Ariadna llegó a su departamento y abrió la puerta enseguida arrastró su maleta hacia su alcoba, una vez ahí sonrió llena de dicha después de que el destino volviera a poner a Nick en su vida. Se lanzó a su cama y pensó que quizás ese era el milagro que estaba esperando para salvarse de ese absurdo contrato que debía firmar, entonces aquella felicidad se vio desvanecida por esa nube gris de incertidumbre. No sabía que le deparaba el destino, ni que pudiera hacer para librarse de esa condena.
Se llevó las manos al pecho sintiendo una punzada en él. Un fuerte escalofrío recorrió su columna, a manera de un mal presentimiento, entonces se puso de pie y caminó por la reluciente baldosa de su elegante apartamento hacia la cocina. Tomó la jarra de la cafetera y la llenó de agua intentando no pensar en nada malo, enseguida colocó dos cucharadas colmadas de café en el filtro, y encendió el artefacto.
Luego de varios minutos el aroma de la tradicional bebida inundaba el ambiente. Ary cerró sus ojos aspirando aquella fragancia que le brindaba calidez recordando a su abuela, enseguida escuchó el sonido del timbre, sonrió y se encaminó a la puerta. La abrió y su mirada se cruzó con los vivaces y castaños ojos de su mejor amiga.
Ana Cristina sostenía una bolsa en sus manos, pero a pesar de eso abrazó a Ary. Ambas se estrecharon y la joven doctora ingresó.
—Traje croissants de almendras, nuestros favoritos —comentó mientras colocaba la bolsa en el mesón de la cocina.
—Ya tengo listo el café —informó Ariadna con la mirada distinta, sus ojos mostraban un destello de luz, muy diferente al de estos años en los que se sumió en la soledad.
—Ahora sí, cuéntame todo, por favor —solicitó mientras tomaba asiento en un fino taburete acolchado blanco.
Ary sirvió las tazas de café y le contó a su mejor amiga lo sucedido en los Ángeles.
—Te dije que esa vieja bruja, estaba detrás de todo esto —gruñó Ana, bebiendo un sorbo de café—. No comprendo por qué nunca te quiso para novia de Nick. —Ladeó su cabeza con indignación.
—Ni yo, jamás supe cuál era el motivo de su desprecio hacia mi persona —comentó Ariadna—, no me recuerda, o no me reconoce, aún. —Inhaló profundo.
—¿Y qué piensan hacer? ¿Cómo te vas a librar de ese nefasto contrato? —investigó la joven doctora.
—Aún no lo sé —comentó Ary, dando un mordisco a su croissant—. Nick me dijo que él se iba a hacer cargo, pero... tengo miedo, es como si presintiera que algo malo va a suceder.
—No te sugestiones —recomendó Anacris—. Si yo estuviera en tu lugar le daría una lección a tu padre, no es justo que viva metiéndote en problemas, y que tú pagues las consecuencias de sus actos —reprochó—. A él no le importa que los Grimaldi solo te quieran utilizar para sus propósitos, tu padre no se merece tu sacrificio.
La mirada de Ariadna entristeció bebió un poco de café, mientras analizaba las palabras de su amiga.
—Es mi padre, mi único familiar, no lo puedo abandonar.
—Tú a él no, pero...—Presionó sus labios la joven para no seguir, sin embargo, le indignaba que el papá de su amiga solo la buscara cuando necesitaba ayuda, y no le importaba en lo absoluto su bienestar.
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Nick en el taxi miraba a través de los cristales la ciudad, pero su mente se encontraba dispersa, por un lado, sentía la necesidad de encarar a su madre, y exigirle una explicación, no obstante, le daba la razón a Ary, no podía ponerla sobre aviso, debía ser muy cauteloso esta vez. Presionó su puño al darse cuenta de que no tenía en mente nada para salvar a Ariadna de firmar su condena.
«No voy a permitir eso» sentenció para sí mismo, entonces rememoró todo lo vivido en Los Ángeles, su corazón vibró con fuerza al saber que ella estaba otra vez a su lado, y que esta no vez, no la iba a perder. Sonrió como un adolescente enamorado.
Llegó a su edificio, pagó el taxi, enseguida subió al apartamento e introdujo las llaves en la cerradura. Ingresaba con la firme convicción de finalizar su relación con Jessica, y encontrar la forma de liberar al padre de Ariadna de la deuda con su familia y así poder gritarle al mundo su amor.
Abrió la puerta, Jessica con lágrimas en los ojos salió corriendo y lo abrazó.
Nick parpadeó sin comprender nada. Separó a su novia de su cuerpo.
—¿Qué pasa?, ¿Por qué lloras Jessica?
—Nicholas es terrible lo que sucede, no te llamamos para no preocuparte, mi amor. —La chica se ahogaba en llanto.
—¡Por favor mujer habla! —ordenó desesperado.
—Es Consuelo... se encuentra muy mal, el médico la está revisando.
Nick de inmediato corrió a la habitación de su madre, quien estaba como dormida, el médico le administraba un suero por vía intravenosa.
—Doctor buenas noches. ¿Qué tiene mi madre? —averiguó jadeante.
Al escuchar la voz de Nick sin abrir los párpados, y con la voz entrecortada Consuelo habló.
—Hijo mío, estás aquí— la mujer no abría los ojos.
Nick se acercó a ella y la tomó de la mano.
—Tranquila mamá, estoy aquí a tu lado descansa.
— Consuelo negó con la cabeza.
—Yo no puedo estar en paz, hasta no ver que Jessica y tú formen una familia.
—Señora no se exalte por favor, usted debe descansar —indicó el médico, le hizo señas a Nick para que abandonara la habitación, él obedeció, ambos caminaron hasta la sala.
—Doctor por favor, explíqueme, ¿Qué tiene mi madre?
—Señor Grimaldi, hace días la señorita Jessica me llamó angustiada. Su mamá había perdido la conciencia y no despertaba, como es mi deber vine y revisé a la señora, estaba muy estresada, alterada, le administré un sedante y le pedí realizarse varios estudios.
—¿Qué tipo de exámenes?
—Análisis de sangre, orina, en fin. La señora se los hizo, y me comentó que sufría de terribles jaquecas, en ese momento pedí que le realizaran una Tomografía Computarizada de su cerebro.
Nick se llevó las manos a la cabeza de la preocupación que sentía por la salud de su madre.
— ¿Cuál fue el resultado? —inquirió nervioso.
—Señor Grimaldi, lamento informarle que su mamá, tiene un tumor cerebral maligno localizado en un área del cerebro difícil de operar. La señora se niega a recibir tratamiento. Sabe que, a pesar de eso, su condición no mejorará, es así que le aconsejo no alterarla y dejar que sus últimos días esté en paz y contenta.
A Nick se le secó la garganta, gruesas lágrimas empezaron a rodar por sus ojos al enterarse de que su madre, la mujer que le había dado la vida, quien lo sacó adelante sola, estaba desahuciada.
—Debe existir tratamiento, alguna cura doctor. Mi madre no puede morir —expresó en un quejido de dolor.
—Señor Grimaldi usted está en todo su derecho de llevar a su madre, donde los mejores especialistas del mundo, lamentablemente ellos van a coincidir conmigo.
Jessica se acercó a Nicholas y lo abrazó.
—Yo tengo la culpa, Consuelo no se habría alterado si yo...—la chica se llevó las manos al rostro.
Nick no entendía nada, la miró con seriedad.
—¿De qué hablas? —preguntó.
—Nicholas hace días le comenté a tu madre, que estaba dispuesta a terminar nuestra relación, han sido años a tu lado en los cuales, tú ni siquiera me regresas a ver —reprochó. — ¡No es justo para mí! —reclamó—, por eso tomé esa decisión. Consuelo se alteró mucho, me rogó y suplicó que lo pensara bien, de pronto se desmayó, y lo demás ya lo sabes. —Sollozó.
—No es tu culpa Jessica, al contrario, si mi mamá ese día no perdía el conocimiento, quizás no nos hubiéramos enterado de su enfermedad.
—Nick tu madre no quiere que me separe de tu lado. Yo tampoco deseo hacerlo, pero me cansé de seguir viviendo de esta manera.
Nick se sintió muy culpable con Jessica, ella a pesar de todo había soportado su frialdad, ahora se sentía un miserable, por engañarla, claro que tampoco quería perder a Ariadna bajo ningún concepto, ella era la mujer de su vida. En ese momento se encontraba entre la espada y la pared, prefirió ir a ver a su madre a la habitación. Consuelo estaba dormida, se acercó le dio un beso en la frente, salió se fue a su alcoba, tenía mucho que pensar esa noche, lo más importante explicarle a Ary la situación de su madre, sabía que ella era muy comprensiva y lo iba a entender.
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Ariadna dormía con tranquilidad, cuando su celular a las cinco de la mañana empezó a sonar, se levantó asustada, quién podría llamarla a esa hora se preguntaba. El identificador mostraba un número desconocido, arrugó la frente de todos modos atendió.
—Ariadna soy Fabricio tu padre. Tienes que ayudarme, estoy detenido, la familia Grimaldi hizo efectivos los pagarés.
Ary de un brinco se puso de pie.
—¡Eso no puede ser papá! —exclamó sintiendo como el corazón bombeaba con fuerza en su pecho—. Alonzo y yo tenemos un trato. ¡Maldito infeliz! — bramó, llena de ira. —Hija por favor, haz lo que tengas que hacer, pero sácame de aquí —suplicó.
—Si papá tranquilo, yo te sacó de ahí a como dé lugar.
Fabricio indicó a su hija la dirección de la delegación donde lo tenían detenido. Ariadna de inmediato llamó a Alonzo, caminaba de un lado a otro esperando que él respondiera.
—Me puedes explicar. ¿Por qué está mi padre preso? —vociferó llena de ira.
—Buenos días amorcito. —Bufó con ironía—. Así se empieza la mañana saludando —cuestionó Alonzo—. Tu padre está preso, porque no cumplió con los plazos de p**o, establecidos en los pagarés.
Ariadna cerró sus ojos, y respiró profundo, si tenía a Alonzo en frente era capaz de cualquier cosa producto de la ira que sentía bullir por su piel.
— ¡Tú y yo tenemos un trato Alonzo! —exclamó Ariadna.
— Tú no has cumplido con ese acuerdo mi querida Ary, así que si quieres a tu padre libre, ya sabes lo que tienes que hacer.
Alonzo colgó la llamada.
Ariadna lanzó su celular a la cama desesperada. Se llevó las manos a la cabeza y sollozó. No quería casarse con Alonzo, no ahora que Nick había regresado a su vida, sin embargo, no podía dejar a su padre preso.
Ariadna al igual que Nicholas estaba entre la espada y la pared sin saber qué hacer.