Algo se lo impedía, entonces cuando me asegure que era él y que no había nadie en la recamara salí y me acerque a él, él me vio y sus ojos brillaron me dijo: —Hija estás viva, créeme que pensé que estas bolas de rufianes te habían matado. —No abuelo, pero me tenían encerrada y logre escapar y quiero que vengas conmigo. —No, no hija no puedo mira como estoy. Entonces fue cuando me di cuenta que lo tenían encadenado, de inmediato saqué las llaves y empecé aprobarlas hasta que encontré la que abrió las cadenas del abuelo y le dije: —Abuelo vámonos escapemos de este infierno. Él me contesto: —No, no, no hija escapa tú, cuando estés a salvo haces que vengan por mí a rescatarme, es más fácil que escapes tu sola. —Está bien abuelo, pero te prometo regresar por ti. —Si hija ten, es