Mi nueva casa

804 Words
Salimos del salón a pesar de que la fiesta continuaba; Jonatan me llevaba de la mano, jalándome hacia la limosina, mientras todos vitoreaban formando un camino con sus cuerpos hasta la puerta del auto. Cuando estuvimos solos, el silencio y el espacio podían formar un bloque de hielo entre nosotros. Llegamos a la que supuse sería mi casa, la construcción no parecía ser muy grande; sin embargo el terreno sí que lo era. Jonatan salió primero del auto y una mujer de su personal fue quien me ayudó a salir, para adentrarnos en la casa. Por dentro había una sensación de hogar, y la decoración le daba un aspecto de estar suspendida en el tiempo: un enorme candelabro colgaba en la entrada, los colores claros hacían resaltar el caoba de las escaleras... Entonces Jonatan interrumpió mi análisis. -Él es Pablo, estará a tú disposición para llevarte a donde desees. ― ¡Fantástico! De alguna manera sabía que querría tenerme controlada y qué mejor que con un chofer. -¡Señora! ―Dijo con amabilidad y con un movimiento de cabeza, el hombre de mediana edad, delgado, de cabello completamente blanco, que llevaba un traje n***o, me ofreció sus respetos. Y yo sólo me limité a sonreírle. -Ella es Elena, está a cargo de la casa, cualquier cosas que necesites, ella te ayudará ― una señora también de mediana edad. Ella llevaba un vestido azul que le hacia resaltar los ojos en el mismo tono, y vestía un delantal. La mujer lo miró con cierto reproche, para luego dirigirse a mí. ―Mi niña, estoy a sus órdenes ― la tonalidad de sus palabras me recordaron tanto a Teresa, mi nana. -¡Gracias! ―Respondí esbozando una sonrisa honesta, ya que ellos no tenían la culpa de lo idiota que podía ser mí ahora esposo. Sí, estaba molesta. -Pablo, encárgate de las maletas por favor; Elena, muéstrale su habitación a Alondra y ayúdale a cambiarse, ¿quieres? ―Aunque su tono denotaba amabilidad, sabíamos que estaba ordenándolo. ―Saldremos en unas horas ― esas palabras fueron para mí, porque de inmediato nos dejó, subiendo a gran velocidad las escaleras. Subí con Elena, quien me guio hasta la segunda planta, pero noté que las escaleras continuaban hacia un tercer piso. Un largo pasillo con dos puertas era lo que había, la puerta que estaba a unos pasos de la escalera y al final había otra del mismo estilo, cerrada. Me llevó a través del pasillo, la puerta más alejada sería mi habitación. Cuando entré, develé una hermosa recámara y no perdí tiempo para recorrerla. Era espaciosa en exceso, con un baño en el interior, un guardarropa, que ya contenía algunas de mis pertenencias, un balcón… Entonces recordé que necesitaba cambiarme, no quería hacerle perder el tiempo a Elena, sabía lo que era el trabajo de una casa, solía ayudar con las tareas a Tere y a mamá. Sólo porque en verdad necesitaba ayuda, le pedí a Elena que se quedara. Vestí algo de mayor comodidad, unos pantalones blancos anchos de vestir a la cintura y una blusa ajustada en color n***o, manga larga y sin escote. Los zapatos de piso, no sabía si caminaría mucho, así que no me arriesgaría. Me desmaquillé completamente y sólo puse un poco de máscara sobre mis pestañas. Salí a la sala, no podía dormir. No es que fuera a tener mi noche de bodas, pero todo el evento me dejó tensa, ¿sería todo el tiempo de esa manera? Esperé a Jonatan algún par de horas y cuando salió, se sorprendió al verme. -Estás lista ― dijo con el ceño fruncido y asombro en su voz. -Me dijiste que saldríamos en unas horas ― rebatí con obviedad y fastidio. ¡Diablos! Este hombre me hacía exasperarme y hacía un enorme esfuerzo para contenerme. Lo bueno fue que Pablo entró casi enseguida, haciendo que Jonatan cambiara su atención a él. –¿Está todo listo, Pablo? ―Le preguntó e inmediatamente después, Elena apareció por detrás del chofer. -Sí, joven ― el hombre le respondió amablemente. Jonatan se giro quedando frente a Elena. ―Te quedas a cargo, cualquier cosa me llamas ― y le dio un abrazo de despedida. Estoy segura que ella le dijo algo, por que vi a Jonatan asentir, aunque con una mueca. Fue la primera vez que lo vi siendo tierno con alguien de manera sincera. -¿Nos vamos? ―Se dirigió a mí y regresando a su acostumbrada actitud, extendió su brazo en dirección a la puerta. Salimos con destino al aeropuerto. Sabía que los Duran eran personas de dinero, por eso no me sorprendió cuando vi que viajaríamos en un avión privado; aunque con los últimos acontecimientos estaba dudando de todo, porque si Alonso estaba teniendo problemas económicos, Jonatan no parecía afectado.
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