Roger entró a la habitación de su hija, ya listo para un nuevo día de trabajo, y canturreando alguna canción pop de los años 90, descorrió las cortinas rosas para dejar entrar el sol, y Sammy hizo una mueca, al despertarse de golpe.
Sí. Todo en la habitación de Sammy era rosa, porque sus padres no habían cambiado nada de su habitación cuando se fue de casa a los 18 años.
—¡Papá! ¡No entres sin avisar! —chilló Sammy, tapándose la cara con la almohada —¿Qué tal me hubiera estado masturbando o algo así?
—¡Samantha! —exclamó Roger, a veces aterrado de la manera tan...directa en la que hablaba su hija, pero bueno..., se lo había aprendido a él, de todas formas —. Levántate pues, hoy es un gran día, es tu primer día como entrenadora del Lions, hoy harás historia, y no sería bueno que llegaras tarde.
Sammy aun recordaba cómo reaccionó hace unas noches cuando su padre le dijo que la junta directiva del club había aprobado que ella fuera la nueva entrenadora.
Después de regañar a su padre por haber tomado esa decisión unilateral de contratarla como la nueva DT* del Lions, ella se partió de la risa. Sí, se rió porque le parecía una estupidez eso de que ella, siendo una chica, y además sin experiencia alguna como entrenadora, pudiera llevar a un equipo pequeño a la primera división de la Premier League. Le parecía simplemente imposible.
Y terminó aceptando porque...porque nunca había visto a sus padres más esperanzados. Ellos habían sufrido mucho en esos primeros meses de su recuperación, y llegaron en serio a pensar que ella no saldría nunca de casa, que se quedaría encerrada como un búho en su cueva sin ver nunca la luz del sol, pero ahora veían una luz al final del túnel con eso de que ella al menos intentara hacer frente a ese desafío de dirigir un equipo de jóvenes futbolistas que querían llegar a la primera división.
Ya la noticia le había dado la vuelta al mundo. Ya todo el globo sabía que Sammy Williams saldría de su madriguera para dirigir el equipo de su padre, e incluso una columnista deportiva de la BBC había publicado una bonita columna en donde hablaba sobre la superación de Sammy, una mujer empoderada que, tras su trágico accidente, ahora resurgía como el ave fénix.
Sammy en serio quería creerse eso de que era una mujer empoderada que resurgiría como el ave fénix.
Ella era consciente de que lo único que daba era lástima. Había cerrado sus r************* , se había separado de su prometido, no salía de casa sino para sus terapias, y se había encerrado en su burbujita de autocompasión para convertirse en una total ermitaña.
—No sé si pueda con esto, papá —dijo Sammy, sentándose en la cama y poniéndose su prótesis —. Los paparazzi estarán esperándonos al salir de casa, y estarán esperándonos en la entrada del campo de entrenamiento, me dará un ataque de pánico, estaré en las primeras planas con una cara de perrito asustado, la gente se burlará de mí y...
—Eh, nada de eso, mi amor —dijo Roger, de inmediato arrodillándose frente a su hija y tomando su cara entre sus manos —. Sé que será difícil en los primeros días, pero ya verás que te acostumbrarás a ese ritmo de vida que llevabas antes. ¿No te seguía la prensa a todas partes cuando jugabas? Si lo manejaste antes, podrás manejarlo de nuevo.
Sammy resopló, pero estuvo de acuerdo en que debía dejar el miedo a un lado y volver a tener el estilo de vida que llevaba antes del accidente, o al menos uno parecido.
Eso de ser perseguida por las cámaras había sido su pan de cada día desde pequeña. Creció siendo la hija del mejor futbolista del siglo 21, por Dios..., lo primero que sus ojos de recién nacida vieron al salir de la clínica fue las cámaras de los paparazzi, y nunca se había sentido incomoda, porque creció viendo eso como algo normal.
Así que sí, podría volver a manejarlo.
Sammy se bañó y se puso el chándal deportivo del Lions que su padre le había dejado sobre la cama, se peinó la melena dorada en una coleta y..., no se hizo nada más.
Antes, incluso para los partidos, dedicaba varios minutos de su tiempo para maquillarse un poco, así fuera solo para encresparse las pestañas y aplicarse rímel, pero ella no tenía ganas de nada ahora.
Y Maribel por poco y se atraganta con su zumo de naranja cuando vio a su hija luciendo tan...básica.
Maribel desde pequeña había sido una mujer un poco superficial. Solo un poco, así que era de las que decía que una mujer podía incluso salir sin calzones de casa, pero no sin al menos rímel en las pestañas.
—Te van a confundir con unos de los jugadores en la ciudad deportiva —dijo Maribel, y Sammy rodó los ojos, sentándose en la barra de la cocina, en donde ya estaba servido su plato de desayuno.
—Esa es la idea. Que se les olvide que soy una chica y me vean así como una autoridad —dijo Sammy, pinchando con su tenedor la tortita, en realidad no sintiendo mucho apetito.
Otro de los miedos de Sammy era que sus jugadores no la vieran como una autoridad por ser una chica.
Ok, eran chicos que no superaban los 20 años, y según su padre, eran buenos muchachos, muy obedientes y disciplinados, pero si se cumplía el milagro de que lograran ascender a primera división, Sammy sabía que, apenas esos jugadores empezaran a ser famosos, con contratos publicitarios multimillonarios, se volverían unas divas y ya no seguirían sus instrucciones. Ocurría en los mejores clubes, así que por supuesto que podría ocurrir en este.
Pero aun sin estar maquillada, Maribel aceptó que su hija se veía hermosa. Era la perfecta versión femenina de Roger, con una belleza natural que no necesitaba de retoques.
—Ya le advertiste a tus jugadores que no sean cerdos con ella, ¿verdad? —le preguntó Maribel a su esposo unos minutos después, cuando ella se alejó de la cocina para poder tener esa pequeña conversación con Roger en la sala —, es que ella es tan bonita, y así sin maquillarse tiene cara de niña, tus jugadores son muy jóvenes, y sabes cómo pueden ser las hormonas...
—Sí, tuve la conversación con ellos ayer —dijo Roger, en realidad confiando mucho en sus muchachos —. Son buenos chicos, y, de todas formas, no es que alguno se atreva a coquetearle a la hija del presidente del club, no si quieren perder su trabajo.
Pero con el que Roger sí quería tener una seria conversación para advertirle sobre la distancia profesional que debería mantener con Sammy, era con Max. No es que Roger desconfiara de Max, simplemente...él ya tenía su fama con las mujeres, y hacerle la advertencia no estaba de más.
Sammy y Roger se subieron en la camioneta Volkswagen que dicha marca le había regalado a él hace unos meses por haber sido parte de su campaña publicitaria.
Roger seguía viéndose joven, guapo y con el mismo cuerpo de futbolista que había tenido en sus años de gloria como jugador, así que aún lo seguían llamando para famosas campañas publicitarias, e incluso para ser modelo de marcas como Armani y Prada.
Sammy no fue capaz de sentarse en el asiento del copiloto. Se hizo atrás para poder ocultar su cara de los camarógrafos, que en efecto los habían estado esperando fuera del conjunto residencial, pero a una distancia prudencial, y después en la entrada del centro de entrenamiento.
Todos querían captar a Sammy en su primer día de vida laboral tras su accidente, pero ella no les dio el gusto de que vieran su cara de susto.
Sí, Sammy estaba asustada, porque aún no estaba segura de poder estar a la altura. Eso, y de que debería posar para las fotos protocolarias de la firma del contrato como directora técnica, y dar una rueda de prensa junto a su padre.
Ella no había hablado ante los medios desde su accidente, así que se había tenido que tomar varias píldoras de sus medicamentos para la ansiedad, esperando que así no le fuera a dar un ataque de pánico.
Por eso su madre había querido que se maquillara, a sabiendas de que tendría que dar una rueda de prensa, pero a Sammy todo eso le importaba una mierda.
Ser entrenadora le importaba una mierda, ella...ella solo quería hacer feliz a sus padres, eso era todo.
Y bueno, tal vez muy pero muy en el fondo, ella esperaba lograr salir adelante y hacer algo con su vida.
Mientras entraban en la ciudad deportiva del club, Sammy pudo dar cuenta de que, para ser el centro de entrenamiento de un club de divisiones inferiores, en realidad les habían invertido mucho dinero a sus instalaciones, tanto así que parecía ser un club de primera división.
Tenía dos edificios. Uno era el centro de entrenamiento, y el otro era el edificio de la academia del club que también servía de hogar para los jóvenes sub-17, esos que todavía no se podían valer por sí mismos para vivir solos.
Ocho canchas de diferentes tamaños, centro médico con tecnología de primera, duchas amplias con jacuzzis, cafetería..., todo lo que se podía esperar ver en una ciudad deportiva de un equipo del que se esperaba mucho.
Y ver todo eso solo llenó de más ansiedad a Sammy.
Roger le dio un recorrido a su hija por todo el lugar, le fue presentando a las personas que se encontraban por ahí, desde los conserjes hasta las personas que trabajaban en las oficinas administrativas, hasta que al fin llegaron al vestuario, en donde varios chicos ya estaban alistándose para entrenar.
—¡Buenos días, jefe! —saludó a Roger un muchacho que no pasaba de los 23 años, vestido con el mismo chándal de Sammy.
—Sammy, él es Boris, el entrenador asistente —los presentó Roger, y el muchacho rubio y pecoso saludó a Sammy con un apretón de manos muy formal, pero notándosele en los ojos la emoción de estar viendo al fin a la hermosísima Sammy Williams —. Él será tu mano derecha, ya trabajó con los muchachos desde la temporada anterior, él te pondrá al tanto de todo.
Entraron al vestuario y..., Sammy por un momento creyó estar en el vestuario de un equipo de secundaria.
Todos eran muchachitos que a duras penas llegaban a la edad legal para trabajar.
Sammy entonces miró a su padre, como preguntándole si en serio este era el primer equipo del club y no la reserva sub-21, y él apenas se encogió de hombros.
Ella ya le había escuchado decir a su padre que el equipo era de chicos jóvenes, pero ella no se imaginaba que con jóvenes se refería a adolescentes.
El único veinteañero del equipo sería...Maximiliano.
Sí, el colombiano ya había aceptado la propuesta de jugar en el equipo, pero tardaría una semana en llegar por todo el asunto del papeleo de la visa de trabajo.
Roger estaba convencido de que Max le ayudaría a Sammy a imponer autoridad en el equipo, pero Sammy se había partido de la risa cuando su padre le dijo tal cosa, y ella le recordó que por él ser una diva fue que su carrera se había echado a botes y que era por eso que ahora debía jugar en un equipo de segunda división.
Cuando se adentraron en el vestuario, por supuesto que había un ambiente de camaradería típico de los escolares, pero callaron de inmediato cuando vieron al presidente, al entrenador asistente y a su nueva entrenadora.
Los ojos de varios brillaron al ver a semejante belleza, pero disimularon bastante, ya que no querían perder su trabajo por dirigirle una mirada indecente a la hija del jefe.
Sammy contó veintidós jóvenes cabezas, que en los ojos se les notaba la energía y las ansías por lograr sus sueños de ser los mejores futbolistas, y ella sabía que eran los jóvenes los que, precisamente por esas ansías de querer escalar peldaños en el mundo del fútbol, eran los que más sudaban la camiseta, así que en parte entendía por qué su padre había contratado a puros jovencitos para engrosar las filas del Lions.
El único veterano con experiencia sería Max, pero a él prácticamente lo utilizarían solo como táctica publicitaria, porque ella no veía posible que él recuperara su nivel, ni mucho menos que recuperara su carrera.
Sammy ya veía a Max como uno de esos futbolistas treintañeros que pasaban sus últimos años en activo jugando en clubes de quinta para hacer algo con su tiempo antes de colgar definitivamente los botines.
—Saluda —le susurró Roger a su hija, empujándola suavemente.
Sammy casi trastabilla cuando su padre la hizo dar dos pasos adelante, y miró a los chicos tímidamente.
Ella nunca había sido tímida. De hecho, había crecido siendo una niña muy extrovertida y un poquitín coqueta, ya que, a sus escasos cinco años, cuando su padre la llevaba a algunos de sus entrenamientos, ella saludaba a sus compañeros de equipo y les decía lo bonitos que se veían.
Pero ahora ella sentía que, con unos pequeñajos con acné en la cara y con tareas de la escuela pendientes, se le había comido la lengua un ratón, pero respiró hondo, y por fin logró gesticular:
—Hola.
Los veintidós pares de ojos la observaron con mucha atención, y ella sintió la mano de su padre acariciarle la espalda en señal de apoyo, y entonces continuó.
—Como ya todos sabrán, soy Samantha —nunca le gustó decir su apellido, para que no la reconocieran como la hija del gran Roger Williams—, pero me pueden decir Sammy, y seré su nueva entrenadora. No les voy a negar que me siento nerviosa como nunca antes, porque este es todo un desafío para mí, y según lo que me cuenta mi pa...el presidente Williams —y ella ya había dejado muy claro con él que en el ambiente laboral no se tratarían de padre e hija, sino como colegas de trabajo—, ustedes son unos jugadores muy talentosos, y si bien se merecían a alguien con experiencia entrenando equipos de élite, les aseguro que daré lo mejor de mí para llevarlos a la primera división.
Todos los muchachos sonrieron y aplaudieron. Fue un discurso de bienvenida corto, pero que los llenó de ánimos. Bueno, de todas formas, los futbolistas hablaban así. Directo, corto, conciso y sin rodeos.
Sammy entonces saludó a todos los muchachos, uno por uno, y le iban diciendo sus nombres con un apretón de manos, pero cuando fue a saludar a uno que al parecer era el más callado de todos, el chico prácticamente saltó lejos de ella, como protegiéndose de que le hicieran daño.
—Él es Dylan —le susurró su padre, y ella asintió, sabiendo ya quién era Dylan, solo de nombre, puesto que no lo había visto en persona.
Por supuesto que Sammy ya había escuchado hablar de Dylan, porque su padre lo nombraba constantemente durante las cenas en casa. Era un muchacho que había fichado cuando lo vio jugar en un partido organizado por una fundación que ayudaba a chicos huérfanos, con la peculiaridad de que Dylan es...autista. Sí, un futbolista autista; por supuesto que había muchos así, pero no en el fútbol de las grandes ligas.
Huérfano y autista. A Sammy tal situación se le hacía de lo más triste, pero Roger le aseguraba que el chico era feliz viviendo y jugando con los chicos de la academia, y que su talento en la cancha muy bien podría convertirlo en el primer autista en ser un jugador de fútbol de élite.
Y solo le bastó a Sammy ver por unos minutos los ojitos esperanzados de esos muchachos, para dejar su actitud de niña-rebelde-que-no-quería-seguir-adelante a un lado y en serio querer ser la mejor entrenadora del mundo y hacer que esos muchachos fueran los próximos jugadores de la selección nacional.
—Boris dirigirá el entrenamiento hoy, mi hij...la entrenadora Sammy deberá atender unos actos protocolarios —dijo Roger, y Sammy se aguantó las ganas de reír, porque eso de intentar mantener una distancia profesional sí que les estaba costando.
Sammy creyó que le daría un ataque de pánico cuando llegaron al salón de prensa y se sentaron frente a los casi 50 reporteros que habían asistido, pero se tranquilizó cuando vio por los grandes ventanales de al lado a sus muchachos entrenar.
Sus muchachos. Le gustaba pensar así. Ya se estaba metiendo en el papel de entrenadora, más pronto de lo que había creído.
“Oh, es que en serio todo son tan adorables”, no evitó pensar Sammy mientras veía a los muchachos entrenar.
Se hizo la protocolaria firma del contrato como entrenadora, en donde Roger le estrechaba la mano para la foto, como lo haría con cualquier otro DT o jugador que estuviera siendo contratado, pero justo cuando la cámara de la BBC les estaba tomando la foto, Roger rompió con el protocolo y con lo que habían acordado, al darle un beso en la frente a Sammy, y ella sonrió instintivamente.
Una sonrisa genuina, no una fingida como la que ella le había hecho a la prensa en los anteriores meses.
Y fue esa foto la que le dio la vuelta al mundo en cuestión de minutos, anunciando que Sammy Williams había vuelto al ruedo, esta vez como entrenadora, y que ya estaba recuperada al 100%, lista para hacer historia como la primera mujer en dirigir un equipo de la liga inglesa.
*DT es la forma simplificada de decir “director técnico”, que equivale lo mismo a entrenador de un equipo.