Vergüenza

1179 Words
Nos fuimos a su casa, llegué directo a encerrarme en mi habitación, como de costumbre. Muy temprano por la mañana me acompañó al banco, saqué la cantidad de dinero para el préstamo a Alonso y Jonatan abrió la cuenta para mí, transfiriendo más de la mitad de la fortuna de su abuelo, dándome una chequera y una tarjeta. No sabía qué era lo que pretendía, pero me iría con extrema precaución. Pablo me llevó a casa de mis padres, por obvias razones Jonatan no podía aparecerse. Estaba nerviosa, no sabía qué tan bueno era Alonso con los documentos o los negocios, sólo esperaba que no detectara la trampa en los papeles. Resopló furioso, porque lo había hecho firmar el documento, pero lo hizo sin siquiera leerlos, me había subestimado; pero una vez que recibió el dinero, su expresión cambio, se sentía victorioso. Jonatan comenzó a compartir más tiempo conmigo, me invitaba a fiestas, salíamos los fines de semana a algún club, algún viaje; sin embargo, en casa todo se mantenía igual, la frialdad y la distancia nos hacía a cada uno mantenernos en nuestras habitaciones. -Buenas tardes, señora ― me recibió Elena. -Elena, ¿todo este tiempo y aún tengo que recordarte que sólo me digas Alondra? ―Elena sonrió apenada. ―¿Por favor? ―Supliqué, provocando que ella simplemente asintiera. -Alondra, Jonatan me pidió que te avisara que hoy hay una cena de caridad a la que desea lo acompañes, pasara por ti a las 8 ― miré el reloj en mi muñeca, eran las 6, me daba dos horas para poder arreglarme. -Gracias ― abracé con afecto a Elena y subí rápidamente a mi recámara. Él no estaba en casa, por lo que me relajé un poco y me metí a dar una ducha. Me tomé mi tiempo, utilicé ciertos tratamientos para el cuidado de la piel y me depilé las zonas prudentes para el vestido que quería utilizar. Salí del baño con la bata puesta y la abrí para aplicarme la crema corporal. Estaba aplicándola sobre mis piernas, cuando levanté la vista, percatándome que la puerta de mi habitación estaba abierta y Jonatan estaba frente a la suya, al final del pasillo, mirándome, estático. Me paralicé por completo, estaba totalmente desnuda bajo la bata y estaba segura que pudo ver mucho de mi desnudez. Apreté mi mano sobre mi pecho, con ambos extremos de la bata para cerrarla y caminé lentamente hacia la puerta, con el corazón en la garganta, nerviosa. Jonatan no se movió y cerré la puerta. Cubrí con mis manos mi rostro, con la vergüenza manifestándose por mis mejillas. ¡Pero qué demonios! Había llegado antes. Terminé de arreglarme. Un vestido de corte sirena en color lila, se ajustaba a mi cuerpo favoreciendo totalmente a mis curvas, tenía pedrería en color plata formando un cinto sobre mi cintura y sobre las clavículas, extendiéndose hasta los omóplatos en la parte posterior, dándole la elegancia que me gustaba. Los zapatos con tacón de aguja y mi bolso eran plateados, para hacer juego con el resto de los accesorios, los aretes y la pulsera. Usé un maquillaje ligero y pinté mis uñas también en lila. Cuando me vi al espejo, me gustó el resultado; pero con fugacidad recordé que me había visto desnuda, me di un golpe mentalmente, fui una imprudente al dejar la puerta abierta. Salí 10 minutos antes de la recámara, bajé por las escaleras para esperar en la sala, pero Jonatan ya estaba ahí, con un esmoquin n***o, que si no lo conociera, perfectamente podría sentirme atraída por él. Media 1.87, era de complexión delgada, su cabello n***o azabache resaltaba el tono de su piel blanca y sus ojos grises, que cuando ponías la suficiente atención, distinguías lo verdoso de ellos. Me siguió con la mirada, pude sentirla durante todo el trayecto, y cuando lo tuve de frente no disimuló, me vio de arriba a abajo, esbozando una sonrisa que no pude descifrar. -Siempre tan puntual. ¿Nos vamos? ―No sabía cómo tomar eso, pero no dudé cuando me ofreció su brazo para salir de la casa. De nuevo viajamos en absoluto silencio, pero esta vez lo agradecí, no mencionó nada de que me había visto desnuda. Llegamos a un salón decorado con tulipanes blancos y listones dorados, las mesas y las sillas vestidas en los mismos tonos, la cálida luz que brindaban los candelabros proporcionaban una atmósfera cómoda y agradable. Había un cuarteto de cuerdas que tocaban para ambientar con sutileza a varios grupos de personas que ya se encontraban conversando. Nos acercamos a diferentes personas, a las que no conocía me presentaba, y en cada conversación mantuvo su brazo alrededor de mi cintura. En ocasiones besaba mi cien mientras sonreía, y se mantuvo atento de que no me faltará nada. Su caballerosidad me deslumbró. Me llevó a bailar en dos ocasiones, acercándome a su cuerpo lo suficiente para percibir el olor de su colonia, fue embriagador. ¡Dios! ¡Si se lo proponía podía conquistarme! ¿Dónde estaba el Jonatán cruel? Una epifanía me llegó: esta era su máscara. Y esta era la faceta que me gustaba, ansiaba pasar el tiempo con éste Jonatán; y no hablaba sólo de su trato amable y atenciones, sino que no buscaba herirme con cada palabra. Recargué mi cabeza sobre su pecho, mientras seguía guiándome por la pista de baile, escuchando su corazón, encontrando una paz que no sabía podía darme. Regresamos a casa, en esa ocasión el silencio no fue incómodo; bajé del auto con su ayuda, todo parecía surrealista, hasta me escoltó hasta la puerta de mi habitación. -Gracias, disfruté de la velada ― sonreí con sinceridad y él me devolvió media sonrisa sin decir nada. ―¡Buenas noches! ―Y me metí a mi recámara. Siempre era un cretino en esa casa. ** Seis meses más habían transcurrido y cada vez pasaba menos tiempo en casa, prácticamente sólo llegábamos a dormir; lo que me provocó un poco de miedo, porque me estaba enamorando perdidamente de Jonatán. Además había expirado la primera cláusula del pagaré, la empresa me pertenecía al 50%, pero aún no era momento de hacer ningún movimiento. Alonso creyó que le diría algo en aquella reunión familiar en la que nos encontramos después de todo ese tiempo, pero no mencioné nada, por lo que se relajó por completo. Sólo necesitaba un mes más. Y sucedió, a tan sólo un día de que expirará la segunda cláusula del pagaré, Alonso me llamó solicitándome más dinero. -Lo siento, el día de hoy no puedo reunirme con usted, ¿le parece si mañana paso por sus oficinas para hablar del asunto? ―Traté de escucharme lo más inocente posible. -¿Segura que quieres pasar por mi oficina? ―Preguntó con cierta duda. -Sí, mañana antes de la universidad. Su oficina me queda de paso ― y lo sorprendente era que no estaba mintiendo. -Está bien, aquí te veo a las 8 de la mañana ― dijo con más confianza. -Hasta mañana, Señor Durán ― y todo estaba por explotar.
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