XI

3103 Words
MURPHY. El distrito rojo es justo como lo imaginé. Mi cara de asco no me lo quita ni dios. Son tres hectáreas de negocios, plazas, bares, discotecas, prostíbulos, casinos y el incomparable, hotel. Aquí la perversión es un plato fuerte, y se les hace normal ver a mujeres desnudas y hombres actuar como perros. Mujeres lamiendo los pies de sus dueños y sumisos siendo follados hasta el cansancio, estoy en el casino sentada en uno de los puestos VIP, mientras el Boss está reunido con un alto Vory. El muy desgraciado cumplió mi petición de reasignarme, debería de estar feliz, Pero no puedo cuando ahora soy el reemplazo de uno de sus boyevikis. Es casi protocolo que el Boss lleve sus escoltas personales, aun cuando no los necesita. Lo primero que me dijo Dominik al tomar el puesto fue: debes mantenerte alerta, callada y discreta. Prácticamente, me pide que no cuente nada de lo que lo veo y que me dedique a seguirlo justo como lo hacen los demás. —Escuche que había una chica linda entre los nuevos escoltas —llega una rubia despampanante, se quita los lentes oscuros mirándome de arriba abajo —Eres Murphy. Asiento con la cabeza. —Sasha no dejo de hablar de ti —informa tomando mis manos llevándome hasta la mesa de cartas —Ya verás mi asombro, Sasha odia a todos y que le agrades me dejó con ansias de conocerte. No sé quién es, Pero siento que su rostro lo he visto en otro lado. Nota que la miro con desconcierto —Oh, soy Keena —se presenta y caigo en cuenta, es la primera hermana del boss. La familia Kozlov está compuesta por muchos, Pero la principal consta de Keena, Caesar, Ilaya, la difunta Ágata y la menor Astrid. Siento la mirada del mafioso en mi dirección, los boyevik se pasan a su espalda como de costumbre y yo debería de estar ahí. Siento que me recrimina con la mirada. —Ya me conoces —sigo hablando con su hermana —Y Sasha es encantadora. —No hay duda —responde sin verme mientras apuesta las fichas que le quedan, se bebe el contenido del licor de su vaso y rápidamente lo vuelven a llenar —¿No juegas? —No cuando trabajo. Alza la vista hacia su hermano y regresa la mirada hacia mí —Cierto, reemplazas a Milo —su tono sarcástico me fastidia. Lo sabía. El mafioso de mierda mintió. Apuesto a que no necesita un reemplazo. De frente, al otro extremo de la mesa de juego, la mujer sonríe feliz por ganar la partida, jala de la cuerda y hunde el pie en la cabeza del hombre desnudo que lleva como un perro. “Un sumiso” lleva un collar pesado de cuero con el que supongo y es el nombre de su dueña. Es un esclavo y que ponga un rostro de gusto me causa asco. —Nos vamos —me dice uno de los boyevik, el mafioso está de pies terminando su charla con el Vory. —Fue un gusto —le digo a la hermana. Siento que Keena me mira a la expectativa, como si buscará algo de mí, algo que posiblemente le hayan contado. Niega después de unos segundos de determinarme —El gusto fue mío. Regreso con el boyevik hasta fuera del casino sintiéndome observada. ¿Qué fue eso? Desde cuándo son tan cortés en la bratva. Las camionetas negras nos esperan y no subo a ellas, sino que me dirijo al chófer tratando de conseguir que me dé las llaves. —¿Me dejas conducir? —él niega con la cabeza —Vamos, no creo poder soportar la mirada de tu jefe durante el transcurso del camino. Es un hombre un poco más alto que yo, me clava los ojos marrones con disgusto mientras masajea su cabello rubio, tiene una cicatriz en el costado de su mandíbula que lo hace ver aterrador. —También es el tuyo —me regresa la queja —Es tu jefe y mi deber es manejar. Escuché que es uno de los tres que siempre acompañan al boss. Qué aburrido, no soporto a esta gente, Al menos con Charles estaba en constante movimiento. ¿Será que no entienden que soy más eficiente en el campo? Aquí solo me pudriré hasta secarme. El boss viene escoltado de sus otros dos boyevik personales, su guardia está dividida entre estos tres boyevik y los demás que son, que somos el refuerzo. —¿Puedo conducir? —le pregunto directamente al mafioso. El chofer se tensa a mi espalda —Me aburro ahí a dentro. Pasa de largo dejando su colonia atrás, el pecho me tiembla, este imbécil es como un afrodisíaco andante, se me eriza la piel recordando lo que no debo. —Sube —me ordena y no tengo más opción que acatar —Pediste que te reasignara ¿De qué te quejas? —me dice una vez dentro de la camioneta. —No me quejo —miento —solo me aburro, no creo que nadie en Rusia se atreva a atacarte. Ladea el rostro con una sonrisa que me exaspera. Esa arrogancia no la tolero. —¿Tanto miedo doy? —Si —soy franca —Eres imponente. No oculto la mirada que le recorre el cuerpo por completo. Está bien bueno el cabrón. —Y tú no tienes filtros —suelta con voz simple, Pero juguetona —No siempre es bueno decir lo que piensas. Se afloja la corbata un poco, dejo de mirarlo y evitó el contacto observando las líneas blancas en el asfalto del auto en movimiento. Tengo más filtro de lo que él se imagina, si dijera todo lo que se me pasa por la mente, mi vida sería más complicada de lo usual. Eso me recuerda a otro de mis problemas… Charles. Se dignó a reportarse con un mensaje tan banal y sin fundamento que me pregunto ¿Qué está planeando? “Ayúdalos sin exponerte” Ojalá fuera más preciso, ¿Ayudar, a quién? De lo único que estoy segura es que Charles no dice las cosas por qué sí. El ringtone de su teléfono móvil suena y él contesta, se le forma una arruga en la frente mediante pasa la conversación. No parecen buenas noticias. —вернуться в особняк. Le ordena al chófer regresar a la mansión y me preguntó que tan malo es para que se ponga de esa manera. —Si es urgente, podría bajarme aquí. —Te quedas. Me lanza una mirada que me deja sin ganas de protestar. Me encojo de hombros cruzando los brazos. —Si lo pides con tanta amabilidad, es una pena desobedecer. Me humecto los labios jugando con mis pies, me desespera los lugares cerrados, a pesar de ser buena conductora, prefiero las motocicletas. La camioneta no llega a estacionarse antes de que el mafioso salga despavorido, haciendo que todos intenten alcanzarlo. Lo reciben con apuro. Chani está junto a Lya, la muy pobre palidece al verme. Creo tener una teoría del porqué Chani me fulmina con la mirada, más sigo sin entender a Lya. Ilaya empieza a hablar tan rápido que no le entiendo bien. Por alguna razón ellos se comunican en latín. Presto minuciosa atención a lo que dice. “El cuervo atacó de nuevo” es lo que informa Ilaya. Está fúrico, las venas de las manos se le enmarcan y el cejo lo mantiene fruncido mientras sigue informando todo a Caesar. Ellos entran a la oficina y como no me considero un alto ejecutivo, procuro mantener distancia y poco interés en lo que dicen. Cosa que hace que el ruso se gire hacia mi nada contento. —Entra. Solo dice eso dándome la espalda. —¿Qué sabes de eso? Supongo que debes tener muchas historias sobre el cuervo. Tiene esa sutil manera de decir las cosas sin que parezca ofensiva o venenosas. La tengo, pero me quedo callada por unos segundos ideando una forma de no soltar de más la lengua. Discreción. Eso fue lo que pidió Charles. —¿Qué saben ustedes de él? —los cuestiono ganando tiempo. Chani se pone histérica. —Te pregunto a ti —lo dice como un regaño, cosa que me pone de los nervios. Lya está pálida y me arrasco disimuladamente el cuello. Es una señal para asegurarle que estaremos bien. Me devuelve la respuesta parpadeando tres veces. No está convencida de que pueda salir de esto sin involucrarla a ella. No me agrada sentirme entre las cuerdas. Debo hablar con ella antes de que me exponga con una de sus tonterías. —No puedo decir lo que sé, al menos no sin saber lo que ustedes saben. —¿Por qué no? —entra en la discusión el consejero —No te pedimos que nos eduques, solo di lo que sabes. Ilaya se mueve incómodo, talvez desesperado, comienza a hablar lo que ellos saben obviando las palabras de Chani y Dominik. Lo supuse, Charles es tan discreto que las cosas que salen a la luz suelen están distorsionadas. —Están desinformados. —les hago saber —Charles, no es el cuervo. El cuervo es un apodo con el cual se le reconoce, más el maníaco del cuervo no es Charles. El cuervo es alguien que aparece cada ciertas semanas en lugares distintos, aparece y mata a un grupo de personas, no se controla, incluso eligiendo a sus víctimas, legisladores, gobernantes, mafiosos o todo lo que le siga. Lleva una máscara de cuervo y ropa formal. Nadie sabe quién es, pero lo vinculan con Charles. —Entiende esto —le digo directo a Caesar —Charles apareció hace más de seis años, no sabemos por qué, ni como hizo para chantajear a los altos mandos, Pero lo hizo volviendo el mundo de cabeza. —No necesitamos que repites lo que ya sabemos —reclama Chani. La fulminó con la mirada. —¿Te puedes callar? —la reprendo, me jode que me interrumpan —No sé qué motiva a Charles, pero te aseguro que no hay nadie que conozca su identidad. —Trabajaste para él, durante mucho tiempo, ¿Nunca intentaste descubrir quién es? —Lo hice, pero nunca deja huellas. Empiezan un debate entre ellos. Caesar no quita los ojos de encima, me pone tensa, debo acomodarme con impaciencia, se pasa la mano por la cara y sigo el transcurso de su mano que termina ocultándose bajo la mesa. Paso saliva cuando nuestras miradas se conectan, él lo sabe y yo lo sé. Hay algo, una tensión entre los dos, desde aquel día en el lago. No soy de quedarme con las ganas y le tengo ganas, el problema es que no creo sensato jugar con el Boss, el mismo lo dijo. Nadie juega con él y es una amenaza que pienso tomarla a lo ligero. Analizó mis pensamientos, lo llevo haciendo desde que entré en este despacho. Charles sabía que el cuervo con máscara atacaría, no tengo pruebas, pero tampoco dudas. No creo en la consistencia de que justo hoy, tomará la decisión de hablarme. Y para colmo, me pide que colabore con la bratva. Eso solo significa… —Les diré lo que nadie más sabe. Eso significa que fue una brecha que abrió para mí. Me giran a ver como si me hubiera vuelto loca. —Charles mira el mundo como si de una mesa de juego se tratara. Todos somos fichas, cartas y piezas y él juega a movernos. Parecen ofendidos de saber que son el títere de otra persona. —Escuchen —me levantó del puesto bajo la mirada de todos, rebuscó entre los cajones sacando una hoja blanca para explicar mejor —El sistema de juego funciona de esta manera —tacho sobre el papel —En la cabeza, Charles —trazo su nombre —Nadie sabe quién es —prestan atención, en especial el consejero e Ilaya, a su lado escribo al cuervo —Todos creen que aquel maníaco es Charles, pero yo sospecho que no es así. —¿Sospechas? —recrimina Chani —Nos dices que no es seguro. —Con Charles nada es seguro —me secunda Ilaya. —Pero, ¿por qué descartas que no es Charles? —En fin —le ruedo los ojos a Chani —Charles y el cuervo son dos personas diferentes, trabajan diferente, uno no se ensucia la mano y el otro sí. —siguen sin entender. Me desespera explicar y que no me comprendan. Relajo los hombros. —Charles fundo un imperio ¿Cierto? Pero para dar las órdenes debe exponerse, Pero no lo hace ¿Por qué? No lo hace por qué para eso está este sujeto —tacho el nombre del cuervo— Es la mente maestra de todo. Es un experto hacker. Tienen un signo de interrogación en la cara. —De acuerdo, —cambio de tácticas para que entiendan —Cambie de número cada semana mientras trabaje para él y de alguna manera volvía a contactarme. —Porque hackeaban tu número —empieza el consejero a entender —Pero como sabes que es el cuervo. —Porque me lo tope en más de una ocasión, siempre era el mismo patrón. Aparecía convenientemente en los lugares menos creíbles y borraba todo rastro, cámaras, salidas, todo. —¿Cómo sabías que él borraba los discos? —Porque yo también debía borrar mi rastro, Pero él se me adelantaba siempre —les demuestro la confianza llena de ego — Y déjenme decirles, que soy una programadora de primera. Se miran entre ellos y me miran, creo que dije de más. Chasqueo la lengua —No tan buena como él —repongo —Pero lo soy. —¿Y sabes quién es? —cuestiona Ilaya. —No. Pero te aseguro que es el número uno. Alzan las cejas confundidos y noto lo pálida que se ha vuelto Lya. Se da dos golpecitos en el pecho, quiere que me detenga, que no diga más. —¿Número uno? Explícate. —habla Chani —¿Es un sistema de posición? —Los numerales —digo lo obvio, me doy cuenta de que son ignorantes de primera. Me toca tomar otra hoja y explicar con un croquis más fácil de entender, vuelvo a poner los dos primeros nombres. —Charles, la cabecilla, el cuervo, su mano y por debajo de ellos están los numerales, el mazo de cartas y las piezas de ajedrez y por último el As. Siguen sin entenderme. —Hablas en código —se exaspera Chani —Di las cosas claras. —Me fastidias —le respondo nada contenta —Si quieres explicar tú. —No gracias. —Vasta —interrumpe el Boss —continúa. Respiro antes de seguir —Ya les dije, para Charles todos vivimos en su mesa de juego. Las palabras en código es el mismo sistema que usa la bratva. Aquí le ponemos código a todo para evitar confundir a las autoridades, es por eso que las bases tienen nombres de jardines u otros. Hasta cierto punto es fácil de entender si prestan atención. Por más información que adquiera Charles es imposible que pueda mantener todo bajo control sin exponerse, tiene socios, a los cuales llamamos numerales, no sabemos cómo son o sus nombres, Los que trabajamos para Charles notamos el cambio cuando nos daban órdenes. Los mensajes de Charles llevan un código de cero dígitos. Y cuando aparecía un dígito acompañando al cero, sabíamos que eran órdenes de los numerales. Las veces que me cruce con el cuervo, las misiones tenían un dígito de uno. Es por eso que puedo asegurar la diferencia entre el cifrado de Charles y la del cuervo. Charles es como un benefactor, va por la vida salvando a todos, y a esas personas las divide en tres facciones dependiendo del potencial. Los ases son las personas incapaces de cumplir misiones, son sus aves, recogen información, y son la razón por la cual Charles tiene información de todos, están por todos lados, fingen y forman una vida, se establecen en el centro y espían para él. El mazo de cartas y las piezas de ajedrez tenemos el mismo rango, con la única diferencia de que las piezas de ajedrez cumplimos una condena máxima antes de ser libres, mientras que el mazo de cartas le son leales a Charles por voluntad propia. El hermano del boss y el consejero se ven algo pensativos tratando de entender mi explicación. —Dices que un as… ¿Qué puede haber un as en la bratva? —¿Uno? —me rio de su ingenuidad para pensar que Charles solo pondría a uno —debe haber más de uno. —Y como lo reconocemos. Me encojo de hombros, ni yo lo sé —Podría ser aquella persona que pasa a tu lado mientras corres por las mañanas, aquella que despacha la comida en tu restorán favorito o aquella que te sonríe en un bar. Si supera como diferenciar a un as hace mucho tiempo hubiera logrado escapar de Charles o de Dante. Viendo sus caras noto que hasta ahora es que empiezan a entender por qué Charles es quien es. Y supongo que esto es lo que Charles esperaba de mí, poner al tango de su poder al boss. —¿Entonces tú eres una pieza? —espeta el consejero sin titubear—Bueno, eras; es normal que puedas decir esto sin ser descubierta, no te da miedo que algún as te escuche. Observo a la persona detrás de él —No, no me preocupo —Lya se tensa con la mirada discreta que le lanzo. —¿Algo más que se necesite saber?—la voz de Caesar me pone alerta. Niego con la cabeza —Creo que es todo. No parece contento. Pide que todos salgan y yo también lo hago, se queda solo con el consejero y su hermano. Chani se aleja de mí sin mirarme, creo que me odiaba antes y después de lo que vio en la oficina el otro día, me odia aún más. —Estás demente Murph —me reclama Lya con voz baja —¿Quieres morir? Lo supuse, sabía que hablaría conmigo, pero no pensé que fuera tan tonta para hablarlo aquí. En esta mesa de juegos, ella es de quien más se deben preocupar. —Murph, si te das cuenta de que nos pones a todos en peligro. La observo, conozco esa mirada, está asustada y teme que la delate, yo soy una pieza, pero ella… Ella es un as. CONTINUARÁ…
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