Capítulo 14

1077 Words
La organización despertó muy temprano a Fabiana. Ella apenas había agarrado el sueño, porque se la pasó toda la madrugada viendo cable con Paola y Nancy, cuando timbró el teléfono y el largo riingggg las hizo brincar a las tres hasta el techo. -¿Quién mierda activó esa cosa?-, reclamó furiosa Paola. Fabiana se puso pálida. -¿No será una alarma?-, preguntó. Sintió su corazón brincando en el pecho. Nancy contestó la llamada y luego colgó arrugando la boca. -Tienes que hacer gimnasia abajo, dicen-, apuntó. Alguien ya había acomodado las mallas en la cómoda, también medias gruesas, zapatillas y una vincha. Un tablet estaba encendido en una página que decía, "agenda" y estaba, efectivamente, subrayado y parpadeando en una intensa luz roja "gimnasia seis de la mañana". Fue divertido después de todo. El profesor era un tipo larguirucho, de pelos revueltos, muy locuaz y su cuerpo parecía hecho de elástico, haciendo difíciles acrobacias y retorciéndose a cada rato como una culebra. -¡Vamos niñas, a moverse!-, decía en holandés, haciendo movimientos sensuales, sacudiendo las caderas igual a un barco en medio de una terrible marejada y contorneándose parecido a un alambre, haciendo eses con su cuerpo. -No tiene huesos, ese sujeto-, le dijo Fabi a Graciela. Ella estalló en risas. -Y, seguramente desciende de las lagartijas-, bromeó la señorita Argentina. Las chicas cantaban, brincaban, se aupaban con gritos, siguiendo los exigentes ejercicios, y aplaudían, frenéticas, al profesor en sus atrevidos movimientos y su desbordante sensualidad. -Qué bien se mueve, eh-, dijo la señorita Colombia, cerca de Fabi. -Tiene un cuerpo de diosa-, echó a reír la representante de Chile. -He teacher better compete for me! you are cute daddy -, gritó a voz de cuello la señorita Escocia y todas rieron. Fabiana la entendió y mordió sus labios alzando sus ojos. La señorita Ecuador se interesó. -¿Qué dijo, qué dijo?-, le jaló el brazo inquieta y curiosa. -Que es un papacito muy lindo-, respondió Fabiana y las dos estallaron en carcajadas. El desayuno fue más armonioso que la cena anterior. Las concursantes empezaron a acortar distancias, a charlar entre ellas y a gastarse bromas. La señorita Bolivia bailaba en el comedor y retaba a las otras chicas, -A ver, quien me gana en el rap-, decía desafiante, contorneándose igual o más que el profesor de Gym. La señorita Ghana aceptó el reto y se puso, igualmente, a contornearse con sugestivos y sexys movimientos, en un vibrante concurso de caderas. -Let's see, who moves the booty better than me, ajá-, retó la representante de Ghana a todas, con sus despampanantes movimientos. Las otras chicas aplaudieron enfervorizadas. -¿Qué dijo?, -preguntó Paola a Fabi, comiendo las tostadas. -Que mueve bien el bote-, se sonrojó Fabiana. Pero luego la mañana se hizo tediosa con las primeras entrevistas. Tenían que aguardar largas horas en una estancia donde solo habían revistas y un televisor grande que daban noticias de País Bajos. Se formaron varios grupos y Fabi estuvo en el primer bloque, con otras quince chicas. No estaban las auxiliares ni las chaperonas, solo las concursantes. Ellas veían sus celulares, navegaban en sus tablets o escuchaban música moviendo los hombros como jorobas de camello y Fabiana bostezaba aburrida. Se había puesto una minifalda vaquera y zapatillas. Las otras chicas tenían ropas deportivas. Eso lo notó Fabi. - A mi novio le dicen peón de ajedrez-, quiso la señorita Uruguay hacerle conversación a Fabiana. Ella era una morena muy alta, de pelos aleonados, ojos enormes y la sonrisa larga. Fabi movió su cabeza, sin entender por qué le decían así. -La tiene pequeña pero es cabezón-, estalló en carcajadas la chica uruguaya. Fabiana no había entendido nada y se rascó la cabeza incrédula y azorada a la vez. Pensó que seguramente era bajo de estatura y tenía el cráneo inmenso o algo así. La señorita Uruguay se incomodó. -Me refiero a su pene, pues, zonza-, barulló la morena, mordiendo sus labios. Fabiana se tapó la boca aún más azorada y suspiró perpleja. -Ay, qué dices-, dijo enrojeciendo sus cachetes. -¿Tienes novio?-, le siguió la conversación la señorita Uruguay. -Peleamos, estoy sola por ahora-, respondió Fabi. -Seguro es dinamita con mecha corta y por eso lo dejaste-, volvió a ser irónica ella. -No, él trabaja en el mercado vendiendo abarrotes, no vende explosivos-, aclaró Fabi y la uruguaya estalló, esta vez, en ruidosas carcajadas, cogiéndose del brazo de Fabiana para no resbalar de la silla por sus risotadas. -¡Vende abarrotes!-, gritaba presa de las risas, azorando aún más a Fabiana. -Vos sos muy linda-, pudo al fin recuperar el aliento, la uruguaya. Pasó la manga de su blusa por sus lágrimas de la risa. -Es un pobre tonto haberte dejado porque sos muy linda-, barulló trastabillando con sus risas. El salón donde estaban los jueces fue acomodada con una larga fila donde estaban los señores alineados en una mesa larga cada uno con una PC donde navegaban repasando datos de las concursantes. Cuando entró Fabiana, los vio demasiado indiferentes, extraviados en las pantallas. Una azafata la hizo sentar en una silla giratoria, muy cómoda. Ella se arremolinó a gusto. -Buenos días, señorita Perú, dijo uno de ellos, de pelos canos, mostachos gruesos, con sus lentes corridos hasta la punta de su nariz. Fabi vio que sus dedos estaban doblados, cubiertos de muchos vellos. -Se llama Fabiana Leclerc Dupont. Es un bonito nombre. Me gusta Francia, París la ciudad luz-, dijo el hombre muy festivo. Algunos jueces se empinaron para ver a Fabi meciéndose en la silla, con sus piernas cruzadas. -Belgas. Mis padres eran belgas. Ya están fallecidos-, explicó ella. Nadie dijo nada. Los jueces se miraron absortos. Después le preguntaron qué estudiaba, sobre su ciudad, sus sueños, sus metas, detalles pequeños, también sus gustos, sus colores preferidos, si practicaba algún deporte, si tenía novio y por último qué pensaba del concurso. -Hay mucha gente que está en contra de los concursos de belleza, pero yo creo que sirven para hacernos recordar que el ser más hermoso de la tierra es una mujer, no por su belleza física sino por lo que es, piensa y vale-, dijo ella. Los jueces se miraban unos a otros asintiendo, con un largo murmullo de aprobación. -Muchas gracias, señorita Perú-, dijo el mismo sujeto de pelos canos. Cuando Fabiana salió sintió que había estado correcta y eso la hizo sentirse bien. Se fue saltando por el pasadizo.
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