En la fría y oscura celda que Nick estaba recluido tampoco podía dormir, se sentía angustiado temía por la seguridad de Ariadna y de su hijo, con él en prisión eran vulnerables a un nuevo ataque.
—¡Dios mío te ruego que los protejas! —oraba Nick desesperado.
Se sentó en la cama, intentando pensar en una manera de encontrar las pistas necesarias para probar su inocencia; sin embargo, lo que más le interesaba era descubrir quién era la persona que mandó a atacar a su mujer y su hijo.
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Al día siguiente.
Ariadna aún dormía cuando sintió que alguien acariciaba sus mejillas, abrió sus ojos al sentir la presencia de una persona en su habitación.
El cuerpo de la joven se estremeció, como acto reflejo se llevó la mano al vientre, sin embargo, no quiso demostrarle a esa persona el temor que le inspiraba por lo que trató de serenarse.
Una extensa conversación mantuvo con aquella visita, que dejó a Ariadna más angustiada que antes, cuando se quedó sola sollozó porque las cosas se complicaron para ella y sus planes se vinieron abajo.
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Varios días después.
Ariadna ya había sido dada de alta, guardaba reposo en su apartamento, tenía en su poder las pruebas de la inocencia de su amado Nick, pero por el momento no debía hacer nada, ni tampoco acercarse a él.
Nicholas por su parte se sentía abandonado. No comprendía por qué razón Ariadna ni siquiera le había mandado un mensaje con Ana Cristina, pensó que quizás era por seguridad; no por eso no dejaba de percibir tristeza, la extrañaba necesitaba verla, saber que ella y su bebé estaban bien.
Consuelo iba a visitar a su hijo seguido. La mujer aparecía muy afligida, demacrada por la angustia que sentía de pensar que Nick iba a ser condenado a varios años de prisión.
—Hijo... ¿Cómo es posible qué te acusen de ese delito? —interpeló Consuelo angustiada.
—Mamá no quiero que te preocupes por mí, yo voy a estar bien... Te aseguro que saldré en libertad —mintió Nick a su madre, él sabía que todo estaba en su contra.
—¿Cómo quieres que no me preocupe? —increpó arrugando la frente—. Eres mi único hijo, además estoy segura de que todo esto es una trampa de Alonzo.
Nick liberó un largo suspiro, se quedó en silencio. Su madre tenía razón, la única persona que no lo quería dentro de la empresa era él.
—Mamá mañana en el juicio vamos a aclarar las cosas. Tranquila.
Nick tomó de las manos a su madre intentando calmarla, pero Consuelo se deshizo en llanto, no soportaba la idea de ver a su hijo en prisión por el resto de su vida.
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Horas más tarde.
Octavio el abogado de Nick también fue a visitarlo, y por la cara que tenía las noticias no eran buenas.
—¿Qué sucede? —averiguó nervioso.
El abogado se quedó en silencio por varios segundos, se rascó la nuca.
—La fiscalía llamó a declarar a Ariadna.
Nick se sobresaltó y se puso de pie.
—¿Por qué a ella? —cuestionó—. No comprendo.
—Nick me informaron que hay pruebas en tu caso, y que Ariadna es testigo.
La mirada de Nick se iluminó, avistó una esperanza, si habían llamado a declarar a Ary, quizás ella era su puerta a la libertad pensó, sin embargo, cuando volvió a su celda percibió una opresión en su pecho, a manera de mal presentimiento. Sacudió su cabeza para desechar malas ideas.
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Al día siguiente.
Ariadna despertó temprano, aún adolorida por la herida se dirigió al baño, con sus entristecidos ojos se observó al espejo. Inhaló profundo intentando tomar valor, su mirada se llenó de lágrimas, mientras la garganta se le secaba. Sabía que lo que iba a hacer ese día, destrozaría a Nick. Enseguida abrió el grifo e ingresó a la ducha, las lágrimas que salían de sus ojos se mezclaban con el agua que caía por su cuerpo.
Mientras jabonaba su abdomen se detuvo a acariciar el pequeño bulto que se estaba formando. Llevaba en su vientre el fruto de su gran amor por Nick; sin embargo, si ella no tomaba decisiones extremas su destino estaría escrito.
—Perdóname bebé, pero no puedo arriesgar tu vida. Tu padre me va a odiar...no tengo otra salida. —Resopló ahogada en sollozos.
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En el juzgado, la familia Grimaldi ya estaba reunida para presenciar el juicio, todos los miembros se veían angustiados, no tanto por el destino del joven, sino por grandes perjuicios económicos.
La abuela Fiorella era la única que lamentaba la situación de su nieto. Su sabio corazón abrigaba la esperanza de que el joven fuera inocente. Afligida llegó al lugar.
En el lado izquierdo del juzgado Amanda y Alonzo hablaban en voz baja. Consuelo y Jessica hacían lo mismo.
Uno a uno iba ingresando y tomando asiento en sus lugares.
—Y la cínica de Ariadna... ¿Por qué no llega? —preguntó Amanda a Alonzo, quien impaciente miraba el reloj y a la puerta esperando por ella.
Minutos después Nick ingresó esposado como si fuera un delincuente, en ese mismo instante Ariadna vestida de n***o caminaba con lentitud a su lugar. Ambos cruzaron miradas, sus corazones palpitaban con gran fuerza. Ary tuvo que sostenerse de una de las sillas porque sintió un leve mareo, luego de recomponerse la chica tomó asiento lejos de la familia Grimaldi, entrelazaba sus dedos, nerviosa. El juicio empezó, y un nudo en la boca del estómago casi no le permitía respirar bien.
El fiscal expuso el caso y las pruebas acusatorias, llamó al estrado a Ariadna.
Alonzo la observó y asintió, ella le devolvió la mirada llena de odio, él le sonrió con burla.
Ary se puso de pie, caminó con elegancia y su singular belleza hasta donde estaba el juez.
El secretario le tomó el juramento y le indicó que se sentara.
—Licenciada Rinaldi, tenemos entendido que usted es la vicepresidenta comercial de la farmacéutica Grimaldi por el lapso de dos años. ¿Es correcto?
—Así es —respondió Ariadna
—También tengo entendido que mientras el señor Alonzo Grimaldi era el presidente, nunca se cometieron este tipo de delitos en la empresa.
—Jamás hemos tenido problemas de esta índole —contestó Ariadna quien de vez en cuando observaba a Nick y balbuceaba nerviosa, las piernas le temblaban, no estaba segura de continuar.
—Licenciada: ¿Usted tenía conocimiento del delito?
Alonzo observó a Ariadna amenazante, ella inclinó su cabeza. Se quedó callada.
Nick cerró los ojos, temía tanto que la chica se culpara por defenderlo a él. «No lo hagas mi amor, piensa en nuestro hijo» trataba de decirle con la mirada.
—Yo...— Ariadna se aclaró la garganta. —Obedecí órdenes —mencionó casi en un susurro.
—Más fuerte señora por favor.
Octavio se puso de pie molesto.
—Objeción señoría, la licenciada Rinaldi se encuentra delicada de salud — increpó el abogado.
—Señor fiscal, por favor tome en cuenta el estado de la señorita —indicó el juez.
—Yo solo obedecí las órdenes que me dio el licenciado Nicholas Grimaldi, yo desconocía del delito, hasta que en el día en el que fui atacada lo descubrí...—Ariadna soltó el aire que estaba conteniendo en un resoplido.
—¿Qué descifró?
Ary inclinó la cabeza. «Perdóname mi amor» dijo en su mente.
—Descubrí... que el licenciado Nicholas ordenó enviar los medicamentos falsificados a las diferentes casas de salud.
Nick abrió sus ojos de par en par, palideció, sintió como si le clavarán un puñal en el corazón. No podía creer que fuera la mujer a la que él tanto amaba, la que lo había condenado a una cárcel.
Ariadna sacó de su bolso una carpeta y la entregó al fiscal, quien a su vez confirió las pruebas al juez. La chica seguía con la cabeza inclinada, no tenía valor para mirar a Nicholas, limpiaba de vez en cuando sus lágrimas.
—Por mi parte es todo —dijo el fiscal.
—¿La defensa desea interrogar a la señora?
Nick le indicó a Octavio que no lo hiciera.
—No su señoría —respondió el abogado defensor.
—Puede volver a su lugar —ordenó el juez a Ariadna.
Ella se puso de pie, y su mirada se cruzó con la de Nick, intentando decirle con sus ojos tantas cosas, pero él la observó con confusión, y ella sintió que todo estaba perdido, entonces caminó despacio hasta su lugar.
Consuelo y Jessica aniquilaron con su vista a Ariadna.
Después aparecieron supuestos testigos que iban declarando uno a uno indicando que Nick les había obligado a cometer el delito.
La corte entró dio un receso, para que pudieran analizar las pruebas entregadas por Ariadna y deliberar la sentencia.
Luego de una larga hora de espera la sesión se instaló de nuevo, todos se pusieron de pie al momento que el juez ingresó.
—Después de analizar las pruebas y las declaraciones de los testigos, la Corte del Distrito de Long Island en el Estado de New York va a dictar sentencia. Señor Nicholas Grimaldi por favor póngase de pie —solicitó el secretario.
El juez tomó la palabra.
—Licenciado Nicholas Grimaldi, esta corte lo declara culpable por delitos contra la salud pública y se le condena a pagar diez años de prisión sin derecho a fianza. —El juez golpeó con el mazo y dejó por terminado el juicio.
—¡Mi hijo es inocente! —exclamó Consuelo llorando. —¡Maldita Ariadna te juro que te vas a arrepentir! —bramó—, deseo que todos los males de este mundo se te vengan encima y ojalá ese niño que llevas en el vientre no nazca.
Ary se estremeció, cada vello de su cuerpo se erizó.
—¡Mamá! —exclamó Nick—. No sabes lo que dices— cuestionó él, pero no podía decirle a su madre que le estaba deseando el mal a su propio nieto.
—¡No la defiendas! —bramó Consuelo—. Mírala bien y recuerda que cada día que pases en prisión será por culpa de esta mujer.