléfono, por lo que su descuido pasaría a segundo término; con esa llamada, la señorita tendría con que entretenerse. Nicoletta apoyada de su bastón cromado, comenzó a recorrer el pasillo de la sala, tocando con su mano izquierda las superficies que ya conocía a la perfección. Hábilmente llegó hasta al esquinero que tenía sobre su superficie el teléfono de disco antiguo que sonaba sin parar. Todo en la casa estaba pulcramente limpio, tal y como le gustaba que estuviera; claro que sin tener que mover un solo músculo en ella. En cuanto levantó el auricular y escuchó la voz de ¨él¨, se alegró; hacía días que no le escuchaba y comenzaba a extrañarlo. Sin embargo, su alegría no duro mucho, pues como siempre hacía, solo telefoneaba porque requería algo de ella. Nunca le importaba saber cómo estaba, jamás la llamaba para saludarla o preguntarle si se le ofrecía algo, o para decirle que la extrañaba; no, para ¨él¨ ella no era importante, y eso la llenaba de rabia. -Nicoletta, escúchame muy bien; las cosas han cambiado, necesito que se vallan a Juárez cuanto antes, hoy mismo si se puede o a más tardar mañana pero muy tempranito, ¿me entendiste? hoy o mañana como sea, pero los requiero lejos de ahí. – Sin siquiera preguntarle cómo se encontraba, Israel comenzó a darle órdenes a diestra y siniestra. Sin poder terminar de creer lo que escuchaba sintió como la furia le recorría las venas. - Lo que me faltaba, ¿Qué acaso no te das cuenta de la estupidez que me estás pidiendo, Irnos así de repente sin organizar nada? De veras que no se si eres idiota o solo lo haces para molestarme.- Le respondió la mujer encolerizada.- Además, ¿Puedes imaginarte siquiera lo complicado que será llevar al maldito de tu padre?, no verdad, dudo mucho que lo sepas… como naciste atrofiado del cerebro, no alcanzas a comprender la magnitud de las cosas; pero en fin, haya tú y tus estupideces. Yo me lavo las manos, si algo no sale bien en esta repentina huida, será solo tu culpa y de nadie más… ¿Sabes qué? Porqué mejor no me dices de una buena vez que fue ahora lo que hiciste Is-rra-e-lito, para que quieras que salgamos todos huyendo tan de repente. Habla, porque tarde o temprano me enteraré. -Maldita ciega, qué ganas de joderme siempre cada que te pido que hagas algo; tú has lo que te digo y punto.- le gritó Israel rabioso, pues Nicoletta era experta en hacerle perder la paciencia. -No me grites estúpido, porque si se me da la gana no hago nada y a ver cómo te las arreglas tú solito en resolver todo este lio. – entonces, comprendiendo su situación, guardó silencio. Nicoletta satisfecha de su victoria telefónica, se alegró de saber que como siempre lo tenía en sus manos. Acto seguido, respirando muy profundamente a través de la línea, se disculpó con su media hermana por haberle gritado. Desagraviada, esta le ordenó que no hubiera más sorpresas, y sin nada más que decirle le colgó no sin antes asegurarle que le ayudaría por piedad y nada más; después de esto la llamada finalizó. Le daba coraje tener que dejar su hogar, hacía años que vivían en Los Cántaros y le gustaba allí; No obstante, le había asegurado que sería solo por un par de meses, por lo que no le quedaba más remedio que confiar en él. Así sería en el problema que se había metido, pensaba esta en silencio, sin embargo, también se le hacía muy raro que le pidiera que no llevaran maletas, solo lo justo, pues todo debía quedarse en la casa. En parte eso le alegraba pues quería decir que no estarían ausentes por mucho tiempo, pero por el otro le daba mala espina todo lo que estaba pasando tan arrebatadamente. Por ahora no tenía caso especular más, si algo malo le estaba pasando tarde o temprano se enteraría, y lo terminaría ayudando como siempre, pues lo amaba y esa sería su perdición. Así que ya más tranquila se puso en ello cuanto antes, comenzando a dar órdenes. -Vicky, deja eso y ve a buscar a Javier, dile que es urgente.- Javier era su vecino y amigo, que siempre la ayudaba con algún encargo o mandado. Mientras, yo iré a buscar a Simoneo. Acto seguido se dirigió rumbo a una recámara usando hábilmente su bastón y manos como guía. En cuanto llegó al recinto y entró, tuvo que contener las arcadas, pues el tufo a alcohol y sudor era inmundo. -Simoneo levántate ahora mismo.- le ordenó la mujer a su padre, que a primer instancia no la escuchó, por lo que está impaciente comenzó a golpearlo con su bastón. -Que te levantes de una puñetera vez maldito viejo, que tenemos que salir en un par de horas. -¿Adónde o qué?- preguntó el hombre somnoliento y que no se encontraba en condiciones de viajar. -No preguntes estupideces y has lo que te digo; Israel nos quiere lejos de aquí y así será. Te prepararé un café bien cargado, a ver si así se te baja esa cruda que te cargas mientras te das un baño bien helado.- expresó la mujer, guardando por un instante silencio para escuchar si se ponía en ello; como no escuchó nada, rabiosa comenzó a lanzar de gritos.- Dije ahora mismo inútil, mueve el culo y muévete tú porque si en cinco minutos regreso y aun sigues acostado, te va a pesar y mucho, ¿te quedo claro?- y saliendo de la habitación dejó a su padre solo, un hombre alto menudo y fuerte pero de aspecto deplorable, que comenzó a levantarse de la cama para cumplir con las órdenes de su hija, tal y como siempre hacía. A los pocos minutos que su padre se estaba bañando y tenía la cafetera lista con un café tan n***o y amargo como su alma, llegó el lindo de Javier. A Nicoletta le agradaba su vecino, pues podía sentir en su tono de voz que el pobre idiota estaba interesado en ella; cosa que le daba riza pues jamás podría sentir nada por ningún otro hombre, así que ese pobre infeliz solo perdía el tiempo haciéndose falsas esperanzas que ella alentaba apropósito para tenerlo siempre comiendo de la palma de su mano; atento, servicial y siempre dispuesto a ella. -¿Bien Nicoletta, en que te puedo ayudar?- preguntó el hombre entusiasmado observándola con ojos de amor. La mujer no era bella y nunca lo sería; tenía una cara afilada, con una nariz larga y prominente y unos labios finos y casi invisibles que le daban a su semblante un aspecto de bruja, pero que disimulaba muy bien pues siempre que estaba con extraños se las arreglaba para gesticular su rostro, de tal manera que se mostraba ante los demás frágil y tierna, cualidades que estaba muy lejos de poseer. Debido a su falso semblante y a su cuerpo que era lo más rescatable de la ciega, era la razón por la que traía prendado a Javier, pues le encantaba verle sus sensuales curvas. -Qué lindo Javier, muchas gracias, tu siempre tan atento conmigo.- respondió agudizando su voz, mientras se peinaba con los dedos su corta cabellera, que siempre llevaba con el corte Bob; con raja en medio y sin flequillo. – Verás Ja-vi, lo que pasa es que tenemos una emergencia familiar, por lo que requerimos unos pasajes de avión ya sea para hoy o a más tardar mañana tempranito. ¿Será que tú rey me puedas hacer el favor de ir a comprarlos? -Claro que si Nicoletta, tu sabes que cuentas conmigo para lo que quieras, y espero que todo esté bien con ese asunto familiar del que hablas. -Gracias Ja-vi, y si, no es nada grave, no te preocupes; pero si es una emergencia, por lo que tenemos que salir de aquí cuanto antes. Deja te doy el dinero para que vallas por ellos de una vez.- y tras tener el dinero en mano, el hombre salió disparado a buscar lo que le habían pedido. -Bien, Vi-ky, alístame en una maleta lo necesario: un par de mudas, mi cepillo de dientes, mi peine, mis medicamentos, en fin lo básico pues viajaremos solo con lo puesto. Una vez termines con lo mío, le ayudas a Simoneo, porque es tan torpe que no quiero que nos retrase, ¿entendiste? -Si señorita.- le respondió la niña dirigiéndose a ello. A solas, en aquel pulcro e inmaculado recibidor de paredes blancas, decoradas a la mitad con papel tapiz dorado, y cenefas doradas, volvió a tener el mal presentimiento de antes. Algo en todo ese asunto no le terminaba de gustar; conocía tan bien a su medio hermano que sabía cuándo algo le ocultaba. -Hay Is-rae-lito, por tu bien espero y no me estés ocultando nada; porque sin importar que te ame como te amo, si haces algo para perjudicarme te juro que te vas a arrepentir.- sentenció la mujer, apretando la empuñadura de su bastón que era un enorme y falso diamante que resplandecía con la luz.
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