Ese hermoso cabello largo y trenzado, tan n***o como la noche, esa piel aceitunada suabe y tersa, esos labios rojos y carnosos, y sobre todo esa tierna mirada de inocencia, la habían flechado. Hacia mucho tiempo que Danielle no se sentía cautivada por una chica. Con tan solo 18 años tampoco quería decir que tuviera mucha experiencia en el tema del amor. Tuvo una novia anteriormente, su nombre era Azucena. Era bonita, (en lo absoluto como Mia) esbelta y muy alta, bastante fuerte para ser mujer. Le gustaba mucho jugar futbol y era una increíble nadadora. Lamentablemente su pésimo carácter fue lo que provocó que la relación no prosperara. Ambas tenían un genio de los mil demonios, y eran muy parecidas en todo. Hay un dicho que dice: polos opuestos se atraen. Se garantiza mayor éxito en una relación, si ambos se complementan con sus diferencias, y según algunos es lo que se considera mejor para que una relación sea más funcional. No obstante Azucena y Danielle eran lo contrario, compartían los mismos gustos por la música, ambas eran amantes del Rock clásico, de las películas de terror y de las salidas a los antros (lugar en el que entraban con documentos falsos pues ambas en aquel entonces eran menores de edad) Sin embargo a pesar de tener tantos gustos afines, cuando discutían lo hacían con una tremenda intensidad que en más de una ocasión terminaron a los golpes, y eran tan orgullosas que una simple discusión podía extenderse por mucho tiempo, pues cada una de ellas argumentaba tener la razón. Motivo por el cual eran más las peleas que los momentos agradables, por ello la relación fue un rotundo fracaso.
Por fortuna de ambas, la familia de Azucena se mudó a Alemania, por cuestiones laborales de su padre que era embajador. Prometieron seguir en contacto por la red, pero con el pasar del tiempo fueron perdiendo el interés hasta llegar el punto en que no volvieron a saber la una de la otra, dando por terminada así su primera relación con una chica.
Había sido lindo asta cierto punto, pero jamás logro sentir esa atracción, esa conexión que sintió con Mia, y eso que solo habían estado un par de minutos hablando. Pero para Danielle esos insignificantes minutos fueron oro puro. Desde hacía mucho tiempo no había vuelto a sonreír, y bastó unos instantes a su lado para que el mundo volviera a cobrar sentido en su vida.
Tenía que verla de nuevo y lo haría, eso no estaba en discusión. Se prometió, mientras observaba por su ventana el amanecer en esa extraña hacienda que a partir de ahora tendría que considerarla su nuevo hogar. La idea de irse a vivir a un pueblo no le agradó en lo absoluto en su momento. Acostumbrada a las grandes metrópolis y a viajar por todo el mundo, esta nueva vida de quiebra y limitaciones estaba siendo difícil para toda la familia, no obstante, lo que se suscitó en el río, era un maravilloso percance que abría un faro de esperanza en su lamentable vida, y se aferraría a el con todas sus fuerzas.
- No será tan malo. Bien dicen que uno se acostumbra a todo menos a no comer. - susurró Danielle comenzando a cambiarse de ropa.
Inesperadamente escuchó a su hermana en la habitación de aun lado, al parecer se había vuelto a caer de la cama. Desde que llegaron a Copaiba Briella simplemente no cabía en la cama. Con tan solo 16 años su hermana era enorme, había sacado la estatura de su madre Gisela, por lo que en su corta edad ya calzaba el metro ochenta, sin embargo, también pesaba mucho. Desde muy pequeña Bri fue de buen comer, a pesar de las exigencias de la madre por cuidarle el peso, la niña siempre lograba salirse con la suya comiendo toda la comida chatarra que quería. Con los años ese apetito voraz le pasó factura, volviendo su estómago grande, teniendo así una panza doble. Sus caderas eran anchas, al igual que sus glúteos que se habían expandido duplicaron de tamaño, sus brazos y piernas también eran gordos. Y su carita que dé más pequeña fue afilada y delicada ahora poseía una doble papada, que junto con sus regordetes cachetes la hacían ver muy carona. En cuestión de años en un abrir y cerrar de ojos Briella llegó a los 95 kilos. Afortunadamente aun podía moverse, sin embargo, su salud ya comenzaba a deteriorarse, sin siquiera haber llegado aún a la mayoría de edad ya sufría de hipertensión, y dentro de poco si continuaba con ese mismo ritmo la diabetes podía aparecer en cualquier momento. Era una situación lamentable y crítica, pero Bri simplemente no se dejaba ayudar. Por ello Danielle, trataba por todos los medios de ayudarle a salir adelante, cosa que estaba resultando inútil. Ni siquiera las humillaciones y burlas de Gisela servían para alentarla a bajar de peso. Todo parecía indicar que Briella se estaba dejando morir, pero mientras Danielle estuviera viva haría todo lo que estuviera en sus manos para ayudarla.
En cuanto entró en la recamara la encontró en el piso comiendo, había sacado debajo de la cama una enorme bolsa de doritos que comía botada en el suelo con toda la tranquilidad del mundo. Sus dedos y comisura de sus labios estaban embarrados de los restos de las frituras. Y su cabello n***o era una maraña revuelta con restos de pelusa adheridos tras caer de la cama. Danielle se acercó a ella para ayudarle a levantarse.
- Sabes que eso te hace daño Bri, ya lo emos hablado muchas veces.
- Ya sé, pero cuando me caí, recordé que los tenía escondidos ahí y no pude evitarlo, solo quería uno o dos doritos Dany nada más.
- Me parece que fueron mas de dos los que te comiste. - le recriminó Danielle mientras le quitaba del cabello restos de polvo.
- ¿Estás enojada? - preguntó la hermana preocupada, pues a estas alturas solo Danielle parecía quererla, estando siempre a su lado. Papá también la quería, pero él nunca estaba en casa, y Gisela y Allen parecía que la odiaran, por eso solo podía refugiarse en su hermana.
- No, yo nunca me enojo contigo, solo estoy muy preocupada Bri, sabes que ya hemos hablado de esto en muchas ocasiones, pero parece ser que no te importa ni mis sentimientos ni tu salud, y la verdad ya no sé qué más hacer para ayudarte. - acto seguido Briella abrazó con mucha fuerza a Danielle, quien tubo que pedirle que no fuera tan ruda, su hermana poseía una fuerza descomunal que suponía se debía a su tamaño.
- Perdóname Dany, te prometo que esta vez todo será distinto. - Danielle suspiró ante la promesa vacía de su hermana, no era la primera vez que le aseguraba que las cosas cambiarían, no obstante, era mejor no desalentarla y solo mantenerla vigilada.
- Bien, entonces yo me quedaré con esto. - respondió quitándole de las manos la enorme bolsa de doritos. Briella arrugo la cara, pero fingió estar de acuerdo con ello. Acto seguido comenzaron hablar sobre las incomodidades de la hacienda, para continuar con críticas sobre el pueblo y finalizar con la anécdota de Danielle en el río. Briella entusiasmada le pidió le contara todo. Acto seguido, sin omitir nada le narró lo sucedido, finalizando con la detallada descripción de Mia.
- ¡Pareces muy entusiasmada por esa chica! -. le sonrió con picardía Briella.
- ¿De qué hablas? - respondió Danielle tratando de mostrar indiferencia.
- Hay Dany no te hagas, pude ver como se te iluminaron los ojitos al hablar de esa muchacha. Por poco y empezabas a salivar.
- No seas ridícula, no niego que sea bonita y que me haya generado una gran impresión, pero fue solo por el hecho de que estuvo a punto de ahogarse, y nada más.
- Si aja, lo que tu digas. - y ambas pasaron a reírse, pues era imposible ocultar lo evidente. Por más que tratará de ocultárselo, sus ojos la traicionaban, ya que rebelaban la ilusión de lo que era un nuevo amor.
- Bien está bien, ¡ME GUSTÓ Y MUCHO!, ¿Eso querías escuchar? - acto seguido Briella soltó un gritito de emoción dando brinquitos en la cama como una colegiala, entusiasmada por la nueva ilusión de su hermana.
- ¿Quién te viera?, acabas de llegar a este pueblo y ya quieres arrasar con sus mujeres. - se burló Bri, provocando en ambas unas carcajadas.
- Nada de eso, solo se trata de una, de la chica mas hermosa que haya visto hasta ahora. Y sí, tienes razón, creo que estoy enamorada. - ambas sonrieron entusiasmadas, no obstante, fueron interrumpidas pues la habitación de la recamara se abrió con violencia. Entrando una figura alta y esbelta, ataviada en un camisón de seda rojo y una bata del mismo color desatada. La figura imponente estaba calva debido a las quimioterapias, su aspecto era demacrado y pálido, pero aun así había fortaleza y temple en su presencia. Erguida y observándolas fúrica, comenzó la discusión.
- ¡Son las 6 de la mañana, y ustedes en vez de estar durmiendo están haciendo todo un escándalo, sin importarles que abemos personas que si queremos dormir! –
- Lo siento Gisela, ahora me regreso a mi recamara. -pero antes de que pudiera marcharse, Gisela la sujetó con fuerza, a pesar de su enfermedad aun tenia vigor para maltratar a Danielle.
- No creas que no escuché lo que hablabas. - dijo está apretando cada vez con mas fuerza el brazo de Danielle.
- ¡Es el colmo que no puedas ni siquiera aquí, en este mugroso pueblo controlar tus antinaturales instintos, y sobre todo con una mugrosa indígena! - Danielle se libró de sus garras jalando bruscamente su brazo.
- No tengo porque rendirte cuentas Gisela, y menos a ti, que eres la menos indicada para hablar de moralidad-. En ese instante la mano de Gisela se impacto con furia sobre el rostro de Danielle, dando por comenzada la batalla campal del día…