VII

3311 Words
MURPHY. —¿Podemos iniciar? —toma la palabra Leyna kozlova (madre del boss) —Estamos aquí por la hija de Viktor. Por alguna razón los Kozlov tienen algo que me enfurece los sentidos. ¿Será ese tono peculiar de ofenderte sin que suene vulgar? Jodidos tiempos en los cuales uno debe soportar a este gentío. —Murphy —interrumpo manteniéndome relajada en mi lugar. Leyna me observa con la cabeza inclinada —Mi nombre —esbozo una sonrisa —No es “la hija de Viktor” Algunos abren los ojos sorprendidos, otros me fulminan con la mirada y algunos sonríen respetando mi osadía. —¿Y eso importa? —inquiere, reta al diablo ignorando mi aclaración —No estamos juzgando tu nombre. —Pero sí mi apellido. Todos callan mirándose entre ellos. Mi apellido pesa tanto como el de los presentes y harían bien recordarlo. —Nadie está cuestionando a los Orlov —se mete Chani (la mujer principal del boss) me mira con odio como si le pagarán por hablar en nombre de todos los presentes —Te cuestionamos a ti. Me inclino en el asiento —Disculpa ¿Y tú quién eres? Saca el pecho con orgullo —Chani —¿Solo su nombre? —La mujer del boss —termina. Las comisuras de los labios se me amplían con la afirmación de la hembra que parece orgullosa de ser la puta del boss. —¿La mujer del boss? —sonrío cruzándome de brazos —Dirás, la amante. —Tus insultos están fuera de lugar —declina mi ofensa —Incluso tu hermana solo es una de las mujeres del boss. Lo sé, Lourdes es la única que realmente aspira a que Keyla sea la próxima koroleva, y realmente veo más probable la disolución de la bratva a verla casada con Caesar Kozlov. Los murmullos asfixian el salón cuando todos sueltan una sonrisa cómplice y con eso me confirman la reputación nada agradable que tiene Keyla. Me uno a los bufidos llenos de decepción hacia Keyla. Keyla tiene algo que causa deseos de tirarte al suelo para burlarse de ella. Esos tacones de puntas que usa y los vestidos pegados al cuerpo con escote de vieja. Si viviera en otro país, su atuendo sería elegante y caluroso, Pero… ¿Quién carajo usa tacones de punta para caminar sobre nieve y vestidos de abuela para soportar el frío? Son incómodos y teniendo en cuenta que en cualquier momento podrías correr riesgo de estar en medio del fuego cruzado, no me imagino a Keyla tratando de huir con tacones y un vestido ajustado. —La diferencia es infinita —prosigue Chani —Yo tengo el respeto y la aprobación, mientras ella es la burla de todos. —No quita que seas una perra que nunca llegará a ser más que eso. Se ofende, más se mantiene firme—Me vale —repone —Sirvo a mi Boss. —¿Sirves en su cama? Debes amar tu trabajo. —Le soy fiel y leal, ¿Y tú? Eres… —¿Una traidora? —me bufo —Cuidado con lo que sale de tu boca pequeña hormiga, a veces no me fijo a quien piso al caminar. Me planta cara soltando una sonrisa llena de confianza en sí misma —Acabas de regresar, no amenaces sin conocer a tu rival —hace un intento fallido de amenaza. ¿Qué no la conozco? Sé muy bien quién es, pero me da igual, conmigo más le vale comerse sus opiniones. —Pido que nos respetemos —interviene el sovetnik —Chani es la mujer del boss y una mujer de la bratva, debes guardar el respeto que le guardas a Mila. Estupideces. Quieren venir a darle consejos a quien creció con reglas estrictas. Viktor me enseñó las reglas desde que pude hablar y caminar. —Dices que debo lamerla. Newt suelta la risa y Mila se inclina cubriendo su boca para no reír a carcajadas. El rostro confuso del consejero me da diez años de vida. —Así es como trato a Mila —me recuesto en la silla cruzando las piernas —¿También me pedirás un trío? —alzo la vista a la hembra del boss. La pobre tiene el rostro rojo y los puños apretados. —¡Esto no es juego, niña! —truena el consejero. —¡Entonces, tómeselo más en serio, Sr.! Me levanto del puesto enojada por estas payasadas. —¿Qué somos, la DEA, el FBI o alguna constitución gubernamental?—me rio con sarcasmo —¿Juegan a los policías y ladrones? Por qué a mí me parece que eso estamos haciendo. Ofendo a más de un Vory y sattocapo. Enfoco la mirada al hombre que se mantiene detrás del escritorio. —¡Hagan las estúpidas preguntas y terminemos con eso! La mujer del boss abre la boca para hablar y Gio la termina de sepultar. —Estás frente una Orlov, pertenece a la familia de un Sattocapo y es hija de Viktor —sentencia con voz firme —¡Que las preguntas las haga otro! Chani observa a la madre del boss esperando que la apoyen, Leyna mueve la cabeza para decirle que tome puesto y dejé de hacer el ridículo. La sala se silencia. Supongo que no están acostumbrados a este tipo de humillación. El hermano del boss se levanta aplaudiendo —No se esperaba menos —pone sus manos sobre el hombro de Gio —¿Te molesta si yo hago las preguntas? Noto el sarcasmo en su voz. —Como quieras. Rodea la sala pensando en que decir y como actuar. —¿Y qué debo preguntar? —inquiere divertido —¡Oh, ya sé! Me mira sin disimulo mientras suelta la pregunta que todos quieren saber. —¿Quién es Charles? Trabajaste para él ¿No es así? Debes de saber. Superpredecibles. —Lamento decepcionarte —, suspiro —Charles jamás da la cara. —¿Y como te daba órdenes? Saco de mi bolsillo el teléfono meneándolo en el aire. —Te molesta —me lo pide —Podría tener… No lo dejo terminar, lo lanzó al aire y él lo atrapa fácilmente. —Gracias por cooperar —camina hacia el consejero —Rastrea todo. No me importa dar el teléfono o cualquier ordenador. Si fuera tan fácil descubrir a Charles, ya lo hubieran hecho. —¿Otra cosa? —inquiero. El sujeto mira hacia los presentes señalando a uno de los Vory —No tengo más preguntas, ¿Qué le preguntarías tú? El Vory se levanta mirando hacia mi dirección, tiene los tatuajes sobre el pecho y el cuello. —¿A quién le eres leal? Gio se tenciona en su asiento, odia que cuestionen la lealtad de los suyos. Puedo escuchar el bufido silencioso del boss. Supongo que tenía razón con el cuestionamiento en aquella cena Lo normal, es responder a lo que desean escuchar, más no tengo intenciones de mentir. —¡A mí! —respondo mirando al hombre de ojos dorados —Mi lealtad está conmigo. Su mirada es tan dura y penetrante que no demuestra lo que piensa. Nadie responde y el siguiente que pregunta es el Vory que parece ofendido con mis respuestas. —¿Dices que no le eres leal al boss o la hermandad? —Jamás dije eso —me defiendo —Solo digo que la lealtad se gana y ahora mismo no tengo razones para ser leal con ustedes. «Mucho menos con aquel que me lanzó a un lago congelado» —¿Se gana? —cuestiona —Dices que el cuervo se ganó tu lealtad. Suelto la risa que los pone a todos a mirarme con aversión. —¿Por qué debería de serle leal a Charles? —Tú dijiste que la lealtad se gana —habla Chani —Ahora te contradices. —¿Y qué te hace creer que alguien como Charles, pudo ganar mi lealtad? —Trabajaste años para él ¿Cómo podemos no cargarte la falsedad de tus palabras? —me encara y para su mala suerte, conmigo no juega a la víctima. —Que te parece si le preguntas a Vladímir Kozlov. La mención del nombre pone a todos contra las cuerdas —Les recuerdo que fue el quién me mandó con Charles. —Estás demente —habla por lo bajo. —¿Demente? —me ofende, sé que le prometí a Gio evitar disputas internas, pero no creo que eso pueda evitarse —¿Quieres saber de lealtad? —la encaro —Ve y pregúntale a una niña de síes años, sobre la lealtad. Me giro encarando a todos los presentes —Soy leal en lo que queda de mi apellido; más no pidan que muera por ustedes, cuando ninguno lo hizo por mí. Parecen ofendidos, pero nadie dice nada. —Tocas temas de disputas internas del pasado —se ofende la madre del boss —Hablas como si fuéramos culpables. —¡Son culpables! —espeto mordazmente —Todos ustedes, incluso tu Bory —señalo al consejero de mi familia —Mi padre fue leal y en consecuencia vendieron a su hija —les recuerdo. Muchos me miran con insuficiencia, otros con respeto —Volveré a decirlo. Mi lealtad está conmigo y si les molesta jódanse todos. —Es una falta de respeto —truena Chani mirando a todos los presentes —Permitirán que una simple perra traidora les hable de esa manera. Me vuelvo hacia ella con la inminente furia de un volcán —No soy cualquiera, soy una Orlov y tú una puta —se viene contra mí y saco el arma pegando el cañón a su frente —Y la próxima vez que me faltes el respeto será el último día que respires —quito el seguro del arma amenazándola. —Si tengo que morir, moriré —no hay miedo en sus ojos —Pero, al boss lo respetas —lo admito, merece respeto por plantarse frente a la muerte. Se me hiela la sangre cuando el cañón se clava sobre mi nuca. Esa manera silenciosa y rápida de moverse «krysha» Me doy la vuelta despacio sin quitar el cañón de la mujer del boss. Los orbes marrones me observan con las cejas fruncidas, tiene un aspecto familiar a Chani. —¿Tu hermano? —le pregunto a Chani —Es lindo, Pero muy tonto. La figura de dos hombres se posan detrás del chico, se escucha el sonido del seguro del arma —Yo también tengo un hermano —le afirmo a Chani, quien palidece al escuchar el trueno del arma —Y el mío no duda al disparar. Supongo que el alma le regresa al cuerpo cuando sus orbes se mueven al techo de la habitación. El perdigón dejó un hoyo en el cielo de la habitación. Newt tiene el rostro fúrico a punto de estallar, mientras Gio sostiene con fuerza sus manos hacia arriba evitando que le atraviese el cráneo al hermano de Chani. —Con mi hermana, no —sentencia Newt, sus palabras van dirigidas hacia el chico, no hacia Chani, su voz es un hilo tenso a punto de reventarse. —¡Vasta! —truena la madre del boss —Sáquenla de aquí. Los boyevik se vienen contra nosotros y esta vez es Gio él saca sus armas, bañadas en oro y en plata. —Los tocan y mueren —sentencia a los boyevik, sus hombres lo siguen armándose. Las armas se alzan apuntándose entre ellos, cuando los demás Vory sacan sus armas. Aliados contra aliados. Se apuntan entre ellos causando conmoción. —¿Qué paso con no causar disputa? —me dice Gio con un tono de regaño. —¿Es en serio? —cuestiona Chani viendo como más de un Vory se viene a nuestro lado apuntando a los demás. —Reglas Chani —sentencia uno de ellos —La hija de Viktor se gana su respeto como se debe. Estúpidas tradiciones. Es un incumplimiento que el hermano de Chani se metiera a defenderla. Aquí cada quien debe luchar sus batallas y el niño intervino faltando el respeto a las leyes de la hermandad. Me imagino a cuántas mujeres y hombres debió de matar esta maldita perra para ganar el respeto actual y se atreve a exigir que estén de su lado. —Baja el arma, niño —pide Gio haciendo caso omiso a los hombres que le apuntan —Eres muy joven para morir. El suspiro del hombre, que se mantuvo todo el transcurso fuera de las ligas, hace que todos se giren a verlo. —Fuera todos —pide con voz firme y ronca, nadie se mueve y nadie baja sus armas y yo no tengo pensado hacerlo si el tonto niño a mi espalda no lo hace primero. —¡Dije largo, idiotas! —grita estrellando las palmas en el escritorio —¡Largo todos de mi presencia! Gio es el primero en bajar sus armas obedeciendo y los demás lo siguen. Bajo el arma con calma —Tienes suerte —le sonrió a Chani —Pero ten cuidado, las ratas tienen un aproximado de vida corto. Intento caminar a la salida y los boyevik del boss se me cruzan —Tú no —me informan, me doy la vuelta mirando al semental humano que observa a todos con enojo. —Bien —alzo las manos al aire dando a entender que cederé a la petición —Me quedo. Por un momento creo que Chani, Leyna e Ilaya se quedarán, Pero resulta que todos obedecen a su boss desocupando la habitación. Muevo la cabeza para indicarle a Newt que estaré bien. Caesar sale del escritorio caminando hasta el minibar. Sirve un trago para él y enciende un puro alemán. —Tienes malos modales —lo abordo por detrás —Se consideran buenos modales ofrecerle algo a las visitas. Me mira por encima de su hombro. El cabrón está bueno. Tiene la camisa oscura perfectamente ajustada a su cuerpo resaltando los músculos de sus brazos, no lleva corbata puesta dejando ver los tatuajes que se medió vislumbran por encima de la camisa. Sus mangas están remangadas a la altura del antebrazo, el pantalón de tela se pega a sus músculos cada vez que se mueve a caminar. Trago grueso cuando se gira hacia mí con esa colonia que me eriza la piel. —¿No tienes manos? —ladea el rostro —Sírvete tú misma. «Imbécil» en fin, que puedo esperar de un mafioso. Arrugó la frente cruzando al otro lado de la barra, observo las diferentes botellas. Tiene un poco de todo. Tomo dos tipos de licor mezclándolos, uso mi conocimiento como barman y termino probando mi propia creación. «Delicioso» El boss está recostado sobre su escritorio, su mano izquierda está escondida sobre su bolsillo y la otra mantiene su agarre en el borde la mesa. Inclino él vaso sobre mis labios disfrutando de la vista. —¿Nunca has pensado en ser modelo? Parece confundido, Pero de igual manera me sigue la corriente. —No. —Pues deberías considerarlo. —Ahora mismo, lo que estoy considerando es si debo dejarte vivir. El tono de su voz es tranquilo, como si amenazarme no revolviera nada en él. —No soy culpable —me encojo —Tu mujer me ofendió primero y tu madre… —Me importa muy poco tus excusas —deja el vaso sobre el escritorio —Me importa no estar parado frente a una traidora. Se posa delante de mí. Estamos a menos de un metro de distancia y su mirada es tan pesada como la gravedad. Alzo la mirada encajándola con la suya. —¿Hay algo que valores, más que tu vida? Su pregunta me deja pensando. —Promesas, objetivos y orgullo. Se ríe como si hubiera dicho algún chiste gracioso. —Adviérteme tres cosas sobre ti. —¿Por qué quieres saber eso? —Porque intento descifrar si tienes el estómago para esto. No soy una cobarde, sé pelar mis batallas y sé admitir la fortaleza de los demás. Y puedo asegurar que si este mafioso de mierda decide cumplir esa amenaza, ni el arma que llevo detrás me salvará la vida. En ese caso —Sé mentir y lo hago también que jamás encontrarás fallas, soy una sociopata de mierda y puedo seguir todo el día enumerando mis fortalezas—el pulso se me altera al continuar —Pero… Si quieres una advertencia severa… Dejo de respirar cuando se pega a mí amenazándome con la diferencia de tamaño y la mirada oscura que se trae. —No confíes en mí. —Si no puedo confiar en ti —sus manos me sujetan la nuca llevándome hacia delante —¿Por qué debería dejarte vivir? —Porque nunca prometo cosas que no puedo cumplir. Suelta un bufido —¿Prometerás lealtad? Presiono mis manos sobre las suyas ejerciendo la fuerza necesaria para suavizar su agarre —Prometo hacer lo que pueda por la Bratva, lo tomas o lo dejas. Nuestras miradas chocan y el aliento suyo me roza las mejillas provocando sensaciones que me niego a aceptar. —Y yo te prometo algo —me suelta —Si me traiciones… Te mato. Sobo mi nuca, es igual de bruto que Dante —No te confundas, yo te ofrezco mi conocimiento y habilidades y solo te pido una cosa. Regresa al escritorio sirviendo el humo del puro—Habla. —Newt… —me mira con una ceja levantada —Sin importar como resulten las cosas, él vivirá. —Como quieras. —No —contradigo —Debes prometerlo o mejor te recomiendo acabar con esto ahora mismo. Deja escapar el humo, intenta descifrar mis razones, pero realmente nunca entenderá nada de mí. —Te doy mi palabra. Vuelvo a respirar y camino hasta la puerta antes de detenerme. Le doy un último vistazo al hombre que me pone a dudar. —Charles… Ese tipo no trabaja para nadie, no lo tomes en cuenta si quieres ganar esta batalla. Abre los ojos sorprendido. —Otra cosa, el consígliere, miente, Dante, jamás entregará a Federico. Sonríe complacido —¿Y como sabes eso? Me aferró al manojo de la puerta —Porque Dante me pidió salvarle la vida. Arruga las cejas, nada contento —Cuanta confianza hay para que pida eso. —Lo conozco muy bien —afirmo —Al menos lo conozco más de lo cualquiera otra persona lo haría. —¿Algún consejo? —se ríe —Supongo que ese tipo te puso al tanto. Habla sobre los planes de Dante. —Nunca lo hace, es como un libro vacío, juega sin escribir sus jugadas. Me volteo a verlo y el pecho me tiembla al verlo parado a mi espalda. Sus manos se deslizan por mi cuello, me jala hacia atrás pecando mi cabeza a su pecho —Alguna otra cosa que deba saber de ti. Presiona sus nudillos contra mi cuello impidiendo que respire con facilidad. —Muchas cosas —le hago saber —Pero, jamás lo escucharás de mí. Se inclina respirando en mi oído, su aroma me hace apretar las piernas. —Cuidado, niña, —libera presión en mi cuello, desliza sus manos por mi barbilla y el pulso se me dispara cuando su mano cubre mi boca por completo —conmigo no se juega, no perdono las mentiras, mucho menos a una loca con delirios de Sociopata. Me suelta bruscamente, mi mano sigue aferrada a la puerta y el mafioso de mierda no se mueve a mi espalda, siento su calor recorrer mi columna. Y es aquí donde me doy cuenta de algo muy importante. —Me agradas —le digo por debajo —Pero déjame decirte que conmigo tampoco se juega, yo soy capaz de hundir el barco conmigo a bordo. CONTINUARÁ…
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