La mansión de los Gallagher era bastante grande aunque sencilla para toda la fortuna que tenían, la mayoría de los ricos tenían cosas invaluables en su casa, algo para presumir su riqueza, que podían comprar todo lo que querían, era como una cuestión de poder. Reaccioné cuando sentí que Hans me tomó la mano. –Tenemos que tomarnos la mano –susurró como si tuviera que explicarme con manzanitas y le hice una mala mirada. –¿Leíste lo que te envié? –pregunté. –Si, nos conocimos en la cena de los Yang hace un año, te invite a bailar, te resististe y al final te convencí, desde ahí hemos hablado. –Y lo del beso y la discusión. –El abuelo no es un detective –mencionó con aburrimiento –. Te aseguro que no le interesa eso. –¿Y sí pregunta? –Tranquila Kowalski, si te pones nerviosa t