¿Será la última vez?

1317 Words
Saco el celular del bolsillo trasero de mi pantalón, y me apresuro a tomar la mayor cantidad de fotos que puedo. Debajo de aquella fotografía de mi madre con el hombre y el niño, había otras dos más: en una se aprecia al hombre con el pequeño de ojos celestes que aparenta tener unos dos o tres años, y en la otra es una del niño pero de cinco o seis años. Cuando las dejo a un lado me doy cuenta de que todas tienen una dedicatoria y una fecha escritas a mano con una caligrafía elegante, por lo que también fotografío eso sin leer nada para hacer lo más rápido posible. El resto de las cosas dentro de ese bolso gris también me impresionan, hay muchos billetes de cien dólares en fajos enganchados por una bandita elástica color marrón claro. Varios collares que parecen de oro y plata, aretes, pulseras y anillos con piedras. Dos cuadernos que simulan ser diarios personales encuadernados en tapa de cuerina negra, las hojas se notan viejas y al ojearlo varias fotos y recortes de revistas y diarios se van revelando. Y al fondo del bolso lo más llamativo de todo es una pequeña cajita de terciopelo rojo, de esas que se usan para sortijas de matrimonio. Quedo perpleja y en un shock aún peor cuando abro la cajita. Una sortija de aspecto viejo, como una reliquia, brilla a contraste de la luz de la habitación. Tiene varios arabescos y piedras que creo son topacios, y atrás la leyenda de un apellido “Siempre tuyo, O. Campbell” con la fecha de 1861. El aire se escapa de mis pulmones y me dejo caer sobre la cama, sosteniendo aquella herencia. Por el año debe datar sobre la Guerra Civil. ¿Campbell habrá sido un soldado? ¿Qué significa todo esto? Que recuerde, nuestra familia emigró aquí desde Francia, llegando al este de Estados Unidos por los años veinte. Eso significa que la reliquia no pertenece a mi familia, ¿será del hombre de la foto junto a mi madre? El sonido de llamada entrante me saca de órbita, asustándome y haciendo que el anillo casi se me caiga de las manos. Lo guardo ágilmente en su cajita y tomo el celular para cortar la llamada. Caigo en cuenta que es la canción de Derek, y la imagen de nosotros en la pantalla vuelve a mover mi mundo de pies a cabeza. De por sí ya tengo mil emociones revueltas tras este enorme descubrimiento, y sumar el hecho de traer a Derek al presente… Todo se ve yendo de mal en peor. El ruido de la puerta de entrada me espanta, escucho el tintinear de las llaves y los sonoros taconeos de mi madre. Guardo nuevamente el celular de mi bolsillo y apurada recorro el armario con la mirada hasta dar con otro bolso. —¡Bingo! Una maleta bordó de tamaño grande con rueditas se asoma por el fondo del armario, asique la saco con apuro y para mi suerte está vacía. Meto todo el dinero que encuentro, y dudo en si llevarme las joyas y el anillo. El rostro de mi padre se hace presente en mi mente, y con apuro vuelvo a poner el dinero en aquel bolso, lo cierro y me lo cuelgo al hombro. Meto algunos perfumes, joyas y maquillajes de mi madre que están sobre el tocador de su baño, y los lanzo a la valija, cerrándola y cargándola con la mayor prisa que puedo. Con equilibrio logro cerrar de nuevo las puertas del armario antes de ir hacia la salida. Saco un poco la cabeza hacia el pasillo, y por lo que parece mi madre debe de estar en la cocina, o en el living en el piso de abajo. Voy rápido en puntas de pie hacia mi habitación y cierro la puerta sin hacer ruido. Lanzo la maleta a la cama y termino de meter todas las cosas que encuentro, más ropa, calzados, maquillaje, productos de higiene y de belleza, el secador de pelo, y unas sábanas junto con mi manta favorita. Intento cerrar la maleta a presión, coloco una pierna sobre ésta para hacer más rápido hasta que el cierre logra llegar hasta el final. Cierro los ganchitos de seguridad a los costados y la dejo en el suelo, al igual que el bolso. Me tiro de rodillas al suelo y levanto el colchón, meto la mano en un hueco que hice como escondite, y saco una bolsa de tela negra. Allí está mi ahorro, junto con algunas cartas que escribí en mis peores momentos. Desato la cuerda de la bolsa para corroborar que todo esté allí, y en efecto así es, al igual que un dije que Derek me había regalado cuando comenzamos a salir, como muestra física del amor que sentíamos, y de cómo siempre encajaríamos a la perfección en la vida del otro. El retener las lágrimas ya se me hace imposible, y un sollozo amenaza con desgarrarme el pecho. Con todo el pesar del mundo vuelvo a atar las cuerdas de esa bolsita y la meto dentro del bolso. Tragándome mis emociones doy un último vistazo mientras vuelvo a colocarme la campera y la capucha, y me dirijo a la ventana, rogando para que no llegue mi padre o que mi madre siga dentro de la casa alejada de las ventanas. Primero lanzo el bolso al suelo, y tratando de que caiga con el menor ruido posible destrabo la manija para que el caño salga y así tenga menos distancia para caer, y quizás menos ruido. La lanzo sobre unas flores espesas y altas que adornan el borde de la pared de la casa y me alivia que el sonido del golpe haya sido mínimo. Paso la una pierna por el marco de la ventana, y sosteniéndome con mis brazos e impulsándome con la otra pierna, logro llegar a la rama gruesa del árbol y luego me dejo caer. Mi tobillo late dolorido, creo que me lo doblé. Por la adrenalina mi mente bloquea todo, y sólo atino a agarrar el bolso y la maleta, y correr hacia el jardín sobre el mismo camino por el que ingresé. Cuando ya estoy sobre la calle Mt Joy Pl logro respirar al fin. Intento apresurarme lo más que puedo, pero sin llegar a correr para no llamar de más la atención de algún vecino chismoso. La cuadra se me hace más larga a cada paso, casi infinita, como si cada paso que doy retrocediera dos. Así como suele pasar en las pesadillas. El ruido de una moto se oye a lo lejos, pero no es cualquier moto: es esa moto. Cruzo la calle y corro los últimos metros que quedan hasta doblar en la esquina en donde el coche de Jake me recibe con un Logan y una Vane más aliviados. Logan presiona el botón del baúl y éste se abre, asique aprovecho y lanzo la maleta y el bolso adentro, cerrando el baúl con demasiada fuerza. Vane entiende mi acción y abre la puerta del coche por donde me dejo caer y cierro de nuevo con fuerza. Me agacho y giro hacia atrás, intentando observar todo en modo alerta. —¡Arranca! ¡Arranca! —le grito a Logan, quien me hace caso sin replicar. El motor encendido del coche me tranquiliza, pero el ruido de la moto de Derek me sigue erizando la piel. Mi corazón late en mis oídos, y comienzo a marearme demasiado. El coche dobla por segunda vez a la derecha, y sale tomando de nuevo el último fragmento de la Mt Joy Pl… Y por unos segundos logro ver a Derek bajarse de la moto estacionada frente a mi casa, mientras se quita el casco, y saca su celular. El mío suena con nuestra canción, y siento que muero en ese mismísimo instante. —Derek…
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