Pasaron dos días antes de que el idiota de Anderson al fin me contestará el maldito telefono para vernos, no tuvo ni la descencia de mandarme un texto, fue como si no existiera para él en ese tiempo. Ahora aquí estoy afuera de su maldito edificio intentando respirar, tengo que buscar la forma que me compre esa casa hoy mismo, he elegido tres casa del lado norte de la ciudad y espero que está vez si pueda cerrar algún trato con él. Me repito a mi misma que debo ser amable, estar tranquila y sobre todo no querer ahorcarlo, tiene que estar vivo para que me firme los papeles. –Aquí está mi cerebrito favorito. No lo mates, sé amable, tranquila, cortés. ¿Cómo que cerebrito? –Buenos días, señor Anderson. – Les juró que intenté sonreír. –Aquí me tiene lista para comenzar el día.