Después de recoger mis cosas, fui hasta casa de mis padres, sentía que debía hacerlo, no podía permitir que ellos me siguieran golpeando de esta manera. Al llegar toco insistentemente el timbre hasta que abren la puerta. “¿Dónde están mis padres?”, pregunté. “Están en el despacho señorita”, respondió una empleada. Sin dudarlo me dirijo hacia el lugar de donde salen todas las ideas majestuosas, entro sin ni siquiera tocar la puerta, ambos están sentados con un papel en la mano. “Los odio, definitivamente los odio, me han dañado completamente, ya que lo que le hicieron a Cristian, ahora él me echó de su vida, son unos desagraciados”, dije muy pero muy enojada. “¿De que estás hablando?”, preguntó mi madre tranquilamente. “Sandra tú más que nadie sabe a qué me refiero, eres una maldita,