—¿Cora? —ella me agita levemente el hombro, y sólo asiento en su dirección— ¿Te doy un minuto?
Levanto los ojos observando a mi alrededor, ya Logan ha estacionado de nuevo bajo el edificio de su primo, y tanto él como Tori nos esperan en la entrada cargando unos bolsos viejos. Regreso la vista a mi celular que vuelve a sonar nuevamente. Lo bloqueo cortando la llamada, y lo apago, arrojándolo con impaciencia dentro de la mochila.
—No —le corto con frialdad. Sé que no es su culpa, nada de esto lo es, pero la situación en la que me encuentro la siento muy forzada. Si no fuese por Vanessa, ¿habría decidido dejar a Derek atrás? Supongo que esa pregunta, junto con el enorme dolor que conlleva, me perseguirá por un largo tiempo. ¿Acaso seré capaz de dejarlo realmente atrás?
Bajo del coche siguiendo a mi amiga hacia la vereda, en donde Logan le pasa la llave del coche a su primo en un apretón de manos que termina en un corto abrazo.
—Cuídalas, primo.
—Sabes que lo haré. Y tú también cuídate mientras no estoy —Tori le pasa el bolso que estuvo cargando, y se despiden chocando los puños.
—¿No volverás a New Rochelle? —Vane se nota inquieta, entre curiosa y un poco preocupada.
Rodeo los ojos y meto el brazo por la ventanilla del conductor del coche para abrir el baúl. Jake acomoda los tres bolsos dentro, y le guiña un ojo mientras cierra con cuidado el maletero.
—Puede que me quede un tiempo por allí.
El rostro de ella se vuelve de un rosado intenso, y asiente torpemente. Me acerco a Logan para abrazarlo, y el calor que me trasmite es reconfortante. Realmente lo extrañaré mucho, y aunque no sea muy expresiva con él, siempre lo consideré como un hermano mayor. Y ahora, esa parte de mí, la niña indefensa que puede ser ella misma sin máscaras ni corazas, se quedará con él aquí en mi ciudad natal.
—Cuídate mucho, Line —su abrazo es más fuerte y siento que el aire se me escapa, pero su perfume me invade y muy dentro mío no quiero que me suelte. Quiero aferrarme a la seguridad que me da, y a esa pequeña Coraline que era feliz dentro de su infierno; antes de que el dolor fuese más pesado que las pequeñas alegrías del día a día—. Y prométeme que me llamarás todos los días, ¿sí?
—Por supuesto que lo haré —le devuelvo la sonrisa y remueve mi cabello despeinándome—. Y más te vale ir a visitarnos de vez en cuando. Nos harás mucha falta.
—Muchísima —una Vane llena de lágrimas se aferra a su cintura abrazándolo y quitándole el aire, y terminamos riéndonos en un abrazo grupal los tres—. Extrañaré mucho esto, el poder estar juntos.
—Oigan, somos familia, no de sangre pero sí de corazón, y seguiremos estando juntos a pesar de todo —ambas asentimos y él nos acompaña hasta el coche—. Esta es una enorme oportunidad para que comiencen de nuevo. Deben ser felices, ¿entienden? A costa de lo que sea, pero deben ser felices de verdad.
—Eso intentaremos —afirmo decidida, Vane me observa preocupada, y asiento con confianza y firmeza para que no se sienta culpable. Seré mi versión fuerte y fría una vez que crucemos el límite de la ciudad, lo seré por ella, para poder cuidarla y protegerla, sin culpas ni siendo una carga más para ella. Así como dice Logan, merecemos ser felices, a costa de lo que sea; incluso a costa de nuestros propios sentimientos.
Saludamos a Tori con la mano y un “adiós, y gracias”, y Jake enciente el coche para emprender el camino. Mientras hace una “U” con el coche, para bajar hacia la Lincoln Ave nuevamente, observo a nuestro amigo de pie, con una gran sonrisa y deseándonos lo mejor. Sé que no es una despedida definitiva, y que seguramente nos estará enviando mensajes para saber si llegamos bien y si nos pudimos instalar en algún lugar, pero igualmente mi pecho duele. Ya sea por los nervios a lo que nos depara esta decisión, o el simple hecho de habernos dejado llevar por la adrenalina de un futuro mejor, pero… duele, y a la vez se siente irreal. ¿Cambiaremos de parecer al llegar a nuestro destino? ¿Será real para nosotras allá?
…
El viaje por la ruta 95 fue corto, en menos de lo que esperaba estábamos cruzando el límite de New Rochelle e ingresando a Pelham Manor, para luego llegar al Bronx. Atravesamos casi todo el estado, por la ventanilla pude distinguir la zona más prestigiada, y observé con detalle cómo las edificaciones muestran un mayor deterioro y despreocupación mientras se va llegando a la zona sur.
Jake nos hizo arrojar nuestros celulares para que no nos rastree la policía, ya que deberíamos tener mucho cuidado con nuestros datos. También con eso está el que nuestras cuentas de r************* deberían quedar en el pasado, al igual que nuestra identidad y nuestro pasado en New Rochelle. A partir de ahora somos dos adolescentes que empiezan desde cero en todos los aspectos de su vida, enterrando y olvidando todo el pasado, junto con todo lo que conlleva.
Lo único que extraje fue la pequeña tarjeta de memoria en donde guardaba muchas fotos, canciones y videos que son importantes para mí. Todas las contraseñas las tengo anotadas en una hoja, en mi bolsa de cosas importantes, por si pasaba algo, pero ya no podré utilizarlas si queremos que esto vaya lo mejor posible.
Cerca de Unionport Jake toma un desvío hacia el norte, desembocando en la Cross Bronx Service Rd N, la calle paralela a la ruta.
—¿A dónde vamos? —Vane está muy desanimada, el hecho de tener que desprenderse de su celular y de todo lo que implica el cortar con los lazos y recuerdos la ha dejado en shock. Creo que cuando tuvo esta idea no tomó en cuenta lo que realmente significaba el dejarlo todo atrás y comenzar de nuevo.
—Pararé por celulares nuevos y otros chips para que puedan comunicarse. Además, como personas normales, deben crearse nuevas r************* si pretenden encajar —estaciona en la Castle Hill Ave, frente a la tienda Total Wirelees. Cuando quita las llaves del contacto se queda unos segundos mirando al frente, y suspira—. Si quieren pueden aprovechar a ir por algo de comer o beber a uno de los bares que hay en esta cuadra. Me demoraré un poco para poder conseguir los modelos que usaban, cosa de que no deban acostumbrarse también a un cambio de sistema del celular.
—Gracias —respondo en voz baja, él asiente y se baja del coche, dejándonos en silencio—. ¿Vanessa?
—¿Mhm? —susurra aún con la vista fija en sus manos entrelazadas sobre sus piernas. No es normal en ella que se quede en silencio por mucho tiempo, ni con un ánimo por los suelos.
—Ven, vamos a por unos batidos —intento animarla, empujándola levemente con el hombro, y ella fuerza una sonrisa fingida. En este momento me doy cuenta de que ella quizás estuvo fingiendo estar bien todo este tiempo por mí, o por ambas, pero ocultando lo que realmente le pasa. De pasar una vida ocultando sus cicatrices, a sufrir conmigo por la pérdida del bebé, y ahora esto… Es demasiado para que una persona lo soporte sin romperse.
Afuera el ambiente es diferente a nuestro barrio en New Rochelle, pero se siente como un aire nuevo. El hecho de que aquí somos sólo dos chicas comunes es algo que agradezco. Allí, dentro de la comunidad en donde crecimos, sólo éramos las hijas de nuestros padres, niñas con un apellido muy pesado para cargar, entre mentiras y secretos, pero aquí… Aquí todo esto es nuestro, la libertad es nuestra. Y ambas lo supimos al vernos a los ojos, esto sería realmente una nueva vida para nosotras, una nueva oportunidad.
—Espero que tengan uno de fresa —comenta ella con una sonrisa más animada, enganchando su brazo con el mío mientras emprendemos camino al bar cruzando la calle.
—Y espero que tengan de chocolate.
—¿Con un trozo de pastel? —reímos por su comentario, y siento en mi pecho a mi corazón latiendo de nuevo, más ligero. Incluso el aire que ingresa a mis pulmones se siente tan liviano, tanto que me siento como una pluma, sin peso ni culpa por primera vez en mi vida.
—Con un gran trozo de pastel.