Desde mi lugar, veo como los políticos, comparten y charlan con un hombre que es el principal problema de la ciudad y que ha levantado su imperio a costillas de los habitantes comunes de una ciudad paliada por la delincuencia.
Me pregunto, ¿Qué pensaran en la cúpula del gobierno si esto llegase a sus oídos?
De seguro, nada.
Desvío la mirada y me encuentro con Seth, que me observa fijamente al tiempo que la chica rubia y una mujer de cabello oscuro le hablan.
—Vaya que soy un hombre afortunado —escucho.
Dirijo mi atención al recién llegado y me encuentro frente al primo de Seth.
Salvador Abbenante.
—Señor, Abbenante.
—Salvador, por favor —se inclina en la barra —Me alegra verte por aquí.
— ¿Es, así?
—Por supuesto, embelleces este lugar con tu presencia.
Imbécil.
— ¿Desea algo?
