Enigma

597 Words
Mauricio y Krestel regresaron de su luna de miel. Con el argumento que la casa en la que formarían su nuevo hogar aún no estaba lista, mis padres les ofrecieron quedarse en nuestra casa el tiempo que fuera necesario. Así que cada día los veía inminentemente, a Mauricio y a Jonatán, porque todas las tardes al regresar de mis clases, había pequeñas reuniones en el patio trasero de mi casa, en las que obviamente Jonatán era partícipe; y no perdía la más mínima oportunidad para acercarse a mí, de alguna u otra manera introducía su comentario mordaz: «La propuesta sigue en pie, aunque haya pasado la semana que te di, me agradas, así que te daré más tiempo para que lo medites.» Sus palabras comenzaron a cansarme, así que una de esas tardes me dirigí al despacho de papá. Estaba decidida a solicitarle me permitiera cenar en mi habitación, que no me forzaran a estar presente por educación. Era una hija cortés y obediente, mis padres no podían seguir obligándome a convivir con esas dos personas que estaba en extremos opuestos de mí corazón. Sí, desafortunadamente seguía amando a Mauricio, y detestaba a Jonatán, así que se lo diría a mi padre, pero de nuevo escuché una conversación que no debería. -Es mucho dinero Alonso ― la voz de mi papá fue lo primero que escuché. -Lo sé, Ricardo, créeme que si no fuera sumamente importante no te lo pediría, pero eres mí último recurso; además, de eso depende el futuro de tu hija también, por favor, ayúdame ― el tono desesperado del padre de Mauricio, me hizo saber que estaban en problemas económicos; pero eso, ¿cómo se relacionaba con la verdad que Jonatan me había ofrecido? -Eso dijiste la última vez. Arreglemos lo del dinero mañana ― mi padre sentenció y escuché pasos en mi dirección, así que tuve que huir de detrás de la puerta sin delatarme con mis propios sonidos. Quería descubrir el misterio. Las preguntas comenzaron a desfilar una tras otra en mi cabeza: ¿cuál era el problema? Algo relacionado con dinero, era obvio. ¿Quiénes estaban enterados? Hasta el momento sólo sabía de Jonatán, Alonso y mi padre. Si confrontaba a mi padre, ¿me lo revelaría? No lo creía, me veía como una niña; y aunque tuviera una buena relación con Alonso, sería lo mismo que con mi padre, sería tachada de ser una niña inmadura; así que la única opción era Jonatan, pero no estaba dispuesta a casarme con él. Estaba comenzando a sospechar que tenía una habilidad para escuchar conversaciones ajenas, porque por la mañana de nuevo hubo una plática que se suponía no debía escuchar. Mis padres estaban en su habitación con la puerta entreabierta. Por increíble que pareciera, sí, casualmente iba pasando por ahí. -Tendré que usar el dinero que tenía destinado para Alondra, en un futuro espero poder recuperarlo ― la voz de papá era frustrada y angustiada. -¿Estás seguro? Es demasiado dinero el que te está pidiendo, ¿no crees que pedirá más? ― mamá también se escuchaba angustiada. -¿Y qué más puedo hacer, Irma? Es el futuro de los muchachos, además, no quiero que una de mis hijas sufra carencias ― me alejé de la puerta. ¡Qué demonios estaba pasando! ¿El problema financiero era de todos los Duran? En ese momento supe que era momento de escuchar a Jonatan. Si algo había aprendido al ser hija de un abogado, era a utilizar las leyes a mi favor, y ya tenía algo con lo cuál negociar.
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