XIII

2197 Words
MURPHY. Nos adentramos en la penumbra del anochecer, para este momento el little garden esta vació. (En lo que queda) Los mercenarios partieron junto a Gio y solo un puñado de ellos se quedaron. La hija del boss está junto a Rū en el vestíbulo viendo películas. Parecen llevarse bien. Tengo al consejero de frente: su piel blanca está rojiza y las mejillas le arden, Pero eso no es un impedimento para que se lleve la botella a la boca. Tiene a una hembra sobre sus piernas y a otra sostenida del cabello. El brazo del hermano de Chani está sobre mi hombro, la velada transcurre más rápido que de costumbre. Los pocos mercenarios que se quedaron están frente a la mansión. Hay una hilera de autos y camionetas y no sé cómo improvisaron una tarima para el DJ que pone música, una tras otra. Es una noche común en este lugar, las mujeres llevan minifaldas que no les llega a cubrir sus partes íntimas y llevan tacones y botas vulgares. La vista desde el balcón donde bebo junto a mis dos compañeros de copas, da una amplia vista del ambiente demente que se respira abajo. Alguien tira de mi cabello hacia atrás y atrapa mi boca en un beso demente. La pastilla azul me pasa por la garganta calentando mi estómago y me pone a ver doble las luces parpadeantes. —Escuche que tienes un amante —cuestiona Glev empujando su cuerpo hacia el mío —¿Es cierto? —Quien te dijo tal blasfemia —me muevo a la defensiva. Atrapa mi mandíbula y me hace girar para mirarlo más de cerca. —No mientas. Empuño sus cabellos con fuerza regresándole el tirón de cabello. —No soporto berrinches —muerdo sus labios —De nadie. No sé si es mala idea o muy tonta idea meterme con el hermano de Chani. —Sigo aquí —alza la mano el consejero —Busquen un cuarto, en este lugar hay muchos —su voz le sale cantada y fuera de sí por el licor. —Podemos conseguirles una —nos dicen las mujeres del consejero —Si quieren. —Estamos de niñeros. —respondemos al unísono. La risa burlona del consejero nos hace girarnos hacia él —Ustedes de niñeros tienen lo que te tienen ellas de vírgenes. —palmea el trasero de sus chicas. Las mujeres no se ofenden, más bien se ríen con él. Interrumpen en el balcón y los cabellos rojizos de Ròse aparecen bailando junto al viento helado. Determina todos con desdén y arrugas las cejas al verme junto a Glev. —¡¿Qué mierdas haces? —manotea la mano sobre mi hombro para liberarme del agarre de Glev, me toma la mandíbula inspeccionando mis pupilas —La drogaste! Su reclamo me provoca una arcada de vómito que contento para que salga. Tira de mi brazo llevándome con ella. Los efectos alucinógenos me tiene viendo colores neones y los sonidos parecen torturarme cuando las figuras empiezan a alargarse como si fuera un retrato abstracto. Escucho su voz como un ego y el chirrido de la puerta al ser empujada, unas voces discuten a mi espalda y siento como recogen mi cabello en una coleta. —Ròse, no te enojes —le hablo a mi amiga que está furiosa, no sé dónde está, a sique parezco una siga buscando mirar un objeto —Yo estoy bien, lo prometo. Vuelvo a escuchar la discusión lejana que surge a menos de dos pasos míos y reconozco a Glev. —¡Cállate y ayúdame! —ruge mi amiga. Los dedos largos me surcan las glándulas provocando arcadas secas que me ponen a arder las paredes de la garganta. —No quiero —me quejo y el tirón de cabello me hace voltear a ver a mi amiga, sus ojos están filosos, fúricos y llenos de decepción. —¡Vomita, Murph, no me obligues a darte un desparasitante! Me da una palmada sonora en la espalda que me hace respingar y soltar todo en el inodoro del baño. —Un desparasitante no funcionaria. Mi amiga se para en seco notando al hombre que sostiene mis mechones con sus manos en una coleta. —Y tú ¿Qué haces aquí? Largo. —Ayudar. —Ayudar es drogarla, no lo creo. —Admito que me equivoqué —dice con voz baja —Pero intento remediarlo. —La próxima mete la pastilla en tu trasero imbécil. Quisiera evitar que discutan, pero la bilis me tiene sostenida del inodoro y las rodillas me arden al golpearme con el suelo una y otra vez. Descargo todo y me lanzó sobre la pared con un rostro demacrado. Ròse me lanza una toalla mojada y un enjuague bucal. —¿Qué mierdas estás haciendo? —me reclama —Jamás te he visto ser tan descuidada en mi vida. —Solo quería divertirme —enjuago mi boca y escupo el líquido en el inodoro —¿Qué tiene de malo eso? —Todo —me dice conteniendo la voz —Una vez me dijiste que evadir los problemas solo causan más problemas. La observo tomar puesto a mi lado. —Has evitado todo desde que llegaste a Rusia ¿Qué esperas? —No espero nada, solo quiero… No me salen las palabras. —¿Qué paso con Lya? Me inclino sobre mi rodilla. —Nada, ella me reclamó sobre cosas fuera de mis manos. —No fue lo que ella me dijo. —Y le crees más a ella que a mí. —Jamás lo haría y lo sabes. Vuelvo a sentir el cuerpo débil y la bilis me hacen correr al inodoro y volver a descargar todo. Me quedo sin aliento. —Me dirás que paso. —Charles me pidió que ayudará a la bratva y eso hice, tiene miedo de que la delate. Empiezo a recordar la discusión de aquel día y se me revuelve el estómago. Siento que la mujer cerca de mí se queda callada, sabe muy bien que significa lo que acabo de decirle. —La está abandonando. —deduce —Charle la abandono. Alzo mi mano para confirmar. —¿Que hizo, por qué? —Nada. Y ese es el problema. No ha podido sacarle nada al boss y en su historial tenemos el fracaso con Dante. Esta vez es ella la que suspira profundamente, quedándose sin aliento. —¿Y qué harás? —No lo sé. No miento, me he estado torturando desde aquel día, debo buscar una solución y me estresa no encontrar nada que me haga salir de esto. Tocan la puerta con golpecitos suaves. —Ofrenda de paz. —Glev me ofrece un energizante —Lamento lo sucedido. Me lo bebo sin rechistar. —¿Te quedaste sin energía para discutir? —le pregunta a Ròse, la cual sigue sumergida en sus pensamientos. Está intentando buscar una salida a lo que le acabo de decir y la verdad es que si yo no he podido encontrar nada, ella tampoco. El único as, que conozco es a Lya y el problema es que si la delató, morirá. Glev me ayuda a levantarme, subo las escaleras y me recuesto en la cama, dejo descansar mi cerebro, he estado pensando en una solución que me haga salvarle la vida, sin embargo, me debato si Lya merece que haga algo por ella. Duermo durante mucho tiempo, intento moverme y el peso en mi abdomen y piernas me hace quejarme, parpadeo notando la oscuridad con una pequeña tonalidad de luz. Deben de ser más de las cinco AM. Rū está recostada en mi abdomen y la hija del boss está en mis piernas, estoy en ropa interior con una campera blanca que me cubre los muslos, Ròse debió cambiarme. Noto el bulto envuelto en sabanas oscuras que está recostado en el sillón de la alcoba y deduzco que es Glev. Después de todo, ambos estamos a cargo de la hija del boss. Acomodo a las dos niñas y me voy al baño, hago el intento de vomitar para darle el gusto a mi estómago Pero me es imposible, me bebo dos pastillas para calmar el dolor y lo único que deseo es regresar a esa cama. Doy un paso fuera del baño y me paro firme cuando se me eriza la piel de la nuca. Silencio. Silencio como ninguno. El pecho me empieza a golpear y lo escucho en mis oídos. Agudizo la vista y la mente recordando donde deje el arma que llevo siempre. No lo recuerdo. Doy pasos débiles sobre la alfombra hiendo hacia el balcón. No hay nadie y eso provoca que los nervios me suban. Destapó el bulto que está sobre el sillón y debo admitir que ni Judas se atrevió a tanto. Ahí está mi amiga desnuda junto a Glev. Ròse despierta de inmediato viendo a todas partes asustadas y le cubro la boca para que no hable. Le hago señas que ella entiende de inmediato. Escucho sonidos silenciosos, como si fueran dardos tirados en el aire: un silenciador. Se escuchan por todos partes y el olor a pólvora me pone alerta. ¿Qué está pasando? Sé que Gio no está, Pero nadie se atrevería a entrar a este lugar, solo conozco a dos personas y la primera es un psicópata y el segundo… Mejor no hablo del segundo. De igual manera como sabían que yo estaba aquí. El grito de una mujer hace que Glev se vista con rapidez y Ròse tome a la hija del boss que para mi sorpresa reacciona de una manera silenciosa como si entendiera qué está pasando. Por parte de Rū no es la primera vez que nos encontramos en esta posición. Se pone a mi lado y le hago señas para que retrocedan al balcón. —Ya informe —susurra Glev —Vienen en camino, el Boss fue emboscado en Colombia. Me regreso a verlo ¿Qué? Esto es obra de Dante, estoy segura. Los disparos dejan de ser silencioso. —¿Qué habitación es esta? —le pregunto a los que me trajeron aquí. —Es el segundo piso. Bien, no estamos muy lejos del estacionamiento. —Rū, siempre atrás mío —le recuerdo y ella asiente —Tú también, —le digo a Sasha —Si algo me pasa vayan con ellos. Ambas niñas asienten. Glev y Ròse rebuscan entre los cajones buscando armas o algo para defenderse. Solo hay dos armas, lo que significa que debemos dividirnos en dos grupos. —¿Iremos al estacionamiento? —No podemos, deben de saber que Sasha está aquí —responde Glev a la pregunta de Ròse. Tiene razón, Pero esta mansión no está construida para escapar sino para encerrarse. Alguien dio información. Ròse intercambia miradas conmigo. Y ella deduce cuáles son mis sospechas. —No tenemos opción —afirmo, desarmo el cartucho tanteando el peso, debe de haber menos de cinco. Observo a Ròse con desdicha. Tiene la mala costumbre de no recargar los cartuchos. Se encoge de hombros —lo olvidé, sorry. Me pasó la mano por la cara. Tomo la mano de Rū y Sasha se viene hacia mí sosteniendo mi otra mano. —Tienes que ir con Glev —le pido y ella niega con la cabeza. —Voy contigo. Glev la sujeta a la fuerza, no tenemos tiempos de caprichos. Esta mansión es un laberinto para aquel que nunca ha estado aquí. Abro la puerta con cuidado y los pasillos están vacíos. Nunca me había visto en una situación donde no tuviera más opciones que darme a la suerte. Cruzamos los pasillos en silencio, cambiamos de dirección cuando hay demasiados hombres encapuchados. Evitamos disparar y Ròse que Hiba de frente se encargó de limpiar los pasillos antes de que llegáramos. Dejo a Rū en una esquina y saqueo el cuerpo del hombre que está en el suelo. Saco el arma y también está casi vacía, la desarmo con rapidez tirándolo hacia fuera. Puedo sentir mis latidos sonando en mis oídos y el frío de la madrugada que azota a mis piernas descubiertas. Rū va dos pasos delante y debo tirar de sus manos cundo se nos atraviesa un suelto con una metralleta. Malditos dementes. Nos encontraron. Le lanzo el arma a Ròse, quien dispara como demente. Él pasa platos está detrás de mí y sujeto a Rū entrándola primero. —¿Qué haces? —me jalones Glev, observa a Rū y me fulmina con la mirada —Nuestra prioridad es la hija del boss. La irá empieza a temblar en mis venas y quiero darle un tiro para que deje de decir mamadas. —Hay espacio para las dos —nos interrumpe Ròse y él me suelta subiendo a la hija del boss. —Rū, esto va directo a la cocina, si curvas a la derecha estará la colección de autos de Gio, sube a uno y escóndete ahí ¿Entiendes? Ella asiente y presiono el botón que las baja con rapidez. Escucho los pasos apresurados de todos los muy malditos que vienen por nosotros y no sé si veré al diablo hoy o si debo saludarlo antes de llegar al infierno. CONTINUARÁ…
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