Capítulo 27

2401 Words
Fabiana no dejaba de contemplar los ramos de tulipanes que se alineaban en una de las terrazas del hotel. Le parecían hermosas y hasta pensaba tener un cultivo de ellas en Mayuya, junto a su casa, cerca a la salida hacia la ciudad. Imaginaba cercarla, incluso, con palos y poner alambradas para evitar que los pollos los picoteen. Paola la veía divertida, sentada en una perezosa, tostándose al sol en su tanga rosada, vigilándola, sin perder detalle de ella ni un instante. -¿Te gustan mucho las rosas?-, preguntó alguien. Paola vio que era Cheryl Monroe, se despreocupó y siguió bronceándose. Fabi se volvió con la risita larga. -Sí, siempre me han encantado. Las rosas, los girasoles, me gustan mucho-, dijo divertida. Cheryl Monroe arregló sus pelos revueltos. -Te soy sincera que no me llaman mucho la atención. Mi enamorado me regala siempre pero, no sé, no les encuentro gusto-, Miss Mundial estiró, también una larga risa. -¿Tú tienes novio?-, preguntó. -Terminé con él antes del concurso-, lamentó Fabiana. Eso lo notó Cheryl. -Lo querías mucho, entonces-, insistió. -Sí, dijo Fabi, haciendo brillar sus ojos, es muy lindo Marcio- -¿Por qué terminaste con él, entonces?-, se interesó Cheryl. Fabiana arrugó su naricita. -Quería casarse, tener una familia, muchos hijos, irnos juntos a Brasil, no quise-, le explicó. -¿Y qué quieres tú?-, preguntó Cheryl. Se sentaron en torno a una mesa y un mozo les alcanzó un jugo de frutas. ¿Qué es lo que quería? Eso no lo sabía Fabiana. En realidad le asustaba el futuro. Ella no pensaba irse, nunca, de Mayuya. Allí estaban enterrados sus padres, estudiaba en la universidad, sentía el afecto de doña Máxima y los demás pobladores y quería hacer muchas obras importantes en el anexo, quizás hacerlo un distrito enorme y próspero. Y Marcio tenía otras ideas, vivir en Porto Alegre, tener un negocio propio de abarrotes y también muchísimos hijos, cinco o seis, una familia prolífica, igual o más que la suya. -Quiero ser doctora y ayudar a mi pueblo-, dijo al fin Fabi, mordiendo su lengüita. A Cristina le dio risa ese detalle coqueto que tenía. -Pero debes tener ya tus metas definidas, saber hacia dónde remas, a qué apuntas en tu vida-, dijo Cheryl sin dejar de leer la mirada de Fabiana, un libro abierto donde se escribían fácil sus dudas, temores, sueños y aspiraciones. Y se convenció que era una mujer resoluta, firme, de ideas concretas. Eso decían sus ojos. -Quiero poner una posta, curar a los niños de Mayuya-, subrayó Fabiana. -Me refiero al amor, tú eres hermosa, muchos hombres empezarán a buscarte, no solo Marcio-, prosiguió Cheryl. -Es que el amor puede esperar. Yo creo que primero debo ser profesional, tener un título, un respaldo académico, después será el matrimonio, los hijos. Ser madre, esposa, son responsabilidades grandes. Yo veía a mi mamá, ella era zootécnica, trabajaba mucho, era muy respetada en su campo profesional, yo quiero ser como ella-, dijo con firmeza. Cheryl reía escuchándola. Fabi le parecía muy segura de sí misma, incluso terca, empecinada en conseguir logros personales. Pero le interesaba más descubrir a la mujer que había detrás de esos ojos dulces, de su voz armoniosa y coqueta y de su rostro romántico, como una hada de cuento. -¿Eres virgen?-, se atrevió a preguntar Miss Mundial. Fabi estalló en carcajadas. Eso no lo esperaba Monroe. -Ufff, dijo ella, jugando con sus ojos, tuve mi primera vez con Marcio pero luego fue la segunda, la tercera, la cuarta ja ja ja ja casi consecutivamente- Monroe empezó a reír desbordada por la extraña forma de ser de la señorita Perú. -¿Solo con Marcio?-, insistió. Sabía que había puesto el dedo en la llaga. Fabi arrugó su boquita. -No. Allí, creo, me equivoqué-, reconoció. Era cierto. Fabiana estaba separada de Marcio, cuando conoció a Roger en la universidad. Fue después de estar con Enrique, un energúmeno que la humillaba. Roger estudiaba con ella, también, medicina, y era lindo, dulce, educado, muy romántico y estaba demasiado prendado de Fabi. Le regalaba USB de música que grababa del Internet y a ella le encantaba mucho las baladas, lloraba escuchando esas canciones. Una noche que estaban oyendo esa música tan profunda que la estremecía y confundía, Roger la besó con pasión, saboreando el deífico sabor de sus labios, acariciando sus piernas enfundadas en una minifalda jean y se deleitó con sus nalgas poderosas, redondas, firmes que eran la absoluta tentación de él. Fabiana estaba demasiado sensible por la música, por el encanto de Roger, tan sutil y jovial, alegre y romántico, a la vez, que se dejó besar, acariciar y conquistar. Roger recorrió su cuerpo con afán, desbordándose sobre su cuerpo lozano, descubriendo su infinidad de encantos, conquistando sus curvas tan bien pinceladas, sus piernas rosadas y tersas, llegando a sus cumbres más empinadas, súper excitadas con los besos y caricias de él. Roger llegó a sus profundidades absolutas, desbordó su pasión en sus abismos y se apoderó de los tesoros íntimos de Fabiana, Arribó a esas fronteras lejanas que habían sido propiedad de Marcio. Ahora le pertenecían a él. Fabi aulló contenta, excitada, maravillada y obnubilada cuando Roger alcanzó el gozo máximo en las profundidades de ella. Fabiana disfrutó de ese taladro intenso en sus entrañas y parpadeó estremecida cuando alcanzó el clímax del sexo en sus límites tan sensuales que la hacían convertirse en una antorcha sexy y delirante. Disfrutaron del amor como locos, mordiéndose, devorándose, lamiéndose con locura, hasta quedar rendidos, convertidos en cenizas, de tanto amor, de tanto sexo, de tanta pasión. Fabiana quedó exhalando sexo en sus soplidos excitados, rendida a la fuerza y vehemencia de Roger. Había descubierto a un hombre diferente, potente, fuerte, afanoso que llegó hasta sus más recónditos parajes como un caballo desbocado, volviéndola, literalmente, una tigresa, ardiendo en más y más deseos de ser poseída y dominada. Pero Roger era casado. Hacía cinco años que contrajo nupcias con una chica de Aguaytía, siendo muy jóvenes, y tenía hijos. Enterarse de eso, fue un duro golpe para Fabiana. Le hirió mucho. -Lo nuestro es solo pasional,-le dijo Roger. Le pareció hipócrita, malo. Decidió dejarlo. Y por ese dolor intenso que le dejó Roger, le hizo temer volver con Marcio. Porque tenía miedo sufrir de nuevo. Esa era la verdad. Fabi le tenía miedo al futuro. Por eso quería ser profesional, valerse por sí misma. No depender de un hombre. -Ahora la mujer es independiente, fuerte, decidida. Y quiero ser así siempre-, le explicó a Monroe. -¿Eso no lo acepta Marcio?-, se siguió interesando Cheryl. Marcio era muy noble, sencillo, trabajador y no era machista y trataba como a una reina a Fabiana. Le traía mercadería de Brasil que ella después regalaba en Mayuya: azúcar, arroz, mantequilla, detergentes, también lejía y medicinas. Cuando hubo el Covid, Marcio traía mascarillas y ella repartía en todos los habitantes del anexo. Igualmente paracetamol y sobre todo alcohol, líquido y en gel. A Marcio lo conoció comprando en el mercado. Ella iba los domingos a hacer las compras para la semana. Ya había perdido a sus padres y se había empinado al dolor que le marcó el resto de su vida. Llevaba siempre una mochila y allí metía los abarrotes. A Marcio le daba risa, viéndola hacendosa, yendo de un lado para otro, preguntando precios, regresando otras tantas veces, hasta al fin cargar su mochila. -¡Señorita!, le pasó la voz, ¡Yo tengo de todo!- El puesto de Marcio aunque escondido, estaba bien surtido, además le cubría las sombras y lo tapaba un árbol grueso, pero él no se hacía problemas. Vendía poco pero ganaba suficiente. Fabi empezó a revisar todos los precios, moviendo su naricita, ávida e inquieta. Marcio la veía hermosa, cautivante, poética. Le encantaba que fuera así, tan movediza, como una hormiguita. Ella comprobó que en efecto, que é vendía más barato que todos y empezó a comprarle. Todos los domingos iba de frente a su puesto para que llenara su mochila. -¡No has traído leche, Marcio!-, le protestó Fabi esa mañana. Marcio aún no la había descargado de su camioneta. Su ayudante atendía a otros clientes y tuvo que abrir él mismo la caja que trajo de Brasil. -Solo porque eres tú, te la dejo bien barata-, le coqueteó. Así empezó todo. Marcio se enamoró de los ojos verdes de ella, de su naricita en punta, de su risa coqueta, de sus pelos aleonados y su figura de diosa. Admiraba, y mucho, sus senos empinados y sus piernas largas que siempre lucía en shorts muy pegaditos y cortos o también en leggins. A él le gustaba más cuando iba en sus leggins negros porque podía armar su armoniosa figura, sus nalgas firmes y bien redondas que ella lucía indiferente y desinhibida. Y Fabiana sabía que él la admiraba y que le gustaba mucho admirar sus curvas, su figura, sus nalgas, sus piernas, toda ella. -Tu esposa se va a molestar si me sigues desnudando así-, sonrió Fabiana. -Espero que algún día lo seas tú-, dijo Marcio cariñoso, rendido a sus pies. Salieron varias veces, pero Marcio estaba demasiado hipnotizado a Fabi, rendido a sus encantos, esclavizado a su belleza, encadenado a sus ojos y su carita de ángel. La besó apasionadamente, sujetando sus manos porque ya no podía resistir más el tormento de adorarla en silencio, de soñarla en las noches o sufrir pensando en su amor distante. Fabiana se resistió, pero lo hizo solo por teoría, por instinto natural, porque quería que Marcio la besara. Le había encantado, y mucho, cómo la miraba y sus ojos de él encendían sus llamas, sus deseos. Se sentía una antorcha cuando él repasaba sus nalgas o sus piernas y se sentía sexy y sensual siendo mirada y admirada por el galante vendedor del mercado. Y Marcio se convirtió en el primero para Fabiana. Fue una noche estrellada que caminaban juntos tomados de las manos. Fabiana estaba más arrebatadora que nunca, demasiado sexy con su leggins, su risita larga, sus ojitos ensoñadoras y Marcio no era de fierro. La deseaba demasiado. Y fue una velada cautivante, de mucho sexo y pasión, de dolor intenso para ella, pero que disfrutó entre los brazos de él, saboreando sus besos, rendida a su vehemencia y el afán de dejar la huella por primera vez de un hombre en sus dulces y abismos, en sus recuerdos y sus entrañas. Marcio no solo conquistó sus profundidades y límites lejanos, dejó bandera en todo el cuerpo de ella, en sus campos, en sus montañas, en sus valles, en todas sus fronteras. Ese fue el mejor recuerdo de Fabi, por siempre: ser conquistada plenamente por su amante. Pero los sueños de Marcio eran regresar a Porto Alegre, labrarse un futuro diferente, tener una familia, muchos hijos, hermosos como ella. Y eso le asustaba a Fabiana. Le dijo que quería primero recibirse de doctora y furioso Marcos se marchó esa noche, dejándola sumida en el llanto y el dolor intenso de no ser comprendida por quien pensaba era el hombre de su vida. Marcio estuvo tres meses lejos de ella, sin escribirle llamarla ni nada. Y fue cuando conoció a Roger. Después vino su gran decepción. -¿No has vuelto a ver a Marcio?-, preguntó Cheryl. -Sí, volvió al mercado-, dijo riéndose Fabiana, mordiendo su labio inferior y alzando sus pupilas al cielo. Fue un momento muy sensible para Fabiana. Había dejado a Roger y se venía el concurso para señorita Perú. Fue al mercado a comprar víveres, cuando Marcio empezó a llamarla a gritos. -¡Fabi! ¡Fabi!- Reconoció su voz. Su corazón tamborileó en su pecho y sintió sus rodillas flaquear. Estiró una larga risita y lo vio a él, tan guapo como siempre, jovial y divertido, sonriente y haciendo brillar sus ojos. Pero Fabiana era una coqueta empedernida. Se dio vuelta, cruzó los brazos y alzó la naricita. -Te fuiste y me dejaste-, le reclamó. Marcio sabía que fue el peor error de su vida y esos tres meses lo había martillado la angustia, pero él quería definir, realmente lo que sentía por ella, cerciorarse de sus sentimientos porque no quería lastimarla. Fabiana no merecía sufrir, se dijo ese tiempo que quiso olvidarla pero se fue atenazando aún más al amor. -La verdad e que quería convencerme que te amo. Y han sido una larga agonía sin ti-, le dijo muy romántico, acariciándole los brazos. -¿Y qué decidiste?-, se interesó Fabi. -Te esperaré todo el tiempo que tú quieras-, aceptó Marcio trastabillando con su incertidumbre. -¿Y si yo amo a otro hombre, ahora?-, le disparó ella con crueldad. -Voy y me lanzo de cabeza al río-, estalló en carcajadas Marcio. Fabiana estaba muy enamorada de Marcio, pero el miedo era mayor a su certeza luego de lo que le pasó con Roger y Enrique. Miró los ojos de él y sonrió con dulzura. -Viajo a Lima y de regreso hablamos-, le prometió. Cuando Fabi ganó el concurso de señorita de Perú y trajo el dinero para el anexo, Marcio había ido a traer mercadería. Su ayudante la alcanzó en Mayuya pidiéndole que la espere, pero ella debía regresar a la capital. No lo pudo ver. -¿No te ha escrito?-, preguntó Monroe. -Sí, me manda emojis y sus selfies, pero no sé, lo extraño, lo único que sé es que lo extraño mucho-, dijo Fabiana, haciendo brillar sus ojitos, extraviando su mirada en el recuerdo de la figura quijotesca, larga y apacible de Marcio, de su sonrisa, sus bromas tontas y su torpe romanticismo, siempre haciendo versos sin sentido. Cheryl se levantó de la mesa. Pasó una servilleta por sus labios. Miró a Fabiana. -Estas enamorada, mujer, está pintado en tus ojos-, le dijo y se marchó. Fabi aún siguió tomando del jugo. Paola ya estaba bien dorada y deseaba darse, ahora, un buen duchazo. -Estas tan roja que tu tanga ni se nota-, le bromeó Fabiana. -Mejor, para que me miren los hombres-, sonrió con picardía Paola. -¿El amor colorea los ojos?-, preguntó Fabiana, caminando de regreso al cuarto. Paola pasó la lengua por los labios pensando en los atributos máximos de su novio y sus noches candentes, de sexo intenso. -Colorea de fuego el cuerpo entero-, estalló en carcajadas abrazada a su amiga.
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