Primer día como entrenadora, Parte 2

3416 Words
Cuando Roger había presentado a su hija ante los medios en un evento benéfico para niños con cáncer de la fundación del Real Manchester, ella solo tenía seis meses de nacida. Maribel no había estado de acuerdo con exponer así a su hija, pero eso fue lo que recomendó el publicista de Roger para dar esa imagen del típico futbolista familiero. Y fue desde los seis meses de edad que Sammy había encantado a los medios con su carita bonita y su ternura, y a ella siempre le habían gustado las cámaras. Pero ahora que debía hacer frente a los medios ya no como jugadora sino como entrenadora, y tras meses de no haber salido de casa sino para lo necesario, se sentía nerviosa, muy nerviosa. El club Lions, en los pocos años que llevaba funcionando, no había tenido a más de tres reporteros en su sala de prensa. Sí, eso era un chiste a comparación de las ruedas de prensa del Real Manchester y otros equipos de talla. Pero ahora que se presentaría a Sammy como la nueva DT del equipo, Roger había tenido que escoger entre toda la lista de alrededor de 100 representantes de los principales medios de comunicación del mundo, para seleccionar solo a los 50 que cabían en la sala. Y si eso fue al anunciar a Sammy como la entrenadora, Roger no quería imaginarse cómo se alborotarían los medios al anunciar a Maximiliano Bonilla como el fichaje estrella de la temporada. Nadie sabía nada aún. Roger aún no había dado a conocer esa noticia a los medios, y no había habido todavía ninguna filtración, así que le daría la oportunidad a Sammy de lanzar esa bomba en la rueda de prensa, para que la cerrara con broche de oro. Después de la sesión de fotos protocolaria de la firma del contrato, inició formalmente la ronda de preguntas, y Sammy no evitó tomar la mano de su padre por debajo de la mesa, para así de alguna manera contrarrestar los nervios. —Nethan Pussett, de ESPN —habló el moderador, asignando el primer turno, y Sammy sintió a su corazón latir con la misma fuerza que cuando solía correr en las canchas tras un balón. —Buenos días, entrenadora Williams —saludó el delegado de ESPN, y Sammy se acercó al micrófono y respondió: —Sammy. Saben que deben decirme solo Sammy —se logró relajar un poco, miró a la cámara y guiñó un ojo, tan coquetamente como lo hacía en su época de jugadora —. Saben que entre menos me digan por el apellido de mi padre, mejor. Varias risitas suaves se escucharon por toda la sala, entre esas la de Roger, que se sentía menos tensionado al ver que su hija lo estaba haciendo de maravilla. Oh sí, había salido tan parecida a él y a Maribel, fuerte, con carácter, y que no se dejaba intimidar por nada ni nadie. —Por supuesto, entrenadora Sammy —continuó el reportero de ESPN —. Nos alegramos de que vuelva a la acción después de aquel fatídico hecho que la alejó de las canchas, y queremos que sepa que tiene todo el apoyo de la comunidad deportiva —Sammy sonrió de nuevo genuinamente, y poco a poco fue soltando el fuerte agarre que tenía en la mano de su padre al sentirse más tranquila. Al sentirse de nuevo en su salsa —. Ya pasó un año desde aquello, ¿cómo se siente regresar a las canchas ahora como entrenadora? Sammy bebió un sorbo de la botella de agua de marca nacional para aclararse la garganta, que estaba seca debido a los nervios. El equipo, al ser todavía de las divisiones inferiores, no tenía aun un patrocinador a nivel internacional, así que en la mesa de las ruedas de prensa todavía no se veían botellas de Coca-Cola, ni de Gatorade, ni nada por estilo. —Para serles sincera, siento unos nervios de los cojones, y verlos a todos ustedes me pone más nerviosa que en la noche en que tuve sexo por primera vez —respondió, y todos rieron con más ganas. Roger tal vez en otra ocasión le hubiera pateado a su hija la pierna de carne y hueso para que moderara su manera de hablar, pero...pero él se sentía feliz al ver que estaba siendo ella misma, después de tanto tiempo. Oh sí, él había tenido razón al pensar que, con darle este trabajo, ella al fin saldría de esa burbuja en la que se había encerrado. Sammy siempre había sido así desde pequeña. Una chica que hablaba sin tapujos. Incluso no temió en revelar ante los medios hace unos años que había jugado como una mierda en un partido contra el Milán porque aún le dolía la...vagina al haber tenido su primera vez con su novio dos noches atrás, y fue así como de paso Roger se enteró de que su “niña” ya no era una niña; pero él no reaccionó mal como otros papás solían hacer, porque después de todo él fue el que juntó a Sammy con Walter. Roger sabía de primera mano lo tremendos que eran los futbolistas varones. El dinero y la fama los cambiaba a casi todos, los volvía unas divas mujeriegos que aparentaban ser hombres de familia ante la sociedad, y él en definitiva no quería que su hija saliera con un colega de profesión, así que ¿Qué mejor que juntarla con un médico deportivo? —Es...un gran desafío, teniendo en cuenta que fue hace dos años que obtuve mi título en Ciencias Deportivas —continuó Sammy, poniéndose seria de nuevo —, pero llevé la banda de capitana en mi club desde los 13 años, y en la selección nacional desde los 18, así que tengo experiencia en liderar personas con diferentes personalidades, tanto humildes como divas, así que espero que eso me haga estar a la altura para llevar a este equipo a la primera división. Las preguntas continuaron por cerca de hora y media. Afortunadamente, los medios no fueron crueles como lo solían ser con todos los deportistas, y no le habían preguntado a Sammy directamente por su accidente y su posterior recuperación. Pero sí que hubo una pregunta final, fuera del ámbito deportivo, que hizo que Roger apretara los dientes. —Sammy, ¿es cierto que ya no te vas a casar con el doctor Walter Davis? —preguntó el representante de The Sun. Sammy ya se esperaba ese tipo de preguntas de ese medio de comunicación sensacionalista. Roger había dudado en permitirles la asistencia a la rueda de prensa, a sabiendas de que, siendo un medio precisamente sensacionalista y para nada deportivo, no al menos del periodismo deportivo serio; pero el publicista del club recomendó que sí porque...porque siempre se necesitaba de algo “sensacionalista” para estar en boca de todo el mundo. Sammy, tras años de estar en el foco de las cámaras y de las preguntas incomodas de la prensa, guardó la compostura y respondió: —Sin comentarios sobre mi vida personal, gracias. Ni ella misma sabía el estado de su relación con Walter, así que, de todas formas, haberle respondido algo al diario The Sun hubiera sido una gran mentira, y ella prefería el típico “sin comentarios”, a tener que mentir. Cuando la ronda de preguntas finalizó, Roger le recordó con un leve codazo a Sammy la bomba importante que debería lanzar, y la rubia, por mucho que detestara la noticia que tenía que anunciar, lo disimuló muy bien en su cara, y acercándose de nuevo al micrófono, dijo: —Y, para finalizar, quiero anunciarles el fichaje del volante colombiano, Maximiliano Bonilla. Tal y como se lo imaginaron los Williams, todos los reporteros se levantaron enérgicamente de sus sillas y empezaron a tirar preguntas a diestra y siniestra, sin que el moderador pudiera de alguna manera organizarlos. Sí, bueno, Maxi Bonilla podía ser un hijo de puta —pensó Sammy—, pero aún seguía siendo el niño adorado del fútbol, toda una sensación, y que ahora llegara a jugar a un equipo de segunda división sí que daría de qué hablar a los medios por un tiempo, antes de que otro futbolista famoso igual de polémico cometiera alguna embarrada en su vida personal, y entonces el mundo se volvería a olvidar de Bonilla, de Sammy y del Lions F.C. —Estuviste increíble, cariño —le dijo Roger a su hija mientras salían de la sala de prensa —. Toda una Williams. Sammy regresó a casa al medio día. Su horario laboral, al menos en la cancha con los muchachos, sería solo en las mañanas, ya que todos estudiaban en las tardes. Atrás habían quedado esos tiempos en el que a los jugadores menores de edad se les permitía abandonar la vida académica para dedicarse de lleno al fútbol. No, ahora las leyes eran bastante estrictas con los clubes que empleaban deportistas menores de edad, y debían asegurarles poder continuar y terminar la escuela; así que, si Sammy veía necesario citarlos a segundas sesiones de entrenamiento, debería ser en las noches. Y aunque se suponía que tendría la tarde libre, Sammy se tomó su papel como DT muy en serio, y usaría esas horas —y las que hicieran falta en la noche— para leer todas las carpetas que se había traído desde su nueva oficina. Las carpetas con todos los curriculums de sus jugadores. Quería grabarse sus nombres, sus posiciones, y todos los datos que le sirvieran para saber qué podía hacer para convertir al Lions en el mejor equipo de la liga inglesa. Ella sabía que estaba siendo igual de ambiciosa —y tonta— que su padre al creer que podría llevar a un equipo de pubertos a la Premier League, pero...era una Williams, y los Williams tenían el lema de que no había nada imposible para ellos. Se le fueron las horas leyendo los CV de sus muchachos y viendo vídeos de las jugadas de cada uno en su laptop, hasta que la mucama tocó a su puerta. —Señorita Williams, hora de cenar —anunció la mujer, y Sammy se sorprendió. Generalmente era su madre la que hacía la cena —porque no le gustaba que las personas del servicio de la casa hicieran horas extras, puesto que sus horarios laborales iban hasta las 6 pm— y la llamaba ella misma desde la cocina con un grito de típica mamá colombiana que anunciaba que la comida ya estaba lista, así que eso solo podía significar algo: había un invitado para la cena. Y por supuesto, al único al que sus padres se atrevían a invitar estando ella en casa, era a Walter. Sammy de inmediato corrió al baño a retocarse un poco. Se encrespó las pestañas, se aplicó rímel, y le dio algo de color a su blanco rostro con rubor. Bajó corriendo las escaleras, ya manejando a la perfección su prótesis. Mucho había tenido que ver Walter con que ella pudiera conectarse con su prótesis hasta el punto de sentirla ya como una pierna funcional. Frenó en seco apenas bajó las escaleras porque...porque no quería llegar corriendo al comedor y que se le notara la emoción por ver a Walter. Si por algo había conquistado a Walter, fue por hacerse del rogar e ignorarlo al principio, así que no se comportaría como una quinceañera emocionada y se mostraría igual de seca que se había mostrado con él en todos estos meses, por mucho que le doliera hacerlo. Sammy aún seguía enamorada de Walter, pero...pero sentía que no sería justa con él al hacerlo quedarse en una relación que no funcionaría, no al menos con ella aun estando emocionalmente inestable. Sammy aun recordaba como si fuera ayer el día que conoció a Walter. Su padre los presentó en una fiesta organizada por el Real Manchester, en donde por supuesto invitaron a los trabajadores de todos los departamentos del club. Sammy, a pesar de que era colombo-inglesa con rasgos más ingleses que latinos, siendo el prototipo de la típica mujer europea rubia y blanca, no le habían atraído mucho los hombres blancos, rubios y ojiazules, así que cuando vio a Walter, un guapo médico novato que estaba haciendo su pasantía en el departamento médico del equipo masculino del Real Manchester, de metro ochenta de estatura, piel morena oscura, ojos negros como la noche pero con el brillo de las estrellas y una adorable sonrisa, ella supo que el amor a primera vista era real. Fue hasta la segunda cita que tuvo con él cuando Sammy supo el porqué de la insistencia de su padre en que saliera con él. Walter era el hijo vicepresidente de la Asociación de Fútbol de Inglaterra. Ok, tal vez su padre la hubiera querido juntar con Walter por interés, pero ella en serio se enamoró de él, porque él era todo lo que estaba bien en esta vida. Era dulce, atento, respetuoso, muy caballeroso, fiel, y...muy bueno en la cama. Sammy al principio se había sentido apenada porque no sabía nada sobre las artes sexuales, solo lo que creía saber por el porno —sí, ella era una mujer que veía porno regularmente y le gustaba, ¿y qué? —, pero Walter fue paciente y la ayudó a explorar y conocer su propio cuerpo, y la convirtió en toda una fiera en la cama. En su tercer año de relación, él prácticamente ya estaba viviendo con ella. No supieron exactamente cómo sucedió, simplemente él empezó a dejar algunas pijamas y prendas de andar por casa en el closet de Sammy, después dejó su cepillo de dientes junto al de ella, hasta que prácticamente ya se había traído todas sus cosas de su apartamento. Sammy no había visto la necesidad de casarse, porque después de todo, muchos futbolistas convivían así con las parejas con las que tenían hijos por montones, así que ya se había sentido con Walter como en un matrimonio; pero él había crecido en una familia muy tradicional, así que para él sí que era importante eso de casarse por la iglesia, y fue por eso que compró aquel bonito y caro diamante de compromiso que hoy reposaba en un cajón de la peinadora de Sammy. Sammy entró a la sala del comedor y saludó a Walter con un sencillo beso en la mejilla, a pesar de que quería comérselo a besos. —Vi tu rueda de prensa, la publicaron en prácticamente todas partes —dijo Walter, mientras tomaban asiento —, estuviste estupenda. —Gracias —dijo Sammy, a la vez que la chef que Roger tenía contratada para este tipo de cenas especiales servía los platos Maribel miró con amonestación a su hija, ya que ella era la única en la mesa que no se había puesto algo medio-elegante para la cena. Vivían en una mansión, eran una familia millonaria, por supuesto que se vestían bien para la cena, como típicos millonarios, pero Sammy aún tenía puesto su chándal de trabajo, recordándole a Maribel a Roger en su época de jugador, cuando también cenaba con su chándal del equipo puesto, y dejaba restos de césped sintético bajo la mesa. A Sammy no le disgustaba la presencia de Walter en casa aun cuando sus padres ni siquiera le preguntaban si quería que lo invitaran, es solo que...que...rayos, ni ella sabía qué era lo que sentía. ¿Se sentía incomoda porque sus padres prácticamente se estaban metiendo en su vida privada? Tal vez, pero si no fuera así, ella simplemente hubiera sacado a Walter de su vida, y ella no quería eso. Por Dios, amaba a ese hombre, simplemente...no se sentía lista para retomar esa relación y casarse. Walter y Roger hablaron durante la cena sobre varios temas, Maribel solo interviniendo de a ratos, pero Sammy se quedó callada, simplemente escuchando, comiendo y...bebiendo. Sí, ahora que no era jugadora, no debía hacer esa estricta dieta de deportista élite en donde tenía el alcohol prohibido entre competiciones, y se daba el gusto de rellenar su copa en las cenas, pero en esta ocasión Maribel le alejó la botella cuando ya iba a por la tercera copa. —Estuvo todo muy exquisito, gracias —dijo Walter apenas dejó su plato vacío, limpiándose las comisuras de los labios con la servilleta de una manera tan elegante que dejaba muy claro que había crecido en familia adinerada —. Debo confesar que me sentí sorprendido con esta invitación en un día entre semana. —Sí, bueno, es que hoy fue un día muy importante para nosotros —dijo Maribel, mirando con orgullo a su hija —. Nuestra Sammy dio un gran paso —volvió a mirar a Walter —, y queríamos que fueras parte de esto, porque eres de la familia. Walter sonrió, pero sintió una acidez en el estómago. Sí, él amaba a Sammy y amaba a esta adorable familia, pero...había tenido necesidades que suplir, así que había estado con alguna que otra mujer en ese último año en que las cosas con Sammy habían quedado en pausa, y no podía sentirse más miserable ahora que sus suegros lo miraban con tanto afecto. —Los dejamos solos, apuesto a que querrán hablar un rato aquí, o pueden subir a la habitación de Sammy, como gusten —dijo Maribel, halando a su esposo, que había hecho una mueca con eso último que insinuó su esposa, pero nada pudo hacer con la cara amenazante de típica mujer latina con carácter y se dejó arrastrar a la alcoba matrimonial. —Gracias por no haber hablado de lo nuestro ante los medios —dijo Walter, solo para sacar un tema de conversación. Eso de que los medios hablaran sobre su relación con Sammy había tenido sin cuidado a Walter desde que empezaron a salir. No habían faltado los artículos de diarios sensacionalistas como The Sun que aseguraban que lo de ellos solo era una unión por conveniencia, y otros artículos más crueles de páginas web que eran incluso racistas al decir que Walter arruinaría la genética de la blanca y bella familia Williams. Walter incluso había soportado que los paparazzi lo siguieran constantemente, invadiendo la privacidad a la que él había estado acostumbrado toda su vida al no ser relacionado con su padre empresario, y había hecho frente a esa nueva vida en donde estaba en el ojo público, y todo por su profundo enamoramiento hacia Sammy. Él en serio quería casarse con ella y que fuera la madre de sus hijos, pero sabía que la recuperación de Sammy aún estaba en progreso, y la esperaría el tiempo que fuera necesario. —Yo...tengo algunas cosas del trabajo por hacer —dijo Sammy, siendo eso cierto, pero lo utilizó como excusa para no quedarse más tiempo a solas con Walter. —Ok, pero me sacarás tiempo este domingo —dijo él mientras Sammy lo acompañaba a la puerta, y ella lo miró con suma atención, esperando a que le explicara el porqué de eso —. Tu manager me llamó, dijo que sería bueno que tuviéramos una cita en donde nos dejáramos ver en público, haría bien a tu imagen, y de paso en serio sería bueno que saliéramos por ahí a dar un paseo, aprovechando las últimas semanas del verano —acarició la mejilla de Sammy, y ella no rehuyó a su toque esta vez, lo cual le dio algo de esperanzas al doctor —. Vendré a almorzar como de costumbre, y saldremos a pasear. Walter ni siquiera se lo estaba preguntando, se lo estaba informando. Sammy a veces sentía que su familia y seres queridos la estaban obligando a hacer cosas, pero, si no lo hacían, entonces ella definitivamente se hubiera quedado encerrada en su habitación sin nunca más volver a ver la luz del sol. —Ok, saldremos el domingo —dijo ella, algo dubitativa, pero no es que tuviera muchas opciones, no si había sido idea de su manager, y era mejor no contradecir a Vicky, que, aunque era una miniatura de metro cincuenta y cinco de estatura, era una bola de fuego andante. —Bien, nos vemos hasta entonces —dijo Walter, despidiéndose de la rubia con un beso en la frente. Apenas cerró la puerta, Sammy resopló, pero aceptó que tal vez ya era hora de seguir con su vida, y ya que lo estaba haciendo en el plano laboral, también sería bueno intentarlo en el plano sentimental.
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