Ascensores... Ni loca

1230 Words
–¡Mami! –gritó Megan sacándome de mis pensamientos. No tengo idea de cuanto tiempo he pasado limpiando, empecé con el mueble y terminó siendo toda la cocina.   –¿Qué pasa, bubú?    –Es Alex –extendió el teléfono que tiene en sus manos, me quité los guantes y me acerqué a tomarlo.   –Hola Alex –saludé.   –¿Estás bien? –preguntó –. Megan tuvo que hablarte varias veces.   –Solo estoy limpiando la estantería –respondí –. ¿Y tú cómo vas con ese resfriado?   –Mejor, pero esperaré una semana para llegar.   –Que sean dos –mencioné.   –La volvieron a molestar. Me dí cuenta que Megan regresó a su habitación y caminé a la cocina bajando el tono de mi voz esperando a que no me escuché porque aquí es demasiado pequeño.   –Si, es esa niña Tiffany que siempre se cree mejor –escupí –. Sus padres son iguales.   –Cuando llegue le enseñó a dar unos buenos golpes para defenderse.   Por un momento imaginé a Alex moviendo sus manos golpeando algo invisible.   –Sabes que la expulsarán si hace eso –le recordé.   –¿Y por qué no expulsan a la niña esa?    –Tu sabes porque. – Fue lo único que murmuré y él lo entendió de inmediato. Tiffany es una niña de tez blanca con cabello castaño, es bastante linda si no fuera una grosera. Los niños de tez blanca siempre tienen ventaja.    –Hablaré con ella cuando llegue, tal vez ir a jugar baloncesto la animé –propuso.   –Tú lo que quieres es ver a la chica linda de la otra vez –sonreí recordando que el otro día una chica se le acercó.    –Esos son celos, Elizabeth Pierce –pronunció de manera juguetona.   –Digo que la tenías que invitar a jugar con ustedes, ¿Acaso ya se te olvido como ligar? Aunque seguramente Megan haría uno de sus berrinches, no le gusta que nadie se le acerque a su querido Alex.   –O te aseguro que hasta te puedo dar unos consejos cuando quieras –respondió.   –Recuerda echarte la botella de gel antibacterial cuando vuelvas a venir.   Alex soltó una carcajada antes de despedirse, él era muy popular en el instituto, obviamente como todos los del equipo de baloncesto, la diferencia siempre fue que las chicas querían salir con Alex porque a diferencia de sus compañeros cretinos siempre fue muy lindo y atento, pues eso es premio doble porque encontrar a alguien así es muy difícil.   * Al día siguiente me levanté un poco más temprano porque mis manías aumentaron y necesito tener todo a tiempo, llamé a la psicóloga para hablar, pero la cita sigue como la programo la última vez, además tengo que tener todo listo para la próxima semana que la trabajadora social vendrá y tengo que controlar las manías o se dará cuenta. Lleve a Megan a la escuela y al estar ahí mi teléfono sonó, no acostumbro a sacarlo fuera de casa, pero puede ser el maravilloso señor Anderson (nótese mi sarcasmo). Este hombre suele ser impredecible y cómo pensé era un mensaje de él.   Robert: No llegaré, nos vemos mañana.   ¡¿Qué?! Tengo mi día planeado y ahora me está diciendo que no llegará a ver la casa, no puedo creerlo. ¿Qué se supone que haré ahora? Cerré los ojos y respiré profundo intentando controlarme, de todas formas me pagarán como agente de ventas estos días hasta que le venda una casa, regrese a casa intentando hacer una rutina justa para mi día lo más normal que pude, está vez cuando fui por Megan se ve bastante tranquila, parece que la niña esa ya no la molesto otra vez.   –¿Cuándo volverá Alex? –preguntó Megan al terminar la cena.   –Creo que aún es pronto –respondí –. Hablé con él ayer y mencionó que tal vez dos semanas.   Megan bajo la mirada haciendo una mueca con la boca y jugó con el tenedor con lo último que tenía en su plato, dí un suspiro largo al verla así, quisiera saber que hacer en este momento, dicen que ser madre se da de forma natural, que todas las mujeres lo tenemos, sin embargo, yo no tengo la menor idea de lo que estoy haciendo.   –Bubú…   –Alex está enfermo, lo sé –me interrumpió.   –Lo lamento…   * Mis manías van en aumento y necesito calmarme, todo por ese cretino de Robert que me tiene fuera de mi horario, como ahora que tenía planeado ir a la casa que le indique, pero me envió un mensaje  que no tendrá tiempo de venir y tengo que ir a su maldita oficina a las 8:30, no me quedó de otra que pasar a dejar a Megan a la escuela y luego ir a la dirección que me envío, es un edificio enorme bastante moderno color gris, grandes ventanales y tiene al menos unos sesenta pisos, dí un largo suspiro antes de salir del auto, solo espero que no hayan demasiadas personas y por precaución me coloque mis guantes.   Hay un lugar donde las personas entran y salen cruzando unos hierros giratorios, ¿Estarán conscientes de todas las bacterias que tiene ese hierro? Peor si tengo que tocarlo.   Decidí dirigirme al otro lado donde se encuentra un caballero vestido como de guardia está detrás de una computadora escribiendo.   –Buenos días –saludé, me di cuenta que cuando me vio hizo un gesto extraño, pero luego se detuvo para verme.   –Bienvenida a la firma Anderson, ¿En qué le puedo ayudar?   –Eh… si… Pues busco al señor Robert Anderson que me pidió estar aquí hoy a las 8:30, soy Elizabeth Pierce.   El hombre frunció el ceño antes de tomar el teléfono y darse la vuelta, balbuceo algo que no logré entender y luego regresó conmigo con algo en las manos.   –Señorita Pierce, sea usted bienvenida al bufete de abogados Anderson –repitió extendiendo un gafete de visitante –. Puede pasar con el guardia y luego subir el ascensor al piso sesenta y tres dónde el señor Anderson la atenderá. Parece que mis cuentas de no están mal, pero ese no es mi problema ahora.   –No, no, no, no –moví mis manos –. Solo dígale que estoy aquí y que lo espero.   Señalé el teléfono que tienen cerca, el hombre frunció el ceño algo extrañado por mi petición.   –Le aseguro que hable con el señor Anderson y la estará esperando en su oficina.   –Pero de todas formas vamos a salir, por favor no me haga subir –supliqué.   El hombre parecía cada vez más desconcertado por mi petición, seguramente una persona normal le encantaría subir al piso sesenta y tres a ver la lujosa oficina del dueño de la firma más exitosa de Manhattan y admirar la preciosa vista de la ciudad, pero esa persona no soy yo.   –Sabe que –volvi a sacar mi teléfono –. Le enviaré un mensaje y usted puede olvidar que estuve aquí.   Lo pensé un instante y la verdad no sabía si era peor quedarme aquí o salir a la calle con tantas personas, finalmente caminé a la salida y luego le envié un mensaje a Robert que lo espero en la entrada…  
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