When you visit our website, if you give your consent, we will use cookies to allow us to collect data for aggregated statistics to improve our service and remember your choice for future visits. Cookie Policy & Privacy Policy
Dear Reader, we use the permissions associated with cookies to keep our website running smoothly and to provide you with personalized content that better meets your needs and ensure the best reading experience. At any time, you can change your permissions for the cookie settings below.
If you would like to learn more about our Cookie, you can click on Privacy Policy.
—¡¿De qué demonios hablas?! ¿Cómo que mi hijo…? ¡¿Mi hijo está vivo?! —exclamó en un grito desesperado, tomó a David del cuello, lo sacudió con fuerzas—. ¡Habla, David! Dijiste que mi hijo murió, ¿está vivo? David estaba tan sorprendido como Zahara, sus ojos eran enormes. —Eso… ¡No es cierto! —dijo alejándola con suavidad—. ¿Te volviste loca, Angélica? Ella tenìa un gesto de suficiencia, tan frío que ni el mismo David la reconocía ya. —Es verdad, pero David no lo sabía, lo cierto es que yo pedí al médico que salvara a tu bebé, y les dijera que él murió. Zahara estaba horrorizada, se abalanzó sobre la mujer, abofeteó su rostro, y la haló de los cabellos, hasta hacerla caer, comenzó a golpearla, arañarla. —¡Te mataré! —bramó como una fiera, el odio que ahora sentía, comparado con su