—También le agradecería que fuera a la casa de campo— repuso lord Heywood—. La situación allí es la misma, ya que la mayoría de los muebles y enseres son inalienables de acuerdo con el testamento de mi abuelo. Pero se han hecho algunas mejoras, y espero que al pasar los años alguno de los cuadros que se omitieron en el testamento se consideren valiosos ahora. —Eso puede haber sucedido con facilidad— le aseguraron y lord Heywood encontró aquellas palabras muy alentadoras. Cuando salió de los salones de Christie’s ya se había hecho tarde y regresó a casa para ponerse el traje de etiqueta que Carter había puesto en su equipaje. Mientras se cambiaba en el dormitorio que siempre había ocupado su padre, lord Heywood pensó que, a través de los arios, el dinero se había despilfarrado como si pr