—Demian, tanto tiempo sin verte. —Catherine lo saludó con una gran sonrisa y unos ojos coquetos; verlo después de tanto tiempo fue muy grato. Tenía que admitir que el azabache se veía muy bien, mucho mejor que la última vez que se vieron; De eso ya habían pasado más de quince años. Demian era un adolescente en aquel entonces, al igual que ella, pero algo había cambiado: sus ojos no eran los mismos, eran más fríos y distantes.
Demian asintió secamente, mirando su Louis Moinet; era su hora de comida, lo tomaría como tal mientras Catherine le decía qué era lo que quería. Tenía el tiempo necesario para terminar con esto lo más pronto posible y llegar a la reunión con Derek.
—Inna no me dijo lo guapo que te habías puesto —dijo Catherine tímida, poniendo su cabello detrás de la oreja, mientras seguía observando a Bradley. Ella estaba pensando en lo tonta que había sido al terminar con él; había sido a causa de seguir con su carrera de modelaje. Tuvo que irse y mudarse a la ciudad antes de que él lo hiciera también.
Recordó cómo le había roto el corazón, aunque era más una amistad, que un verdadero amor. Ahora no lo reconocía; estaba totalmente diferente, era como si no fuera él exactamente, y le dio curiosidad preguntar qué había pasado todos estos años que no se vieron.
—Tal vez es porque no la he visto en 15 años —dijo Demian, irónico e indiferente, respecto a la pregunta de la chica. Tomó la carta, leyendo el menú; parecía ser un poco más interesante que la plática de Catherine. Demian la recordaba bien, era esa chica que a su mamá le gustaba para su novia. Sí, él solo le daba gusto a Inna, haciéndole creer que la quería, cuando en realidad él jamás había querido a nadie.
A esa edad, era un hijo complaciente; no le quedaba de otra, así que solo había sido un buen pasatiempo. Catherine siempre había sido el tipo de chica que se consideraba la más bonita, la inalcanzable, y con sueños exorbitantes que nunca creyó que realizaría. Para sorpresa de Demian, había logrado lo que quería y tenía que reconocerlo: era alguien que mucha gente conocía en los círculos sociales. Después de tanto tiempo se vinieron a encontrar; había escuchado de su trabajo, pero él no tenía el suficiente interés para buscarla, era como cualquier otra persona.
El azabache ordenó casi enseguida; era su restaurante favorito, así que ya sabía qué pedir. Tenía el tiempo limitado, al menos comería en esta pérdida de tiempo. Demian siguió esperando que le dijera cuál había sido la razón de que pidiera una cita con él. Suponía que el pasado se había quedado allá y que el hecho de que ni siquiera la hubiera buscado estando en la misma ciudad daba a entender que no quería ninguna relación, de ningún tipo con ella. Tal vez esa había sido la razón por la que había aceptado verla ahora y dejarle las cosas más claras.
—Mejor dime qué hago aquí —continuó Demian, tomando del Grape Wine Dry. Era un buen vino para acompañar su comida, uno de sus favoritos, y se lo tomó con gusto; al menos disfrutaría de eso. Su acompañante se acomodó mejor en su asiento y lo miró cautelosa.
Estaba nerviosa, ya que había escuchado de Demian Bradley, el prestigioso y multimillonario CEO de la empresa más exitosa en Chicago. La elegancia era lo que más desprendía de su aspecto, pero esa aura misteriosa lo superaba todo. Pensó que lo que decía de él eran solo mitos; ahora que lo podía observar de cerca, tenía que admitir que cuando escuchó decir que era un hombre intimidante y que incluso causaba escalofríos con una sola mirada, decían la verdad.
En ese momento, no sabía cómo iniciar la conversación; se miraba las manos y se acomodaba en su lugar, lo cual era un poco extraño en ella, ya que Catherine siempre había sido una mujer segura de sí misma, imponente y llamativa ante los hombres. Lamentablemente, con Demian no podía ser así, y eso poco a poco la frustró.
Así que era tiempo de poner las cartas sobre la mesa y ver qué pasaba al respecto.
—Tu madre cree que es momento de... bueno, ya sabes —frunció el ceño Demian, expectante.
¿Su madre? ¿Acaso ella había hablado con Inna? Eso no era algo bueno; todo este tiempo había tratado de mantener su pasado donde estaba, no quería saber de nadie y menos de su madre. Ahora venía Catherine y se lo recordaba como si fuera cualquier cosa.
El azabache soltó el cubierto de su mano y limpió su boca con algo de brusquedad; eso sí había arruinado por completo su comida. Entonces la miró de mala gana; Catherine no se dio cuenta de su semblante y seguía mirando sus manos.
—Como decirlo... de que formes una familia y qué mejor para eso que alguien que ya conoces. Sabe lo que ambos teníamos antes... —la chica continuó.
Demian no cambió su semblante; seguía molesto. Sin embargo, se preocuparía por esconder lo que realmente sentía, como él hubiera querido demostrar. En otras circunstancias, Catherine ya estaría sobre el respaldo de su sillón mientras él la azotaba con el cinturón; sabía que no podía perder el control y menos delante de la gente.
Aguantó cada uno de sus impulsos y apretó la mandíbula cuando recordó a su madre, esa que lo ignoró por años cuando apenas era un niño. Ahora mandaba a alguien para querer darle órdenes. No sabía si reír de rabia. ¿Quién se creía?
El azabache suspiró pesado, tratando de tranquilizar su enojo, e inspeccionó mejor a Catherine; debía distraerse, y ella era lo que tenía al alcance. Era bonita y tenía buen cuerpo; era modelo, tenía que tenerlo.
Por su forma de actuar y de acercarse sabía que ella estaba interesada en él, nada nuevo, a todas las mujeres les atraía el aura de chico malo que desprendía. Solo había un problema, él no estaba interesado en ella, ni siquiera para tener sexo. No lo haría, no pondría al descubierto su secreto, y el sexo casual ni siquiera se le apetecía, era algo en lo que no se arriesgaría y, ¿formar una familia?
El mismo se dio risa al pensar en esa posibilidad, era casi un chiste, casarse no estaba en sus planes, ni ahora ni nunca, él moriría soltero y completamente solo, eso lo daba por hecho. No había nadie que valiera la pena para él, solo existía su propio placer y nada más.
Nada podía llenarlo completamente como lo hacía ese acto tan extraño, nada había funcionado para él y si estaba bien con eso, seguiría hasta que no pudiera más.
Lo realmente preocupante era que su madre hubiera mandado a Catherine para seducirlo. No cabía duda de que esa señora no lo conocía en lo absoluto, jamás lo hizo, jamás le importó su bienestar, ni aun siendo niño y ahora resultaba que se preocupaba por su dependencia, era no tener vergüenza.
Solo aceptó verse con Catherine como un favor personal, no podía venir a ordenarle cosas cuando él era cien por ciento independiente y si Demian decía que no, así debía ser. Lo sentía por la chica, ya que sería cruelmente despreciada.
Bradley comenzó a comer tranquilamente otra vez, mientras escuchaba lo que tenía que decir. Pensó que era mejor tomar las cosas con calma y dejar que la chica hablara tanta sandez. Catherine le contó sobre su madre y cómo había realizado una misa la semana pasada por el aniversario de la muerte del señor Bradley y cómo Inna había esperado su presencia.
El azabache rió con amargura; ella sí que quería arruinarle no solo la comida, sino el día entero. Demian negó completamente; no sabía hasta qué grado podía llegar su desfachatez. Jamás volvería a Clovelly y menos a visitar la tumba del hombre que lo crió e hizo su vida un infierno infinito del que le costó mucho salir y que, aun después de haberlo hecho, seguía sintiendo que estaba en ese mismo lugar oscuro y depravado.
Que estuviera muerto era lo mejor que le había pasado en la vida, y recordarlo era lo que menos le gustaba. Era un bocado amargo que solo le hacía desprender mucho más rencor. Catherine había podido hacer lo que no cualquiera podía, y era hacerlo recordar y sentir lo que muchas veces luchó por olvidar. Definitivamente, el haber ido a ese lugar fue un error y se arrepentía de ello.