Isabella arrugó el ceño, al sentirse de nuevo burlada por Nando, sin embargo, cuando los labios de él se apoderaban de los suyos, las fuerzas la abandonaban y lo único que hacía en esos momentos era corresponder. Los labios de Nando, se posaron del cuello de Isa. Ella cerró sus ojos y hundió su cabeza en la almohada. Fernando se dejaba embriagar de aquel aroma a rosas y miel que tanto le fascinaba, enredó sus dedos en la espesa cabellera oscura de la joven, entre tanto las manos de Isabella, le recorrían la espalda. —¿Por qué son las cosas tan difíciles contigo? —cuestionó, al momento que abandonó los labios de Isa. —Porque siempre me mientes, me engatusas, para luego... burlarte de mí, como ahora, en este instante, que fingiste estar muy ebrio para meterte en mi cama —reclamó mientras