CAPÍTULO 4

1436 Words
—Gracias por traerme—digo, cuando estaciona frente a mí edifico. —De nada—murmura— Te esperamos mañana. Digo, para trabajar. Me remuevo. —Agradezco que me des una nueva oportunidad de trabajar. —Sí. Susan me dijo que eres de los ángeles. Pero, es gracioso porque tu acento no suena nada americano. ¡Mierda! Mantengo mi mirada impasible. Como si no fuera algo importante. —También le conté a Susan que, viví por años en Londres y se me quedo el acento— me encojo de hombros. Asiente no muy seguro. Es evidente que no va a ser fácil engañarle Abro la puerta del auto y siento la mirada de esta sobre mí. —Que pases buenas noches— murmuro cerrando la puerta del coche antes de echarme a caminar. Subo los escalones de edificio. —No mires hacia atrás— me digo—. No voltees, Daniela. Es solo un hombre. Abro el portal y entro cerrando detrás de mí. Subo las escaleras lo más rápido que puedo, ya que está oscuro. Cuando llego a mi departamento, hago mi rutina. Reviso que todo este como lo deje y que, nadie, ha forzado mi entrada. Una vez en mi habitación, me dejo caer sobre la cama sin ceremonia. Suelto un suspiro de alivio. — Esto va a ser más difícil de lo que creí—susurro mirando el techo. Me quedo ahí, quieta hasta que el sueño me vence. ⭐⭐⭐⭐⭐ La mañana siguiente, me levanto y después de un baño, en busca de un lugar donde pueda ejercitar un poco. Necesito mantenerme en forma, no es vanidad. Es necesidad. Mi trabajo me lo exige. Lo que me recuerda. ¿Tengo trabajo? ¡Joder! Jovi no me ha llamado, de hecho, no sé nada de mi jefe. Niego mientras avanzo por el vecindario. Según la web, cerca de aquí se encuentra un gimnasio de kickboxing. Será útil para sacar un poco de estrés y quizás, averigüe algo de Gema. Si ella estaba en esto, de seguro también quería seguir en forma. Avanzo unas calles más abajo y no pasa mucho hasta que llegó al sitio que estoy buscando. El mismo es sombrío y tiene por nombre ‘‘Panther.” Entro y un hombre alto y fornido se acerca. Miro alrededor y noto la mirada de algunos. —Hola. Soy Mark, el dueño del lugar. —Hola —respondo de manera afable —Estoy buscando un lugar para ejercitarme un poco. Me inspecciona y no parece muy seguro. Le doy una mirada sería. — ¿Sucede algo? —No —niega rápido —No pasa nada, es solo que las mujeres no entran muy a menudo aquí. Miro alrededor. Por supuesto. —Bueno. Si cada que entra una, se detiene toda actividad y se le quedan viendo cómo zopilotes. Es comprensible. Hablo en tono seco y mi voz es suficiente alta para que, los hombres rápidamente reincidan su actividad A mi lado, el dueño del gimnasio se remueve incómodo. —Lo siento —murmura haciendo un gesto para que le siga. Eso me da la oportunidad de apreciarle. Mark es un hombre de más de cuarenta, pero está en una condición física envidiable. En sus brazos tiene tatuado un diseño de mangas impresiónate. Es alto, atlético, calvo y sus ojos oscuros son perspicaces. Me acerco al mostrador, donde empuja sobre el mismo una hoja y lápiz. —Necesito estos datos y la identificación—dice —Por supuesto. En la planilla, verás el costo. —Por supuesto — repito, sacando de mi pantalón de deporte la identificación falsa. La mira. — Dánica… — Dani— replico. Lleno la planilla y pago la membrecía por un mes. Espero no estar aquí para entonces. — Bienvenida a las Panther — habla, mientras me devuelve la identificación. Sin más, camino por el lugar ignorando las miradas. Dejo a un lado mi móvil y tomo la cuerda para calentar. Comienzo a un ritmo suave sin perder de vista mi entorno. A medida que acelero soy consciente del mismo. Debo encontrar una manera de poder saber de Gema. Alguien tuvo que darse cuenta de que ella estaba trabajando para el gobierno. ¿O no? Cuando el sudor perla mi frente y cubre mi cuerpo, bajo el ritmo de a poco. Por el rabillo del ojo, veo a alguien cerca. Es cuando termino, que me permito mirar en esa dirección para encontrarme con Seth. Está recostado de manera despreocupada sobre una columna, pero su expresión no me engaña. Está consciente de lo que pasa en su alrededor. ¿Qué hace aquí? Por un momento me entra el pánico y este agudiza su mirada. Recojo mis cosas tratando de ignorar el hecho de que está aquí y camino hasta un lado para empezar a hacer algunas sentadillas antes. No me sorprende cuando se acerca hasta mí. Lleva una camiseta ajustada y pantalones cortos, mientras su cabello está recogido en un moño apretado. — ¿Ves como si eres una peleadora innata? —dice en modo de saludo. — Si tú lo dices— mi voz es baja mientras sigo con lo mío. — ¿Sabes que has causado revuelo entre los presentes? Arqueo una ceja de forma interrogativa. — ¿Qué? Nunca han visto a una mujer aquí. — Ninguna mujer los ha mirado como si fueran cucarachas— espeta de forma simple —Creo que es tu forma habitual de mirarnos. Sonrío con suficiencia. —Sabes, pienso que estás muy lleno de ti mismo al suponer que las mujeres debemos caer a tus pies o abrir las piernas cuando tú las miras. Se inclina un poco. —Suelta los guantes, no estamos en el ring. su tono en serio. —Si estuviéramos en el ring, te aseguro que te patearía el trasero. Chasquea los labios —Para ser tu jefe, me tratas muy mal—me recuerda. Me muerdo la lengua y lo fulmino con la mirada. Hijo de perra arrogante. —Eso está mejor—murmura y de sus labios tira una sonrisa arrogante. Cabrón arrogante. — ¡Seth! — ambos miramos para ver a uno de los hombres de Seth. Lo reconozco de anoche. David es su nombre. Me mira un momento antes de inclinarse sobre su jefe. —Debemos ir al club. Este frunce el ceño y yo me pongo en alerta. — ¿Qué sucede? —Encontraron a una de las chicas… está muerta— susurra. ¡Una chica muerta! El miedo se filtra en mi interior. ¿Gema? Observo como Seth se tensa. Sin mediar palabra, lo hace a un lado y sale del gimnasio como una bala. ¿Qué coño? No lo pienso, miro alrededor antes de seguirlos. Al salir a la calle, solo escucho las ruedas del coche chirriar. Miro a los lados y levanto la mano a un taxi. Cuando uno se detiene, subo y le digo a donde ir. El tráfico en esta área no es tan de locos como las avenidas principales. Un nudo en la garganta se me atora cuando pienso que, quizás, mi hermana ha corrido con la misma suerte. Cierro los ojos y niego. Cuando el taxi para frente al club le pago, y hago una oración silenciosa porque siempre llevo dinero para mi desayuno después de estrenar. Espero encontrar un revuelo afuera del club, pero todo parece normal. Como sé que, el guardia de seguridad apostado en la entrada no va a dejarme entrar. Hago mi camino por el callejón y entrar por la puerta de suministros que ubique el día de ayer. Para mi sorpresa, la misma está abierta. Así que me cuelo, atravieso la bodega y una oficina antes de salir al salón principal. — ¡¿Cómo carajos paso algo así?! —Grita, Seth moviendo sus manos. A su lado, están David y Hunter. Frente a Seth, está una Susan pálida. —No lo sé —susurra con lágrimas contenidas y temblando visiblemente. — ¡Joder! —Seth avanza y es cuando veo la escena. La única razón por la que no vomito mis riñones, es por los años de oficio. En los cuales he visto de todo. Bueno, casi. La chica está atada al tubo de Pol dance y fue desangrada como un cerdo. La sangre baña su cuerpo proveniente de una herida en la garganta. Es Darcy, una de las bailarinas. — ¿Qué haces aquí? Me sobresalto ante la pregunta de David, que es el primero en verme antes de que el resto desvié la mirada hasta mí. Los ojos de Seth, son oscuros y su expresión es feroz.
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