El Tutor

1697 Words
POV Judas —Trataré de buscar la manera de evitarte esto, pero lo veo muy difícil Judas, creo que lo mejor será que… —¡No! He dicho que no aceptaré a una desconocida en mi casa. He vivido con mis siete odiosas hermanas durante gran parte de mi vida, como para ahora tener que buscarle un marido a una niña caprichosa. —Pues no te queda de otra, querido amigo. Es un cargo que sin querer debes asumir, ser el el Tutor de esa jovencita. —¡Maldita sea! ¡¿Por qué yo?! —dije furioso, dando un golpe a mi escritorio, mientras mi amigo leía la carta. —Hombre, tranquilo. —¿Tranquilo? ¡Me están obligando a ser el niñero de una maldita mocosa! —Eso no es verdad, solo debes cuidarla y ayudarla a encontrar un buen marido, en su situación muchos querrán aprovecharse de ella para quitarle la gran fortuna que acaba de heredar. —¡Pues que honor! —dije con sarcasmo. —Haces un una tormenta en un vaso de agua, ¿Qué tan malo puede ser? Tampoco es una criatura, de acuerdo a la carta ella acaba de cumplir 18 años hace unos días días —comenta mi amigo y abogado, que más parece disfrutar verme en apuros que querer ayudarme—. Curioso día. —¡Ni lo menciones o te cortaré la oreja! —lo miré maldiciendo mi estupidez. —Tranquilo amigo, que ese fue Pedro. Tú eres el de las monedas. —Vuelve a decir eso, y le haré honor a ese nombre. —Está bien amigo, pero debes entender que no es un nombre común, Judas Harel. —Ya basta. Te llamé para que me ayudes a evitar que me haga cargo de esa mocosa. —Que extraño, no parecías pensar eso cuando te fuiste con aquella jovencita que conociste en esa noche. —¡Ella fue una ladrona! Maldita, cuando la encuentre la haré encerrar por haberse llevado mi auto. —Vamos Judas, ya olvídala, es poco probable que vuelvas a verla. Lo mejor será que te concentres en Herse, tu nueva protegida, solo será hasta que encuentre marido, ¿qué tal malo puede ser si aún no la conoces? Yo no estaba dispuesto a aceptar a una mocosa mimada en mi casa, y por supuesto que no sería su niñero, así que luego de que Duvan me informara de la llegada de la muchacha, tuve que jugar contra el reloj y llamé a la única persona que podía darme una salida a esto. —¿Pues qué quieres que haga? —Tú eres la mayor, se supone que debiste saber de esto, nuestros padres te contaban todo —le reclamé a mi hermana, la mayor de todos—. Marisa, yo no voy a ser niñero de nadie. —Que nuestros padres me contaran todo, no significa que haya tenido voz y voto en sus decisiones. —¡¿Entonces si lo sabías?! Era claro que sí lo sabía y había callado solo para fastidiarme la vida, pero en fin, esto solo me afirmaba que nunca podía confiar en ninguna de mis hermanas. —A ver Judas, creo que estás lo suficientemente mayor como para solucionar tus problemas solo. Nuestros padres siempre dijeron que eras un hombre muy responsable, por eso te dejaron la mayor parte de la herencia, entonces demuéstralo. —Creo que fue una mala idea hacerte llamar, solo hemos perdido el tiempo. —Por esta vez estoy de acuerdo contigo. Tuve que apresurar mi viaje para regresar, y ahora debo desempacar. Ella se levantó de su asiento, y cuando planeaba salir de mi despacho, el mayordomo se atraviesa. —Disculpe la interrupción señor Harel, pero acaba de llegar una jovencita acompañada de un auto con todas sus pertenencias y un abogado. Incrédulo, miré la hora en mi reloj de mano y maldije, se supone que Duvan me dijo que llegaría en la tarde, y pensaba poder hacer algo al respecto para impedir su llegada, pero al parecer la mocosa no sabía ni de modales. Mi hermana me miró de reojo y sonrió con diversión. —Bueno Judas, demuestra que eres un caballero ante tu pupila, se supone que desde ahora eres su tutor. —Mierd@ —maldije una vez más, ignorando a mi hermana mayor, y salí del despacho. Mientras me dirigía a la escaleras, busqué el número de Duvan en mi celular, él tenía que ayudarme a salir de esto. —No creo que tu amiguito te ayude en esto —escucho nuevamente a Marisa. —¿A qué vienes? Se supone que esto no te interesa. —¿Y perderme de la diversión? Esto quiero verlo —afirma con una sonrisa—. Por cierto, me fijé en que uno de tus autos no estaba en la entrada, ¿Acaso está en el taller? No respondí, pero pensé en que mi vida no podía ser más miserable en este momento, ya nada podía empeorar las cosas. Por fin en la sala, el mayordomo esperó mi indicación para dejar entrar a la mocosa qué venía a arruinarme la tranquilidad de mi vida. —Déjala pasar —le hice la señal con la mano y el mayordomo salió para permitirle el ingreso, mientras yo suspiraba con resignación. ¿Por qué yo? ¿Qué demonios tenía que enseñarle a una mocosa millonaria? Seguro era igual de insoportable que mis hermanas o hasta peor. Maldita niña berrinchuda, seguro creía que esta casa sería su juego y que yo consentiría todos sus caprichos, pero estaba muy equivocada. Si yo iba a ser su tutor, tendrá que obedecerme hasta en el más mínimo detalle, no iba a permitir ninguna estupidez de niña rica y si no le gustaba, pues tendrá la libertad de tomar sus cosas y largarse. —Señor Harel, señorita Harel —entra el mayordomo, dejando ingresar a una mucama que llevaba una sombrilla con la que cubría el rostro de la que se convertiría en la dueña de mis pesadillas—. La señorita Herse Holler. Cuando el mayordomo dijo su nombre, la mucama guardó la sombrilla, revelando al fin el rostro de aquella mujer. Sus labios rosas, su cabello oscuro y largo, sus ojos color miel, y su delicada figura que era cubierta por un sencillo vestido. —Oh mierd@...—fue lo que resonó en mi cabeza al descubrir que esa muchacha con la que había pasado la noche y la que ahora sería mi pupila, eran la misma persona. —Es un placer conocerlos, soy Herse —dijo con total naturalidad que fue como recibir una cachetada en la cara. —Marisa —respondió mi hermana, sin ocultar su interés al ver que yo ni me atrevía a respirar. —Oh, usted debe ser la madre del señor —me señala y mi hermana por poco palidece de horror. —¡¿Madre?! Para tu información chiquilla insolente, soy la hermana mayor de Judas. El abogado que la acompañaba tuvo que interceder para disculparse. —No Herse, ellos son hermanos. La señorita es Marisa Harel y él señor es Judas Harel, tu tutor. —Judas Harel… —dijo mi nombre con tanta suavidad en su voz que creí que lo hizo a propósito—. Es un placer, ahora sé porque mi padre confío en usted y haré lo mismo, confiaré en usted para conseguir un marido adecuado, espero no causar inconvenientes y que mi presencia no lo perturbe. —Bienvenida —fue lo único que dije y di la señal para que el mayordomo ayudara a llevar las cosas de Herse a su nueva habitación. —Con permiso —dijo ella, antes de pasar por mi lado, dejando el aroma de su perfume impregnado en mi ropa. Ella se fue y yo me quedé a hablar con el abogado, quien me terminó de explicar los últimos detalles, hasta que llegó la hora de despedirse. Mi hermana ya se había marchado a su recamara, pero por alguna razón que ahora tenía nombre y apellido, mi cabeza dolía con fuerza. —¿Dónde está? —le pregunté al mayordomo qué bajaba para seguir con su trabajo. —Está en su habitación, señor. Me pidió un vaso con agua. —¿Un vaso con agua? Bien, toma el tiempo necesario —dicho esto, subí las escaleras hasta llegar a la habitación donde la acompañaba la mujer que le había acompañado. —Señor Harel —dice Herse, mientras abría una de sus maletas—. Espero que no le moleste, traje conmigo a Eduina —ella trabajaba para mí y la verdad es que me siento tan cómoda con ella. —Quiero hablar contigo —soy directo. —Como diga señor Harel —me contesta—. Eduina, por favor fijate si otra de mis maletas se quedaron en la entrada. —Sí señorita —responde y sale de la habitación, dejándome a solas con Herse. —Muy bien señor Harel, di… —ni siquiera la dejé terminar de hablar, cuando la interrumpí seriamente. —¡¿Dónde está mi auto?! —Sí, sobre eso… Lo lamento mucho, y realmente planeaba devolverselo, pero pasaron muchas cosas. —¡Dame las llaves ahora! —gruñí—. Tienes suerte de que no te haya acusado de ladrona. —No necesito robar, soy una heredera —contestó al mismo tiempo que abría otra maleta más pequeña para buscar algo—. Aquí deben estar las llaves. Sorprendentemente, al abrir esa maletita, ella sacó su ropa interior, la mayoría con encaje. —Aquí tiene —ella estiró su brazo, esperando que yo tomara las llaves de su mano—. Como ve, no soy una ladrona. Pronto usted me ayudará a conseguir un esposo y yo heredaré. Tomé las llaves con fuerza y acortando algo de distancia, la miré a los ojos. —A mi no me importa que seas una heredera, eres una chiquilla y desde ahora soy tu tutor, me debes respeto. Así que me obedecerás hasta que consigas un marido, ¿lo has entendido? —¿Y por qué ahorra el tiempo? Tal vez usted pueda terminar con esa búsqueda.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD