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2046 Words
Durante su estadía en Lincolnshire, Ian decidió cabalgar y perderse en el horizonte, era extremadamente infeliz, no amaba a la mujer que compartía su lecho y eso lo hacía miserable. Como extrañaba sentir amor y sentir la efusividad con la que era recibido cada que se ausentaba, y como este sentimiento se perdía poco a poco en su mente. Cuando se encontraba bastante lejos de la Casa de Campo bajó de su caballo y se puso a recordar tiempos pasados. Sonrió para sus adentros pensando como sus dos grandes amigos que aparte de hermanos eran gemelos y venían a pasar largas temporadas, John y Alexander que eran como agua y aceite; naturalmente se le hizo más fácil compartir tiempo con Alexander debido a que éste era más relajado, no es que John fuera una persona insoportable, sino que era más serio e inflexible, pero esto debido a que tenía más responsabilidades que su hermano porque era quien heredaría el Ducado. -—¿Que sería de ellos? -— respiró. Tal vez era bueno tratar de recuperar contacto después de tan largo tiempo. Al estar inmerso en sus pensamientos no se percató de la tormenta que se aproximaba, por lo que espoleó a su caballo dirigiéndose a toda velocidad a la casa, sin embargo, no pudo evitar la lluvia y llegó todo empapado. Katherine, abrió los ojos como platos y ayudo a entrar a su marido quien tiritaba de frío, por lo que ordenó que se le preparé un baño y se suba la cena; ya que en los últimos días no se había alimentado cómo es debido, porque pasaba largas jornadas metido en su despacho. Ian agradeció el gesto de su esposa a la que le brindó una sonrisa franca mientras subía a su recámara, seguido del ayudante de cámara. Katherine se sonrojó ante tal gesto, tal vez despertó por lo menos una fina franja de sentimientos hacia ella y su corazón no la detestaba del todo. Esa noche Ian comenzó a temblar y a sentir unos incomodos escalofríos la fiebre le estaba nublando el juicio y el delirio se hizo interminable por lo que fue necesario llamar al médico. Sin embargo, por la fuerte tormenta, los caminos estaban llenos de lodo, así que el matasanos se retrasó por un par de horas preocupando a Katherine, para cuando llegó la oji café estaba colocando compresas frías en la frente de su esposo. No obstante, el medico entro y le pido muy amablemente que esperara a fuera. -—Mi Lady, es un cuadro de gripe por el enfriamiento al que estuvo expuesto y he notado que no se está alimentando lo suficiente; le pido que de ser necesario lo forcé a comer...unos días en cama ayudarán a su mejoría-—respiró-— si necesitase algo no dude en mandar a llamarme—y se retiró. Katherine, entró y tomo la mano de su esposo, mientras esté pronunciaba palabras inentendibles debido a su delirio, entre todo lo que pronunciaba llegó a escuchar un nombre -—Jane-— cuando la fiebre llegaba a su clímax. Por otro lado, Jane, estaba echada con los brazos cruzados detrás de su nuca, en su diminuta cama observando a través de una pequeña ventana a una luna que lucía imponente con unas cuantas estrellas que la acompañaban en su estela. A su vez le brindaba luz en esa oscuridad, en la que vivía, el tiempo se detuvo en ese lugar. Con el transcurrir de los días, Ian recuperó fuerzas y por primera vez en meses se percató que su mujer era tierna y afable, muy entregada a él, a pesar que ella sabía muy bien que no la amaba. —No debiste tomarte tantas molestias— replico Ian bajando los ojos. —Es lo menos que podía hacer, ahora debes curarte y alimentarte mejor— Suspiró— me encargaré de que no te falte nada— cuando pretendía abandonar la recámara; Ian el sujeto del brazo— no te marches, acompáñame unos minutos más— Katherine nuevamente se sentó y contempló por unos segundos a su esposo —Te amo tanto— pensó — espero que algún día, me ames, aunque sea un poco— tratando de contener sus lágrimas. Ian, se sintió egoísta al no dejar ir a su esposa, pero lo cierto es que necesitaba compañía, estaba cansado de su miseria y la dama que tenía a su lado demostraba con cada acto que era una buena mujer. 2 años después…. El viejo Conde cayó enfermo, pero aún así no mostraba ni pizca de arrepentimiento, el matrimonio de Ian se llevó tras una fachada de ruina, pero lo cierto es que las arcas cada vez estaban más llenas para regocijo del viejo. Ian y Katherine se trasladaron nuevamente a Londres, pese a sus desavenencias en el pasado habían encontrado la felicidad uno al lado del otro. Pero el sentimiento de amor no estaba en el vocabulario de Ian, porque el amor que le había profesado a Jane no lo tendría con nadie, aunque su dureza quisiera demostrar lo contrario.  El viejo Conde, quien se hallaba solo en su Mansión empezó a empeorar de salud y en un arrebato de valentía pretendió contarle todo a su hijo, pero cuando lo tuvo frente a frente no pudo pronunciar ni una sola palabra, quedándose en silencio. Cosa que dejó extrañado a Ian que no tenía idea de que era eso que agobiaba tanto a su padre. Ian, recuperó contacto con varias amistades e incluso estaba predispuesto a hablar con Charles después de aquella confesión. Verano, invierno no importaba la estación Jane seguía con la misma rutina que de forma inconsciente la realizaba. Ese día en particular sería distinto a los demás, fue llamada por la madre Superiora, quien finalmente pronunció esas palabras que la ojiverde necesitaba escuchar —Jane te he mandado a llamar, porque hemos conseguido un lugar donde puedas trabajar dignamente, partirás en cuatro días— con una voz calmada, hasta podría decirse dulce. Jane se quedó muda, lo que tanto quiso escuchar se hacía realidad —era libre— pero no pudo evitar preguntarse acerca de Ian —¿Se habrá casado? ¿Tendría hijos? — esas preguntas pronto poseerían respuestas. Los rayos de luz, penetraban por las enormes ventanas que tenía esa Mansión, que hicieron que prontamente Katherine se despertara para comenzar a experimentar fuertes náuseas y mareos, asumió que la luz enceguecedora del sol eran la causa directa, por haberlo visto de frente. Hizo caso omiso, llamando a su doncella como todas las mañanas para que la ayudara en su arreglo personal y más tarde bajar a desayunar. Estela entró a la habitación, pero miraba muy preocupada a su señora ya que esta se encontraba bastante pálida. —      Señora ¿se encuentra bien? — dijo la muchacha muy preocupada y abriendo los ojos como platos —      En realidad, no— contestó Katherine— me parece que, al ver de forma muy directa al sol, me indispuso, además creo que la cena de ayer me cayo algo pesada— echando una risita— por favor este último comentario no lo divulgues entre el servicio. Me odiaran por criticar la comida y luego tendré que aprobar cada uno de los menús. Acércate por favor, ayúdame a pararme— Estela obedeció, ayudándola a llegar hasta el Tocador. —      Señora, está segura de que no quiere que se llame a un médico— con tono incrédulo. —      No es para tanto— sin embargo, antes de que pudiera esbozar otra palabra cayó desmayada. Estela hizo un grito ahogado y fue a buscar a su patrón quien se encontraba en el despacho mirando unos cuantos papeles. La joven llamó a la puerta y pasó con la autorización de su señor. — Estela ¿Que es lo que pasa? — la señora se desmayó y no reacciona, no sabía que hacer por eso baje a buscarlo. —      ¿La dejaste allí? — abriendo los ojos como platos —      No sabía qué hacer, discúlpeme señor— con cierto nerviosismo. Ian salió del despacho dando zancadas hasta llegar a la recamara de su mujer, quien ya había recuperado el conocimiento y se hallaba apoyada en un taburete que estaba cerca a la cama. —      ¿Por qué no dijiste que te sentías mal? — dijo Ian frunciendo el ceño. Katherine simplemente sonrió— No es nada, no hay motivo para alarmarse. —      No me interesa— replico Ian— se llamará al médico y eso está fuera de discusión. Las ordenes de Ian, fueron realizadas a cabalidad para cuando llegó el médico, Katherine ya se encontraba más repuesta, pero fue revisada de todas maneras; una vez que éste la revisó, salió a dar las buenas nuevas. —Lady Katherine, está en cinta.... Felicidades será usted padre— dijo el galeno con una amplia empatía. Ian esbozó una pequeña sonrisa e imagino por un momento que era Jane la embarazada, dio un largo suspiro, añorando como en ciertas ocasiones lo hacía, aquellos tiempos. Al poco rato, entró a la habitación y vio a Katherine un poco fatigada lo que le inspiró ternura. —Pasa algo— preguntó Katherine quién se hallaba un poco débil -Tengo una noticia que darte- respiró profundamente —estas embarazada Katherine, se alegró por la noticia. Ian se acercó a su esposa y le brindó un beso en la mejilla. La dama bajo la cabeza para ocultar su rubor y su felicidad. Por otra parte, Jane se despedía de sus compañeras y por primera vez en años vería las calles que tanta nostalgia le traían. La madre Superiora le había conseguido trabajo con una dama muy distinguida, era para el cuidado de su sobrino, lo que hizo feliz a Jane porque podría estar cerca de un niño.  Cuando salió del Hospicio traía consigo muy poco dinero, y por un momento meditó y consideró la idea de buscar a María, pero luego desechó tal ocurrencia, hablar con ella significaba encontrarse con Ian cosa que no estaba lista para hacerlo. Su otra opción era buscar a Leila, pero pensar en el lugar que la había traído hasta la situación en la que se hallaba la llenaba de rabia e ira, pero no le quedó más remedio que ir. Cruzo todo Londres, apenas podía reconocer aquellas calles que antaño le parecían esplendidas, ahora sentía asco por todo lo que significaba. El corazón le punzaba con cada paso que daba, parecía que cada uno de ellos tenía un recuerdo y entre más caminaba más recordaba su desgracia; siguió caminando pese al dolor que tenía en la rodilla. Cuando llego al burdel, estaba totalmente cambiado se enteró que Madame murió y Leila era la nueva administradora ahora era un club exclusivo. Un hombre fornido bastante alto se encontraba en la puerta, seguramente era el guardián. Tímidamente se acercó para pedirle que por favor la anunciara con Leila. La miro como si se tratase de un ser insignificante, pero no dijo más nada y se limitó a acompañarla hasta la oficina de Leila, aún principio esta mujer no la miró, pero cuando Jane abrió modestamente la boca, Leila dio un brinco hacia atrás y abrió los ojos como platos. Sus ojos no asimilaban el cambio de su vieja amiga, traía el cabello corto, estaba totalmente delgada, la expresión de sufrimiento se sentía en el aire. —Oh Jane que te pasó, no volví a saber de ti— dándole un efusivo abrazo. —Muchas cosas… querida amiga— apoyándose un momento en el hombro de la mujer que fuera en otro tiempo su confidente. —Tengo tiempo para escuchar a una vieja amiga — y Jane le contó sus infortunios, llorando como no lo hizo en años. Era tan desgarrador el relato que a Leila se le salieron unas cuantas lágrimas. —Tranquilízate, que es lo que puedo hacer por ti— abrazándola nuevamente —Sino fuera urgente no estaría aquí, pero realmente necesito tu ayuda— dando un profundo respiro— préstame dinero por favor, te pagaré en cuanto me den empleo. — Está bien, no te preocupes, no te negaré nada— entrelazando los dedos— pero porque no te quedas aquí hasta que vayas a tu nuevo empleo. — No puedo hay tantas cosas que tengo en el alma y quedarme aquí es revivir esa herida mortal que la tengo atravesada— respiró— gracias por ser tan buena conmigo— sostuvo el dinero, guardándolo en un pequeño bolso que tenía escondido dentro de la falda. Antes de que se fuere Leila dijo unas palabras —Tienes que saber que Lord Elliot se casó y está en Londres— esa noticia fue como un balde de agua fría, le dedicó ciertos pensamientos a Ian y entre esos precisamente se preguntó si se había casado y ahora Leila la sacaba de esa duda.  le dio una punzada en el corazón, no podía odiarlo, pero si escapar de él.          
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