Capítulo 13

2332 Words
El jefe de Paola la miró siempre divertido, riéndose con los ojos, tamborileando sus dedos en su escritorio. - No queríamos asustar ni alertar a Fabiana y te íbamos a informar cuando estés allá, pero ya que lo sabes todo, la cosa es sencilla. Sabíamos de los secuestros, de la mafia de trata de personas, y la idea, original, era desbaratar a la banda al acabar el concurso, cuando Fabiana regrese a su ciudad y traten de secuestrarla, pero ocurrió todo lo contrario. Ella ganó. Eso nos alteró todos los planes-, explicó el jefe. -¿Qué planes?-, preguntó Paola. -Eso, desbaratar a la mafia, recuperar a las chicas. La organización del concurso nunca supo nada. Permitimos a esos sujetos infiltrarse en el hotel porque los queríamos a todos y saber los contactos en Europa, pero Fabiana ganó. El intento de raptarla, después de la coronación, también les falló. Ahora tratarán de hacerlo en Ámsterdam. Es lo que sabemos-, detalló el jefe. Paola estaba absorta y perpleja. -Habrá un contacto esperándote en Ámsterdam, una chica, te dirá una clave. Pero no quiere una intervención cinematográfica, sino algo discreto porque la vida de las chicas está en juego. Interpol confía en ti-, insistió. El corazón de Paola empezó a tamborilear en el pecho. Se puso pálida. -Una mafia es algo grande-, dijo parpadeando. -Muy grande, peligrosa, pero debemos acabar con esa banda de trata de personas. Yo pensé en ti porque eres la mejor. Esa es la verdad de todo esto-, sentenció el jefe. Paola hizo resbalar su saliva por la garganta. Sonó como un cañonazo. -¿Cuál es la clave?-, preguntó. El jefe revolvió unas hojas. -La clave que te dirá ella es Donato Antonelli- ***** La muerte de otra chica corrió como reguero de pólvora. Dobrin ya estaba en problemas y la interpol empezaba a sospechar en sus negocios turbios. -¿Quién fue?-, preguntó entumecido Dobrin. -Una jamaicana-, dijo alguien que sorbía un té caliente. Dobrin ordenó disminuir las dosis de morfina que venían aplicando a las chicas. -Nos estamos jodiendo-, aceptó, mascullando su enfado. Justo llamó a su celular Antonelli. -Suelta a las chicas o te hago cagar-, le amenazó furioso. Nicolae colgó sin contestar y le dijo al sujeto que bebía el té. -Elimínate a ese tal Antonelli-, dijo y volvió a mirar la ventana la tarde gris que se desplomaba sobre la hacienda. ***** El viaje fue largo. El avión hizo escalas en Miami y Madrid antes de llegar a Ámsterdam. La organización le había dado hasta tres tarjetas de crédito a Fabi y a Nancy para que cubrieran sus gastos y gollerías y que gastaban en peluches y perfumes. También confirmaron a Schäffer como chaperona de Fabiana y además fue nombrada representante de la entidad organizadora del concurso de señorita Perú ante el Miss Mundial. Fabiana no dejaba de ver por la ventana las nubes y se encandilaba con las luces y la turbulencia. Los otros pasajeros se entumecían cuando la nave se sacudía pero a Fabi le daba risa. -Es como la montaña rusa-, bromeaba sin dejar de brincar en su asiento para desesperación de todos. Se llenó de pancitos con pollo que traía la azafata y tampoco se cansaba de pedir agua mineral. -¿Tú no cuidas la dieta?-, protestó Schäffer, pero Fabi reía larga y con encanto. -No, creo que mi contextura es ser delgada-, decía y seguía comiendo sin detenerse los pancitos con pollo y lechuga que rellenaba de mayonesa. Fabi se extravió, en Miami, en una de las escalas. Dijo que iba a comprar unos dulces y se perdió en el bullicio y correrías del terminal aéreo. Nancy y Paola la buscaron como locas por todos lados, yendo y viniendo. Incluso rogaron que le pasen la voz por los parlantes, en español, informándole que la estaban buscando. -Señorita Fabiana Leclerc, al counter de salida a Ámsterdam, por favor, es urgente, la están buscando sus amigas-, decían a cada rato pero Fabi no aparecía. Paola se jalaba los pelos desesperada y Nancy empezó a sollozar asustada, pensando en un secuestro. Al fin, cuando ya estaban vencidas por la desesperación y la angustia, la encontraron comiendo alitas broaster en un local de comida rápida. Tenía la boca recubierta de mostaza. -¡Ve esta zonza!-, rezongaba con furia, al borde del llanto, Nancy mientras le limpiaba la boquita con una servilleta. -Esto está delicioso, decía indiferente Fabiana, sin dejar de masticar, pruébalo- No la dejaron bajar en Barajas. Paola le dijo que las tres se quedaban en sus asientos hasta que recargaran la nave. -No vale, protestó Fabi, quiero conocer España- -Tú solo quieres comer-, se molestó Nancy. Era cierto. Fabiana tan solo quería volver a probar las alitas broaster y embadurnarlas con mucha mostaza como la que había disfrutado, a sus anchas, en Miami. -¡¡¡No vale!!!!-, reclamó furiosa, haciendo que los pasajeros que se acomodaban para el vuelo a Ámsterdam la miraran con curiosidad y asombro a la vez. Habían cientos de fotógrafos y cámaras aguardando la llegada de la señorita Perú. También una veintena de asistentes y personal de seguridad de concurso. Una mujer alta, de cabellos muy rubios y lentes oscuros recibió a Fabiana, Nancy y Paola en la puerta de salida al terminal aéreo. -Yo las acompañaré a hacer los trámites-, les anunció con formalidad recabando los pasaportes. En realidad ella se encargó de todo, porque Fabiana estaba con las quijadas descolgadas, viendo el caos en el aeropuerto, al mar de gente jalando sus maletas, el mar de murmullos y gritos y personas empujándose en largas filas. También veía los abrazos de pasajeros que llegaban y las lágrimas de los que se iban. Le llamó la atención la diversidad de razas, los idiomas desconocidos y le pareció reconocer el francés y el portugués en la torre de Babel que se había convertido su desvarío, un enredo monumental de vocinglería y empellones. -Ahorita Fabiana dice como ET, "mi casa, mi casa"-, echó a reír Paola viéndola ensimismada y parpadeando de prisa. -No seas cruel, reclamó Nancy, primera vez que Fabi ve tanta gente- Era cierto. En Miami le pasó lo mismo. El maremoto humano la confundió y sació su angustia por tanta muchedumbre con las alitas broaster. Eso la escondió del alboroto. Ahora era distinto, permanecía como un dique donde estrellaban las olas humanas golpeándola y haciéndola sentir turbada y ciertamente extraviada. No supo qué responder a los periodista. La traductora le confundía aún más y sentía su cabeza dando vueltas. Nancy tuvo que hablar por ella. -Está emocionada por conocer Países Bajos-, justificó su repentino entumecimiento, petrificada como una roca. Una estatua pétrea. Ámsterdam, en realidad, no era lo que esperaba Fabiana. Imaginaba una ciudad de casitas pequeñas, corvas, de madera, con mujeres vistiendo faldones largos y pañoletas en la cabeza, pero, era todo lo contrario. Estaba en medio de un enjambre de edificios enormes y curiosos, de extrañas edificaciones, como castillos y había mucho apuro en las calles, un alud de cabezas flotando en las esquinas, demasiados carros y un torrente humano, caudaloso y vehemente, que venía de todos lados, sin dirección. Y las voces multiplicadas que la seguían confundían demasiado. No era como Lima que el caos le era divertido y disperso, ahora era un embudo que la engullía en el desconcierto. Le tomaron muchas fotos, le pidieron reír y le pusieron un chullo en sus pelos revueltos. También posó con una enorme llama de peluche de un pasajero que venía, también, de Perú. Fabiana parecía una muñeca inerte, sin reacción, cumpliendo los caprichos de los reporteros gráficos, la televisión y las webs, sin protestar ni resistirse a nada. -Eres una de las últimas en llegar, le dijo la mujer de lentes oscuros, este año el concurso de Miss Mundial tiene un récord absoluto: cien concursantes exactas- -Quedará chico el escenario-, atinó a decir Fabiana mientras iban en un auto n***o por una amplia avenida, rumbo al hotel. -La temática va a ser simple: presentación de las cien candidatas en una coreografía, luego se eligen a las 15 semifinalistas. Desfile en bañador, habrá un número musical con la intervención de las cien chicas, luego habrá la elección de cinco finalistas, desfile en traje de noche, preguntas de los jueces y la elección final de la nueva Miss Mundial. Todo sencillo-, detalló la mujer. Pero Fabiana no escuchó nada. Miraba los autos, la gente, el caudal de personas que iban y venían, los edificios enormes, sus curiosas formas, como castillitos de arena o parecidas a las casitas de muñecas que veía en la ciudad, cuando iba de compras. Le sorprendió y admiró las calles estrechas, las miles de tiendas, las vidrierías, el Sol prendido como un foco en medio del cielo y los ventanales pintados de ocre por los rayos radiantes de la tarde. Y muchas bicicletas surcando las pistas destellantes y también las curiosas torres de agujas ahuecando el cielo. -Ámsterdam mantiene su encanto medioeval-, detalló la intérprete. -Ese es el canal-, le dijeron. Fabiana se empinó para ver el agua discurriendo como una avenida más, atravesando la ciudad. -Qué hermoso, dijo, pero es más chico que el Amazonas- Nancy y Paola estallaron en carcajadas, también la interprete y la mujer de lentes se azoró. Fabiana se arremolinó en su asiento. -Bueno, eso me parece-, dijo apenitas, roja como un tomate. El hotel era enorme, un gigante empinado sobre Fabiana. Intentó contar las ventanas pero eran muchas, demasiadas. Un hombre bien uniformado tomó sus maletas y Nancy tuvo que empujarla para que entre. Allí la esperaban más anfitrionas y el doble de personal de la organización de Miss Mundial. -¡Puntual! ¡Usted llega muy puntual!-, anunció un tipo de bigotes, muy alto, tanto como el edificio. Eso le pareció a Fabiana. -¡Míster Melvin Douglas, presidente de Miss Mundial!-, anunció la mujer de lentes, apartándose y dejando vía libre al hombre en su marcha festiva hacia Fabiana. Ella seguía entumecida y con su mandíbula descolgada. -Qué hermosa mujer, dijo Douglas, es un gusto tener a tan bella representante de un país tan mágico, tan lindo como es Perú- -Qué florero-, dijo Paola apenitas a Nancy. Ella echó a reír tapándose la boca. - A usted le corresponde la suite 675, anunció repasando un montón de cartoncitos, estará alojada junto a todo su personal- Douglas se empinó sobre sus pies buscando, quizás, a un séquito completo de maquilladoras pero solo estaban Nancy y Paola que lo miraban pegaditas con curiosidad y con sus risitas largas y bellas. Douglas se decepcionó. - ¿Solo dos? Oh, bien, las dos señoritas estarán entonces con la belleza peruana. Pueden instalarse y le avisaremos, luego, para la cena. La señorita deberá llevar siempre su banda-, sentenció jovial, locuaz y grandilocuente, el tal Melvin. Después de instalarse, Fabi, Paola y Nancy salieron a recorrer el hotel, mientras esperaban la cena. Fabiana miraba a las concursantes que también vagabundeaban por los pasadizos y leía con curiosidad sus bandas, escritas en inglés: Brazil, Cyprus, Greece , Cameroon, United States, England, Wales, South Korea. Ellas parecían ignorarla y no prestarle ninguna atención. Reían con sus asistentes y auxiliares, celebraban ocurrencias y bromeaban entre ellas. -¿De qué hablarán?-, se preguntó Fabi. A Nancy Schäffer le daba risa. -Seguramente de novelas y pintarse las uñas-, echó a reír. Paola se contagió de sus carcajadas. -Hablarán de cocina, pues-, dijo divertida. -¡Qué van a saber cocinar, se les nota en sus uñotas!-, siguió riendo Schäffer. La cena se sirvió a la hora programada en el comedor del primer piso. Se alinearon varias mesas y Fabiana y sus amigas les correspondió una de las más alejadas, cerca al hall. Allí se sentaron, también, Argentina, Marruecos y Aruba, cada una con una larga fila de chaperonas y asistentas. -¿Te das cuenta que nadie confraterniza?-, se extrañó Paola. -No se conocen, pues, hablan diferentes idiomas, prefieren no hablarse-, detalló Nancy. Fabiana mordisqueaba un pan y tomaba agua. -Creo que debiste esperar a que avisaran-, reclamó Paola, pero Fabi no le hizo caso, siguió degustando los panecillos. -Tú eres la loca pan-, bromeó Nancy. -Y, tú venís de Lima, che, a mi me gusta Lima, ¿viste? es una ciudad hermosa ¿viste?-, dijo entonces la candidata argentina cuando se acercó a la mesa, mirando con curiosidad a Fabi. Fabiana se empinó para verla. Era tremendamente alta, delgada, muy blanca y su pelo era caoba, haciendo juego con sus enormes ojos pardos. -No, yo vengo de otra ciudad, de la selva-, aclaró Fabiana. -Y, la selva también es hermosa, Perú tiene muchos encantos, ¿viste? Tenés mucho que mostrar al mundo-, subrayó la señorita argentina, haciendo brillar sus ojos. -¿Vos también es candidata?-, le preguntó a Paola. Ella se sonrojó. -No, yo soy auxiliar de ella-, dijo azorada. -Y, sos muy hermosa también, cualquiera te confunde con una concursante, tenés lindos ojos-, subrayó. Paola se sintió aún más turbada. -Tú eres muy linda-, intervino Schäffer. -Y, no creas, mirá a las otras chicas, son más hermosas, regias, ¿viste? pero vos sos preciosa, me dejás sin palabras, ¿cómo te llamás vos?-, le preguntó sonriente. -Nancy- -Hola, Nancy, yo soy Graciela Medina, para lo que vos gustes-, se presentó. -¿Y vos?-, preguntó a Fabi sin dejar de admirar sus ojazos enormes. -Fabiana, pero todos me dicen Fabi-, dijo coqueta la candidata peruana. Fue cuando trajeron los platos de comida. Fabiana se desilusionó. Miró con las cejas arrugadas a Nancy y Paola . -Esto solo me alcanza para un diente-, reclamó. Era ensalada y sopa de fideos. -Es para mantener la línea-, dijo en español la señorita Aruba y sin esperar a nadie, empezó a probar la ensalada y tomar la sopa, sin despintar su hermosa sonrisa . Fabiana se tiró defraudada al respaldar de su silla. -Terminaré muriéndome de hambre-, protestó haciendo volar al viento sus pelos con un largo soplido, furiosa y desilusionada.
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