Llegando a la Coligni Ave comienzo a sentir la adrenalina surgiendo en mi pecho. El miedo a que nos descubran está allí, latente. El sol ya está en su punto límite a esconderse, y las estrellas se pueden divisar en algunos puntos en el cielo despejado.
Logan comienza a desacelerar cuando ya nos encontramos a unos metros de la Clove Rd, en dirección al norte hacia donde están nuestras casas. Me paralizo cuando ingresamos a la familiar calle, en donde algunos vecinos están fuera disfrutando de la tarde. De sólo pensar en que pueden llegar a vernos, o que lleguen a relacionar el coche de Jake y por ende a nuestro plan…
—Detente —Logan no me escucha, y veo cada vez más cerca la esquina de una calle solitaria—. ¡Detente!
Frena en seco y me golpeo la cabeza contra su asiento de conductor. A mi lado Vane se abraza a sí misma, angustiada y a punto de colapsar por los nervios.
—¡¿Pero qué diablos?! —él se gira asustado, su frente denota una ligera capa de sudor, y sus ojos destellan preocupación— ¿Qué pasó, Cora?
—Es mejor que gires ahora a la derecha, en la Chauncey Ave —ambos me observan desconcertados, pero él asiente y vuelve a arrancar el coche. Gira a la derecha y a unos metros reconozco la calle que lleva a mi casa—. Métete en esta calle, no importa que sea contramano, a unos metros hay otra calle en donde podrás esperarnos, la St Pauls Pl, esa no es casi transitada, y es imposible que los vecinos de nuestra calle vean el coche.
—Bien pensado —susurra Vane con un brillo de alivio en sus ojos. Entrelazo mi brazo con el de ella y recuesta su cabeza en mi hombre, intentando tranquilizarse.
—Todo estará bien, ¿de acuerdo? —ella sólo asiente, y aferro mi mano a la suya. La siento temblar, y la culpa me invade inevitablemente.
¿Es correcto hacer esto? ¿Tener que exigirnos hacer estas cosas, para poder salvar nuestra mente de colapsar o llegar al límite? Siempre fuimos así, protegiéndonos una a la otra, siendo nuestro refugio, entendiéndonos como nadie lo hacía… Siendo nuestra única esperanza mutua. Y ahora esto, el tener que escapar. Pero, así como antes, nos seguimos teniendo la una a la otra.
El cielo se torna oscuro a cada minuto, y calculo mentalmente que nuestros padres tardarán cuanto mucho una hora en llegar a casa; pero nuestras madres ya deberían de estar esperándonos.
—Bueno —anuncia Logan luego de aparcar en la entrada de la breve calle—. Las espero aquí, pero recuerden que deben hacer todo lo más rápido que puedan.
Del asiento copiloto nos pasa nuestras mochilas vacías, en donde deberemos meter todo lo de valor que encontremos una vez ingresemos a nuestras casas. El hecho de entrar a llevarnos cosas me hace sentir una delincuente, por más que sean nuestras pertenencias, o el dinero de nuestros padres… En realidad por más que sea de nuestros padres no nos pertenece, pero nos lo deben. Más si es para nuestra felicidad, para intentar una nueva vida… Merecemos esa oportunidad.
—Vamos —Vane me aprieta el brazo aún más, y volteo a verla mientras sostengo la manija de la puerta para abrirla—. Ya es hora amiga, si no nos damos prisa será peor. ¿Lo entiendes, verdad?
Ella asiente y me suelta, luego de vernos a los ojos unos segundos me da una leve sonrisa.
—Nos vemos al regresar.
—Al regresar —repito y ambas abrimos las puertas al mismo tiempo.
Afuera la brisa fresca de la tarde me da de lleno en el rostro, y un escalofrío recorre mi cuerpo.
‹‹Sí puedes, Coraline. Sí puedes… Hazlo por Vane y por tu futuro››.
Con un asentimiento de cabeza me despido de mis amigos y comienzo a caminar hacia la esquina de la Mt Joy Pl: la calle de mi casa. Vanessa me sigue a varios metros detrás, con la capucha de la campera amplia que Jake le prestó ya sobre su cabello, cubriendo incluso una parte de su cara. Antes de cruzar la Mayflower Ave hago lo mismo, y trato de dejar todo mi cabello dentro de la capucha.
Al acercarme ya a la altura en donde se encuentran nuestras casas comienzo a caminar más rápido, intentando pasar lo más desapercibido posible. Por suerte los vecinos están dentro de sus casas, y la calle parece desierta. De lejos diviso las luces de la casa de Vane prendidas, y mi corazón salta ante la preocupación por ella. Sólo ruego que no se tope con su madre.
Volteo a todos lados lentamente, para no ser obvia, y cuando me aseguro de que no hay nadie ingreso por el costado del jardín que conecta con el patio trasero, y con el árbol bajo mi ventana. Trepo el árbol como ya acostumbraba a hacerlo, y con eficacia logro entrar por la ventana que ya estaba entreabierta.
Observar mi cuarto y saber que será la última vez en que estaré aquí es una emoción de otro mundo. Se siente tan lejano y a la vez tan realista, cómo todo va cayendo en mi ser y se vuelve doloroso. Un vacío quema en mi pecho cuando fijo la vista en la foto sobre la mesita de luz, en donde refleja otra feliz tarde que pasé con Derek. La tomo y siento todas las emociones de aquel momento, como si lo volviera a vivir. Varias lagrimas comienzan a resbalar por mis mejillas, y me sacan de la ensoñación. La dejo sobre la cama mientras me quito la campera amplia de Jake, ya que debajo traía la mochila vacía.
Guardo la foto en el fondo de la mochila, y con más prisa abro los cajones de los muebles, manoteando las primeras prendas que encuentro. Conjuntos de ropa interior, dos camisones, remeras, jeans, y la caja en donde guardo mis chucherías importantes, o recuerdos de momentos felices. Dos pares de zapatillas y una campera, y ya la mochila parece estallar. Intento pensar en dónde más puedo meter más cosas, y recuerdo un bolso de viaje de mi madre, que usó el año pasado cuando se fue de vacaciones con mi padre. Pero ese bolso está en su habitación.
Con cuidado abro la puerta de mi habitación que da al pasillo, y me quedo estática con medio cuerpo fuera escuchando a ver si algún otro sonido se hacía presente, pero nada. El silencio es demasiado incómodo para la hora que es, pero aún así me encamino con lentitud hacia la habitación a dos metros de la mía: la de mis padres. La puerta está cerrada, por lo que la abro con lentitud, y para mi sorpresa está vacía. Ingreso con rapidez con la adrenalina pulsando cada vez más fuerte en mis venas.
Abro las dos puertas del armario de un jalón, y en un estante de arriba se encuentra el bolso. Intento tomarlo con otro tirón, pero para mi sorpresa hay un peso adentro que me lo impide. Con más fuerza lo arrastro hasta que éste cae hacia mí, y con un envión lo lanzo sobre la cama doble. Abro el cierre y me quedo en shock. Lo primero que observo es la foto de ella con otro hombre, en donde se ve un niño pequeño abrazado a la pierna de mi madre. Pero lo más fuerte es ver la sonrisa y los ojos de aquel niño, que son idénticos a los míos en las fotografías de cuando era niña.
—Pero qué…