Un viaje de ocho horas a Ciudad Alfa, donden o hubo ninguna conversación. No es que la quisiera, pero Jonatan se la pasó tecleando en su computadora portátil y yo me distraje con la vista de la ventana, lo suficiente hasta quedarme dormida.
Me despertó cuando llegamos, y de nuevo no estaba sorprendida porque alguien estuviera esperando por nosotros, así como el que tuviera un departamento en la ciudad. Me mostró mi habitación, tomé un baño y salí de nuevo a la sala. No sabía cuáles eran sus planes, así que esperaría aunque me estuviera muriendo de hambre.
-Tengo una reunión, tendrás que acompañarme para poder comer ― iba entrando a la sala con dirección a la puerta, ni siquiera me miró mientras hablaba; yo sin embargo, no aparté mi mirada de él. No dijo nada más, levantó la mano como señal de que era hora de salir, y aunque me molestaba su actitud, obedecí.
Llegamos al restaurante, donde ya esperaban por nosotros. Me presentó como su esposa, y con su apellido; no me agradó del todo, pero no podía hacer nada. Comenzó a actuar un poco más cariñoso conmigo y entonces como una revelación, lo acepté, porque extrañamente en el fondo de mí ser había algo que me impedía verlo; sin embago, era verdad, todo era una farsa. Ordenó por mí y lo escuché hablando de negocios; así que hice a un lado los sentimientos, interesándome de lo que hablaban, después de todo quería ayudar a papá.
Llegamos por la tarde al apartamento, se metió a su habitación de nuevo en silencio, había vuelto a ser él, por lo que me quedé en la sala, perdiendo el tiempo.
-¿Vamos a cenar? ―Llamó mi atención mientras yo sólo observaba por la ventana.
-Sí, claro ― respondí con pocos ánimos.
De nueva cuenta estábamos en un restaurante, igual de lujoso que a todos los que me había llevado; una mesa exclusiva era lo que al parecer acostumbraba, y de nueva cuenta ordenó por mí.
-Conseguiré a alguien que te lleve de paseo por la ciudad y que hagas esas cosas que a las mujeres les encanta hacer, aunque en realidad sólo quieren gastar dinero ― entrecerré los ojos y me contuve con mucha fuerza de voluntad. ―Pasaré las tres semanas en asuntos de la empresa, en realidad no vengo de luna de miel, ya sabes, esto es para guardar las apariencias, para tú familia y la mía ― noté su tono de repugnancia.
-¿Tienes algún problema porque te acompañe en tus reuniones? ―No gastaría su dinero, aún y cuando su tío estaba exprimiendo a mi padre. Tenía que ser mas inteligente que él si es que quería que el dinero regresara a mi padre, y que mejor que empezar a inmiscuirme de a poco en sus negocios. Fue su turno de mirarme con recelo, dudoso.
-¡Vaya! Creí que estarías más que gustosa por salir a gastar ― sabía que estaba echando veneno, pero yo no sería parte de ese juego, por lo que no respondí, sólo esperé su respuesta. Después de un silencio, sonrió de mala manera. ―No tengo ningún problema ― llevó la copa de su bebida a sus labios.
Sonreí fingidamente. –¡Genial! ¿Podemos realizar algunas compras en el supermercado? No me gusta estar cenando todo el tiempo en restaurantes y en el departamento no hay ni para preparar cereal ― solicité con mi fingida amabilidad.
Entrecerró los ojos con fugacidad. -Está bien ― concedió, con más seriedad de la que esperé.
Saliendo del restaurante fuimos de compras, así obtuve materia prima para cocinar. Me pidió que estuviera lista para las 8 de la mañana y se fue a su habitación. Me encagué de acomodar todos los víveres en la cocina, para dar por finalizado el día. A la mañana siguiente, me levanté a las 6 para alistarme y preparé el desayuno; estaba acostumbrada, porque mamá nos había enseñado precisamente para cuando nos casáramos. Mi familia era muy conservadora y tradicional, por lo que eso era normal para mí.
Para las 7.15 yo ya estaba sentada en el comedor, desayunando.
-Eres un estuche de monerías, Alondra, no sabía que cocinabas ― su sorna a primera hora de la mañana.
Suspiré. ―Hay café, jugo de naranja, panqueques, huevos refritos, tocino y pan tostado, puedes elegir lo que desees. Ya estoy lista, esperaré en mi habitación. ¿Puedes llamarme cuanto tú estés listo? –Yo ya había terminado con mi desayuno y la verdad era que no quería escucharlo en ese momento. Me miró mal, pero no dijo nada; así que me puse de pie para dejar mi plato y cubiertos en el fregadero, y me dirigí a mi habitación a disfrutar del pequeño momento de soledad y silencio.
Día tras día, reuniones y negociaciones en las que estuve presente. Tres semanas en las que fui recolectando información, que al finalizar hilvanarían todo. El abuelo de Jonatan y Mauricio había comenzado una empresa farmacéutica, creció por dos grandes rubros: la parte de investigación, que le había heredado a Alonso, el padre de Mauricio; y la farmacéutica en sí, que quedó en manos de Jonatan, por la muerte de sus padres. Pero Jonatan por algún motivo no tenía negocios con Alonso, esto se estaba complicando más de lo que había imaginado.
Sobra decir que Jonatan actuaba de una manera cuando estabámos en público y de otra cuando estabámos solos; pero yo lo había prometido, yo sería la esposa que cualquier hombre desearía mientras estuviéramos rodeados de personas; mientras que en la privacidad, mantendría mi distancia y reserva.