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1020 Words
Los días se volvieron semanas y no había rastros de Jane. Naturalmente Ian estaba muy preocupado, no creía que lo había abandonado de forma tan intempestiva, aun así, no cesó en su búsqueda y fue al antiguo burdel en el cual vivía, solicito hablar con Madame, pero cuando lo hizo se fue con nada, la mujer le dijo que desconocía su paradero y tampoco podía darle noticias de su familia porque hasta donde sabía era huérfana. Ian escuchó con atención las palabras y pidió que se mandase a llamar a Leila. —-Su excelencia, que lo trae a este lugar— dijo Leila con la voz afable que la caracterizaba -—Estoy buscando a Jane—- con tono preocupado. -—No la hemos visto, desde que usted decidió ser su benefactor -—¿algún problema su excelencia? -— preguntó la mujer -—Espero que no-— y se retiró del lugar —¿Dónde podía haberse metido? — mientras más pensaba menos respuestas encontraba. Si bien Ian fue por Londres preguntando el paradero de Jane, los planes de su casamiento seguían en pie, para mantenerse ocupado frecuentaba más a su padre, ya que la sensación de verse solo en su piso de soltero lo agobiaban en demasía. Después de cenar con su padre, que impresionante mente tenía un semblante más tranquilo. Ian preguntó —Padre, veo que su preocupación ha disminuido ¿Alguna noticia? —Oh sí, encontrado a la dama perfecta, la conocerás en la velada de los Weston— con tono sereno. —Padre, no estoy de humor para conocer una dama— volteando los ojos —Algún problema con tu querida— dijo el Conde con tono cínico. —Nada que no pueda solucionarse— con cierta resignación. —Bueno, hijo cómo desees, sabes que soy tu padre y me preocupo por tú bienestar— mirándolo a los ojos. —Si me permite, me retiró de la mesa— respiró —tengo un compromiso— y dejó a su padre en el comedor, quien esbozó una sonrisa de satisfacción, no era necesario que su hijo le comenté la situación con su querida. Sabía que la mujer había desaparecido y en su criterio, fue lo más acertado que pudo hacer; levantó una copa de vino y brindó a su salud. Ian, se fue directo al Club, sentándose al extremo del local, cuando se percató que un hombre se sentaba junto a él. Elevó la mirada y arqueó una ceja no le hacía mucha gracia ver a Charles, pero en su situación, beber con un viejo conocido no le haría mal. —Que te trae por aquí— dijo el hombre con voz ronca. —Nada en especial, sólo quería una copa— mirando su whisky. —Amigo, tú ya no frecuentabas estos lugares, algún problema— fingiendo interés —Pues... Verás se trata de Jane— con tono decaído. —Ah esa mujer, la vi hace unos días— sin darle mayor importancia —¿Donde? Necesito saberlo— agarrándolo de la chaqueta. —wowww tranquilo— tomo aire — la vi fuera del club, estaba buscando hombres y cómo el caballero que soy le invité una copa. —¿Que te dijo? — su respiración se agitaba y el desasosiego lo invadía. —Me dijo, que se había cansado de ti y que estaba en busca de un nuevo benefactor. Yo por supuesto me negué y le hice notar la amistad que nos une —No puede ser ¡maldita sea! — golpeando la mesa — ¡mientes! — apretando los dientes. —No gano nada haciéndolo... Amigo que esperabas de una mujer así...es una cualquiera— suspirando. —Debo marcharme— y salió cómo alma que lleva el diablo. Charles echó tremenda carcajada al ver lo estúpido que era Ian —Te dije que me vengaría— sorbiendo su trago. —No pudiste haberme hecho esto Jane, o es que yo no me di cuenta lo buena actriz que eras— apretando los dientes — Por eso no te llevaste nada, porque estabas segura que encontrarías a un nuevo benefactor— la rabia no le permitía pensar. Volvió a su casa y fue recibido por María. — Su excelencia, debo decirle algo— con tono preocupado — Dime María— echando un suspiro. — Encontré una pequeña maleta con algo de ropa de la señorita Jane, yo creo que algo le pasó— muy preocupada. —No me interesa— mostrando su enfado —¿Que hago con la ropa? — pregunto María con cierto nerviosismo, no le gustaba la reacción que estaba teniendo su patrón. —Quémala, no quiero tener nada de ella en esta casa— dando un portazo a su habitación Ian caminaba de un lado al otro —Mil veces maldita—se repetía una y otra vez — juro que te encontrare y me las pagarás. Entre tanto, Jane fue llevada a ese lugar del que pocos querían hablar, se resistió muchísimo, pero de nada le sirvió, fue recluida sin esperanzas de salir; le dijeron que permanecería en ese lugar cerca de tres años, salvo que alguien la reclamaré, pero no había quien lo hiciese, no tenía a nadie e Ian seguramente pensaba lo peor. Su vida, era un infierno en más de una ocasión fue encerrada sin comida, mientras más gritará su castigo era peor. Trató de calmarse y hacer las cosas diligentemente, no comprendía porque Dios se había ensañado con ella —Vivir en pecado con un hombre, haber trabajado en un burdel— seguramente era un castigo por su falta de dignidad, lloró varias noches hasta que ya no hubo más lágrimas que derramar. Si alguna vez, Leila le dijo que abriera su corazón marchito, ahora le hubiera contestado —Yo no tengo corazón, ya no puedo sufrir más, porque estoy muerta en vida. Los meses pasaron e Ian comenzó a cortejar a Lady Katherine Mills hija del Conde de Barrington, se la presentaron la noche de la velada de los Weston. Lejos quedó su pasado con Jane y sus noches de amor.  Con la joven debutante era un hombre serio e intimidante, atrás quedo el joven risueño y enamoradizo. Ahora, debía concretar su matrimonio y cumplir con su deber. De alguna forma este actuar inquietaba al viejo Conde por lo que mandó averiguar dónde se hallaba Jane, ya que temía que vuelva a sus vidas y arruine el matrimonio que estaba en puerta. Se alegró de recibir una nota en la que le comunicaban que Jane estaba recluida en un Centro donde encaminaban a las jóvenes descarriadas y sin nadie que fuere por ella, permanecería unos años encerrada. Dobló la nota y la puso bajo llave, dando por cerrado el asunto. Para luego observar de forma triunfante el cielo.                
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