Ariadna observó a Nick con los ojos aguados, no pronunciaba una sola palabra, lo miraba con tristeza, y él a ella de la misma manera. La joven cerró sus ojos cuando vio que los policías se acercaban a ponerle las esposas y lo sacaban del juzgado como un delincuente.
La abuela Fiorella no paraba de llorar, se sentía muy decepcionada de su nieto, su empresa estaba al borde de la ruina y el apellido Grimaldi empañado.
—Vamos a apelar —dijo Octavio tranquilizando a la señora.
Ariadna se disponía a salir cuando sintió que alguien la tomó del brazo.
—Bien hecho futura esposa, ves cómo las cosas funcionan cuando haces lo que te digo.
Ariadna observó a Alonzo llena de odio. «No estés tan seguro idiota» dijo en su mente ella.
—Este fin de semana nos casamos. ¡No lo olvides! —amenazó Alonzo a Ariadna. La chica salió del juzgado sin decir nada.
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Nick en la patrulla intentaba poner en claro sus ideas, la mirada llena de dolor le hizo dar cuenta que la obligaron a declarar en su contra. Se estremeció al comprender que su mujer corría grave peligro.
Minutos después que él arribó a la prisión, su abogado apareció.
—Nick, debemos interpelar, no es justo. ¡Tú eres inocente!, no comprendo por qué Ariadna declaró en tu contra.
—Octavio, no deseo que hagas nada, no interpelaremos, no la molesten.
—Pero Nick...
—Es mi última palabra —respondió el joven, cuando se disponía a salir para dirigirse a su celda, Octavio lo detuvo.
—Ariadna se casa este fin de semana con Alonzo.
Nick se quedó estático, arrugó el ceño, presionó sus puños.
—Eso no es posible —declaró.
—Se meterá en graves problemas —mencionó Octavio.
Nick regresó a su celda y exclamó un alarido lleno de dolor, todo eso parecía un horrible sueño, una pesadilla de la cual ya deseaba despertar, pero cuando se daba cuenta de que esa era la realidad sentía que se hundía cada vez más en un pozo sin salida.
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Los días pasaron y aquel fin de semana tan temido por Nick y Ary llegó. Para asegurarse que ella no escapara Alonzo la obligó a quedarse en la mansión. Esa mañana los jardines de la residencia Grimaldi se vistieron de blanco para la celebración del matrimonio civil.
El novio listo con su impecable traje n***o, esperaba ansioso que Ary apareciera.
Minutos más tarde Ariadna llegó al jardín. Mientras Alonzo esperaba verla derrotada, ella apareció radiante, esbozando una amplia sonrisa y una mirada de triunfo.
—¿Qué pretendes? —susurró al oído de Ary mientras presionaba su brazo.
—Soy una novia feliz —habló con ironía ella—. Me estás lastimando —advirtió.
Alonzo la soltó y la llevó ante el juez. Ariadna inhalaba profundo, sus piernas temblaban.
Ni siquiera se dio cuenta del instante en el cual Alonzo ya había respondido: Sí acepto.
Cuando le llegó el turno a ella, cerró sus ojos, guardó silencio, entonces el milagro que estaba esperando se hizo escuchar.
—¡Detengan esa boda! —exclamó el padre de Ariadna junto con Octavio, el abogado de la familia.
Alonzo palideció por completo, su mirada se llenó de odio, observó a Fabricio sin poder creer que estuviera ahí.
—¿Qué haces aquí? —cuestionó bramando Alonzo. —Debes estar en prisión, además. ¿Con qué derecho interrumpes así mi boda?
Fabricio bufó y sonrió con amplitud se acercó a Ary y la abrazó de la cintura, mientras los murmullos de los invitados se hacían escuchar.
—Ariadna no se puede casar contigo, ni con nadie —informó—, porque mi hija está casada con tu primo Nicholas —declaró.
Ary se mordió los labios y lo miró a los ojos con ilusión. Octavio sacó del bolsillo de su chaqueta el acta de matrimonio.
—Nicholas y yo firmamos un contrato por amor, y no por obligación —informó Ary con orgullo mirando con alegría el rostro desencajado del primo de su esposo.
Alonzo le arrancó el documento a Octavio, y lo leyó entonces presionó sus puños e intentó irse en contra de Fabricio, y del abogado, en ese preciso momento varios oficiales se acercaron y lo apresaron.
—Señor Alonzo Grimaldi queda usted detenido por atentar contra la salud pública de las personas de este país.
—Debe existir un grave error... ¡Mi hijo es inocente! —exclamó Amanda.
—Eso lo decidirá un juez, señora.
—Se van a arrepentir —bramó mientras lo llevaban hasta la patrulla—. Llorarás lágrimas de sangre Ariadna Rinaldi —sentenció.
Amanda intentó acercarse a Ary para agredirla, pero su padre no se lo permitió.
—¡Maldita! —exclamó—, yo misma te hundiré en la cárcel Fabricio Rinaldi.
Ary ladeó con la cabeza y le sonrió.
—El que se refundirá en prisión será tu hijo —mencionó la chica.
Amanda miró a la joven con profundo odio: «Te vas a arrepentir de haber nacido»
Luego de eso Consuelo se acercó, y también intentó abofetear a Ary, pero Fabricio tomó su mano y no la dejó.
—Engatusaste a mi hijo —bramó—, ese matrimonio no es válido, ustedes no pueden estar juntos, son medio hermanos.
Fabricio sonrió y abrazó a su hija.
—Ella es una Rinaldi de pies a cabeza, no hay duda de que es mi hija, deja de inventar argumentos falsos para separar a nuestros muchachos.
Las mejillas de la mujer se tiñeron de carmín. La mirada de Consuelo se nubló de ira y rencor.
—¿No fue suficiente con que la zorra de tu madre me robara el amor de Paolo? —increpó observando a Ary llena de odio—, y ahora tú me quitas a mi hijo —bramó exaltada—, te juro que mientras vivas, jamás serás feliz, me voy a cobrar con la misma moneda.
—¡Basta! —exclamó Fabricio, tomó de la mano a su hija y la sacó de aquel lugar—. Prometo que nadie les hará daño.
Aunque su padre hablaba de lo más hondo de su corazón. Ariadna no podía dejar de percibir temor, ese día había recibido tantas amenazas, y sentía miedo, más cuando Alonzo se enterara de que fue ella la que envió las pruebas de la inocencia de Nick a la fiscalía.
*****
Alonzo fue llevado en una patrulla a prisión, sus padres llamaron a sus mejores abogados, y enseguida fueron a la delegación detrás de su hijo.
—Ustedes no me pueden detener aquí, yo no soy ningún delincuente — gritaba él.
Enseguida pasaron a Alonzo a una sala privada, con su abogado defensor y el fiscal de turno.
—Señor Grimaldi a nuestras instalaciones llegaron archivos confidenciales de su computador, en los cuales demuestran todos los movimientos que usted realizó para comercializar los medicamentos falsos.
—Son pruebas falsas, alguien quiere culparme —exclamó Alonzo.
—Señor Grimaldi con una orden trajimos el computador de su oficina y la misma información que ahí reposa, es igual a la que nos hicieron llegar. Ahí se evidencia las transferencias bancarias que usted realizaba con los estafadores, las órdenes de compra, las facturas, las guías de remisión que de manera premeditada le hizo firmar a su primo.
—¡Mentira! ¡Todo es falso! —bramó con desespero al darse cuenta de que estaba perdido.
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Días después.
Un nuevo juicio, se realizó fue grande la sorpresa para Nick al enterarse de la declaración juramentada que había dejado a Ariadna explicando que era víctima de extorsión por parte de su primo quien le amenazaba con mandar a prisión a su papá si ella no confesaba en contra de él y se casaba con Alonzo.
—¡Maldita Ariadna! —vociferó Alonzo.
La corte lo declaró culpable. Fue sentenciado a quince años de prisión en su totalidad: ocho por los delitos en contra de la salud, por extorsión tres y por daños y perjuicios cuatro.
Nick quedó libre de todos los cargos, su mamá, y la abuela estaban felices con la noticia, sin embargo, él no era feliz, necesitaba ver a Ariadna y hablar con ella, Octavio le contó lo sucedido en la boda y que una persona desconocida envió las pruebas a la fiscalía.
Llegó a su casa se duchó como si no lo hubiera hecho en siglos, se acicaló, cambió de ropa y salió en busca de la única persona que podía dar con el paradero de su esposa, su mejor amiga Ana Cristina.
Nick llegó al hospital en donde trabajaba la joven doctora, esperó que ella terminara sus consultas e ingresó a su oficina.
—¡Nick que gusto verte en libertad! —exclamó la joven y lo estrechó en un fuerte abrazo.
—Gracias Ana Cristiana —respondió él correspondiendo el cariño—, pero sabes bien que no todo es felicidad... Necesito encontrar a Ariadna.
La muchacha observó la desesperación reflejada en el semblante de su amigo.
—Nick siéntate, tenemos que hablar.
Al joven no le gustó la actitud de Ana Cristina, sin embargo, obedeció.
—¿Qué pasa? —cuestionó sintiendo su piel erizarse, temía otra mala noticia—, mírame estoy desesperado.
—Nick te entiendo, pero quiero que comprendas que la vida de Ariadna y de tu hijo corren peligro. Hasta ahora la policía no ha podido capturar al hombre que la hirió, no tenemos sospechas de nadie.
—Yo también temo por la vida de ella, por eso necesito estar a su lado para cuidarla.
—Nick debes andar con cautela, si ya intentaron atentar con el bebé una vez, lo volverán a hacer, el día de la boda, la amenazaron —confesó.
Nick sintió un corrientazo recorrer su columna, se estremeció, pero no iba a permitir que nadie dañara a su familia.
—Te aseguro que voy a hacer hasta lo imposible por dar con esos miserables y mientras yo viva no les lastimaran.
Ana Cristina sonrió, y le entregó un papel en donde estaba la nueva dirección de Ariadna, Nick salió feliz en busca de su gran amor.