CAPÍTULO IV Cuando los caballos se perdieron de vista, Miriam entró en la casa diciéndole a Carter: —Espero que lord Heywood llegue bien. —Su Señoría puede conducir cualquier cosa— replicó Carter con gracia—. ¡Hasta una mula y un burro juntos! Miriam rio de la ocurrencia y al volverse encontró a alguien junto a ella. Era el cartero, que había dado la vuelta a la casa. Subió los escalones y puso dos cartas en la mano de Carter. —Ya me cansé de tocar— dijo—, y no se escucha ningún sonido ni hay un alma alrededor. —El lacayo debe estar durmiendo— contestó Carter. Miriam no esperó a escuchar como terminaba ese despliegue de ingenio y penetró en la casa y cuando Carter se reunió con ella unos instantes después, le dijo: —Me pregunto si las cartas serán importantes. Es una lástima que