—Te amo, Rommey— le había dicho la noche antes de su partida—. Tan pronto como regrese a Londres debemos hacer planes para nuestro futuro. Era la primera vez que hacía una declaración tan directa; aunque, con anterioridad, había insinuado que deseaba estar junto a él toda su vida. —Nunca he amado a nadie como te amo a ti— siguió diciéndole mientras se aferraba a él, deslizando los brazos alrededor de su cuello para atraer su cabeza hacia ella. —Seremos muy felices, querido. Ninguna mujer ha tenido nunca un amante más ardiente e impetuoso que tú. Sus labios, ardientes y sedientos, acallaron la respuesta de lord Heywood. Pero él pensaba que, aunque su cuerpo respondía irresistiblemente al fuego que ella sabía encender, su mente le decía, firme y desapasionada, que no tenía la menor inte