Capítulo 28

1409 Words
La cena con el alcalde de Ámsterdam se hizo en un restaurante exclusivo, el Zaza's. Fabiana, Paola y Nancy se pusieron sus mejores galas, unos vestidos de noche súper entallados y zapatos con tacones grandotes. También llevaban carteras de mano y se pusieron joyas. -Te apuesto que ahora que estoy con este vestido tan pegado, me peleo con un sujeto-, echó a reír Paola. Nancy fue de las manos con Johan Rijsbergen, acaramelados, besándose y sin dejar de mirarse a los ojos. -Rijsbergen ya ganó a su Miss Mundial-, dijo divertida Paola. Una vez más, Cheryl Monroe, la belleza que terminaba su reinado, repitió su discurso: "para mí, como Miss Mundial, es un orgullo presentar a estas hermosas candidatas. Una de ellas me reemplazará y hará lo mismo que yo: llevar un mensaje de paz y amor por todo el planeta". Fabiana continuaba desilusionada. -¿Por qué siempre dirá lo mismo?-, preguntó. Paola miraba con curiosidad la mesa larga alineada junto a los ventanales. Las otras chicas ya estaban acomodadas junto a sus auxiliares, maquilladoras y chaperonas. Vio todos los escotes, cada uno más atrevido que otro, y movió una de sus piernas que tenía cruzadas y chupó su boca . -Será porque se lo tiene bien aprendido-, barulló. -Tu escote también es pronunciado-, le adivinó Fabi sus pensamientos. A Paola le dio risa. -El tuyo está abierto hasta el ombligo-, echó a reír. -¡Mañosa!-, restregó sus dientes Fabiana. El alcalde le dio la bienvenida, también, a las concursantes y dijo que era un orgullo para Países Bajos, acoger tan importante certamen de la belleza. También subrayó que se sentían contentos y complacidos con la presencia de mujeres emprendedoras, inteligentes y hermosas y que era un honor poder compartir la cena con todas ellas, ganándose muchos y fervorosos aplausos. Se presentaron números musicales, también rutinas gimnásticas y de folclore local que entusiasmaron a los presentes. -Qué bonito bailan-, dijo Fabiana admirada del encanto de cuatro chicas que danzaron, con proverbial elegancia, un ritmo local, muy tradicional, con sus peculiares vestimentas. -Se llama Skotse Trije-, le dijo la señorita Bélgica que estaba sentada a su lado. Fabi parpadeó. No la había visto antes. Sintió su corazón patalear dentro del pecho. -¿Usted viene de Bélgica?-, preguntó azorada. Helga Voorhoof le dio risa su asombro. -Llegué hace dos días. Tenía exámenes en la universidad-, estiró su sonrisa. -Mis padres son de Bélgica-, comentó Fabi trastabillando con su emoción. Voorhoof se sorprendió. Arrugó su frente. -¿Qué ciudad?-, preguntó. Eso no lo podía olvidar Fabi. Sus padres le hablaban siempre, con orgullo de su ciudad, y decían que algún día volverían allí para reencontrarse con sus familiares que aún vivían en esa localidad. Le hablaban de sus casitas antiguas, las iglesias puntiagudas, los edificios nuevos, las costumbres aún medioevales de muchos barrios y de su casa, lejana perdida, entre muchas construcciones antiguas. Fabi estaba pálida por la emoción. -Veurne-, dijo al fin, sin dejar de parpadear. -Ahhh, Flandes. Sí conozco, es una ciudad muy bonita-, le contó Helga. -¿Tú de dónde eres?-, se entusiasmó Fabi. -Amberes-, respondió riéndose. -¿Conoces a la familia Leclerc?-, insistió Fabiana. -Es un apellido común. Te prometo averiguar mucho de los Leclerc de Veurne-, estiró aún más su sonrisa la señorita Bélgica , contagiando a Fabi. -Eres muy buena-, aceptó maravillada la representante peruana. De repente, el alcalde pidió silencio y dijo que había un número sorpresa. -La señorita España nos ha pedido cantar, un aplauso para ella-, reclamó entre las candidatas. Sara Sánchez llevaba un vestido verde, larguísimo, con una abertura que le llegaba a la rodilla, bien entallada y tenía sus pelos ensortijados negros, acomodados con elegancia y sensualidad sobre los hombros. Muy delgada, sin embargo tenía curvas perfectas e imantaba su mirada de diosa y la sonrisa fresca, juvenil, como un chapoteo de olas. Tomó una guitarra y dijo que era una canción suya. -En Barcelona, me dedico a la música-, contó entre más aplausos. -Se llama "Tú", es una balada, y se lo dediqué a mi enamorado-, contó. No estaba nerviosa ni entusiasmada. Se le veía tranquila, serena, cautivante en todo el sentido de la palabra. -Déjame navegar en tu piel, ir viento en popa por todo tu ser; quiero naufragar en tu ojos y me atrapes en tus caricias y besos que me dominan; quiero sumergirme en tus labios, disfrutar de tu fuerza de hombre y dormirme en tus brazos; déjame ir por tu cuerpo, varonil, y coloniza mis encantos, y recitándome poemas, hazme tuya- Su voz prodigiosa, suave, dulce, tierna y encantada maravilló a todos. La aplaudieron puestos de pie, extasiados por la melodía. Ella se mantuvo tan serena, con la sonrisa como una impronta dibujada en su boca tan provocativa. -Qué lindo canta-, se entusiasmó Fabi. Fue que Johan Rijsbergen se acercó donde Paola y le susurró al oído. -Mira a ese gráfico, tiene una credencial de la organización, pero no lo conozco, no lo había visto antes-, le dijo subrayando sus palabras con un tilde de preocupación y de incertidumbre. Rijsbergen sabía que Paola era policía. Nancy se lo había dicho. Paola alzó la cabecita y miró al sujeto, que, en efecto, tomaba fotos con avidez, bien vestido, con su credencial colgando del pecho, muy elegante, peinado adecuadamente, sin nada fuera de la común. Ella tampoco lo había visto antes. Podía ser un refuerzo ahora que se acercaba la fecha decisiva de la elección de Miss Mundial o que quizás hubiera pasado desapercibido antes. Pero Paola no podía desconfiar ni omitir la advertencia de Rijsbergen. -No te muevas ni un segundo de Fabiana, ¿entendiste?-, le dijo a Nancy que degustaba de la cena. -¿Dónde vas?-, se extrañó Schäffer. -Tú vigila a Fabi, quédense aquí con todas. Si quieren ir al baño, aguántense un rato hasta que yo vuelva-, insistió Paola. Sin embargo, cuando se puso de pie, el sujeto ya no estaba. Se rascó los pelos confundida. Miró a todos lados y no estaba. Cerca al alcalde estaba Rijsbergen. le hizo un gesto indicándole un pasadizo, separado por una cortina. Paola alzó su vestido y fue apurada hacia el corredor, entreabrió la cortina y no vio a nadie. siguió llevando su vestido remangado para no tropezar con sus tacones hacia una salida y vio una sombra culebreándose por una ventana. -Rayos-, dijo Paola. Sacó una pistola pequeña que llevaba metida en su cartera y caminó tratando de no taconear. Y oyó dos voces. -Es la rubia del vestido morado-, decía uno. -La que parece muñequita-, asintió el otro. -Amenazas a todos con la granada, la tomamos y nos vamos por la salida, allí está la camioneta-, subrayó el primero. Pero los tacones de Paola la vendieron. Se escuchó clarito el toc toc toc de sus zapatos y los tipos callaron y se escondieron. Paola se detuvo y quedó un rato allí apuntando su pistola, sin moverse, sin siquiera respirar. Uno de los dos tipos, entonces, entreabrió la puerta y recibió un portazo en la nariz que lo tumbó al piso. Paola, de inmediato, pegó un brinco y le dio un certero rodillazo en la mandíbula terminando de tumbarlo al suelo bañado en sangre. El otro sujeto la quiso coger del cuello, pero ella logró alzarlo y hacerlo rodar por encima de su cabeza, en una llave perfecta. -¡Carajo! ¡Otra vez peleando con vestido!-, se quejó ella. Evitó que el sujeto se levantara aplicándole una nueva patada que le remeció los sesos mientras el otro fulano intentó lanzarse por la ventana. Paola intentó cogerlo del cuello pero se le resbaló de las manos, sin embargo el tipo cayó de bruces en las rejas puntiagudas, atravesándole el corazón y matándolo en el acto. El otro tipo la encimó con un cuchillo puntiagudo y filoso. Paola le hizo un esquive y lo empujó hacia la pared. El fulano se mató con el mismo cuchillo. Cuando la seguridad del concurso y del alcalde entraron al oír los empellones y los muebles tumbados, encontraron al hombre con los ojos desorbitados y el enorme cuchillo atravesado de barriga a espalda. -Ya no podrá decir nada, se fue al mundo de los calvos-, ironizó Paola arreglándose los pelos, la falda y acomodando sus zapatos. -¿Estás bien?-, preguntó Tanya. -¡Nooooo!, protestó Paola, se me corrió la pantimedia- Tanya estalló en carcajadas y le jaló jocosa el pelo a Paola.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD