Capítulo 7
El dolor es abrumador, lágrimas escurren por mi rostro, y estoy segura de que mordí mi labio inferior, el sabor único de la sangre está en mi boca, puedo saborearla mientras el suelo tiembla, y el dolor corre a través de mi, rompiendo y desgarrado cada hueso, músculo y tendón, la sangre en mis venas comienza a enfriarse enviando esquirlas de hielo por todo mi cuerpo, un recuerdo desbloqueado, la agonía me invade como nunca antes y después el dolor sólo desaparece como si nunca hubiera existido.
—¿¡Quién eres tú!?—dice alguien desde la puerta—. ¿Qué eres tú?—dice con algo parecido a la rabia en su voz que no logro saber quién es y trató de verlo, pero necesito ayuda para levantarme.
—¿Puede ayudarme para que me levante?—digo con la garganta dolorida como si hubiera gritado hasta romper mis cuerdas vocales y él camina hasta ponerse a mi lado y al fin entrar en mi visión—. Por favor—digo un poco nerviosa al notar que es Sebastián, pero él sólo me observa como a una extraña, como lo hace la gente de la ciudad, con temor, como si no me conociera.
—¡Leilani!—dice la voz inconfundible de mi padre, quien entra a paso veloz—¿Por qué no la ayuda?—dice dirigiéndose a un Sebastian totalmente inmóvil.
—Disculpe General, antes de moverla sería mejor que un médico la valorará. De hecho iré por el Sr. Ursely—dice con la voz seria y después gira sobre sus talones para salir rápidamente de la habitación.
—Está bien, date prisa.
—Estoy bien papá, solo necesito que me ayudes a levantarme—digo intentando incorporarme hasta que él coloca su mano en mi hombro para impedirmelo.
—Por favor, trata de mantenerte quieta, no tardarán en llegar.
—Está bien.
—¿Por qué estabas aquí en lugar de la fiesta?—pregunta el derrepente.
—Solo quería acicalarme y retocar mi rostro.
—Bueno, solo espero que no estés lastimada.
—¡No lo estoy!, he intentado decírtelo durante un rato.
—Bueno ciertamente no eres doctora, ¿verdad Leilani?—dice el señor Ursely entrando a la habitación y deteniéndose a un lado de mi padre.
—No, no lo soy, pero me siento bien. Nada me duele—digo con la voz firme, solo quiero que me dejen a solas un momento.
—Dejame confirmar que eso sea cierto—dice el padre de Aaron mientras se arrodilla y comienza a examinarme, después de unos cuantos minutos él finalmente suelta el aire—. Bueno, parece estar bien, no hay huesos rotos y tu cabeza no sufrió ningún golpe, lo único fuera de lo normal son tus pupilas, están dilatadas, tal vez por el susto debido al temblor y la tormenta.
—¡No te preocupes!—dice mi padre de inmediato al ver la pregunta en mis ojos, ¿qué temblor?, ¿una tormenta?—. Ya todo fue arreglado, nadie salió gravemente herido, solo algunas torceduras pero estarán bien y tú también lo estás, así que ha seguir festejando.
—Claro está bien, me permiten un minuto por favor—digo tranquila instándolos a retirarse mientras me ayudan a levantarme.
—Por supuesto hija, te espero abajo—dice mi padre haciéndole señas al Sr. Ursely para apresurarse a la puerta.
Al oír el click de la puerta al cerrarse me giró despacio hacia el espejo y quedó estupefacta.
Lo había notado de reojo, creí solo haberlo imaginado pero ahora frente al reflejo, mi piel parece destellar. Se ve como el destello de miles de pequeñas estrellas, en mi rostro, brazos, cuello, por toda mi piel, ¿cómo es que nadie mencionó algo de esto?.
Decido bajar al baile y fingir que el brillo en mi piel no cambia con cada movimiento que doy, fingir que nada ha pasado por que si lo que recordé es verdad, entonces yo… No sé quién soy.
Nadie parece notar el resplandor que emana mi piel, tal vez ya estoy loca y lo estoy imaginando. De pronto mi mirada se encuentra con unos ojos color miel llenos de furia, Sebastián.
Recuerdo sus palabras, ¿quién eres?, ¿qué eres?.
¿De qué rayos estaba hablando?, ¿qué sabía exactamente él?, ¿puede ver el brillo en mi piel?. No puedo seguir soportando su mirada en mí así que apartó la mía mientras alguien llega a mi lado.
—Leilani, ¿Dónde te has metido?—dice Sofía apareciendo, luce casi igual que cuando hablamos excepto por su cabello que se ve un poco revuelto.
—Sofi, fui a mi habitación un momento, ¿qué te pasó?—digo mirándola de pies a cabeza.
—¿Qué me pasó?, ¡Qué pasó!— dice ella mirándome confundida.
—No estoy muy segura la verdad, ¿puedes explicarme tú?—respondo mirando alrededor del salón al resto de los invitados y algunos lucen como si nada incluso bailando, unos pocos despeinados como Sofía y solo un puñado de gente sentada con alguno de sus pies vendados.
—Fue algo espantoso en realidad, comenzó de la nada. La tierra empezó a temblar, al principio era sólo una vibración y de repente nadie podía mantenerse en pie, algunas personas intentaron correr hacia al exterior y comenzaron a decir incoherencias, pero no pudieron salir ya que una tormenta se desató, la lluvia caía, el viento rugía y los rayos no dejaban de caer e iluminar el cielo por segundos para después hundirnos en la oscuridad de nuevo, todo pasó tan rápido, feroz y de pronto otro temblor azotó pero con menor intensidad y así como llegaron se fueron, todo se calmó—dice ella con la mirada perdida y la voz aun algo temerosa.
—Ohh—es todo lo que consigo decir.
—Sí, lo bueno que ya terminó. Ahora podemos seguir disfrutando amiga—dice ella cambiando su expresión a una más animada.
—Sí, tienes razón. Sigue siendo mi cumpleaños y no me he divertido mucho.
—¡Eso es lo que quería escuchar!—dice riendo—. ¿Aún no bailas con el guapísimo de Sebastian?—menciona Sofi y mi diversión decae un poco al recordar como él me miró con enojo y confusión.
—Ammm no, aún no y no sé si quiera hacerlo.
—¿Por qué?—dice ella inclinando su cabeza a un lado—, ¿él hizo o dijo algo más de lo que platicamos?—pregunta ella mirándome directamente a los ojos y por qué la conozco decido responderle.
—Él me encontró en el jardín…—digo mirando a las parejas danzando—, traía con él un regalo en forma de anillo y salí corriendo.
—Benditos dioses antiguos, ¿¡él se te declaró!?—dice asombrada y mirándome con los ojos bien abiertos—, ¿por qué saliste corriendo?
—Yo, no lo sé. Acababa de hablar con tu hermano y decidí salir para tomar un poco de fresco cuando él apareció—digo recordando el momento—. Comenzó a hablar y a decir cosas que me asustaron, me sentí abrumada, apenas y lo conozco así que salí corriendo y no lo dejé terminar.
—¡Oh Leilani!—dice ella soltando un suspiro y dejando caer sus manos dramáticamente—, entiendo que puedas sentir miedo, sobretodo de alguien nuevo en nuestra ciudad y que no conocemos tanto, pero se nota que el realmente está interesado en ti y está luchando por ganarse tu corazón; no como el tonto de mi hermano que te dejo ir una vez y ahora quiere "recuperarte", el si lo fastidio todo, pudimos ser familia pero se cegó.
—Sofía, ¿qué cosas dices?—le digo confundida—, ya no sé a favor de quién estás, si de tu hermano o de Sebastián, eres muy confusa.
—No estoy a favor de ninguno de ellos, estoy de tu lado—dice ella tomando mis manos—. Quiero lo mejor para ti y eso será lo que tu consideres mejor y yo seré feliz con cualquier decisión que tomes, somos hermanas por elección, solo quiero tu felicidad—dice abrazándome y por fin después de tantas cosas consigo relajarme un poco para poder disfrutar.
La fiesta continúa con bebidas, postres y bailes durante el resto de la noche, con el pasar de las horas la gente comienza a irse, las últimas personas en retirarse lo hacen justo antes del amanecer y estoy tan agotada que prefiero dormir antes que enfrentarme a mis padres, por ahora.
Me cuesta dormir ya que mi mente no coopera y repite esas imágenes una y otra vez, el dolor que rompió a través de mi ahora solo es un susurro en mi ser y a pesar de ello mi cuerpo está tan drenado de energía que poco a poco me quedo dormida.
Rayos dorados atravesando las ventanas me despiertan, me quedó un instante asimilando todo antes de girar para ver la hora y vaya que es tarde, por eso me he levantado, el sol ya está descendiendo y solo faltan algunas horas para que oscurezca de nuevo, tomó unas cuantas respiraciones mientras los recuerdos de lo que sucedió anoche me bombardean y me levanto decidida a no dejar pasar ni un día más mientras me dirijo a prepararme para la cena.
Cada paso que doy es como el retumbar de un tambor antes de la batalla y a pesar de mantenerme en calma mi sangre ruge y la enfrió para el enfrentamiento con la realidad.
Al llegar al comedor mis padres voltean a verme y algo en sus miradas me pone alerta mientras camino con pasos lentos hasta mi lugar en la mesa.
—Buenas noches querida—dice mi padre con calma.
—¿Te divertiste anoche?—dice mi madre apoyando con delicadeza su rostro sobre sus manos.
—Hola, buenas noches—digo mirándolos a ambos—. Si, fue algo divertido. ¿Cómo está la gente que se hirió durante el baile?
—Me da gusto cariño—dice mi madre con la voz suave mientras observa de reojo a mi padre—. Ellos están bien hija, solo fueron unos cuantos tobillos doblados y el padre de Aaron se encargó de cuidarlos, igual que a ti.
—Así es y eso es lo importante, ¿Tú te sientes bien?—dice mi padre atrayendo mí atención hacia él justo cuando comienzan a servir la cena.
—Sí, estoy bien. Te lo comenté desde ayer y no querías creerme.—digo mirándolo con fuerza mientras comenzamos a comer.
—Leilani siempre me preocupare por ti, eres mi pequeña aunque ya hayas crecido—dice encogiéndose de hombros.
—Hija, hay algo que nos preocupo en el baile y es que no te vimos compartir ni una sola pieza con Lord Sebastián Arzgox—dice mi madre de repente dejando de comer y mirándome con confusión—. Creímos que todo iba muy bien entre ustedes dos, el día de su baile ambos se veían perdidos en la mirada del otro y ayer después del temblor ni lo volteaste a ver. ¿Pasó algo entre ustedes?—dice ella preocupada.
—No madre, no pasó absolutamente nada, solo quería compartir ese día con mis amigos de toda la vida, no con alguien que apenas y conozco—digo frustrada.
—Pues algo debió de pasar hija, si no ¿por qué Lord Sebastián ha estado buscándote durante todo el día?—dice mi padre levantando las cejas con incredulidad.
—¿Él me ha estado buscando?—digo confundida—¿¡Qué le dijeron!?...—pregunto de golpe y ellos fruncen el ceño al ver mi reacción.
—Que estabas muy cansada e indispuesta, que viniera otro día—dice mi madre cortante y con la voz molesta,mientras yo suelto el aire de mis pulmones.
—Leilani, modera tu tono de voz que no estás hablando con tus amigos sino con tus padres—dice mi padre molesto elevando un tono su voz, pero eso en lugar de hacerme retroceder solo hace que el hielo en mis venas se disuelva y mi sangre estalle en llamas.
—¿¡Mis padres!?—digo ironícamente mirándolo a los ojos—. Claro... ¿hasta cuándo seguirán con esa vil y ruin mentira?—digo con furia en la voz, la oscuridad invadiendo mis sentidos y mi ser racional, ellos se quedan anonadados por unos segundos y puedo ver algo de temor en sus miradas.
—Hija por favor—dice mi madre y no puedo soportar la angustia en su rostro, ellos me mintieron.
—Definitivamente se la han creído y han fingido muy bien, ¿creyeron que nunca lo sabría?—digo con la voz mordaz
—¡Leilani!— dice mi padre con la voz fuerte.
—¿Acaso ese nombre es verdadero?—digo con enojo mientras levanto mi ceja izquierda y todo dentro de mi es un huracán listo para arrasar con todo a su paso sin importarle nada ni nadie.
Ellos se quedan totalmente quietos y sin pronunciar palabra y eso es todo lo que necesito para confirmar mis sospechas, tengo que salir de aquí antes de que diga o haga algo más de lo que pueda arrepentirme, así que me levanto de golpe, tiró sobre la mesa mi servilleta y salgo hecha una furia corriendo hacia mi habitación.
Cada paso que me aleja de ellos es una estocada hacia mí, ¿cómo pudieron mentirme?, el dolor es distinto al que me derrumbó al suelo, este no es un dolor físico pero sí mi ser llorando por tan cruel mentira. La niebla y oscuridad en mi mente y ser comienza a disiparse conforme la distancia crece y solo hay dos preguntas rondando en mi cabeza, ¿quién soy yo?, ¿qué soy yo?.
Al llegar a la habitación una sensación recorre mi piel. Hay algo diferente aquí… apoyo mi espalda a la puerta y pasó la mirada por la habitación, pero todo parece estar en su sitio, sin embargo esa sensación no se aleja, camino hasta las ventanas para ver a mis amigos silenciosos cuando una mano se cierne sobre mi boca.