—Siento mucho que mi madre te haya hecho venir hasta aquí para perder el tiempo. Lo cierto es que no me interesa comenzar una relación ahora ni nunca —dijo Demian, terminando su copa de vino mientras la miraba directo a los ojos, totalmente seguro de sus palabras.
La azabache bajó la mirada, triste. O al menos trataba de que el azabache sintiera pena por ella. No creía que su corazón fuera de piedra, pero Catherine no conocía el grado de dureza que tenía el corazón de Demian. Como lo había dicho Bradley, ella había perdido su tiempo completamente, porque nada haría que él sintiera algo, ni siquiera lástima por alguien. Porque eso también era un sentimiento, y él no los tenía.
—¿Sales con alguien más? —musitó Catherine con tristeza. Demian entornó los ojos. ¿No había sido claro? Parecía que no se iba a dar por vencida. Esto sería más molesto de lo previsto—. Dicen que eres recatado y que jamás te han conocido una relación, pero no puedo creer que todo este tiempo te hayas mantenido soltero. Dime, ¿tienes una relación secreta y es por eso que me rechazas? Porque es la única explicación lógica que le encuentro a tu rechazo.
La azabache no creía que pudiera despreciarla de esa forma. Ella era Catherine Wood, ¿acaso no la había visto ya? Era hermosa, y qué decir de encantadora y tierna; él debía estar a sus pies. Demian sonrió, sin poder creer que ella fuera tan frívola.
No tenía tiempo ni ánimo para explicaciones, así que solo le dijo lo que ella quería escuchar. Era mejor ahorrar tiempo que seguir con este juego, que se estaba volviendo más insoportable y tedioso.
—Me has descubierto. En efecto, tengo a alguien, y es por eso que no puedo aceptar tu proposición. Dile a Inna que mis parejas las escojo yo —dijo Demian, con un tono casi gracioso y sin titubear.
Ya se había cansado de la charla, así que se levantó de su silla, acomodando su traje fino. Sacó efectivo de su cartera y lo puso sobre la mesa, mientras observaba serio a Catherine.
—Yo invito, no te preocupes —continuó Demian.
Terminó de hablar y salió del restaurante sin dejar que Catherine dijera algo más. Ella se quedó casi con las palabras en la boca. Era una locura, porque él había ordenado todo y ella solo había tomado una copa de vino, y aun así se atrevía a humillarla de esa forma.
Esto era inaudito, se sentía tan lastimada. Demian había dañado su ego como jamás imaginó. Era la primera vez que un hombre la despreciaba así. Mientras veía la salida por donde Demian se había marchado, apretó sus puños y mordió su labio. Esto no se quedaría así. Nadie despreciaba a Catherine Wood, y eso lo podía jurar. Le enseñaría a Demian lo que había dejado ir, y haría lo que fuera necesario para que Bradley se arrepintiera de lo que había hecho.
De regreso en su oficina y con el humor exaltado por el recuerdo de su padre, trató de olvidarse del mal rato que le había hecho pasar Catherine. Tomó asiento en su silla y respiró profundamente, cerrando los ojos.
Necesitaba tranquilizarse y meditar, aunque eso jamás le ayudaba, pero necesitaba al menos intentarlo antes de que esa maldita voz, esos malditos gritos, los lamentos de su madre, seguidos de golpes, inundaran su cabeza por completo y no pudiera pararlos. Se tocó el pecho al sentirse sin aire, recordando su infancia, su maldita infancia. En ese instante supo que no había retorno y maldijo.
"GUARDA SILENCIO"... "SI ESCUCHO UN SOLO SOLLOZO, LO LAMENTARÁS"... "TE DIJE QUE TE CALLARAS, NIÑO IDIOTA... VEN AQUÍ, AHORA PODRÁS GRITAR A GUSTO". El azabache cerró con más fuerza sus ojos hasta el punto de doler, pero le dolían más los recuerdos que, poco a poco, lo estaban dejando sin aire.
—¿Demian? —lo llamó de pronto Stone, mirándolo expectante. Bradley abrió los ojos de golpe y se inclinó sobre su asiento. Estaba con la mente perdida; ni siquiera se había dado cuenta de que Dereck estaba en su oficina—. ¿Pasa algo? —le preguntó su amigo, al verlo un tanto extraño.
Bradley regresó a la realidad cuando sintió el toque en su brazo. Parpadeó varias veces hasta recordar dónde estaba y con quién. Hacía mucho que no le pasaban esos episodios de supresión mental.
No cabía duda de que recordar a su progenitor no le hacía nada bien. Había creído todo este tiempo que lo tenía resuelto, sabía que no al cien por ciento, pero al menos controlado. La desesperación invadió su cuerpo porque eso significaba que tanta terapia y tantos psicólogos no habían servido de nada.
Aun así, no lo demostró. Tenía que guardar las apariencias delante de Stone; nadie debía saber lo que realmente guardaba en su interior.
—Perdón, Dereck... ¿Pasa algo? —preguntó Demian.
Trató de aparentar normalidad, aunque para su amigo eso no estaba muy claro. Dereck seguía mirándolo de forma extraña. Aun así, no dijo nada.
Él era conocido por mantenerse siempre frío e indiferente con cualquiera y en cualquier situación, casi como si fuera inhumano. Pero esta vez era todo lo contrario. Stone podía jurar que notó en sus ojos una chispa de miedo, miedo verdadero, y eso sí lo desconcertó totalmente. Desvió su mente de esa idea; no debía ser nada y tal vez solo estaba malinterpretando todo. Lo dejó pasar.
Mejor se concentraría en lo que había ido a hacer. Levantó los documentos que llevaba en la mano. No preguntaría nada. Demian siempre había sido demasiado reservado con su vida, e incluso siendo amigos, no conocía mucho de él.
—Claro, toma asiento —dijo Demian con tranquilidad, señalando la silla frente a su escritorio. Se acomodó mejor en su lugar y disipó sus recuerdos.
Hacía mucho que había logrado controlarlos, y ahora no entendía por qué volvían a surgir. Pero después se encargaría de eso. De cualquier forma, se dispuso a trabajar; era lo único que realmente podía ocupar su mente y distraerlo.
Dereck Stone formaba parte del comité directivo, era su abogado, y ya hacía muchos años que se conocían hasta formar lo que hoy era su amistad. A diferencia de Demian, Dereck era más alegre y risueño, pero aun así, nadie conocía su verdadero yo, y no deseaba que nadie lo hiciera, aunque fueran muy cercanos.
—Todo está en orden. Los desarrolladores tendrán el prototipo en una semana. Tendremos tiempo de corregir cualquier error antes del día del lanzamiento —le informó Dereck. Demian asintió mientras miraba los documentos que su amigo le acababa de entregar con el reporte de la nueva app.
Este era el proyecto de su vida, así que prestaba suma atención a cada detalle.
—Glen se encargará de encontrar a la modelo para la campaña de marketing —exclamó el azabache sin levantar la mirada. Su asistente siempre era de gran ayuda.
—Confías demasiado en ese asistente tuyo, ¿no? —Dereck alzó una ceja sugerente. Sabía a lo que se refería, y Demian negó rotundamente.
—No es lo que imaginas. Glen es un buen elemento, solo eso. Además, ni él ni yo somos gays —dijo Demian, esta vez levantando la mirada para verlo serio, diciendo la verdad.
Su asistente era demasiado competente y jamás lo había decepcionado, pero esa tarde descubriría que había hablado demasiado rápido, por primera vez.
—Perdón, señor —irrumpió Glen en la oficina. Se notaba preocupado mientras miraba a ambos aludidos con cierta inquietud.
Demian había visto solo una vez esa mirada en Glen, y fue cuando no pudo conseguir su Kirguiz blanco para el evento de gala en Milán. Así que pudo prever la molesta situación.
—¿Nos disculpas? —Bradley miró a Stone, y este asintió, dándole una palmada en la espalda.
Stone lo entendió. Seguía pensando que su amigo veía en su asistente algo más que solo un empleado. El chico conocía más a Demian que él mismo, y tenía que admitir que, a pesar de ser amigos, no había llegado a conocerlo a ese punto.