La comida llegó a los pocos minutos, minutos que Hans se quejó sobre lo desagradable que era pedir comida afuera. –Nos hubiéramos tardamos más en un restaurante –mencioné –. Tienes que reservar una mesa y esperar. –No, si compras el restaurante. –¿Y cómo para qué quieres un restaurante? –le pregunté. –Para comer. Ya de todas las tonterías que habíamos hablado se me esfumaron los nervios de estar a solas con él, siempre encontraba una forma de llevarme la contraria o tal vez yo a él. –Tu madre me llamó –murmuré recordando donde estaba cuando recibí esa llamada –. Eh… Ella me pidió que fuéramos de compras y me citó en una tienda. –Y se vieron. –Le conté sobre mi divorcio y que en realidad no iba a casarme contigo –señalé, Hans hizo la misma expresión de su madre, no parecía s