Bajo mis reglas

Aún te amo

Mamá fue la parte más difícil de la boda, tener que convencerla que sería algo pequeño e íntimo no la tenía del todo contenta. Terminó por aceptarlo cuando le recordé que aún estaba estudiando, estaría en exámenes, además de los preparativos para el viaje. Había mucho por hacer en muy poco tiempo, pero con la ayuda de ella y de Jonatan, quien para mi sorpresa se involucró en exceso, todo resultó en una exquisita reunión.

Me encontraba nerviosa, esperando a que mi padre entrara por mí para dirigirnos al salón de la ceremonia. Escuché la perilla girando, cerré los ojos y supe que el momento había llegado. Pero no era mi padre.

-¡Alondra, no puedes casarte con Jonatán! ―Mauricio tenía una cara de desquiciado, el cabello revuelto, las bolsas bajo sus ojos que te hacía saber que no había dormido; y estaba caminando peligrosamente hacia mí.

-¡¿Qué estás haciendo aquí?! ―El pánico me invadió.

-¡Alondra, no puedes casarte con Jonatán! ―Repitió tomándome por los brazos.

-No sé que es lo que pretendes, pero no es correcto que estés aquí, ¡vete por favor! ―Dije suplicante.

-¡Sólo te esta utilizando! ¡No te ama! ―Me sacudió como un padre a su hijo que no entiende. Quise gritarle la verdad, que ambos nos estábamos utilizando.

Me zafé de su agarre y le di la espalda. ―Te voy a pedir que me dejes en paz, ¿ahora resulta que te importo? ―No era de las personas que se dejaban dominar por sus sentimientos, pero en ese momento no quise evitarlo. Sentí cómo se acercó a mí, pegó su cuerpo al mío, sus manos rodearon mí cintura y su aliento lo sentí en mi oído.

-Por supuesto que me importas Alondra, yo... yo aún te amo ― me abrazó con más fuerza y yo me sumergí en su contacto, en su olor, aún despertaba sentimientos en mí. Pero así como la sensación de bienestar había llegado, los sentimientos totalmente opuestos me invadieron y preguntas, muchas preguntas, pero la principal: ¿por qué se había casado entonces con mi hermana?

-¡Ya es tarde para que me puedas dar explicaciones! ¡Mi hermana esta enamorada de ti! ―El poco tiempo que llevaban juntos y que yo había presenciado, pude notar que Krestel había desarrollado sentimientos por Mauricio. Intenté sacarme de su agarré, pero no funcionaba. ―¡Suéltame! – Entonces escuché con terror la voz de Jonatan.

-Ya la escuchaste, ¡suéltala! -Yo aproveché que Mauricio había aflojado el agarré, ya que se giró a mirar rencorosamente a Jonatan, así que corrí hasta colocarme a un lado de él, quien me apartó hacia un lado, sin que yo le importará lo más mínimo, porque caminó a pasó firme con una mirada de odio hacia Mauricio.

-¡No te vas a salir con la tuya, Jonatan! ―Mauricio le gritó, mientras al mismo tiempo lanzaba su puño al rostro de Jonatan; pero éste fue más rápido, en un sólo movimiento lo esquivó y lo tiró al piso, para después patearlo en el suelo. Lo último me hizo reaccionar horrorizada, corrí para tomar el brazo de Jonatan en un ingrávido intento por detenerlo.

-¡No! ¡Ya basta! ―Pero no le importó, Jonatan lo levantó del suelo como un trapo, lo sostuvo de la camisa y le dio dos puñetazos en el rostro. Mauricio no estaba en condiciones para luchar, el alcohol en su sistema le impedía reaccionar; aunado a la diferencia corporal con Jonatan. Lo volvió a lanzar, Mauricio quedó a tres metros de distancia y comenzó a reír de manera psicótica.

-¡Dije que basta! ―Me atravesé en el camino de Jonatan, quien se veía decidido a lanzarse de nuevo a golpear a Mauricio.

Relajó su postura, aunque seguía luciendo amenzante a cada paso en el que se acercaba lentamente a mí. ―Lamento golpear al amor de tu vida, pero te recuerdo que te vas a casar conmigo ― dijo de manera mordaz, apretando los dientes y casi como un susurro, con una mirada retadora.

-Es el esposo de mi hermana, estás en tú boda, ¿quieres armar un escándalo? ―Respondí llena de coraje por lo que dijo y le sostuve la mirada fría. Resopló frustrado y lo vi caminar hacia la salida de la habitación, donde estaba su personal de seguridad, que no se habían entrometido en nada.

-Llévenlo atrás, hagan que lo cambien y que esté listo para la boda ― se dirigió al hombre que me estaba cuidando y después se agachó a un lado de Mauricio. -Vas a presenciar la ceremonia. ¡Alondra es mía! ―Creyendo que yo no lo escuché, se levantó dejándolo, para que después siguieran sus instrucciones.

A los pocos minutos llegó papá, presenció a los gorilas de Jonatan llevándose a Mauricio, achicó los ojos, pero no me dijo nada.

Quisiera decir que la ceremonia transcurrió un poco más tranquila, pero no fue así. Desde que entré del brazo de mi padre al salón, todo el trayecto hasta el altar, Jonatan tenía la mirada sobre mí. Sus ojos grises, que se suponen eran gélidos, en ese momento me quemaban, incluso a través del velo. Toda la ceremonia lo sentí observándome, como un puñal clavándose en mi cabeza, lo que me hizo no prestar atención a las palabras del sacerdote. No me di cuenta en qué momento nos hicieron girarnos, su mirada penetrante seguía sobre mí, así que decidí agachar mi cabeza y mis ojos se fijaron en su mano tomando la mía. Jonatan dijo una serie de palabras sin sentido, sobre mi dedo anular deslizó la argolla, símbolo de que yo le pertenecía de alguna manera. Fue mi turno, tomé su mano con las mías temblando, coloqué una argolla sobre su dedo y repetí algunas palabras de manera automatizada. Por algún motivo, levantó el velo y sus ojos abrasantes me fulminaron. Acortó la distancia y sus labios tocaron los míos; fue un beso frío, con un desprecio tácito, provocando que algunas lágrimas salieran de mis ojos.

Admito que si bien todo era una farsa, creí que disfrutaría la boda; pero no pude haber estado más equivocada en mi vida. Deseé que Jonatan, aunque fuera por compromiso actuara como lo había hecho con anterioridad, pero decidió seguir haciéndome sentir incómoda, su mirada sobre mí, constantemente revelaba su desprecio hacia mi persona. Bailamos, cenamos, tomaron fotografías y no puedo determiner que más, porque mi mecanismo de defensa decidió bloquear todo el evento.